domingo, 22 de agosto de 2010

De a uno.




Las manos se me metieron solas en los bolsillos, como la vergüenza de no estar ni de pertenecer. El tejido social que me arañaba el alma, crecía sin el control que yo hubiese deseado. No tengo mucho que decir, sólo repito, sin fuerzas, aplastando pequeñas diferencias. Poco más o menos, rueda la memoria para falsificar o validar, quién sabe. ¿Encubre o altera? Yo qué sé. Cómo puedo saberlo, si mientras bebía esa coca-cola sin gas, escuchaban Face Value, de principio a fin. A mí Phil Collins me gusta, algunas cosas, como a todos, y no discuto lo de Genesis, yo qué sé. Pero escuchaban Face Value y se miraban y entendían algo que yo no lograba descifrar. Y sé que ellos me miraban con desdén y ellas con intriga.

Vos brillabas, claro, con esa luz que no se enciende. Y mi mente tarareaba a Lolita Torres: “En la luz de tu mirada / yo me quemo si te miro... “, con ese “io” tan extraño. Ni hablar cuando sube el tono y ruega: “No me mires, pero si me miras / mírame a los ojos que allí te veras...” y la remata con: "No me mires que por dos caminos / van nuestros destinos, / no me mires más...” Qué decirte, callado, en medio de intrigas y desaires, cómo lagrimear que se perdía para siempre mi posibilidad de pertenecer, y la tuya de olvidar. Después, después quisimos olvidar juntos, y eso no va. Eso nunca funciona. Se olvida de a uno, eso es ley.


Over.


Pozo negro

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No reclamo una gramática
El idioma que no pudimos crear
Ni siquiera esta violencia de amores rotos

Menos áun puedo condenar
Tu llamado para saber si llueve,
Tu recordatorio de libros olvidados
Tu vida feliz y lejos.

Un grito de luz, eso sí, eso está bien
Algo soberbio que me frene el aliento
Una cruz, una marca que me desmienta
No me digas que estás viva, por favor
Así, viva, no.




Over.

A vos que ni siquiera sé si estás leyendo esto

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A quién le va importar que me desespere por una palabra que no encuentro hace días y que el proceso vaya empujándome a los límites de mi dudosa creación, que tanto trabaje para estar a la vanguardia de no sé qué y al final termine por defraudar el deseo, que una débil lluvia de octubre me entrecierre los ojos y dibuje imágenes intermitentes de tu rostro.

A quién le puede interesar que mi oculta marginalidad se avergüence cuando se me reclama opinión, que anhele escribir alguna línea digna de ser leída, que el castellano y el inglés se debatan en mi pensamiento. A quién, en este perpetuo e inminente mundo, le agradará saber que me dejo rodear por las cosas que no vuelven.

¿A vos te interesa? Sí, a vos que ni siquiera sé si estás leyendo esto. Si supieras que te vas colando entre las palabras que intento que no te definan, que te describo sin querer entre todas esas vidas que controlo compulsivamente. A veces creo que es mejor que no estés, que me acompañes ausente.

Pero ya sé, usted pensará que estoy buscando cómplices para que no se me reconozca en la anónima multitud, y yo le diré que no está tan equivocado, que usted piensa bien. Sin embargo no es a usted a quien quiero dirigirme, te estoy hablando a vos, a vos que ni siquiera sé si estás leyendo esto. Qué importa, sería lo mismo, si de todos modos lo estoy diciendo. Decíme ¿no te molesta tenerme tan cerca, ahí, desdibujando tu mirada triste, empujando tus comisuras hacia arriba sin que lo puedas evitar? Es verdad que por momentos me alejo, pero, sabés, desde que construí este trampolín no puedo esquivar su extraña seducción. Es que no te das cuenta y lo hacés otra vez y cada más lejos. Por ahí te cruzás con palabras raras como sanâtana dharma, y tenés miedo de volver a la superficie porque pensás que ya estás signado, que se te llenó el cuerpo de pasado y que va ser muy difícil sacártelo de encima. Y en otro salto te enterás de que el tiempo es infinito pero no así el espacio, para que después alguien diga que los dos son infinitos, y escuchás un chirrido dentro de tu cabeza. Y justo ahí te caés y ves dos piernas frente tuyo que te atrapan, te magnetizan y deseás que no fuese la próxima estación en la que te tenés que bajar. Armás la conversación, los sí y los no, y la llenás de fragilidad.
Pero la improbabilidad te supera y no evitás la inercia, entonces todo lo que te rodea es una ilusión, un conjunto de percepciones, y cuando te mirás al espejo y te ves tan nítidamente te creés lo otro, eso de que somos los únicos que existimos y de repente te sentís solo, allá arriba, y apurás la caída, pero viene sola, con ella; ella que ahora sos vos que me mirás y siento que podés salvarme. Me apoyo en tu pecho y escucho la otra parte de las palabras, ese eco que se derrama para adentro. Sí, me tocas la frente y la vida ya no duele, alrededor de tu cuerpo, y tu mirada indefensa que no me dice nada más y está bien.

