Ya nadie lee a Graham Greene. Sí vemos las adaptaciones de sus novelas al cine, algún sábado destemplado de otoño. Sí, claro, alguna vez leímos El tercer Hombre o El revés de la trama. Pero lo olvidamos, sin rencor ni dulzura; simplemente espectamos el lento proceso que olvido conoce de sobra.
Ya nadie lee a Graham Greene, pero yo recuerdo una tarde de calor infernal, del lado de la ventana, con las fotocopias de “The case for the Defence”. De eso, del calor y del comienzo que habla de un juicio, un juicio que el narrador describe como el más extraño al cual haya asistido en toda su vida. Un tribunal, un juicio, algo muy extraño y pocas hojas: Imperdible.
Y así es, Greene escribió una historia simple, esas ideas que se nos ocurren mientras bebemos la cerveza ya caliente al final del cumpleaños de alguien que apenas conocemos. Y Greene lo escribió y lo hizo muy bien.
La trama es sencilla: Una mujer es golpeada salvajemente hasta ser asesinada. Al momento del juicio, el único acusado fue visto por varios testigos en la puerta de la mujer, con un martillo en la mano y con la luz de la calle dándole de lleno en la cara. Como ante el acto imposible de un mago, nadie apostaba un centavo a que el hombre acusado tuviera oportunidad alguna de no ser condenado. El reo es llamado al frente y se le pide a uno de los testigos (una adorable viejecita) que reconozca al hombre que vio aquella noche. La mujer lo reconoce sin dudar un segundo. El abogado del acusado le pide a la señora que vuelva a mirarlo para ratificar su aseveración. La mujer tampoco duda esta segunda vez.
Sin dilatar el clímax, el abogado le pide a la señora que mire hacia el fondo de la sala y observe al hombre que ahora se pone de pie. Y le repite la pregunta: ¿Usted puede asegurar que el hombre que ahora ve no es el que vio aquella noche?
Lo que sucedía no era más ni menos que ambos hombres eran hermanos gemelos, y que ambos tenían una supuesta coartada para aquella noche. Ante tal situación, y por falta de evidencia comprobable, el tribunal decide absolver al acusado.
Esta bien, la historia no es grandiosa, pero es de las que me apasionan, porque de tan simples terminan girando en nuestra imaginación hasta el punto de ponerse realmente serias.
Lamentablemente, el cuento tiene un párrafo más, donde se pone de manifiesto que Greene es el autor, y donde quizás se malogra todo lo anterior. Lo omito, como lo suelo hacer al recordarlo. Ustedes juzgarán: The Case for the Defence.
Over.
PD: En español fu traducido como "Un Caso Acabado". Sin comentarios
Ya nadie lee a Graham Greene, pero yo recuerdo una tarde de calor infernal, del lado de la ventana, con las fotocopias de “The case for the Defence”. De eso, del calor y del comienzo que habla de un juicio, un juicio que el narrador describe como el más extraño al cual haya asistido en toda su vida. Un tribunal, un juicio, algo muy extraño y pocas hojas: Imperdible.
Y así es, Greene escribió una historia simple, esas ideas que se nos ocurren mientras bebemos la cerveza ya caliente al final del cumpleaños de alguien que apenas conocemos. Y Greene lo escribió y lo hizo muy bien.
La trama es sencilla: Una mujer es golpeada salvajemente hasta ser asesinada. Al momento del juicio, el único acusado fue visto por varios testigos en la puerta de la mujer, con un martillo en la mano y con la luz de la calle dándole de lleno en la cara. Como ante el acto imposible de un mago, nadie apostaba un centavo a que el hombre acusado tuviera oportunidad alguna de no ser condenado. El reo es llamado al frente y se le pide a uno de los testigos (una adorable viejecita) que reconozca al hombre que vio aquella noche. La mujer lo reconoce sin dudar un segundo. El abogado del acusado le pide a la señora que vuelva a mirarlo para ratificar su aseveración. La mujer tampoco duda esta segunda vez.
Sin dilatar el clímax, el abogado le pide a la señora que mire hacia el fondo de la sala y observe al hombre que ahora se pone de pie. Y le repite la pregunta: ¿Usted puede asegurar que el hombre que ahora ve no es el que vio aquella noche?
Lo que sucedía no era más ni menos que ambos hombres eran hermanos gemelos, y que ambos tenían una supuesta coartada para aquella noche. Ante tal situación, y por falta de evidencia comprobable, el tribunal decide absolver al acusado.
Esta bien, la historia no es grandiosa, pero es de las que me apasionan, porque de tan simples terminan girando en nuestra imaginación hasta el punto de ponerse realmente serias.
Lamentablemente, el cuento tiene un párrafo más, donde se pone de manifiesto que Greene es el autor, y donde quizás se malogra todo lo anterior. Lo omito, como lo suelo hacer al recordarlo. Ustedes juzgarán: The Case for the Defence.
Over.
PD: En español fu traducido como "Un Caso Acabado". Sin comentarios
1 comentario:
Tiene un libro G.G. glorioso, es nuestro hombre en la habana.
Trata de un aprendiz de espia que ante la imposiblidad de acometer su función se inventa los datos, al final la ficcion y la realidad se funden, como en la vida real.
Divertido e irónico. Para acabar con todos los james bond (y putin) del mundo.
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