miércoles, 29 de abril de 2009

Fue la hora.



Porque tenés los dientes torcidos, salís en todas las fotos con la boca cerrada, con la sonrisa triste del que se ríe por necesidad.

Y los chicos van al mismo colegio que fuiste vos, y la madre de la mejor amiga de tu hija te dice que sí, que aumenta todo y que su esposo quería ir al Tigre el sábado pero que al final tiene que trabajar.

Y siguen las fotos en las que se te nota aquel verano en Lagoinha, esa tarde, ya casi noche, a las ocho, y los Marlboro. Ahora sos un portarretrato, una postal en la que tu cuerpo esta embutido, y yo lo sé. Y sé que no vas a cambiar, y que sos feliz, y que no te creo nada.

Te dejo estas palabras de Bioy Casares, que no me gusta, que me sigue sin gustar:

“Eternizar una sola hora del amor ¬- la más bella - , por ejemplo, aquella en la que la mutua confesión se perdió bajo el brillo del primer beso, ¡oh! ¡Detenerla al paso, fijarla y definirse en ella! ¡Encarnar el espíritu y el último voto! ¿No sería ése, pues, el sueño de todos los seres humanos? Sólo por tratar de recuperar esta hora ideal continuamos amando pese a las diferencias y a las mermas que traen las horas siguientes…”


Over.

Sí, sé que se entiende, pero sé más claro,



Cuando uno estudia un idioma extranjero, una de los fantasmas más temidos se llama “contexto”. Bueno, en realidad, ese miedo toma cuerpo a la hora de traducir, y aún cuando se comprenda el significado de las palabras, se torna muy difícil trasladar el concepto.

Lo voy a poner al revés: pensemos en esta frase: “Sé quien eres”. Analicémosla así, suelta, sin más que esas tres palabras una al lado de la otra. ¿Qué quieren decir: qué alguien sabe quién es el otro, o que alguien le está aconsejando a otra persona que se comporte como realmente es? Y acá no hay acento diacrítico que ayude. En las acepciones del verbo ser y del verbo saber, la conjugación “sé” es idéntica gráficamente.

¿Se entiende?


Over.

domingo, 26 de abril de 2009

Fijar vétigos - Touchè!



¡Inventé el color de las vocales! -A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde-. Reglamenté la forma y el movimiento de cada consonante y me vanagloriaba de inventar, con ritmos instintivos, un verbo poético accesible, cualquier día, a todos los sentidos. Me reservaba la traducción.

..Al principio fue un estudio. Yo escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos.



La alquimia del Verbo
[Frag] Una temporada en el infierno

A. Rimbaud.



Over.

Cartas



Carta Nº 5


Lo que pasa es que de chicos vemos la edad como frontera, pero cuando llegamos al borde nos decimos: no hay frontera ni tal cosa, y seguimos adelante, calladitos, pero guardando la certeza de que la frontera está, más adelante, mucho más adelante.

Ok, aunque también puede pasar que cruzemos la línea divisoria y damos por sentado eso de: "de aquí para atrás y de aquí para adelante" A ver, qué sucede si te apuro y te pregunto: ¿es la madurez la cara bonita de la resignación? Si me apurás a mí, te digo que muchas veces sí. Y vos me decís: ¿No es la resignación, muchas veces, la única salida? Ahí no necesitás presionarme demasiado, te girtó un sí grande como el Camp Nou.



Over.

sábado, 25 de abril de 2009

Me gustaría contarte una historia.


.


Me lo digo una y otra vez: ojalá que cuando tenga a un tipo como Noboru Wataya frente a mí (y hay muchos), me acuerde de este fragmento de la gran novela "Crónica del pájaro que da vueltas al mundo" escrita por el gran Murakami.


"¿Conoces la historia de los monos de la isla de mierda?

En algún lugar lejano había una isla de mierda. No tenía nombre. No valía la pena ponerle ninguno. Era una isla de mierda con forma de mierda. Allí crecían palmeras con forma de mierda. Y las palmeras daban cocos que olían a mierda. Pero allí vivían monos de mierda que adoraban los cocos que olían a mierda. Y cagaban mierda de mierda. La mierda caía al suelo, aumentaba la capa de mierda y las palmeras de mierda que allí crecían eran cada vez más de mierda. Un circulo vicioso.

