sábado, 25 de septiembre de 2010

Blanco Nocturno, la última de Piglia.






Uno podría adivinar, si no lo supiera, que el autor de Blanco Nocturno es Ricardo Piglia por una cuestión de estilo: las famosas notas al pie. Sí, pero fuera de esa característica, y hablando de estilo, uno bien podría marearse. A ver, sabría que indudablemente el autor es argentino. Sabría que ha leído a Onetti, a Saer y a Soriano, y que no los olvida a la hora de escribir. Y sabría, sin demasiado esfuerzo, que no es la primera ni la segunda novela del autor.

Blanco Nocturno es una novela de factura exquisita, hija de las mejores narraciones sobre los temas que abarca: el campo, los pueblos del interior, una historia familiar desdichada, y la mezcla de dinero, política y crimen, todo bajo una secundaria trama policial.

Todo comienza con un recuerdo, la llegada imborrable de Tony Duran, un personaje fácilmente imaginable como un centroamericano que ha hecho dinero en Miami (hay tantas películas...) Un extranjero que llega a un pueblo de la provincia, acompañado por dos mellizas, hijas del viejo Belladona, en otros tiempos, mandamás de toda la zona. La trama se arma con el asesinato de Durán, la aparición del comisario Croce (símbolo un tanto básico del loco justiciero, ensimismado en la búsqueda de la igualdad), el malo de la película, el fiscal Cueto, y el soñador utópico, Luca Belladona, quien será, en última instancia, el motor de la narración.

Piglia plantea una trama, la presenta con rapidez, para después caminar tranquilo sobre los hechos. Es ahí donde despliega su talento, lo abre con destreza y se nota el dominado pulso narrativo que le dio los años.

Lamentablemente, en algunas partes se notan las costuras, y cuando esta promediando la novela, se amontonan comentarios sobre economía que se destacan por lo inapropiado. Algo así como si el autor los hubiera leído con interés y quiso sí o sí intercalarlos.

A lo último hay que sumarle la nueva aparición de Renzi, cuyos asaltos intelectuales le abren la puerta a los hilos del autor: todos nos damos cuenta que son pensamientos que le suceden en la cabeza a Piglia y no al personaje.

Creo haber leído que Sábato dijo alguna vez, que las novelas permiten hojas y hojas sin sentido, digamos, baches narrativos que se compensan en su extensión. Todo lo contrario a lo que sucede en un cuento, donde el espacio es vital y no hay lugar para la digresión. Sin dudas, si Blanco Nocturno no se dilatara en tantas páginas, seguramente estaríamos hablando de la mejor novela del año. Pero no.


Over.

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