jueves, 4 de febrero de 2010
Pozo negro
Al margen de tu doctorado
y la pena
de tu ridícula pose de sabiondo sin desayunar,
amerita este calor recordar tu vulgar humor
otra vez,
insistentemente precario y obsoleto,
el aletargado vaivén de tu lucidez,
la genial puesta en escena de tus desaires.
Amerita, dije,
porque suma estupor tu recuerdo, a la distancia
con todo lo que has perdido, aquí en mi mente
sobre la mesa y detrás del televisor.
Si acaso hubieses aprendido a silenciar tu amor
mientras bebías a la fuerza ese café negro,
demasiado adulto* y a escondidas de tu realidad.
Si acaso unieras a tus llaves la cifra del abandono.
Pobre diablo sin más fortuna que la heredada
A traspié del prestigio de la fama interesada
Nunca entendiste lo que es no deberle nada a nadie.
Nada a nadie.
*Adulto, el café, aclaro.
Over.
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