Mirándote, me he acordado de la historia de la isla de mierda."



Over.

Palabritas



Cada centímetro cuadrado de tu cuerpo, pero tus ojos cuando no me miran, o peor, cuando miran lo que no quiero y sé que se van con lo visto, lo adjuntan al deseo y si pudieran hacerlo, lo harían. Hacerlo realidad.
Cada vez que insistes con lo que no corresponde, lo que ya está probado, lo que no se debe repetir. Repetir. Repetir. Repetir.
Te creí, porque en el fondo de lo que creías no había bastidores ni cuerdas, estaba limpio. ¿Estaba limpio? Cuando me deje de llover tu niñez en todo el cuerpo, en cada centímetro de mi cuerpo, a pesar de tus ojos, hablamos. Hablamos.


Over.

jueves, 23 de abril de 2009

Le digo, ¿lo oye?






Resulta que en castellano tenemos estas hermosas palabritas: “lo” y “le”. La primera reemplaza o antecede al objeto directo (es decir, funciona como tal), mientras que la segunda hace lo propio con el objeto indirecto. Por ejemplo: “Lo odio (a Juan)” y “Le doy diez euros (a Pedro)”. En la primera, “Juan” es el objeto directo, y en la segunda, “Pedro” es el objeto indirecto. ¡Pero si son iguales! Bien, para saber cuál es cuál, la prueba infalible es llevarla a la voz pasiva: Juan es odiado por mí, y Diez euros le son dados a Pedro por mí. Como vemos, Pedro y Juan no quedan en la misma posición al hacerlos pasivos. Ahora viene lo curioso.

En la península ibérica, es habitual escuchar el uso de “le” en lugar incorrecto, lo que se llama “leísmo”. Esto no suele suceder en América Latina. La Real Academia Española (¿existirá una academia irreal?), percibiendo esta particularidad de una minoría, resolvió aceptar este uso. Pero hete aquí que sólo en el caso de que el complemento sea masculino y singular. Es decir, está bien decir: “Le vi a Juan”, pero está mal “Le vi a María”. Por lo menos es insólito. La razón por la cual se circunscribe la acepción a lo masculino y singular es tarea que mi querido cerebro ni siquiera intuye. Pero hay más.



El acento diacrítico, se sabe, es el que se utiliza para diferenciar el significado de dos palabras que se escriben igual: sólo / solo. En este caso, con tilde, estamos frente a un adverbio (solamente), y sin acento (es decir, sin tilde) frente a un adjetivo. El hombre está solo / Sólo traje un libro. Bien, la Real Academia, esgrimiendo el sentido común, nos dice que si no hay confusión, el acento no es necesario. Otra vez lo mismo: ¿por qué esta palabra y no otra? Expongo una breve lista: te / té; de / dé; tu / tú; mi / mí, etc. Si alguien está tomando el te, ¿queda alguna duda de que hablamos de la infusión?

Es fácil, esta Academia, al igual que casi cualquier gobierno democrático actual, reglamenta normas sin un claro fundamento, con intereses que a nadie interesa y con la convicción de estar representando a quienes se dirigen.



Over.


PD: Sí, Sí, en el escudo de la Academia, se lee: "Limpia, fija, y da esplendor." In-cre-í-ble!!!!



El que avisa, no es traidor



A la conocida frase: “home is where the heart is”, parece competirle la no menos famosa: “El hogar está donde uno vive”. No es sorprendente, lo sé, ya todos aprendimos que todo adagio tiene su contra-adagio, por lo que eso del saber popular tiene más del adjetivo que del sustantivo. A saber:
“Al que madruga, Dios lo ayuda” – “No por mucho madrugar, se amanece más temprano”
“Más vale pájaro en mano que cien volando” – “No dejes para mañana…”
“Hazte fama y échate a dormir” – “miente, miente y miente, que algo quedará”
“Más vale estar solo que estar mal acompañado” – “La soledad es mala consejera”


Y para terminar, al campestre: "¡Palo que nace doblao jamás su tronco endereza”, le podríamos contrastar la resiliencia, tan de moda en la psicología, y tan antigua en la ingeniería. Aunque eso de “volver al estado original”, me hace un poco de ruido. Pero eso es harina de otro costal.


