Me cuesta mucho elaborar una crítica del último libro de Guillermo Martínez. No logro evadirme del vaivén emocional que me ha provocado su lectura: lo que por momentos me atrapaba, de repente me hacía fruncir el seño en clave de reprobación.
Pongo en orden. Guillermo Martínez es un escritor consagrado que ganó justa fama con su novela “Crímenes Imperceptibles” (la cual, increíblemente, ostenta otro título en España). Pero su talento ya se había abierto en "Acerca de Roderer", una novela inevitable y que no ha perdido, según mi opinión, la cúspide en su producción.
Pero estoy hablando de este último libro. Y estoy hablando de uno de los títulos menos atractivos (¿se podrá decir tal cosa?) de los últimos tiempos. Porque cuando leí “El misterio de la cripta embrujada”, de Eduardo Mendoza, supuse que era una obra para chicos, vulgar y obvia. Y me equivoqué tanto, que a partir de entonces me armé de precaución.
Esta vez sucede algo similar. Podemos decir que el título espanta engañosamente, más cuando conocemos al autor. No es un texto de Bukowski, de Casas o de Fogwill, y ya sospechamos que algo no buscará un recorrido netamente sexual.
A ver, el autor declaró que, como varias de sus novelas, esta última comenzó como un cuento. Y aunque en las anteriores no se aprecie la extensión, en esta obra se notan las bordes, los agregados si se quiere, los cambios de rumbo previstos, en varias oportunidades, con innecesaria obviedad.
Yo creo que Martínez ensayó una alteración en su narrativa, volviéndose más poético (lo logra en varios pasajes) y más explicito en sus descripciones sexuales (está claro que lo buscó y que lo logró). Ahora, en cuanto a la intención general de la novela, siento una falla que la asocio más a ese cambio que a la indudable capacidad que ostenta como escritor.
La novela es atrapante y se lee de un tirón. El argumento es sencillo, pero en ningún momento aspira a otra cosa. Eso sí, ese intermezzo sobre la crítica literaria está totalmente fuera de escala. No juzgo su contenido sino su lugar en la novela. Debería ser como un hipervínculo a elección del lector.
Por otra parte, quien ha leído más de cuatro novelas, puede adelantar la consecuencia de esos e-mails que intercambia con Jenny, el personaje femenino de la novela. Quizás sea ése uno de los ejemplos de las inconsistencias que se suscitan a lo largo de la narración. Una fallida introducción de una tal Julieta como faro del amor pasado, el desequilibrio entre el puesto de trabajo ofrecido y la importancia que se le da como profesor invitado. Las breves descripciones sobre un extranjero en Estados Unidos, sobresaltando la ignorancia de los adolescentes sobre temas de relieve. Una discusión de manual sobre la política exterior de ese país. Un final precipitado. Y una coda innecesaria.
El último párrafo pareciera derribar la novela. Pero aquí es donde sale a la luz la magia de Martínez como escritor, a quien no le pesan sus antepasados literarios argentinos, pero que a la vez no reniega de los mismos. Más que evaluar esta historia, me preguntó qué vendrá la próxima vez. Me pregunto ansiosamente, cómo será la próxima novela de Guillermo Martínez.
Over.
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