Se me ocurre empezar así: Imaginemos que un autor escribe “El Libro de Manuel”, y con su inédito pasea por las editoriales para que le publiquen el libro. Lo más probable es que no le lleven el apunte, y estaríamos todos de acuerdo.
Claro, en la realidad se trata de “un Cortázar” y a partir de allí se edita y se vende. Pero todos sabemos que no correría suerte alguna si se tratara de un autor desconocido.
Dentro de un corpus, es casi seguro que se encuentren altibajos, y queda a consideración del talento del escritor, la formación de esa suma de obras, a qué le otorgará su firma y a qué no. La lucidez de apartar y eliminar, también fundamenta la agudeza del ingenio.
Tengo la sensación de que se trata de ese tipo de novelas que casi cualquier escritor jamás termina, que abandona a mitad de camino y se da por vencido. Vayamos al grano: hablamos de una novela sobre un hombre quien, convaleciente y con fiebre, con la certeza de que va a morir pronto, comienza a recordar ciertos pasajes de su vida como sacerdote. Debo admitir que en cuanto un tema empieza a aflojar, enseguida comienza uno nuevo.
No está ausente el estilo de Bolaño, digamos, su nivel literario. Hay que escribir 150 páginas casi sin diálogos directos. Digo, escribirla, que no sea un stream of consciousness y encima que se deje leer. Eso ya es un acierto. En cuanto al resto, repito lo que dije antes, hablamos de una obra dentro de un corpus.
Over.
PD: Hacia la mitad de la novela, aparecen dos personajes cuyos nombres son: "Odeim" y "Oido". Este último, como se ve, no lleva tilde y no rompe el diptongo. El español es claro en eso, y si la tilde no está, no se pronuncia. En un momento, el personaje lo aclara: "Soy Oido, no Oído, Oido". Creo que se trata del miedo a que no se entienda la pronunciación, o bien, se pensaba en la posible traducción del nombre. No lo sé. No era necesario y punto.
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