El cine, como arte, precisa de más técnica que la literatura. Digo, debe ceñirse a ciertas pautas establecidas porque van más allá de la creación misma y tienen que ver con algo ya estudiado. Para hacer la comparación (la bendita comparación), es como intentar escribir al revés, de arriba hacia abajo, o cualquier tontería que se nos pueda ocurrir al narrar una novela o un cuento. De vanguardista pasa a payasada, y es lo que suele suceder cuando la estética se impone por sobre el contenido.
Otra de las cuestiones centrales en muchos largometrajes, es la idea del héroe y el antihéroe (del malo y el bueno, si fuésemos mucho menos precisos), y es sobre ese punto que me gustaría hacer un comentario con relación a la película “Sideways” (traducida como “Entre Copas”).
Me atengo a lo de héroe/antihéroe, y me pregunto cuál de los dos personajes masculinos representa cada una de los tópicos. A priori no quedan dudas que Thomas Haden, el rubio extrovertido vendría a ser el ganador, mientras que nuestro queridísimo Giamatti se torna el depresivo/perdedor. ¿Pero qué rol juega cada uno? Generalmente, resulta útil buscar la identificación en cada uno. Y aquí creo que viene lo interesante.
A quien le gustó la película, es casi seguro que se identifique con el perdedor, quizás porque el ganador, en este caso, también arrastra cierta vulgaridad y simpleza, y justamente no miraría este tipo de películas. Puesto así, de algún modo todos queremos ser el perdedor, a fuerza de elección, y sinceramente creo que ése es uno de los aciertos del film.
Hay, por lo menos, tres escenas que no se me alejan:
1) Cuando van a entrar al restaurant y Haden le dice a Giamatti: “Por favor, tranquilizate, que no te agarre tu fobia, ¿tomaste la pastilla para eso?” Y Giamatti no quiere entrar porque sabe que debe pasarla bien y no puede. Y no quiere.
2) Cuando están en la bodega probando vinos, y Giamatti, tras enterarse de que su novela no ha sido aceptada, le pide al empleado que le sirva un poco de vino. Después le pide más. Y otra vez. Hasta que el empleado le explica que es de degustación y no puede servirle más. En un ataque de ira, Giamatti le saca la botella de la mano y comienza a beber del pico. ¡Si vos no pagás la botella, idiota, servime todo lo que quiero!, le grita al empleado.
3) Cuando está junto a Virgina Madsen y se produce esa tensa atmósfera del que sabe que debe hacer algo y a la vez no quiere, porque su cabeza está a mil kilómetros, y funcionando muy lentamente. Aún así, la empatía es enternecedora, e inolvidable.
Quizás tenga algún reparo con el final. Me han convencido de que en realidad, tras tanta agonía, el film ofrece cierta esperanza para Giamatti, pero no asegura un cambio positivo. No obstante, a veces tengo dudas, y siento que hay olor a final feliz. Del que no es bueno, obviamente.
Over.
PD: Recuerdo el controvertido mensaje que con forma de sticker se veía en muchos coches: “Winners don’t use drugs” (Los ganadores no se drogan). ¿Controvertido? Y sí, porque los perdedores tampoco tienen por qué drogarse, ¿no? ¿Pura semántica? Un poco más, me parece, y no tan fino.
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