Hubo nouvelle vague, cinema verité, cine dogma, y ahora hay otra corriente llamada mumblecore, la cual, si bien tiene algunas características que la definen, podríamos estigmatizarlo como cine Indie con ciertas reglas. Aquella corriente llamada dogma, se aplicaba más a la técnica, mientras que el mumblecore es más lábil en cuanto a las exigencias, pero quizás más representativo del producto final. De todos modos, todos lo sospechamos, atarse a una serie de procedimientos ya sean técnicos o de argumento, no pocas veces termina por contener la ansiada libertad expresiva que se busca con estas corrientes.
Sin embargo, siento que el mumblecore explora esa zona que navega entre los dieciocho y veinticinco años, y que su anclaje busca catalogar más que hacerse partícipe de un género. No se habla de la juventud en general, ni de adolescentes tardíos en general. Se trata de algo más específico, de chicos y chicas de clase media, blancos y el modo en que esa clase social (o parte de ellos) arrastra sus agujeros existenciales. Cómo se maneja la certeza de que se empieza a acabar el juego, o más bien, el lugar que deben ocupar en pocos años más. No es que se leen las cartas de antemano, sino que se acepta que sólo se puede jugar con ellas.
En esta línea, la peli Cold Weather, es un fiel ejemplo de esta corriente. El joven que vuelve a su ciudad natal, tras fracasar o aburrirse de la aventura en otro sitio, y que busca cualquier trabajo para estar a flote sólo en el hoy.
La trama quiere hacer hincapié en la relación con su hermana, aunque su laconismo pierde un poco de vista esta intención, y más que nada pone el acento en uno de los males del siglo XXI: el aburrimiento.
Casi todas las críticas hablan de una peli partida en dos. Y tienen razón. La segunda parte, si se quiere, es una extensión que se basa en una especie de argumento detectivesco, pero que más pronto que tarde adivinamos intrascendente.
Si no se disfrutan los silencios, los diálogos cortos o simplemente las miradas y gestos, la película puede provocar cierto rechazo. Es, como dije al comienzo, una película Indie, donde uno goza la fluidez y no el riff. Donde la melodía es un continuo que cumple con la simpleza.
El final está bien, pero podríamos discutirlo toda la noche. O no.
Over.
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