Over.

miércoles, 22 de abril de 2009

El recuerdo de las zapatillas.





Las calles me caminan los pies, literalmente, porque primero las he vivido, luego me las llevé, más tarde se acomodaron en mi mente y ahora se vuelven a abrir ante mis ojos, y son de verdad. Por esta calle papá me llevaba a la cancha. Juro que está todo igual, las vías con una sensación tal de abandono que cuando pasa el tren es como si esa señal de vitalidad se entrometiera en esta otra, de pasto crecido y latas tiradas por todas partes.
Annete me dice que es raro eso de tener una vía en medio de la ciudad, como que le aporta cierta cosa pueblerina. Es verdad, le digo, pero esperar con el coche dos mil horas hasta que se levante la barrera arruina cualquier posibilidad de encanto bucólico.

Ahí esta el estadio, todo de madera. Una vez, me acuerdo que papá me llevó a la platea y a mí se me enganchó una zapatilla en un tablón y terminó perdida allá abajo. Estuve callado todo el partido sin saber cómo decirle que me tendría que ir descalzo a casa, me imaginaba caminando con el pie al aire, y todo me daba vergüenza, todos me miraban, y papá me retaba y yo hubiera querido que dios existiese y que algún rayo hubiese detenido el tiempo en ese momento. Hasta que se lo dije y papá se enojó mucho, empezó a putear y yo me puse todo colorado, y de no sé dónde apareció un chico que había cerca y dijo que el sabía cómo llegar hasta ahí abajo. Al rato volvió con la zapatilla y papá me la ató con tal fuerza que sentí que el pie me iba a explotar.

Eso hasta el día de hoy me vuelve en sueños, de muchas maneras, o ando descalzo por la calle, o sin pantalones o sin camiseta, y me regresa esa vergüenza que logra abismar el sueño a una pesadilla, me angustia, pero en el fondo sé que esa tensión no es más que la reacción de papá, disfrazada en esa desnudez impropia, aludida por un hecho real pero capaz de confundirse en muchas abstracciones, amplias y hasta inabarcables.

Annete está al lado mío y le cuento esto que pienso, rápido pero con esa cadencia que impone en la voz la introducción de otro tiempo en el presente. Annete me pregunta si una zapatilla es una bamba y le digo que sí y ella se ríe, tan aniñada, y me dice, qué guay, y yo pensaba que una bamba era algo insignificante. Entonces, sin que me vean arranco un poco de césped que aparece entre el cemento y se lo tiro en la cabeza. Ella hace como una mueca y me dice, ahora necesitamos un poco de tierra y agua y a ver si me florece en la cabeza. Después nos vamos. Ya está.



Over.


El hombre, el hombre que lo escribe, el hombre que lo lee, el hombre que lo mata





La señora P. vuelve del supermercado y después de cerrar la puerta y entrar a la cocina cree haber visto algo en la sala. Enciende la luz y sólo ve el sillón y la vieja alfombra. Cuando apaga la luz, lo ve otra vez. Se da cuenta de que sólo se percibe si no se lo mira directo. Es un cuerpo de hombre caído sobre la alfombra. Intuye que está muerto pero no se asusta. Enciende la luz y otra vez lo mismo, desaparece.

Al día siguiente, vuelve del trabajo y ahí está, boca abajo, con pantalones marrón, camisa blanca, despeinado. Unos treinta años. La tercera noche ya no enciende la luz y duerme sabiendo que en la sala hay alguien. Boca abajo y muerto. No se lo cuenta a nadie; es más, toma la precaución de iluminar el lugar a toda hora cuando alguien viene de visita. A los quince días, también a oscuras, advierte que el hombre está desnudo y que una mujer ha hundido la cabeza entre sus piernas. El hombre gira la mirada hacia atrás y vuelve a caer boca abajo, vestido, muerto.


