Te acordás de la mirada de Inecita más que de su voz, como si sus palabras se decodificaran en tu mente de un modo visual que prescinde del sonido. “Esto debía funcionar, era todo muy lógico, y sin embargo no funciona, ¿no?”, y vos sentiste que te preguntaban algo que no podías contestar con las palabras que habías aprendido. El destino, siempre esa tenaz preocupación por alterar algo que vos creíste siempre fijado de antemano. Lo vencí, te dijiste tantas noches, yo era el callado que iba a estudiar alguna cosa y terminaría sentado detrás de algún oscuro escritorio haciendo dinero. Yo fui el que se robó el reloj, te repetís por miedo a que el olvido termine por anular la realidad. ¿Y lo otro? Tanto que luchaste porque las cosas cambiaran su curso, y ahora, inútil, te sentás en la cama y te reís antes que pensar que hubieras dado tus ojos por lograr que ciertas cosas se aferraran a su rumbo decretado. Te reís porque no tolerás la contradicción. Y porque ya no sabés si lo pensaste o lo leíste en algún lado, eso de que el amor es algo detenido en los ojos, y cuando te mirás al espejo intentás frenar la imagen, y no podés precisar qué ves, qué fiel y tenaz rostro delatan tus ojos al quedarse quietos. O lo sabés y no querés aceptarlo.
Una y otra vez querés estar equivocado, pero a medida que giran los años, te convencés de que nadie se puede quedar callado por mucho tiempo. Hacía tiempo que te habías dado cuenta de que los libros no te dan ninguna respuesta, que los leés pensando que te van a marcar algún camino secreto, y nada, se acaban y quedan cerrados sobre el estante. Pensás escribir mil cuentos, mil novelas, y de a ratos entendés que sólo buscás una línea, algunas palabras acaso, y en ese momento te sentís miserable, creés que la literatura es un defecto, es más, que tu vida ha sido eso. Y pensás en Inecita, en aquella siesta de verano y sus piernas temblando llenas de calor y ansiedad, cuando vos tenías que actuar una experiencia imposible, y en tu ojos siguiendo su mano, y en su mano bajando por tu cara, y en tu cara recibiéndola.
Over.
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