Ahí, tutelando los días, en medio de la biblioteca, atesoro este libro de citas y pensamientos que compilara Henry Southgate hacia el año 1875. Ajado y envejecido, aún sus páginas con bordes dorados, resisten con admirable dignidad, el paso del tiempo.
Tiene el olor del papel que ha perdido la humedad. El peso que pueden tener ciento treinta y siete años de materia domesticada en tinta. Un peso extraño para aquellos que no entienden que un libro no es sólo su contenido.
Contrariamente a la música, cuyo saldo únicamente se juzga en su reproducción, la literatura ha encontrado en el libro de papel, una alianza exclusiva y para nada inefable. Cualquier otro medio, al día de hoy, publicita el éxito de su rapidez y practicidad. De su asombrosa posibilidad de reunir miles de obras en un pequeño dispositivo. No mienten. La cuestión es que ni la rapidez, la practicidad o la acumulación mágica de volúmenes, son atributos esenciales de la literatura. Ni la mejoran. Ni superan, tal como aspiran, a una elección ya comprometida. Los ojos lo saben. Los ojos, junto a las manos y sus dedos y esa suave caricia sobre las páginas.
PD: Hermoso volumen donde leo a Edward Bulwer-Lytton: "There is not so agonizing a feeling in the whole catalogue of human suffering as the first conviction that the heart of the being whom we most tenderly love is estranged from us"
Over.
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