El señor G. le dice a su novia que al otro día la llamaría. Llega a su casa y abre el sobre. En la carta alguien le cuenta la historia de la señora P. G., que hace rato anda buscando una idea, se sienta frente a la computadora y empieza el cuento. Hay más de un muerto y en un momento la señora P - que ahora se llama Florencia - también se desnuda y muere con el hombre. G. empieza a corregir el cuento y desde atrás, un puñal le acierta en la nuca. Los ojos quedan abiertos, inútiles.

La novia del señor G. entra primero al departamento de su amado. El perro ha rasgado toda la parte inferior de la puerta de madera. La puerta de la habitación que nadie abrirá desde adentro.


Over.



martes, 21 de abril de 2009

On little cat feet. Foggy feet.




Escribe Browning:
Fear death? – to feel the fog in my throat, The mist in my face, When the snow begins and the blasts denote I am nearing the place…

Algunas décadas después, Sandburg advierte:
The fog comes / on little cat feet / It sits looking over the harbor and city / on silent haunches / and then moves on.

¿Qué es esa niebla?, ¿Acaso es la muerte? ¿Acaso, el pasado? ¿Acaso, el miedo? O quizás, claro, cómo no verlo, si el miedo es la muerte y el pasado. ¿Estará bien lo que pienso?


Over.



Palabritas




Yo me acuerdo. Del olor a tabaco negro que fumaban los obreros, sentados en la vereda mientras se calentaban los motores. Me acuerdo de eso y de las mañanas que pausaban la realidad en una bruma inútil y feliz. Caminábamos para cualquier lado y estaba bien, porque nada era conocido, y la cara de ese tipo esperándonos en la estación, con el casco en la mano y un italiano imposible de entender.

Y me acuerdo del frío en el cajero automático, y del tren a las cinco de la mañana. Estabas dormida y llegó una chica de pelo rubio, chaqueta marrón y una sonrisa demasiado encendida para esa hora. Hablaba en un inglés impecable. Te despertaste y escuchabas un murmullo y me mirabas y me preguntabas sin decir una palabra. Lo que pasa es que ella me decía que se había ido a Nantes a buscar a un hombre y todo había salido mal. Las cosas generalmente salen mal.

Y porque me dijo “since then, no kiss on my kiss”, y no es que no te lo quiera traducir, es que no puedo sentirlo en español. Dejalo así, no te enojes.


Over.

domingo, 19 de abril de 2009

Fragmento



Pensás cómo serían las cosas ahora si en aquel momento te hubieras quedado en tu casa, la hubieras llamado a Inecita y le hubieses dicho, me arrepentí, no me voy a robar el reloj, pero igual quiero ir a tu casa. Te molesta tanto no encontrar una respuesta, una posibilidad siquiera, otra forma de la realidad. El otro día pensaste que tu silencio durante tantos años había sido sólo una espera, una manera de hacer crecer un secreto para que cobrara más misterio, y que de algún modo tu amor por Inecita significaba ponerle fin a esa espera o a ese silencio o a ese secreto. Ahora todo te parece lo mismo porque el tiempo empasta las cosas. Te encantaría poder decirle a tu padre que al final lograste algo, que su distancia te había servido para algo. Lo pensás de vuelta y te das cuenta de que esa educación te fue útil. Qué hubiera sido de mí, imaginás, si él hubiera estado ahí siendo un padre modelo como esos que aparecen en las publicidades, con su pelo limpio y el sweater atado al cuello corriendo con sus hijos por la playa. Quizás hoy serías un perdedor, sentenciás, y por fin antes de dormirte encontrás alguna respuesta, alguna mínima certeza a tanta duda.



Over.


Lo superfluo.





Amor de base para las cuatro estaciones, todo en un re mayor con variaciones. Su derrotero cumplió lo soñado: ser hija siempre. Padre biológico que le entrega la posta al esposo y luego, porque él siempre se muere antes, será el hijo varón el que violente el pasaje y como un per saltum filial, pase de hijo a padre sin escalas.

