viernes, 17 de julio de 2009

Tini me besó. El episodio.




Entre otras cosas, recuerdo el impenetrable triángulo que conformábamos, no tan clásico, si se quiere. Dije: no tan clásico, si se quiere, pero no dije impuro, real o entrañable. Entrañable, ¡puaj!

Era una casa de fin de semana y sólo estaban los amigos de un amigo de Lina. Uno de los amigos del amigo de Lina, propuso una teoría interesante: qué pasaría si el ser humano sólo necesitara comer una vez por día, y a su vez, pudiera vivir con un vaso de agua durante el mismo periodo. El hermoso disparate no tardó en llegar: si se come y se bebe menos, se va al baño mucho menos, por lo que cerrarían muchas fábricas de papel higiénico, con el consecuente incremento en la desocupación. A esto se le debería agregar la merma en la tala de árboles. Más aún, los supermercados venderían muchos menos alimentos, se reducirían sus instalaciones, y esto llevaría al descenso del precio de las propiedades por la cantidad de espacios que dejarían vacantes restaurantes, bares y panaderías, entre otras.
Un caos en ciernes.

Había gente que hacía cálculos descabellados, se reían, nos reíamos. En ese tiempo nos reíamos. Hasta que Tini, que había bebido más de la cuenta, me tomó de la mano y me llevo a una de las habitaciones. Había muchas habitaciones, de eso me acuerdo bien.

Para decirlo de algún modo: con Tini me hubiera casado, pero con Lina hubiera hecho el amor de las más diversas formas. Y esa diferencia fundamentaba una sola cosa: con ninguna podría haber durado demasiado. Pero esa noche, Tini me besó.

“Qué pasaría si te diera un beso”, me dijo Tini entre la risa ebria y los dientes que brillaban aún en la penumbra del lugar. La risa se hizo carcajada y Tini me abrazó torpemente, con sus brazos rodeando mi torpe cuerpo. “¿Y, qué pasaría?, repitió con fingido desgano. El corazón me latía fuerte, y lo que más temía era que ella se diera cuenta, con su cabeza apoyada en mi pecho, sintiendo mis nervios y mi vergüenza quizás, y el lugar vacante que mi hombría o mi seguridad debían ocupar. Hasta que de repente volteó la cabeza hacia mí y me dio un beso seco sobre mis labios, moviendo los suyos, y riéndose al mismo tiempo. ¿Ves, no pasa nada?, me dijo y se alejó para tirarse sobre la cama y decirme que mejor volviéramos, que estarían preguntando por nosotros, que no debíamos estar ahí. Que no debíamos estar ahí.

Nunca más hablamos del tema. Todavía no encuentro la forma ni el momento para comentar sobre aquella noche. Quizás esté bien así. No lo sé. Últimamente, recuerdo muy a menudo todo aquel episodio. Dije: “episodio”. Debería decir otra cosa.



Over.


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