Hoy te recordé con suavidad, vaya experiencia, y todo fue calmo como la lluvia que se acostaba sobre el parabrisas del taxi o el terco rayo de sol que evitaba las montañas.
Es como si se colara por las venas, dulce, y entonces estamos al pie del tren, en la estación suburbana de un pueblo irreal. El amor no era diplomático todavía, era, cómo llamarlo, exquisito y violento, o lo que sea, pero estaba bien. Ah, y también recordé aquella tarde cuando tomaste el papel que decía “Contigo pan y cebolla”, y fatal, con los dientes apretados, me dijiste: “nada de mal aliento, Contigo aviones y fronteras.”. Mañana se borra todo otra vez.
Over.
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