La desoladora determinación de llenar las horas con arbitrariedades modernas, se funde más en la mujer que en esos “padres”. Es un apéndice, una extensión fundada en la inutilidad que existe porque encaja en el temor de quien la acuna. No hay vocación, no hay muerte, no hay caminos que reclamen sus pasos. No hay nada más que la construcción de su vacuidad, una entelequia de amor. Y nada más.

Todo esto me recuerda a la novela de Ludwig Tieck, “La Abundancia de la Vida”, en la que se narran las vicisitudes de una pareja de amantes que, refugiados en una pieza del segundo piso de una casa emplazada en los suburbios de una gran capital europea y sumidos en la más absoluta pobreza, procuran encontrar recursos para alimentar la estufa que los protege de un invierno despiadado. Para Enrique y Clara, tal el nombre de los amantes, el amor que se tienen es lo único que merece conservarse. Ese amor es para ellos la verdadera razón de su existencia, un amor ante el cual todas las cosas y todas las relaciones comparecen en calidad de prescindibles. Por eso no dudarán en sacrificar a las llamas la escalera que comunica su departamento con el resto de la casa y, en definitiva, con el mundo.

El amor y su raíz de aislamiento, exacerbada en todo el período romántico de la literatura, pone de manifiesto, siempre, una decisión trágica y extrema. Porque sólo eso es el verdadero amor, y sólo le sucede a un puñado de “afortunados”: Para el resto de los mortales, se trata de un acercamiento a ese arquetipo. Y por eso persevera la unión de mandato social, por un lado, y las historias de alejamiento y abandono, por el otro. Creo.


Over.


PD: I know you're thinking it over. There's no other me, and there's no other you. It's a question of time.




sábado, 18 de abril de 2009

Mira hacia la luz.




Ella fuma mentolados y adora el verano, aún esos días que se derriten sobre la ciudad. Esos días en los que te odio y todo se pega, te pegás, se pega lo que fuiste con una brutalidad innecesaria.

Ella dice que los beatles sí, ¿yesterday?, pero que nada como Two and a half men. Ya sé por dónde irá, como si uno de esos tipos que te leen el futuro, me pasara sus poderes por un rato y me permitiera adivinar tres, cuatro horas hacia adelante. No sé por qué me acuerdo del gato que desaparece en la novela de Murakami, y pienso en mi gato y en cierto silencio autómata que me fascina.

Hay veces en que al concierto sólo asiste una persona, y encima consiguió una entrada gratis. Pero esa noche somos las estrellas, digan lo que digan, y si nos dejamos encandilar por la luz, todo se pasa más rápido.



Over.


viernes, 17 de abril de 2009

Palabritas





En resumen todo cambió, pero nadie quiso avisarte. Lo siento, cariño, eras menor de edad y los contratos los firmaban tus padres. Te ataron rosarios y te colgaron cruces de los ojos y la culpa de todo, de todo, clarito, es tuya. Por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa. ¿El administrador de perdones? Primera puerta a la derecha. No promete nada, pero habla con el indicado.


Over.

Pozo negro




Ahora, desde este gastado equilibrio
Adorás tormentas apagadas por los años
Furias que te dejaron afuera: un espectador

Desde cuándo y para qué, en esta zona lúcida,
Bailás el barro de la nostalgia.

¿No te diste cuenta, no lo podés ver?
Siempre hay, como en la belleza,
Algo de irreal en la felicidad.


Over.


miércoles, 15 de abril de 2009

One of these mornings You're goin' to rise up singing



Bueno, que Ceci se levanta todos los días a las ocho y que sueña con volver al pueblo. Y no siempre en ese orden.

Por mi parte, ya le regalé la pava de acero, que según ella es “taaan porteña”, pero bien que le gusta y no me lo dice.

Le pregunto sobre el dengue. Me mira y me hace cara de ¿te-parece-tema-de-conversación? ¿Conocés a Wolfgang Haffner?, me pregunta de la nada. Cierro los ojos y oculto la bronca. “Es un baterista alucinante. Se mandó el disco Acoustic Shapes, que se consigue en vivo, y es tremendo. Es una mezcla de jazz Standard y nu jazz, algo muy personal. Esperá que busco el disco y te lo hago escuchar.

