Como solemos decir estupideces, lo mejor es decir las menos posibles. Una de las posibilidades para lograr tal empresa, es analizar lo que pensamos, contrastarlo con la realidad, y después verter opinión. No siempre funciona, pero el intento ya vale.
Por caso, y en “pocas” palabras, voy a opinar sobre un tema muy en boga hoy en día en Argentina, y que es el traspaso del manejo de los fondos previsionales de las empresas privadas al Estado. Y para dejarlo bien clarito, quien se oponga a tal acción es un imbécil, un ignorante o le han contado muy mal la película (la mayoría pertenece a este último grupo, pero como en el Derecho, no pueden alegar torpeza o ignorancia, por lo que tampoco los exime demasiado de los primeros dos calificativos).
A ver, y como en los cuentitos que me gustan. Las jubilaciones o sistemas previsionales tienen como fundamento dos razones:
1) Apoyar el retiro de un trabajador del mercado laboral, a una cierta edad, a través de un pago mensual que le alcance para vivir desde su retiro hasta que se le termina le peli.
2) Fomentar el ingreso al mercado laboral, de las nuevas generaciones.
Se cumplan o no, esos son los objetivos. Ahora bien, cómo se logra tal cosa: del siguiente modo: El trabajador aporta una cantidad dinero al sistema previsional, y el empleador hace lo suyo en otra proporción, razón por la cual, el ente recaudador supuestamente junta ese dinero aportado para “devolvérselo” al trabajador una vez que éste alcanza la edad de retiro. El “supuestamente” no está inocentemente encomillado, y lo que hace en realidad ese ente recaudador es tomar el dinero de los sujetos aportantes (los activos) para dárselo a los sujetos retirados (pasivos). Sí, ya sé lo que piensa, para lograr tal cosa, debe haber un equilibrio entre aportantes y beneficiarios, y aquí viene el meollo de la cuestión.
Las edades de retiro, obviamente, están atadas a la esperanza de vida de los hombres y mujeres, y tienen como objetivo estipular “duraciones” que puedan ser atendidas por los entes previsionales. Cruel o no, la cuenta es simple: si una persona vive unos ochenta años como máximo, se entiende que se puede jubilar a los 65 años, y será beneficiada por quince años aproximadamente. Si un sujeto activo debe aportar mínimamente treinta años, la ecuación, de algún modo, cierra.
Ahora bien, cuando una persona vive tranquilamente ochenta y cinco o noventa años, y a su vez, el desempleo provoca la falta de aportes al sistema, este último colapsa de manera obvia, y es ahí donde hay que tomar medidas. Usted dirá, ¿Subimos la edad de retiro, buscamos que más gente aporte al sistema o les subimos el porcentaje de retención a los pocos que aportan? Como responder esa pregunta excede este post, me voy directo al grano, como diría la gallina.
Las cajas de jubilaciones autónomas y más pequeñas, son un ejemplo interesante para entender la cuestión.
Por ejemplo, pensemos en la caja de jubilaciones de un banco. El sistema funciona cuando hay más activos que pasivos, en una relación mínima de tres (activos) a uno (pasivo). El sistema es dinámico y todos están felices. Es más, cuando “sobra” dinero de los aportes de activos, esa Caja tiene la facultad de invertirlos para mejorar futuros pagos, contrarrestar algún déficit, o bien utilizarlos para mejorar el sistema de salud, viajes, y lo que sea en función del bienestar de sus jubilados.
Ahora bien, cuando la relación activo/pasivo comienza a desvirtuarse, la Caja en cuestión se ve en serios problemas, y debe tomar alguna medida para solucionar el problema. Esto último que digo, es lo que sucede en el mundo entero, y el deficitario sistema previsional es una complicación muy grave en muchos países. Qué hacemos. Bueno, generalmente los Estados destinan fondos de otras recaudaciones para atender al pago de sus jubilados. En el caso de cajas autónomas, por ejemplo las bancarias, muchas veces deben intervenir en las ganancias del Banco para solventar el sistema.
¿Leyeron bien? Dije, el Estado debe acudir a otros ingresos para apoyar el sistema. Yo les pregunto, ¿alguien se interesaría por montar una empresa que maneje los fondos de los activos para después pagarles a los pasivos? Y, la verdad que es algo bastante improbable, a no ser que exista algún tipo de “incentivo” que haga interesante la propuesta. Esto último es lo que provocó la aparición de las famosas AFJP`s en la Argentina, una extraña solución a la inoperancia del Estado elefantiásico y en quiebra.
¿Qué ofrecían estas empresas? Algo que a todo el mundo le gusta: el dinero de sus aportes sería manejado por expertos inversores, los cuales con sus magistrales conocimientos, lograrían que los mismos crecieran como crecen las cuentas de los ricos y famosos que salen en la revista Forbes. Anunciaban operaciones bursátiles, compra de títulos, inversiones en obras hiper redituables, plazos fijos, fondos de inversión, y así.
