domingo, 31 de octubre de 2010

Pozo negro

Porque vivo a vencimientos, por eso te reclamo
Porque ya no te escribo las calles ni las manos de la tarde
Ni te doy el mundo ni tu sangre en mi sangre a cualquier precio

Porque hunden mi ojos tus ojos lejos para otro cielo,
Porque domé tu infierno, no el mío.

Por mis manos que resbalan un tiempo ajeno,
Por las voces que se suben a la tuya.
Por la miseria de no haberte perdido, en toda dirección
En todo tiempo, todo el tiempo.

Over.

Nuestra estrella se agotó





Over.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Malo como un padre.




Soñé que lloraba. Me pregunto si en el recuerdo, ese acto será válido como si fuera real, si debo distinguirlo, si debo decir que “soñé que”, si quizás, quién dice, es más hondo aún, escondido en una pesadilla, reverso cruel de lo reprimido.

Y desperté, (y otra vez la especulación) y leo en letras negras que murió Néstor Kirchner, así, se le terminó la peli como a veinte escenas antes del final, y los actores quedan atónitos, y alguno ve una luz de miseria vacía, y empieza a correr. Ni el velo de las lagañas, de la confusión que me trajo de vuelta, pudo romper el conjuro. Está muerto.



Se murió con él tanto que pienso. Se murió el discurso a borbotones que también me hierve. Crítico de sus actos, fallido en tantas acciones, autor de enormes errores. Sí, como un gran padre que se va. Como cuando se te muere tu padre.

Tengo bronca. No. Subo: furia enceguecida. Siempre, en estos casos, se me viene la imagen de tanto asesino que respira y habla. La justicia es otra estadística, fría y errática.

No creo en casi nada. Quizás un poco en vos, y en vos, y en alguna que otra cosa. Por ejemplo, en esta mierda que siento, en el asco por la sonrisa de algún déspota, en la dspiadada alegría de quien se salva de su verdugo. De este verdugo. Cerdos.

Hoy, como poquísimas otras veces en mi vida, siento que algo se me rompió en el alma, de manera incesante, hasta que me apague del todo.






Over. (ojalá que no!)

jueves, 21 de octubre de 2010

Tilde al horno!

'



Como a Renzi en Blanco Nocturno, me suele ocurrir que escucho a la gente hablar y me detengo en una palabra, pienso por qué la dijo, la busco en contexto de otra cosa, la traduzco, y fácilmente pierdo el hilo del discurso. Una digresión interna que no domino. Pienso en las tildes, en las palabras que llevan h, o que ya no llevan, sin son graves o esdrújulas, si tienen más de cinco sílabas. Cosas así.

El otro día pude ver el cartel publicitario del nuevo libro de Narda Lepes (cocinera de belleza única), “Qué Cómo Dónde”. Al principio, las tres palabritas me llevaron al gran cuento de Cortázar. No me causó gracia. Lo olvidé.

Enseguida pensé en las palabras y las tildes. Esos tres pronombres interrogativos, directos o indirectos, llevan tilde, siempre y cuando, claro está, cumplan dicha función. Por caso, la palabra “como”, en este contexto y sin tilde, no es más que la conjugación de la primera persona singular del verbo comer en presente. Es decir, hay un acento cuasi diacrítico en el juego de palabras.

Y sí, como es un libro de gastronomía, el guiño está en la doble interpretación de la frase: “Qué puedo comer y en dónde”, o bien la seguidilla interrogativa que busca existencia, modo y lugar.

Igual, en mi pasajera opinión, el juego no salió bien. Yo hubiera dejado “como” así, sin tilde, para que la gracia naciese en la música mental, en la pura oralidad, ganadora y liviana de marcas y grafías. Punto.


Over.

martes, 19 de octubre de 2010

Palabritas

Quién era yo antes de verte, canta el cantor que tiembla la voz. Quién seré después, suspendido e insistente, amarrado a lo que traigo y derrochado por el filo de tu cuerpo. O quién subirá conmigo a los ventanales del abismo, delante o detrás de ti, o me empujas o me sigues, sol de nit.

Hoy el tiempo parece ser este hilo que no se ve, tenso y sin fin.


Over.

lunes, 18 de octubre de 2010

Casas y Forn andan.



La cadena. Como la peli esa del dólar que pasa de mano en mano y es forzosamente reconstruida. Rearmar la cadena. En este caso fue un poco así:




En el año 2002, leo “Buenos Aires - Una Antología de Narrativa Argentina”. Una compilación que no incluye a los números puestos, léase Cortázar, Borges, Denevi o Mujica Lainez. Por el contrario, se agrupan Laiseca, Fogwill, Fresán y Blaisten, entre otros. Me pregunto si esta antología funciona mejor para extranjeros, más que nada por la ausencia de “famosos”, y enseguida me doy cuenta de que la misma fama corre en nuestra vernácula patria. Cosas del mercado, o vaya a saber uno qué.

Lo cierto es que el anteúltimo cuento es Nadar de Noche, del mismísimo Forn, quien se dio el gusto de incluirse. El relato es hermoso, cubierto de una melancólica y falsa ciencia ficción. De todos los autores, era justamente a Forn a quien desconocía, y me fui directo a algún libro suyo. Así encontré el volumen de cuentos Nadar de Noche, el cual, según dicen, tuvo singular éxito allá por 1991, año de su publicación.





Rápido y sin miedo a equivocarme. Forn es a la década de los ochenta, lo que Fabián Casas es a este comienzo de siglo. Ese libro de cuentos es la historia de seres que deambulan por el mundo y que van a terminar mal, porque es así, porque a todos los que perdimos el rumbo, nos condena la edad, no el sistema. Pero ese “terminar mal”, tiene un sentido estricto, una sentencia en el aquí y ahora con relación a lo que queda en pie para alguien que no sigue al rebaño. Es decir, es una angustia no peyorativa, de batalla, de quien insiste en su postura y hace de su tosudez una forma de la felicidad. Peor (mucho peor) es continuar subido al tren que sigue dando vueltas por la misma vía, desde el comienzo de los tiempos, con las mismas falsas terminales.

Un cuento tras otro, todos unidos por el mismo laconismo, el mismo derroche infinito de horas inútiles y sagradas, de tabaco y sexo, de soledad que nace: la década del 80. Aquel decenio permeable a la libertad recién recobrada, al impulso de una madrugada que amagaba a terminar.

Poco más, las novelas Frivolidad y Puras mentiras, que navegan en un arrabal de su cuentística, algo que también le sucede al gran Millás.

Así fue, así lo recuerdo, como también se me hizo claro eso de “Nadar de Noche” con el obvio “Andar de Noche”, y que después se espejó semánticamente en la peli de Acuña, “Nadar solo”.


Andar.


Over.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Clarito.

"En la celda, en lo sólido, también
se acurrucan los rincones."

(Trilce, LVIII)


Estas líneas y lo del "minuto horizontal", justifican TODA la obra de Vallejos. Punto.


Over.