viernes, 4 de marzo de 2011

Through






Pongamos que decidimos narrar cinematográficamente la historia de una tortuga. Una de las tantas posibilidades sería una sucesión de planos de pies, dedos, hojas de lechuga, zanahorias, y una letanía de planos de luz, oscuridad, viento, etc.

Bien, ahora pongamos que decidimos narrar la historia de un custodio (¿es lo mismo un guardaespaldas?). Ya tenemos varias demostraciones en la historia del cine, casi todas de películas norteamericanas, en las que el hombre en cuestión muestra su valor, su entrega, se enamora de la hija del presidente o muere entregando la vida.

Rodrigo Moreno nos ofrece una interesante perspectiva, aun cuando uno presuponga que se trata de algo un tanto obvio.

El Custodio es simple: la historia de un guardaespaldas (sí, es lo mismo, che!) que al parecer tuvo algún momento de gloria, y que actualmente acompaña al Ministro de Planificación de acá para allá. Y desde el comienzo hasta el final, somos él, el custodio, su lacónica mirada sin interferencias, su oscuridad sin contrastes, su imposible insensibilidad, su drama. Su drama vacío. Vacío.

La película es nada, y eso está incrustado en la imagen, con rostros y conversaciones en segundo plano, un papel principal que se hunde en sí mismo. Una actuación magistral. Un guión que no puede cambiarse, porque se adapta de manera perfecta a la idea. Podemos cuestionar la idea, pero no el guión. Podemos cuestionar la narración, pero no el modo en que está narrada. Y podemos discutir el final hasta el año que viene, eso sí, eso sí que lo podemos y lo debemos hacer.




PD: Con el diario del lunes, yo hubiera evitado el “crimen”, y casi como un autómata, lo hubiera hecho manejar por la ruta, y que de repente, en un cuadro lejano, entre médanos, por ejemplo, se adivine el mar, y de golpe fundo a negro. Digo. Hay que ver la peli.



Over.

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