No sé cómo hablar sobre el final, sin contarlo. Confesada mi ignorancia, sigo.
Voy a escribir unas palabras sobre una escena que está casi al final de La Tregua, la primera película de Sergio Renán. Ahí están el viudo y los suegros que no lo conocen. El suegro es sastre y el viudo llega a pedir cualquier cosa, así porque sí, arrastrado por la nostalgia. Él le dice: “Bueno, mi mujer le va a tomar las medidas, ella es buena para eso”. La suegra, ya enterada de todo, lo mira y le dice: “Es usted, ¿no?”
La escena no parece apuntar a ningún otro lado que no sea la tristeza y el dolor. Pero nos guiña una posibilidad, algo que no se especifica, que se hace evidente por los relieves y no por la forma. ¿Puede acaso ser deliberada la elección de un sastre que toma medidas? Sí, claro, las mismas medias que se le toman a los muertos para evaluar el posible cajón. Esa metáfora es grandiosa en sí misma, y sin decirlo explícitamente, nos hace entender que allí hay alguien a quien se le está terminando el hilo.
Por todo lo anterior, la última escena de la película, hace equilibrio entre el acento del símbolo previo, por un lado, y el riesgo de redundancia por el otro. Quizás por eso, la placa negra que cubre a Brandoni, es esencial. Porque lo calla, aún cuando él le siga hablando a alguien que ya no quiere ni puede oír nada. Nada más.
Over.
PD: Ahora veo que Renán y Bioy Casares comparten la misma esquiva fortuna: sus óperas primas son las mejores de toda su producción. He dicho.
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