Tuve abuelo por obviedad biológica, y quizás le deba el conocimiento de las glicinas, la palabra chambergo y la descripción pormenorizada del idóneo de farmacia. Por suerte, la genética se tomó un descanso y salteó la profunda miopía. Nada más. La lectura febril y la exaltada curiosidad parecen adquiridas.
Me regocijo tontamente en esa posibilidad, sé que en la telaraña de gametos, pactos de sangre y promesas de amor, soy un Yo amalgama, decantado, heredero forzoso de años y sexo. El ineludible sentido atávico se burla de la esperanza de no haber sido, de construir célula a célula la arquitectura de mi ser.
Quizás seamos puros en la unión, en el golpe artero de salivas y fraternidad. Quién sabe que vos y yo, anclados uno sobre el otro, no aspiremos a semidioses más reales.
Over.
No hay comentarios:
Publicar un comentario