Abrí lo ojos, fue como un relámpago, la luz inesperada pero sin ruido, y un poco más largo. La miré y le dije: en unos meses volvemos, no duramos mucho, pero no nos olvidamos de nada. Yo me voy de aquí para allá, y termino en una casa con dos pisos, con los libros y un gato (¿de dónde salió el gato?) Vos también, sí, vos también tenés uno, pero tomás decisiones más rápidas, al final no llegamos a ningún lado. Cenamos y nos ensuciamos, algunas llamadas y la torsión del destino que nos empuja y nos junta, como uno de esos fuertes vientos del sur. Voy y vengo del sur. De acá no queda nada.
En la casa de dos pisos duermo. Un tiempo no dormí nada, se acabó el gas y otros ya no volvieron. Duermo y me levanto y me acuerdo el sueño, y podés creer que se repite esto, vos y yo acá, en esta noche de frío suave y plaza de cemento, jugando a adolescentes sin demasiadas pretensiones.
- ¿Y está bueno eso que viene?
- Qué importa, no es real. Pero me preocupa que este sea el punto de fuga, el momento exacto en el que se divide eso que vendrá.
- Mmh, no sé, me estás pidiendo que decida algo.
- No, que no te olvides de este empalme.
- Quizás sea tu empalme, no el mío. Mejor vamos que no hay un alma en la calle.
- Sí, mejor vamos yendo.
- Qué importa, no es real. Pero me preocupa que este sea el punto de fuga, el momento exacto en el que se divide eso que vendrá.
- Mmh, no sé, me estás pidiendo que decida algo.
- No, que no te olvides de este empalme.
- Quizás sea tu empalme, no el mío. Mejor vamos que no hay un alma en la calle.
- Sí, mejor vamos yendo.
Over.
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