Enrarecido el ambiente de nostalgia, busqué mi edición escolar del Martín Fierro que ha soportado las mudanzas. De tapa dura, enorme y con vulgares dibujos de caballos y gauchos, guitarras y fuegos. Y volví a este látigo:
La ley es tela de araña
y en mi ignorancia lo explico:
no la teme el hombre rico,
nunca la teme el que manda,
pues la rompe el bicho grande
y sólo enreda a los chicos.
Y es la ley como la lluvia:
nunca puede ser pareja.
Y el que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo:
la Ley es como el cuchillo,
no corta a quien la maneja.
Y entendí que la lógica de la fuerza fue perfeccionada por la del dinero. No. Siempre fue poder. Pero hay algo que también se deduce, tarde o temprano, y que es inevitable: en la calle, uno a uno, vence el más rápido y el más enojado.
Over.
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