Pienso: es médica y sabe de jazz. Es linda y triste. Se ríe de verdad y no sabe olvidar. No pienso más.

La miro y trato de hacer cotizar un poco mi ego de supermacho. “¿No tenés algo de Jarret?” Se da vuelta y mira hacia arriba como si buscara el disco en algún lugar inaccesible. “Uy, sí, tengo una versión de Summertime que te saca de las casillas. El tipo está poseído.”

Empiezan esos dedos a hacer de las suyas. Impactante lo de Keith Jarret. Impactante como Ceci que me mira a cada rato y me dice: “Escuchás, qué locura!”.

La veo bailar a contratiempo, ida. Hasta que se calma y se sienta y me invita, tomamos unos mates.
Ceci, ¿cuál es la diferencia entre decir que estás angustiado y decir que hay una fuerte recaptación de serotonina? Me mira y me contesta: “Mucha o poca, no lo sé. Pero sí te puedo decir que no hay neurotransmisor que sepa quién te dejó, eso es seguro?

Summertime and the livin’ is easy…





Over.

domingo, 12 de abril de 2009

Dios no puede, pero es.







Empezamos con esta famosa paradoja cuya simpleza exacerba el significado:

Si Dios es omnipotente, pues entonces puede crear una piedra tan pesada que él mismo no pueda levantar. De ser cierto esto último, se deduce que Dios no es omnipotente. De ser falso, llegamos a la misma conclusión”.

Asombroso, ¿no? Ahora, mi intención es desbaratarla, y eso es, créanme, mucho menos sencillo

A ver, no puedo sino comenzar por los elementos que constituyen la paradoja: en este caso hablamos de palabras. Si hablamos de palabras en sentido estricto, hablamos de lenguaje. Si hablamos de lenguaje, hablamos de signos constitutivos, de voces, símbolos. Y si hablamos de esto último, ya sabemos que en los confines del meta análisis, encontramos los gastados significados y significantes, los grados y los registros, por citar algunas de las palabras tan caras al claustro universitario.

Ahora bien, y citando lateralmente a Einstein, no podemos negar que hablamos de un sistema, un “lugar – territorio – código” con sus límites bien definidos y acotado su punto de observación. Por lo tanto, y para ser más estrictos, la paradoja del principio sólo cobra sentido o, mejor dicho, tiene sus implicancias y alcances, dentro del “sistema-lenguaje”. Fuera de él, (y ciertamente debiera haber un “fuera de él”), las consecuencias del significado de la paradoja son inciertas, y sin previos análisis, bien pueden no tener validez.

Este limitado y pobre sistema que llamamos lenguaje, donde no hacemos otra cosa que simbolizar o traducir mediante palabras y demás signos, es muy difícil que trascienda sus propias fronteras como para modificar o encauzar una forma de pensamiento superior. Digo, por caso, “la fe en Dios” es la traducción de lo que se “siente” a través de esa “fe”, pero no es esa “fe”, esto es claro. De esto último se desprende que ningún sistema puramente simbólico puede dar por tierra aquello que simboliza, algo así como que los cables de cobre condujeran la energía eléctrica y a la vez pusiera en duda su existencia hasta el punto de decretar su irrealidad.

Llegado hasta aquí, voy a revolver un poco en la filosofía idealista, más precisamente en George Berkeley, y más minucioso aún, en su famoso idealismo subjetivo. Claro está que la extensión de su obra no permite ser analizada en este caso, pero con desenfadado atrevimiento, ataré algunos conceptos que puedan ilustrar mi punto.

Entre todas las ideas que conforman el corpus filosófico de Berkeley, hay dos que pueden ser resumidas del siguiente modo.

1) El famoso esse est percipi, que sería algo así como “ser implica ser percibido”, es decir, su conclusión radica en la necesidad de un observador para que un objeto (observado) exista realmente. En realidad no es la mera idea de que aquello que no es observado, deja de existir, sino más bien que existe una relación obligatoria entre el sujeto y el objeto, y que en última instancia (aquí entra la religiosidad de Berkeley), es Dios quien observa todo, una especie de “omniobservador” que equilibra la realidad.

