domingo, 30 de agosto de 2009

Pozo negro

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Nunca debía nada, el tiempo era gratis
Y conocí el mapamundi de la luna
(¿mejor decir globo lunar?)
Los lagos de la luna, la música del mundo
La lectura de parado, la mirada del dueño
El subsuelo, los mapas (¿cartografía?)
O algún domingo en el San Antoni,
Buscando libros argentinos, fumando barato
Y el frío y todo lo que nunca sabrás.




Over.

Pozo negro

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Me doy vuelta, cierro los ojos.
El control remoto contra la pared,
Cuando se apaga la tele, oigo la estática
Ppggrshshs, y se detiene.
Aparezco en el patio de la vieja casa
Tu cara se aniña en mis ojos, debo decir algo,
algo como “yo fui campeón de voley”,
o “ya besé a una chica el año pasado
Te pregunto: “¿A qué hora es la cena?”
"Ni idea", me contestás, y te vas decepcionada
Yo sé que te vas decepcionada.
Antes de caer, me busca una posibilidad:
Sólo muere lo que se dice.




Over.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Uno de Browning.


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El poema no es otro que el famoso Love in a life, del no menos famoso Robert Browning.
Por qué elegí el poema: porque a diferencia de Spencer, y como sucesor de Donne, Browning tiende a intelectualizar los sentimientos, prescindiendo de la ornamentación nostálgica o melancólica de la poesía, para darle lugar a una visión en donde el papel fundamental lo lleva la razón. Sin embargo, este poema es amor, casi en estado puro.

Sé que no debí traducirlo, porquer no lo sentía así, porque sé que la traducción no es la más correcta. Pero tomé el desafío, y mal que mal logré esto. Cierro los ojos, y ahí va.




Habitación tras habitación,
Rastreo la casa en que vivimos juntos
Corazón, no temas nada, porque la encontrarás
La próxima vez, será ella misma, no el problema que ella deja
Perdido en las cortinas, el perfume del sillón.
Mientras las limpiaba, las flores de yeso florecían otra vez
Y el espejo se espigaba al ritmo de su pluma

Sin embargo, los días se gastan
Y la puerta deja atrás a otra puerta:
De vuelta tiento al azar:
Voy desde los extremos hasta el centro de la casa,
Y la misma suerte! Ella se va cuando yo entro.
Me paso el día entero en la búsqueda ¿A quién le importa?
Y cae la tarde, con tantas habitaciones por explorar
Tantos armarios por revisar, tantas alcobas por importunar”


I.

Room after room,
I hunt the house through
We inhabit together.
Heart, fear nothing, for, heart, thou shalt find her---
Next time, herself!---not the trouble behind her
Left in the curtain, the couch's perfume!
As she brushed it, the cornice-wreath blossomed anew:
Yon looking-glass gleaned at the wave of her feather.

II.

Yet the day wears,
And door succeeds door;
I try the fresh fortune---
Range the wide house from the wing to the centre.
Still the same chance! She goes out as I enter.
Spend my whole day in the quest,---who cares?
But 'tis twilight, you see,---with such suites to explore,
Such closets to search, such alcoves to importune!



Over.

A ver, tómese esta pastillita.




Es, por qué no, una humorada anacrónica, hay que tomarla así, como una nostálgica necesidad de reanimar viejas discusiones, cuando no existían pruebas ni certezas, y el campo era amplio, y todo el mundo podía tener razón, según el tono de su voz o la paciente persuasión que ostenta un buen discurso.

De no ser así, que en las postrimerías del siglo XX (porque el siglo XXI apenas empezó), sigamos con estas diatribas que tienden a fundamentar lo errado, digo, que después de tantas pruebas, certezas y hallazgos, todavía haya individuos dispuestos a dar cruentas batallas en lo concerniente a la salud mental, es, por lo menos, descabellado. O intolerable. O triste.

