Era muy de noche. Tini dijo: “Es muy de noche”. Lina dijo: “Qué buena imagen, che, muy de noche, suena bien” Tini levantó las cejas y me miró. Yo la miré. Lina iba del lado de la ventanilla y Tini me pasó una botellita de agua. Así es la escena, así se presenta en mi memoria: Lina mirando para un lado y Tini estirando la mano. “No quiero, gracias”.
Lina dijo: “A veces pienso que lo peor que pudo haber pasado es nacer después de que el hombre llegó a la luna. Porque la luna es una cosa que no debe pisarse, no debe ser ese globo de tierra firme donde algo se apoya. A la luna no se debe llegar nunca, es ida y vuelta, o te la regalo, pero es como un imposible. Para variar, la realidad mató a la metáfora.”
Lina dijo todo eso sin dejar de mirar la ventana, sabiendo, claro está, que las palabras flotarían hasta nuestros oídos y algunos de nosotros dos diríamos algo. Callamos. Pero de repente Tini habló. “La luna es el único satélite que no existe aún cuando todos los hombres del mundo se posen sobre ella”.
Lina giró la cabeza y reprobó la frase con la mirada. Yo hice como que no escuché nada. Pero había escuchado todo. Tini casi nunca hablaba así.
Over.
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