I
Sería así: tomemos por un instante al “sí” y al “no” como absolutos, sin casi ninguna correspondencia a una acción o decisión. Bien, si ahora dejamos entrar alguna relación a esos adverbios, en primer lugar podemos evaluar nuestra tendencia a lo positivo o negativo, aunque no es tal el objetivo de este texto
En realidad, la idea implicaría que, tomados como absolutos, y luego abiertos a relaciones, en términos generales, el “sí” es preferible al “no”, basándose en que lo irreversible está más plenamente asociado al adverbio de negación.
Más allá de ejemplos puntuales o espirales semánticos, podemos atribuirle a lo reversible la condición de cambio, y de ahí, ante esa posibilidad, auguramos una salida. La vida se trata de salidas.
En un paso posterior, unimos a los términos en cuestión, lo positivo y lo negativo. Claro está que no siempre es correcta la asociación, pero advertimos que casi todo lo que es alcanzado por el “sí”, tiende a estar del lado de lo luminoso y del buen augurio, mientras que el “no” talla buena parte de su poder en lo oscuro y encerrado.
Ahora bien, de qué se trata realmente una actitud positiva frente al curso de la vida. ¿Acaso es definible como algo meliorativo con relación a nuestra actitud frente a los hechos? ¿No podríamos ser juzgados, asombrosamente pero con toda justicia, por estar soslayando una posición necesaria ante quien debe ser condenado, con esa fácil condición de fulgor constante?
Se podría acordar con esa idea generalizada del “sí”, de su dosis aparentemente más beneficiosa, pero cuál es el precio que pagamos forzando esa incesante cuota de soma. Qué jugosos beneficios obtenemos ante el esquivo acatamiento de nuestra más profunda piel.
Over,
En realidad, la idea implicaría que, tomados como absolutos, y luego abiertos a relaciones, en términos generales, el “sí” es preferible al “no”, basándose en que lo irreversible está más plenamente asociado al adverbio de negación.
Más allá de ejemplos puntuales o espirales semánticos, podemos atribuirle a lo reversible la condición de cambio, y de ahí, ante esa posibilidad, auguramos una salida. La vida se trata de salidas.
En un paso posterior, unimos a los términos en cuestión, lo positivo y lo negativo. Claro está que no siempre es correcta la asociación, pero advertimos que casi todo lo que es alcanzado por el “sí”, tiende a estar del lado de lo luminoso y del buen augurio, mientras que el “no” talla buena parte de su poder en lo oscuro y encerrado.
Ahora bien, de qué se trata realmente una actitud positiva frente al curso de la vida. ¿Acaso es definible como algo meliorativo con relación a nuestra actitud frente a los hechos? ¿No podríamos ser juzgados, asombrosamente pero con toda justicia, por estar soslayando una posición necesaria ante quien debe ser condenado, con esa fácil condición de fulgor constante?
Se podría acordar con esa idea generalizada del “sí”, de su dosis aparentemente más beneficiosa, pero cuál es el precio que pagamos forzando esa incesante cuota de soma. Qué jugosos beneficios obtenemos ante el esquivo acatamiento de nuestra más profunda piel.
Over,
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