Cuenta la mitología irlandesa, y no miento, la famosa historia de Tristán e Iseo. Y cuenta la misma mitología, y no miento tampoco, la historia de Diarmuid y Grania. Y dicen que ésta última es una versión de la primera, una adaptación o una posibilidad. Y es cierto.
Pero no es menos cierto que esa sentencia de similitud, termina horadando la calidad de la obra. Y esta vez no es justo, en lo más mínimo. Hasta me animaría a decir que la historia de Diarmuid y Grania, supera a su citada fuente de inspiración. Leamos
Ya sabemos que Tristán era un hombre cuyo amor no era Iseo, aunque esta última lo amaba perdidamente. Así fue que a través de un poderoso embrujo, logró que Tristán se enamorara de ella. Bueno, en realidad, la clave de la leyenda es la triangulación de un amor y la existencia de una pócima mágica que logra torcer la voluntad de quien la bebe. El lector adivinará cientos de historias que provienen de la fórmula anterior.
En cuanto a Diarmud, sabemos que asistió a la ceremonia por el compromiso entre Grania y Finn, y que algo sucedió para que esa reunión prohijara otra relación. Se habla de un “lunar de amor” que Diarmund tenía en su frente y que Grania no puedo evitar, enamorándose al instante de él. Sí, otra vez la triangulación del amor, sin la mágica pócima en este caso, pero con la misma fulminante intimación.
Hay, en la segunda leyenda, dos rasgos que la hacen diferente: el citado lunar de amor, marca que, a su modo, bien podría representar la separación del andrógino, algo así como que se puede descubrir esa “mitad” que Platón une en el previo andrógino. "Marca", he dicho, que hoy en día, el fatídico Dr. House haría equivalente a un atributo genético.
Por otra parte, el hecho de que Grania no muera de amor, y finalmente vuelva a unirse con Finn, hace que la historia se acerque a la realidad, a esa tan poco evadida resignación que nos muerde ante el desprecio.
Aquí una excelente traducción del poema de W.B. Yeats, A Faery Song
Over.
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