viernes, 22 de enero de 2010

Suele pasar.



Para Lina (aunque debería ser para Tini)




Doce años y miles de kilómetros. Encontrarse en el medio no era mala idea, más cuando el punto de encuentro sería el medio del océano, probablemente en una de esas islitas con dos palmeras que los humoristas dibujan paras sus chistes.
Pero no había medio ni isla ni océano, y por eso mientras viajaba iba imaginándome tu casa, tu ropa, tu corte de pelo, la sonrisa tonta al vernos, tu cara. Tu cara.

Manejé horas de dudas, me daba la sensación de estar repitiendo lo que repiten todos, otra historia para el anecdotario mundial de la humanidad, en todos los idiomas, con o sin agregados. Pensé en algo que te tomara por sorpresa, recordarte cuando perdí el número de teléfono del hotel y la noche nos dejó en la plaza, o la muerte de tu abuelo antes de tiempo.

Fue diferente. Demasiado cordial, o amable, como dos personas que vencieron su querer. Hubo momentos, claro, pero en la danza de los años se deslizó el olvido, el código roto, la atracción.
Sí, todo eso, pero de repente, dijiste: “quizás el amor real sólo se dé en escenas, como la felicidad, si lo estirás, es costumbre, y la costumbre nunca es buena compañera. El refrán debería cambiarse, y dejar en paz a la soledad.”

Palabras como ésas, en otro tiempo, me hubieran dictado otra respuesta, amarte o sonreír, pensar que nos hacíamos grandes en el buen sentido. ¿Alguien se hace grande en el buen sentido? No importa, ya fuimos cruzados por el deseo, y quizás tengas razón en sugerir que fue una osadía quebrar el pacto.

No prefiguramos a dios ni incendiamos iglesias, ni siquiera pintamos la paredes con el ardor de lo que pensábamos. Yo me voy a ir por donde vine, vos nunca terminarás la novela y yo siempre te preguntaré por qué no la escribís de una buena vez. Me abrazó la normalidad, y me siento bien, me respondés con más criterio. Yo no tengo criterio.

Al fin y al cabo, nos podremos encontrar cientos de veces más, pero habremos dejado de ser. Para eso sirvió el viaje. Si es que los viajes deben servir para algo, o tu cara a la distancia calló algo que no entendí. Bailarina del deseo, este cuento perdió el hilo.


Over.


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