2) A su vez, nuestro amigo filósofo decreta la imposibilidad de la abstracción o, mejor dicho, de la ideas abstractas.

Dado lo último, (pilar de la filosofía idealista), no hay forma de penetrar en la esencia de lo que nos rodea, ya que tal idea sería de basamento abstracto, y eso que tan alegremente llamamos así, es infranqueable, por tanto, lejos está de nuestro poder, la idea de manejar tal materia.

Como no creo ni en Dios, por un lado, y estoy mucho más de cerca de Husserl, Heiddeger y compañía, todo el sistema filosófico idealista me parece una genial invención; más aún, un sustrato ineludible a la hora de plantearse la concepción de una obra fantástica.

No obstante, y a pesar de mi subscripción al caduco existencialismo, tampoco puedo evitar prestar atención a la trampa que el lenguaje nos suele proponer. Más allá de la “onomatopéyica” definición de la palabra según Walter Benjamin, está claro que puestas en una oración, las palabras se pueden regodear en presentarnos argumentos puros y duros, rebasando su condición de signo-símbolo y queriendo violentar su valor de significante.

La paradoja expuesta al comienzo, puede ser rebatida por su propia ley: dentro del sistema, funciona, pero fuera de él, podemos arrojarlas a una propuesta abstracta que no la contiene. En un paraíso de abstracción, la palabra puede perder su reinado, e incluso la imagen puede volver a su raíz: el sentimiento.

Al decir: “Dios es omnipotente y a su vez puede crear una piedra que él no puede levantar”, quizás se me puede acusar de ilógico o incoherente, pero lejos está de someter tal idea la discusión sobre la omnipotencia divina. Venga con otra cosa, por favor.




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sábado, 11 de abril de 2009

Pozo negro



Miente, grita, niega la noche

No te asumas ya perdido
Mira bien, cierra los ojos
La mañana ya se acerca:

¿Ni siquiera ves la mano
que te empuja y que te hunde
Las frías garras que te marcan
La piel que ya no lucha
y que paciente ya se rinde?



Over.

Palabritas




Comienzan partidos, oscurecidos por traficar buenas intenciones y amores de suburbio.

Comienzan partidos y los parte un rayo existencial, hasta que un dasein puro pasión los une a fuerza de una voluntad externa y todopoderosa. Hechos para ser un somos inoxidable.

Si te quiero es porque sé que puedo vivir sin ti, pero nunca acostumbrarme a tal cosa. Y el resto es la carroña de lo amado, un atributo de la soledad.

Comienzan partidos por un deber ser que tarde o temprano los abre en dos, y perdidos en la niebla de los años, los cruza la necesidad imperiosa de tenerse a mano, todo el tiempo. Todo el tiempo.

Te quiero porque puedo oír, entre tus piernas, la verdadera pronunciación de mi nombre, estancado en un idioma que no hablo pero entiendo.

Comienzan partidos por la historia de otro, sólidos ante el azaroso centellear de la nostalgia. Hasta que el futuro los ubica, obligados, sobre el mismo lecho.

Corazón, oye la cuna de los sueños, siente el hielo derretirse entre mis palabras, te rezo y te grito: Corazón, es tuyo mi agosto, rodando en su eterna simulación de nacimiento.

Y que duele ver llover.



Over.

No olvidar.




"Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son."

Amor 77 (Julio Cortázar)





PD: ¿Viste que no cambia?


Over.



martes, 7 de abril de 2009

A dormir.








El idioma español, aún en la actualidad, está copiosamente intervenido por palabras latinas que a su vez tienen, en gran medida, su equivalencia en el griego antiguo. Más allá de la plasticidad etimológica que resiste en la lengua, tampoco es inusual el encuentro de antiguos personajes, dioses o semidioses, transformados en sustantivos o formas verbales. Se hipnotiza, se habla de imágenes oníricas, erotizantes, se habla de gerontes y de filos.

Cientos de palabras controladas bajo antiguas representaciones. Cientos de palabras que guardan dentro de sí, otro tesoro que se ramifica en años y fantasías. El lenguaje.

