sábado, 31 de julio de 2010

Pozo negro

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El mar fue la cruz
Una cruz líquida, infinita
Mientras celabas el fin de la noche
Entre mis ansias de soltarte, antes
O Antes fue la sombra
La ciudad aniñada desde el barco que huye

El mar en cruz, yo me hago cargo del viaje
El solo eco inasible de días
lo veo en tus ojos
Un espejo que fuga el instante
Nunca estoy listo para caer

Un timón que se hace polvo o la rutina
El humo en tu discurso, niebla de signos
El mono repite filosofía del libro, en griego y todo
Pero el pez sueña su sueño sin estridencias.
Es así, hoy cabemos en este espacio olvidado.

Ya termino, un pájaro se hace hoja y yo debo callar
Es simultánea mi muerte y tu exilio, nada se equilibra
Cuentas claras no hay. Llaves, tampoco.
Hoy es obsceno estar a mano.



Over.

domingo, 25 de julio de 2010

Palabritas

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Él dijo: “Si buscás el último vagón, al salir estarás más cerca del túnel de combinación. En vez de estar sentado, caminás y así ganás tiempo al salir, te ahorrás por lo menos uno o dos minutos, según la velocidad.”

Ella, se me hace que con falsa inocencia, le preguntó: “A qué le ganás tiempo. A lo mejor, si te quedás en el primer vagón y después caminás, quién te dice que se te ocurre el final del guión.”

Él, imperturbable, arriesgó: “Lo que te dijo es así, ganás tiempo, es un hecho.”

Ella, más segura de irse, fijó otro plano: “Y a dónde va el minuto que te ganaste, me querés decir. ¿Se acumula ese tiempo ganado a la nada?

Y no quise escuchar más, porque ella me había dicho que la canción de los Tribalistas empezaba genial: “Eu não quero ganhar / Eu quero chegar junto”, con el forzado tono que los argentinos le buscamos al portugués.
Y como la entendí, no quise preguntarle por qué estaba allí, discutiendo con él, animada en un tiempo distinto, tachando días hasta el fin obligado.





Over.

domingo, 18 de julio de 2010

Pozo negro

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Recuerdo casi todo. O más.
Inútiles pedazos de vida:
Una taza que cae, sangre en un dedo
El mar a oscuras, arena en los ojos.
Media hora tarde y el fastidio.
Una coca cola sin gas.
Cosas así.


Over

lunes, 12 de julio de 2010

Pozo negro

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Mientras ella tilda otro día del ocaso,

y aunque digan que Yellowstone es un polvorín
o que nada sabemos del centro de la tierra,
yo subsano mi desdén por el porvenir con este poema,
El inútil poema de hoy para ti, muerta otra vez.



Over.

No se olviden de Soriano: otro marplatense ilustre.







En el altar de campeones literarios, el reconocimiento de Saer parece rivalizar con la popularidad de Osvaldo Soriano. Con sospechoso rigor, se podría explicar el primer caso, pero todo termina de ponerse borroso toda vez que se buscan razones para fundamentar el esquivo elogio a la obra del segundo.
"Cuarteles de Invierno" o "No habrá más penas ni olvidos", son ineludibles, y por momento alcanzan el status de lo magistral. De algún modo, parecen compendiar el manual de la narración perfecta, la muestra acabada del olimpo literario.

Se podrá argumentar que a partir de su cuarta novela ("A sus plantas rendido un león"), la trama parece estirarse en cuatro volúmenes consecutivos, que su personaje principal es el mismo, disfrazado una y otra vez de una melancólica derrota, atravesado de historia argentina y herrumbre existencial. ¿Alcanza esa observación para encorsetar su obra? Claro que no, ni siquiera como intención descalificadora. Confundir estilo con repetición es el arte del aprendiz de crítico, extendida profesión que suele no salir de ese grado.

Hasta en la última novela de Soriano, una posible coda, se entremezcla el sentido general de su obra: el del hombre que no puede ganar nunca, el que funda en la búsqueda su rumbo, el que viaja sin más razón que la de una camino que se abra ante su ojos, el que no encuentra en la mujer, el remedo para su nostalgia. Ese hombre que tan bien representó Enrique Piñeyro en la peli de Burman.

Diría, con temor a ser malinterpretado, que cualquiera puede aspirar a ser un Borges o un Cortázar, y aunque seguramente no lo logre, en el barro de la copia surgirá algún acierto. Ahora, pocos se animan a ser un Soriano, simplemente porque se les verá el hueso, deberán trabajar la historia, el ritmo, el tempo, la armoniosa arquitectura de una buena narración. Y eso es lo más difícil. Siempre.

Hay que leer a Soriano, una obligación escolar que debería suplantar a tanta academia anquilosada, hija de manuales ya vencidos. Con el sabor de lo incompleto e insuficiente, me arriesgo con este párrafo de “La hora sin sombra”, para resumir una obra que se mira con el desdén de lo popular: "Cioran decía que las palabras son gotas de silencio a través del silencio. Aunque los comienzos de un hombre cuentan, sólo damos el paso decisivo hacia nosotros mismos cuando ya no tenemos origen. A esa altura es tan difícil comprender el sentido de una vida como buscarle un significado a Dios. Sin padres, sin infancia, sin pasado alguno no nos queda otra posibilidad que afrontar lo que somos, el relato que llevamos para siempre." Osvaldo Soriano.





Over.



PD: Dice Soriano en La Maga, dos años antes de que se le termine la peli: “Y ya se sabe: por descabellado que sea un relato, cuanto más trabaja con las ilusiones y las asignaturas pendientes, más verosímil suena.”