Haze, es la palabra, porque a veces es neblina, pero ahora es haze, que unta la mañana de museos y mermelada sin gusto. Antes de salir, sueño: un barrio lleno de niños jugando, una noche perfecta, cerrada de luces en esta casa, desde donde se produce ese olor a comida.
Bebemos nuestras cervezas y abrazamos a nuestras chicas, y reímos de aquella vez sin dinero. Pero yo veo en la cara de la cocinera, de la cocinera que ve en mi cara sus ojos. Veo que algo va a pasar, que todo esto no es así, que de repente todo será demolido por un accidente, una palabra, un gesto, cualquier cosa que me hará despertar mucho antes de haber pegado un ojo.
Bebemos nuestras cervezas y abrazamos a nuestras chicas, y reímos de aquella vez sin dinero. Pero yo veo en la cara de la cocinera, de la cocinera que ve en mi cara sus ojos. Veo que algo va a pasar, que todo esto no es así, que de repente todo será demolido por un accidente, una palabra, un gesto, cualquier cosa que me hará despertar mucho antes de haber pegado un ojo.
Dos películas se atraviesan en un imposible moebius plano. A los veinte y a los treinta, es lo primero. Mentira, señores, es todo un riesgo que deberá ser enfrentado, una quimera que descontrola si acaso solo intentas vivirla.
Un mediodía de gente que trabaja, responsables de hacer funcionar el mundo, para que tú y yo caminemos untados de la haze atemporal, tallando esta película junto a otros orfebres del viaje. No estamos aquí, pero todos nos miran, con ese desprecio y terror que se le adosa a todo lo que puede contagiarnos. Para bien o mal.
Están los que viven perdiendo aviones, con el certificado de inútiles que ya sabrán algún día lo que cuesta vivir. ¿Acaso ellos no viven? Hay quien nunca regresa, ni del tiempo ni del sueño, y termina husmeando el porvenir de raro descanso: un loop de años pasados que han clausurado la función. Hay quien reza el rezo de los justos, abombado de salvación cuando las cosas no marchan bien.
Tal parece que Julie Delpy es quien dice que es, tras sus personajes que sólo oxidan su carcasa. Empezó en Before Sunrise, siguió en Before Sunset, y no lo dudó en 2 Days in Paris, que como un compendio paralelo a las otras pelis, termina por hacernos entender lo que ya sentimos.
Se acerca la tarde agazapando noches de plástico, repitiendo el combo baño-cena-sexo-abrazame-me duele el brazo-dale, un poco, ya me duermo. Antes de caer, te digo que además de escribir tres libros, alguien debería rodar una película donde siga todo esto, cuando ya no seamos, para ver qué hubiera sido, agregándole lugares, por qué no.
Ellos van subiendo la escalera con respetuoso silencio, todos lo hacemos, subidos por el desamparo y la ilusión, mientras acariciamos un gato inmortal. Misteriosos gatos. La vida está atravesada de misteriosos gatos que nos miran paralizados, curiosos de vivir, los amamos.
Quizás, dentro de un tiempo, todo gire para este lado, los aviones no se pierdan o ya ni siquiera nos animemos a volar. Por caso, dios, familia y propiedad está siempre a la mano, como bálsamo existencial para que los que perdieron el rumbo, justo ahora que lo encontraron. En fin.
Nos queda el disco , nos obliga a cantarlo, a desconfiar de su sencillez. Ella escribe:
Un mediodía de gente que trabaja, responsables de hacer funcionar el mundo, para que tú y yo caminemos untados de la haze atemporal, tallando esta película junto a otros orfebres del viaje. No estamos aquí, pero todos nos miran, con ese desprecio y terror que se le adosa a todo lo que puede contagiarnos. Para bien o mal.
Están los que viven perdiendo aviones, con el certificado de inútiles que ya sabrán algún día lo que cuesta vivir. ¿Acaso ellos no viven? Hay quien nunca regresa, ni del tiempo ni del sueño, y termina husmeando el porvenir de raro descanso: un loop de años pasados que han clausurado la función. Hay quien reza el rezo de los justos, abombado de salvación cuando las cosas no marchan bien.
Tal parece que Julie Delpy es quien dice que es, tras sus personajes que sólo oxidan su carcasa. Empezó en Before Sunrise, siguió en Before Sunset, y no lo dudó en 2 Days in Paris, que como un compendio paralelo a las otras pelis, termina por hacernos entender lo que ya sentimos.
Se acerca la tarde agazapando noches de plástico, repitiendo el combo baño-cena-sexo-abrazame-me duele el brazo-dale, un poco, ya me duermo. Antes de caer, te digo que además de escribir tres libros, alguien debería rodar una película donde siga todo esto, cuando ya no seamos, para ver qué hubiera sido, agregándole lugares, por qué no.
Ellos van subiendo la escalera con respetuoso silencio, todos lo hacemos, subidos por el desamparo y la ilusión, mientras acariciamos un gato inmortal. Misteriosos gatos. La vida está atravesada de misteriosos gatos que nos miran paralizados, curiosos de vivir, los amamos.
Quizás, dentro de un tiempo, todo gire para este lado, los aviones no se pierdan o ya ni siquiera nos animemos a volar. Por caso, dios, familia y propiedad está siempre a la mano, como bálsamo existencial para que los que perdieron el rumbo, justo ahora que lo encontraron. En fin.
Nos queda el disco , nos obliga a cantarlo, a desconfiar de su sencillez. Ella escribe:
Toujours perdante, tu me tourmentes
Et tes désirs me prirent pour me détruire
Je prends un certain plaisir a souffrir
A me punir, a me repentir
Over.
2 comentarios:
Muy buen aporte: texto/reseña.
De yapa el disco.
Gracias.
Saludos.
qué casualidad! El otro día justo me bajé el disco de la Julie, llegué a él de casualidad también, porque no sabía que existía. Y en seguida se lo recomendé a una amiga porque me pareció hermoso, muy bueno.
Julie Delpy se zarpa, es talentosísima y muy copada, aunque obviamente no la conozco, pero en mi imaginación es muy copada. Ja!
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