Me han regalado el libro “Mythology”, cuya autora, Edith Hamilton, es una autoridad en el tema. Nacida en Alemania, a los diecisiete años viajó a Connecticut, lugar donde terminó sus estudios secundarios para luego graduarse en el Bryn Mawr College, una de las más selectas casas de estudio de Pennsylvania.

Dije: Nacida en Alemania. No dije que nació en 1863, y que por sólo cuatro años no alcanzo la centuria. Y en esos casi cien años, le agregó al mundo la siguiente frase: “I have the pleasure to feel, in every page I turn, the calm lucidity of the Greek mind" (Tengo el placer de sentir, en cada página que doy vuelta, la calma lucidez de la mente Griega.) Su existencia está fundamentada.

En el libro se detalla una historia que, a juzgar por mi intuición, está alterada por la magia de Hamilton. Recordemos quiénes son los animadores del cuento: Hypnos (dios del sueño), Thanatos (hermano de Hypnos y dios de la muerte), Nix (la madre de ambos hermanos, representante de la noche) y Caos (Khaos, lugar de donde habrían surgido alguno de los dioses). La traducción es mía; los errores y aciertos también. Dice así:


En la cueva de la isla de Let, Hypnos se aprestaba a recibir a su hermano Thanatos, para hablar sobre un extraño comentario que le hiciera Nix, la noche anterior.

Dijo Hypnos: “Nuestra madre me ha dicho que si alguna vez sueño contigo, es mi obligación recordarte que al caos no debo volver.” Thanatos, confundido, le pregunta si realmente se lo ha dicho Nix o si fue sólo un sueño. “Nuestra madre en persona, y no me quiso decir más, ¿se te ocurre alguna razón para la advertencia?”, preguntó Hypnos.”El caos es el famoso hueco ocupado por el vacío, la creación de la nada, de la nada venimos y allí se supone que volvemos”, contestó thanatos con rigor académico. “¿Y es cierto?”, preguntó Hypnos con cierto temor. “¿Tú qué crees?”, devolvió thanatos. “Que nada puede venir de la nada, y que no hay cosa que pueda dejar de ser, por lo que no entiendo cuál es la razón de que te advierta tal sinsentido”, contestó Hypnos.

Advirtiendo que su hermano usaba palabras de otro, y tratando de ocultar su próximo juego, le pregunta: “Cuando tú duermes, sueñas con hombres y mujeres que te hablan, y tú les contestas, pues bien, ¿acaso me puedes decir que esos hombres y mujeres existen igual que existo yo?”. Contrariado, Hypnos le dice que no, pero que una cosa es el sueño y otra la vida real.

Sabiéndolo encerrado, Hypnos termina: “¿Acaso cuando sueñas no estás en la vida real? ¿No será posible que en realidad el caos del que Nix te ha advertido, es en realidad el sueño? ¿Será que al sueño vamos y de él venimos? ¿Será que cada vez que alguien me busca la mano, yo lo arrojo hacia ti? ¿Será que nuestra madre me ha pedido que el día que debas partir, no te devuelva a ti mismo, una y otra vez?



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viernes, 3 de abril de 2009

Palabritas

'



No debí volver. En los pueblos, donde las generaciones ruedan en las mismas casas año tras año, se hace menos débil la mágica visión de un pasado cierto. En la ciudad, el prolijo anonimato borra la esperanza, todo se inflama de realidad, todo el mundo se va, se muda, de casa y de piel.

No debí volver, pero no tuve el valor de dejarme amedrentar por la trampa, y cuando olí a basura y smog, cuando pude ver que mi casa era un edificio abandonado, cuando escuché los pasos olvidados de los que se salvaron, ya era demasiado tarde, el cordel abrazó mi cuello y la presión comenzó a tirar.

Quizás debiera escribir todo lo que vi y dupliqué, eso sería lo habitual. Pero no, decido sortear este último acto de cobardía, y callo contra el tiempo y mi memoria, mirando a este gato frente a mí, durmiendo como si el mundo ya hubiese desaparecido o como si supiera que ya no puedo correr hacia ninguna parte. Duerme y espera.


Over.