lunes, 18 de abril de 2011

Un poco más.


Otra vez lo del mood. Never let me go (cuya traducción “no me abandones” está perfecta, pero yo hubiera sido más sensible con un “nunca me sueltes”, que no está del todo bien), es una película que solicita la predisposición del espectador. Un mal día podríamos criticarla por algunas debilidades en el argumento, la morosidad injustificada de algunos diálogos, o la primera escena que debería haberse detenido en la cara de la actriz, sin mostrar el resto, lo cual nos anticipa todo el tiempo el desenlace.

Dije: un mal día. En otro momento, es muy probable que atesoremos la idea de que el amor es una forma de la postergación, concepto que no cede en su poder aún cuando se desarrolle dentro de una metáfora.

Deudora de varias ideas previas de ciencia ficción, (The Boys From Brazil, The Village, The Island, La Invención de Morel, entre otras), quizás esta adaptación de la novela de Ishiguro, elabora su originalidad en el plano elegido: la imprevisibilidad de lo emocional ante un experimento por lo menos espeluznante.



El concepto de clonación en los humanos, siempre fue atractivo para el cine, primero por su carácter de ficción, y luego por su inminente realidad, con intrigas y sospechas cada vez más probables de que ya se hayan hechos tales experimentos.

Hay cierto laconismo en la trama cuya opacidad, por momentos, nos hace dudar: ¿por qué no se rebelan los alumnos? ¿por qué nadie pensó en escaparse? ¿por qué luchan por un poco más de tiempo, pero no por su libertad? Por otra parte, la sociedad que alberga esta realidad es soslayada hasta el punto de que no se sabe si lo que vemos es parte de una práctica habitual y aceptada, o bien el coto de caza de una grupo secreto.

Más allá de lo citado, yo creo que se puede sortear el punto de la clonación, y quedarse con la idea de que el amor funciona dentro de un tiempo y un espacio, parecido al placer, hasta que se evapora y se diluye, por más voluntad que pongamos.

Over.

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