No hay duda: la última peli de Sofía Coppola es sobre el vacío, ese precio que paga el ser humano por su inteligencia, por su exclusiva gracia de poder razonar. Aunque en este caso se trate de la historia de una estrella de Hollywood y todo parezca planear sobre esa remanida ley que condena al que “debiera tenerlo todo para ser feliz”. Yo diría más bien que la película nos conmueve o nos pone nerviosos, nos alienta a odiarla o rechazarla, por el hecho de que hay muchas escenas que nos definen: mirar al tedio desde el tedio, sin el tamiz elegante de la metáfora ni la supuesta magia que ostenta la abstracción.
Si nos animamos, el film comienza y termina en la primera escena, lo que viene después está contenido en ella. Visto así, la aparente vacuidad de todo el relato, entra en tensión con esa imagen: nos prometieron eso, y eso nos dieron.
Que la crítica hable de “aburrido”, “insípido”, “sin rumbo” o “ambiciosa desilusión”, está bien. Es todo eso. No agrega nada a lo que transmite la peli. Quizás, y esto corre por mi cuenta, estamos en el grado cero de la producción de Coppola, como si sus dos primeras películas fueran una posibilidad des está última.
Mi reparo, por tanto, no nace del argumento o la extensión, sino más bien con la escena final, la cual aspira a algo que no se desprende de la película. Estoy convencido de que el personaje jamás debía bajar del coche. Estoy convencido de que la exquisita linealidad del film no permitía esa escena, ni la merecía. Ni la merecíamos.
Si nos animamos, el film comienza y termina en la primera escena, lo que viene después está contenido en ella. Visto así, la aparente vacuidad de todo el relato, entra en tensión con esa imagen: nos prometieron eso, y eso nos dieron.
Que la crítica hable de “aburrido”, “insípido”, “sin rumbo” o “ambiciosa desilusión”, está bien. Es todo eso. No agrega nada a lo que transmite la peli. Quizás, y esto corre por mi cuenta, estamos en el grado cero de la producción de Coppola, como si sus dos primeras películas fueran una posibilidad des está última.
Mi reparo, por tanto, no nace del argumento o la extensión, sino más bien con la escena final, la cual aspira a algo que no se desprende de la película. Estoy convencido de que el personaje jamás debía bajar del coche. Estoy convencido de que la exquisita linealidad del film no permitía esa escena, ni la merecía. Ni la merecíamos.
Over.
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