Una vez más, ahora en la Revista Ñ, se publica un artículo sobre la endeble contraposición entre el psicoanálisis (sí, leyó bien) y la medicación psiquiátrica. El aterrador mundo de los ansiolíticos y demás psicotrópicos y el magistral comando del psicoterapeuta, enfrentados con fiereza, anudados en una lucha sin sentido.

Dije: lucha sin sentido. No dije: pelea que daña a todos menos a los contendientes. Vamos al barro.

Es fama la historia que habla de una mujer esquizofrénica, “habitué” de guardias psiquiátricas. La mujer refería su continuo oír de voces que la aturdían dentro de su cabeza, que le hablaban, le daban órdenes, la sometían. Hasta que un médico, ya cansado de su relato, decide aplicarle una buena dosis de halopidol, conciente de que las voces se borrarían por un buen tiempo.

Dicho y hecho, la mujer mejoró su condición. Por eso, cuando el psiquiatra la vio en la guardia, supuso que la mujer venía por otra dosis. Contrariamente, la mujer refirió otro problema: “Doctor, ahora que las voces no están, me siento terriblemente sola. Las quiero de vuelta, por favor”.

Ahora bien, ¿lo descripto habilita a cualquier persona a suponer que una terapia psicológica es más efectiva, prudente o recomendable que la inyección de Halopidol? ¿Acaso es aceptable que se intente a través de la palabra, el alivio a un síntoma “eliminable”?

En este texto, la innecesariamente rebuscada María Moreno, quiere decir algo que no termina de decir, exponiendo su experiencia, pero enredada en un complejo desarrollo discursivo, cuando en realidad, lo que no debería haber en dicho texto, es complejidad.
Esta bien, aplausos para la escritora/paciente. Listo, silencio.

Ahora quiero hacer hincapié en esta declaración tan, pero tan “psi”:

Si me apuran podría decir, si no que soy más feliz, que puedo tomar la porción de felicidad que me permite el síntoma
” .

No, por dios, qué triste máscara para la mediocridad. Cuando la autora dice “felicidad”, ¿no está acaso utilizando un errado sinónimo de goce? ¿No es, por cierto, una apología de la vulgar posibilidad de “hacerse amigo de la enfermedad”?

Concluyo obviedades:

Que nunca nadie debe hacerse amigo de ninguna enfermedad. Es matar o morir. O que te maten, lo cual es bastante más penoso.

Que no hay dos veces de nada, que sólo hoy importa, y que nunca, pero nunca debe ser trocado por un anunciado mañana mejor.

Que se termina, pero antes hay demasiado tiempo.

Que hay pastillas que te ayudan a dormir, a sentirte mejor, a no tener alucinaciones, a no querer meterte el tiro. Nada más, el resto es vida, y es ahí dónde debería entrar la terapia.

Pero bueno, no soy nadie para hablar de estos temas, mejor pongo un disco de Ana Cañas, y mientras canto me hago el idiota.



Over y olé!

sábado, 22 de agosto de 2009

El comienzo de "Cartas"

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Yo creo que lo de “Cartas” tiene mucho que ver con aquella vez que estaba en el parque Rivadavia, en la feria de libros usados. Me acuerdo que estaba mirando libros y encuentro “Rebecca”, de un tal Ernest Lipstein; un ejemplar de tapas negras con dos o tres puntitos blancos perdidos por ahí. Lo doy vuelta y en la contratapa se resumía la historia:

Rebecca es una niña que ha vivido su infancia en el sur de los Estados Unidos. Su padre alcohólico jamás se ha interesado por ella mientras que su madre se escapa con un malabarista del circo que llega todos los años al pueblo. Hasta que un día Rebecca desaparece misteriosamente. Treinta años después, una niña huérfana triunfa en Hollywood y se convierte en la actriz más mimada del mundillo del cine. Bill Almis, un prestigioso periodista de Los Angeles, llega hasta la niña y quiere averiguar sobre su pasado.

