Habría que ver.
En el viaje en el tiempo, pasaría por 1956 y le preguntaría a cualquier lector de The Floating Opera su parecer. Le diría que yo existo 56 años después (qué extraña quedó la última oración, algo está mal, pero queda bien). Eso sí, antes de que se ría de mi tonta ocurrencia, le pediría que me cuente qué sintió al leerla, porque usted sabe, dentro de 56 años habrán cambiado muchas cosas, como puede imaginar, la gente habla por teléfono por la calle, casi no hay discos, la televisión tiene mil canales y los coches van mucho más rápido. Es un poco triste, es verdad, pero no crea, hay cosas interesantes también.
Ah, sí, la novela. Usted puede creer que dentro de 56 años, esta novela es tan actual y fresca como ahora, es moderna, como se dice. A ver, el trío amoroso que forman Todd con Jane y Harrison, nos suena extraño, aún hoy, digo, dentro de 56 años. Quizás nos parezca más probable, si se quiere, pero no es la más común.
La gente sigue pensando en suicidarse, o en entender al padre. No todos escriben un libro, claro, pero el sentiemiento está. ¿No le pareció fascinante esa sensación inminente de muerte que tiene el personaje a causa de su débil corazón, eso de creer que en un minuto, o dos, o un día, se acaba todo? ¿No es atrapante el modo en que todo se narra con humor e ironía, y a la vez golpea con una realidad pasmosa? Ni le digo de los apuntes "filosóficos", no tan profundos pero sí tan precisos. Y los viejos, los jóvenes, el miedo a crecer, la imposibilidad de trascender sin desanudar el pasado. O qué decir de esa empatía con el personaje cuando en vez de morir, decide matar a todos. Porque o nos pegamos un tiro, o bien borramos al mundo que nos rodea, con nosotros en medio. Nos vamos todos. Todos.
Por eso, sepa que dentro de 56 años, esta novela será tan grandiosa como lo es ahora, y el asombro es el mismo. Exactamente el mismo. ¿a usted le gustó tanto como a mí?
Over.
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