Pablo de Santis tiene el don. Ya creo haberlo
dicho. Si lo
dije, lo
repito. Tiene el don de la literatura, como lo tenían Soriano o Chéjov y no lo tenía Sartre (la
bravuconada no es tal, Sartre escribió
El existencialismo es un humanismo, y
con eso basta, ¿no?) Decía que De Santis ha llegado al punto casi profesional
de la narración, ese en el que escriba sobre el tema que sea, lo hará con nivel
y estilo.
Crímenes y Jardines es una novela aparentemente policial,
con detectives, muertos, misterios y deducciones. Pero más allá de los
formalismos, la historia abreva en la condición humana, en las diferentes formas
del amor y la soledad. Si bien en Chandler, esto último no estaba ausente, en
De Santis busca un nivel filosófico más alto, si se quiere, reiterando la ya clásica
tradición simbólica rioplatense. Es quizás, la representación, un abuso de la
literatura argentina, pero cuando hace honor al estilo, no pierde eficacia
alguna.
La historia nos trae de vuelta a los personajes de la novela
anterior, El Enigma de París, y pareciera que podría dar inicio a una serie más
extensa. Ambientada en el final del siglo XIX, el encanto detectivesco cobra
mayor relevancia, y quizás Sigmundo Salvatrio, con su maestro ya fallecido,
comienza su camino en estas artes, para, quién sabe, superar al vernáculo
Etchenique, con diferente astucia, y treinta años menos, eso sí.
Over.