Entonces la pequeña estrella le muestra un montón de cartas que les ha escrito a sus padres desconocidos durante los últimos cinco años. Por un hecho fortuito, Almis se entera de la historia de Rebecca, y cree ver allí un enlace cuya casualidad pone en duda. Almis y la pequeña estrella abren paso a una historia alucinante en la que dos niñas, en dos tiempos al parecer distintos, comparten una identidad sorprendente.

Me imaginé que la novela era una porquería, no sé por qué, pero me quedó grabado eso de las cartas que la niña les escribe a sus padres desconocidos. Por eso supongo que ese argumento viajó en mi memoria a la espera de ser utilizado, y aquí están mis cartas, mi ¿sección? “Cartas”, porque aunque en mi caso, si bien podría haber un destinatario, en realidad, ese nombre está contaminado por el tiempo y superpuesto a muchas otras personas, noches y juegos.

Le estoy escribiendo a alguien que existió pero que el tiempo ha vuelto un desconocido, cuya dirección me es un misterio, y cuyo pasado se entremezcla con un presente que intento anudar de algún modo.

Además, ahora se me viene la comparación entre una oficina de correos y una editorial. Son como dos canales posteriores, que nada tienen que ver con lo que envían. Las cartas que no se mandan y los libros que no se publican poseen una entidad inalterable cuya magia está en su contenido y no en su lectura. Escribo cartas que no envío, pero que leo, y eso es lo que me hace bien. El resto es otra cosa. Qué, no sé, pero es otra cosa, seguro.


Over.


lunes, 17 de agosto de 2009

Pozo negro

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Lleva hasta tus ojos el cristal de lo nombrado
Oye a los perros ladrarle a la rutina de la noche
La misma que calla el nombre prohibido
El diente del amor sujeto a su presa
El destello de lo oculto en el cristal

' (Como un prisma, anhelo de caras
)

Deja que se ahogue la furia de esa cruz

Bajo tu piel se enciende la suerte de verlo
Sus pasos en la casa, el beso en la frente.

Lleva el cristal hasta tus ojos y ciérralos
Deja que el grito mute en sueño y en amanecer
Un consuelo de tinieblas, te acecha en el día
Como vino se irá, alguna vez, de golpe,
Y para siempre.




Over.

domingo, 16 de agosto de 2009

La cabeza llena de gente. Y en casa también.

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Me aclaró Lina:
“De algún modo, nos rodeamos de gente para no darnos cuenta. Porque si estás mucho tiempo solo, digo, si tenés mucho tiempo para ver y pensar, entonces te das cuenta y no encajás. Vas al supermercado, a la farmacia, mirás discos, pero ya te das cuenta. Por eso, hay que llenarse de gente, de actos en la escuela, de reuniones familiares, de recetas de torta de chocolate. Es una cuestión de salud, ¿estamos?”


Igual, a Lina no le creo a nada.



Over.

Humor de color...mmhh


+




Over.


viernes, 14 de agosto de 2009

Palabritas

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Mientras obviaba el frío, yo, aún suelto de amores y sin cuidado, te dije que sería mejor juntar todo y estrujarlo y meterlo en la bolsa y cerrar la bolsa y después perderla entre la basura, porque lo parecido tiende a juntarse, se pega, se une, es como lo de las gotitas que se acercan y se hacen una gota más grande.

Pero vos no obviabas el frío, y fumabas sin ganas y el mundo estaba en otro lado. Pensamos en comprar unas plantas o irnos a vivir a un pueblito donde entonces seríamos los únicos referentes, o seríamos capaces de olvidar, o yo te diría la verdad, o algo, te hablaría de eso que se me nota como un borrón de tinta china en la nieve. Vulgar.

Llegaron los analistas, la marihuana y las pastillas que no se conseguían. Llegó la música en todos los idiomas, y yo siempre escribí bien y vos siempre escuchaste bien, hasta que todo se mezcló.

Vas a plagiar cada uno de los años, por descuido o por tenacidad, y los hijos serán escudos, y al final todo va a quedar amontonado, buscando un orden nulo, fastidioso, porque no es un orden. The dream was over so long ago.