¿Le importa? Ahora le pregunto a usted a quien no le dirijo todo esto. ¿Le interesará saber que no podré dejar de preguntarle aunque jamás me conteste? Y a vos que ni siquiera sé si estás leyendo todo esto, ¿te importará?, ¿vendrás a despojarme de tanta inquietud? ¿seguiré sintiéndote aun cuando no pueda saber si existes todavía? ¿Dejarás que el brillante animal siga intentando devorar la distancia? A lo mejor usted tiene razón y es mejor cargar de retórica a todas estas insensatas preguntas. Y vos, que ni siquiera sé si estás leyendo todo esto, ¿es mejor así?


Over.


PD: Escrito hace tanto. Rudimentario pero sigue latiendo. Encontró lugar.

Otra más. Bien.




Nítida y naranja me llega la imagen del lomo, apretado entre otros libros, casi sin posibilidades de llamar la atención. O sí, quizás en esa tímida presencia se escondía la fórmula contra el desdén. El Teatro de la Memoria, de Pablo De Santis, recién aparecía en las librerías a principios del inverosímil año 2000. ¿Pero cómo acaso puede uno leer la novela de un joven escritor argentino si antes no leyó a Dostoievski o a Conrad? ¿Cómo podía yo gastar mi poco dinero en una novela cuyo autor era un desconocido? Preguntas juveniles de base, las recuerdo con amor, no me arrepiento de nada. De na-da.

Cuestión que un día compré el libro, qué tanto, y fue encantador terminarlo en dos noches, una de aventuras con fondo de ficción autóctona, con tanteos existenciales y viveza de detective. Así es la literatura de De Santis, con La Traducción y Filosofía y Letras a la cabeza de su producción.



La semana pasada se publicó Los Anticuarios, en una edición de Anagrama cuya imagen de tapa carece de gusto alguno. Yo lo sigo a De Santis, contra viento y marea, sabiendo que no me deslumbrará, pero necesito leerlo; sin dudas, algún hilo de su literatura debe congeniar con la urdimbre de mi placer.

Ya sé que la historia será sobre algún solitario, erudito en alguna materia pero rebelde para la concentración académica, nostálgico de un amor dañado, ansioso de alguna mujer imposible. Todo enmarcado en un terreno de ficción que oscila entre lo científico y lo esotérico. Por eso, nada nuevo nos trae De Santis en su última novela, sin que esta sentencia rebaje la suerte de su lectura. Lou Reed, por caso, siempre canta lo mismo, usando los mismos acordes, y no lo imita nadie.

¿Por qué De Santis no es más reconocido? En primer lugar, su producción literaria para adolescentes (curioso género que debería no existir), parecería ubicarlo en ese limbo donde se agolpan los escritores de policiales, condenados por la barbarie dela academia. (Pregúntense a Roald Dahl cuántos casilleros le hicieron perder sus aventuras para niños.)
En segundo lugar, quién sabe si llena el texto con demasiadas sentencias existenciales, todas alimentadas de la sabiduría del viejo con la picardía del vivo. Hay veces en las que uno siente que Marlowe ha leído demasiado a Borges y sus bravuconadas o reflexiones destiñen algo ajeno: un una cosa ni la otra.

De Santis ya ganó un gran premio, y no creo que sus novelas oscurezcan o mediten con mayor abstracción. El amor imposible en sus textos, es más barrial que filosófico, y eso no va a cambiar. Y está muy bien que no cambie, yo quiero que siga publicando una y otra vez lo mismo. Eso quiero.



Over.

domingo, 15 de agosto de 2010

Pozo Negro - pop de base

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Él dijo: lupa del tiempo.
La apoyás sobre la cabeza y se lee sólo
Qué se lee
El idiota y el malo, nacen.
Después es suerte o compañías
Mordés la fruta y adentro el veneno
La tinta se derrama: estás marcado.
¿De verás me estás hablando?
Como nunca en mi vida.
¿No hay cambio? ¿Te das cuenta fácil?
En diez minutos, cuatro o cinco preguntas.
Pensar que fumaba porro frente a la iglesia
Quién
La nena linda, rebelde y rara.
¿Cambió?
Sigue igual, más vieja.
Viste, no hay caso.



Over.

jueves, 5 de agosto de 2010

Anybody?


Bob said it better...


So now I'm going on back again
I got to get to her some how
All the people we used to know
They're an illusion to me now
Some are mathematicians
Some are carpenters wives
Don'ty know how it all got started
I don't know what they're doing with their lives
But me, I'm still on the road
Headin' for another joint
We always did feel the same
We just saw it from a different point
Of view
Tangled up in blue.



Over.