La mayoría de la gente, ávida de su asegurado futuro, se congraciaba con su asociación a tal o cual empresa, viendo todo lo que el futuro les deparaba. Muy bonito, ¿no? Y ya no era un régimen de reparto (puaj, qué es esa palabra tan socialista), sino un sistema de capitalización, y como estamos en un sistema capitalista, qué mejor palabra para definir el derroche de dinero que nos aseguraban las empresas. Cambiaba todo, ya no importaba la relación de activos/pasivos, porque el dinero se iba juntando (como el imaginario colectivo lo indica), iba creciendo, se multiplicaba, y aunque el mundo se viniera abajo y ya nadie trabajara, yo, El señor jubilado de la AFJP, cobraría mi dinero mensualmente.
Parece increíble, pero millones de personas creyeron en esa fábula, amén de los muchos que gritaban en contra de ese sistema inviable y a toda vista peligroso. Las mayorías mandan, y allá fueron millones y millones de dólares, pesos, oro o lo que sea. Eso sí, por tomar tal riesgo, se entiende, las AFJP pusieron como condición, cobrar las comisiones por sus trabajos de recaudadores por adelantado, ya que se hablaba de un “negocio” a muy largo plazo. Y qué comisiones, nada de andar con chiquitas. En otras palabras, se forraron. Y qué pasó con el cuentito, se vino abajo como se esperaba, porque bueno, los negocios no salieron tan bien, las inversiones sufrieron algunos inconvenientes, la bolsa se vino a pique como el Titanic, y más que capitalizar los fondos, se transformaron en una caja de zapatos vacía. El dinero se esfumó, las cuentas no cerraron, y nada de broncas ni reproches, eh, que como bien se sabe, todo negocio puede ir bien o mal, son las reglas de la vida, viejo, qué tanto.
A quién se le puede ocurrir que los fondos de una futura jubilación sean manejados por empresas privadas, que a su vez dicen que “invierte” el dinero de uno durante treinta años. Cómo puede ser concebible que haya gente que grite a los cuatro vientos que no quiere que “su” dinero pase al Estado. Ningún aportante de AFJP puede retirar su dinero de las cuentas, todo lo contrario, simplemente se le muestra lo que aporta al sistema, pero que le será reintegrado en forma de cuotas partes, es decir, la tan mentada jubilación mensual, sí, leyó bien, la misma que ofrecía el Estado. Si no me cree, llame a su AFJP y dígale que quiere “retirar” su dinero tal cual indica ese resumen tan hermoso que le envían todos los meses.
Conclusión, en horas tan inestables de la economía mundial, ¿a alguien sano mentalmente se le ocurre que su dinero debe quedar en manos de empresas privadas cuyos gerentes ganan en un mes lo que el aportante gana en diez años? Ese dinero DEBE ir al Estado imperativamente, porque sólo el Estado es el que está obligado a atender las necesidades del pueblo sin interesar el lucro. La salud, la educación y la seguridad no dan “ganancias” en el sentido estricto, pero es el Estado el que las debe garantizar. ¿Cómo puede ser que por una ceguera ideológica, tanta gente “luche” para que su dinero quede en empresas que ya han demostrado su ineficacia? Me imagino a los gerentes de esas AFJP no creyendo lo que sus ojos ven: que sus propios clientes a quienes han defraudado, luchan para que sigan en el negocio. Insólito.
Terminando, y haciendo referencia al cotorreo de la masa más cerda, oligarca y explotadora, dicen que el gobierno se robará ese dinero. Primero, se cambia de sistema, ahora es de reparto, por lo que todo lo que se junta, se reintegra en jubilaciones, y si sobra, es el Estado el que debe decidir qué hacer con ese improbable sobrante, porque si alguien me dice en qué obra de solidaridad invirtieron el dinero las AFJP, juro que me hago sacerdote.
Por otra parte, si quisieran robarse el dinero, ya lo harían con las actuales recaudaciones, las del IVA, impuesto al cheque, retenciones, ganancias, las cuales sumadas, dan un número hasta superior al que supuestamente se van a robar.
Razón esta última, que indicaría que el problema es el administrador, y qué mejor idea que quitarles todo y voltear al gobierno. Eso se llama golpe de Estado, y los que lo hacen o lo propician, son mierdas que deberían ser ajusticiadas por instigadores al hambre del pueblo. Golpistas, nazis y fascistas, cagones de laboratorio, con tal de no ver que al obrero se le dé una casa en créditos blandos y hasta pueda tener el mismo coche que el patrón, son capaces de llevarse puesto un sistema. Es la hora de definirse y salir a defender los principios que cada uno tiene, para ver de qué lado, de una vez y para siempre, queda la asquerosa moral y ética que tanto se enarbola.
Basta de ratas explotadoras que subyugan al pueblo, al obrero y al trabajador, explotándolo con tareas interminables a cambio de míseras retribuciones. Si el pueblo se une, debe ir tras estos cerdos, amos del robo de la plusvalía más básica. Al mundo lo voltean las empresas, no los Estados. La puta madre que los parió.
Ya está.
Over.
1 comentario:
Estas partes de tu blog me encantan.
Ojala sea profético,como dice Georgie.
B
pd. y aguante el Estado de Bienesta eh?
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