Over (as the dream)

Tremendo

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Los neumáticos están preparando un ataque hacia la raza humana… Los perros intentan advertirnos desde hace años!

(Anónimo)


Over.

jueves, 13 de agosto de 2009

El niño pez.





Otra vez esa escabrosa traducción, la que convierte la expresión literaria en cine. Yo no sé si estará en el manual, pero ya todos sabemos que no hay película que honre a un granlibro, ni libro, seamos justos, que supere a una gran película. Todo lo demás, es posible. Mario Puzzo es el escritor del libro en el que se basó El Padrino. Hundido. El Amor en los tiempos del Cólera, es la película dirigida por Mike Newell, basada en el libro homónimo. Hundida.
Y en ese tacho ensombrecido, nadie ha resucitado. Fija.

El Niño Pez es la última peli de Lucía Puenzo, directora de XXY, y digna heredera de su padre. Y según detallan los créditos, está basada en un libro que Puenzo escribiera muchos años antes. Y se nota.

Está tan marcada la telaraña literaria, que uno fácilmente se da cuenta de que estamos ante un libro que se hizo imagen. Los diálogos angelicales de Efrón, la picardía de Emme, la distancia del resto de los personajes, el cuento en sí. El sexo lésbico. El inocente e ingenuo sexo lésbico que pierde fuerza en la escena. La escena filmada.

Las actuaciones son precisas. Emme (Mariela Vitale) se destaca con su acento guaraní. Inés Efrón hace, una vez más, de sí misma, como suele pasarle a ese otro gran actor, Daniel Hendler. El resto del elenco acompaña con buen tino, y Arnaldo André no desentona en lo más mínimo.

¿De qué se trata El Niño Pez? De un cuento que se hizo película, y que se agotó en el pasaje. No es mala, ni mediocre, ni aburrida. Es lo que dije: un cuento que se hizo película, y que se agotó en el pasaje. Listo.





Over.


sábado, 8 de agosto de 2009

La Parte del León. La primera de Aristarain.






Opera Prima de Aristarain, La Parte del Leon es una obra con altibajos técnicos y argumentales, pero que no hace mella a la grandeza de su filmografía.

Ambientada en los setentas, con la curiosidad de desdibujar a Buenos Aires y hacerla más una típica metrópolis donde el hombre se frustra, algo que comparten todas las grandes ciudades, la historia que da vida a la película tiene más rigor literario que cinematográfico (en relación al argumento), aunque el tratamiento está muy bien logrado.

La historia es simple: un hombre separado y sin trabajo, se topa por casualidad, con un botín millonario. A partir de allí, las peripecias para lograr que ese dinero pueda ser usado, se van desencadenado hasta darle forma a la moraleja que enseña que la ambición desmedida casi siempre termina mal.

Olvidando varios problemas de continuidad, de sonido y de iluminación, la película va logrando su objetivo: el increscendo de suspenso por la participación de ladrones y asesinos. El final, diría yo, redime de todas esas falencias antedichas, aun las de argumento, ya que hay por lo menos dos situaciones poco aceptables:
Por un lado, la forma en que el personaje se topa con el botín (un poco tirada de los pelos), que podría haber sido narrada de otra forma y sin mucho esfuerzo. Por el otro, una escena hacia el final, donde no se comprende por qué los ladrones no van en busca del hombre que les robó su botín, y en cambio eligen esperarlo con pasmosa tranquilidad.

La escena final nos deja una fotografía inolvidable, con una Luisina Brando disparando un demoledor: “Sos un pobre tipo”.

Al margen, la actuación de Julio Chávez, irreconociblemente joven, confirma su autoridad ante la escena. Julio de Grazia, impecable, al igual que Ulises Dumont. Y Cecilia Padilla, quien hace de hija de Julio de Grazia, sorprende con uan actuación extraña para le época, depositaria de una actitud misteriosa ante el peligro. En la escena con Chavez, deja lugar a una controvertida aceptación que asombra.
Por cierto, qué sera de la vida de esa mujer, porque que yo sepa, nunca más se supo de ella. Creo.


PD:”La Parte del León” hace referencia a lo siguiente:

Es una reminiscencia de la fábula de Esopo "El león y el onagro" (una especie de asno salvaje). Según cuenta el fabulista griego, los dos animales colaboraban en una jornada de caza hasta que cobraron una pieza y llegó el momento del reparto, en la que el león llevaba la voz cantante. Lo primero que hizo fue dividir el animal en tres partes y comenzó a efectuar el reparto: la primera parte era para él, por ser el rey; la segunda, también para él, en su condición de "socio a partes iguales" y, a llegar a la tercera, se detuvo, miró al onagro y le dijo: "Si no te vas de acá, la vas a pasar muy mal". Posteriormente, el modismo quedarse con la parte del león pasó a expresar el abuso de poder y la falta de equidad en el reparto, cuando uno se asocia con alguien más poderoso.





Over.


Yo quiero ser.

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Quizás sea, como suele ocurrir, más difícil explicarlo que vivirlo. A ver, tomando lateralmente la teoría de Bourdieu, la illusio podría dar respuesta al aparentemente inefable fanatismo por ciertas actividades sociales. Por ejemplo, cuando alguien sufre o se euforiza por el resultado de su equipo de fútbol, nosotros, los que no participamos de esa respuesta, nos asombramos hasta el paroxismo.
La solución radica en esa illusio que cito, esa participación dentro de un campus (vuelvo a Bourdieu), los lazos que unen a esos agentes que se mueven dentro del grupo. Participan de la illusio, los une, los amalgama, y quien no ingresa en ese sentimiento, no comprende nada.

Ahora bien, por qué se produce esa “Illusio”. La respuesta es simple: no importa. Lo que importa es el comportamiento dentro de ella, el alimento que la mantiene viva, la condición de intensidad y devolución que posee.

Volviendo al fútbol: si el equipo gana, nos enorgullece, alimenta nuestro capital. Si pierde, alimenta nuestra entrega ante la derrota, nuestro apoyo incondicional. Entonces, los colores, las banderas, la cantidad de aficionados, el grito de aliento, todo eso mantiene vivo el capital que acumulamos.
Por eso, cuando un jugador desprecia al club al que pertenece, o se descubre un fin exclusivamente mercantilista y de transacción de un sujeto para con el club en cuestión, ambas personas son denostadas y hasta agredidas por intentar herir o socavar los cimientos de la illusio por todos adorada.

Bourdieu habla de campos, de capital y de habitus, pero no acentúa la inevitable necesidad de identificación del yo con el Otro, claro que con un efecto pigmalion exacerbado. Ahí afuera marcamos un destino, una meta, una posibilidad de nosotros mismos; una posición anhelada, un capital a ser resguardado a toda costa.

Por lo tanto, la illusio es una forma del deseo, por un lado, y de la imposibilidad del mismo, por otro. En otras palabras: quiero ser lo que sé que no puedo ser, pero tengo una manera de convertir mi deseo en realidad a través de una fantasía desdibujada. No podemos ser tantos los que sentimos “mal”. Así se va moldeando nuestra entidad de vida más visceral: las ganas de seguir siendo.



Over.


martes, 4 de agosto de 2009

Pozo negro

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Fría sed de ti, básica,
cuando dejo que la tierra
se hunda en mis ojos
Cuando oigo y peso tu noche:
Leo y finjo tu noche.

Hasta aquí, ánima maldita
llegas y huyes, como la sed de ti
Básica de tierra en mis ojos
Ya no quiero pesar tu noche,
ni que me finjas, ni que me huyas

Fría sed de ti, ahorcando el deseo
Amarra del tiempo, luzazul
Luzazul, dije, amarra del olvido
No quiero pesar tu noche, ya no,
Ni la tierra que se agrega a mis ojos

Voy a parpadear un recuerdo, frío,
y cargaré de tinta y sangre y cielo,
Todo este barro de palabras, sediento
mientras nos huimos con desprecio.



Over.