viernes, 30 de diciembre de 2011

La coherencia.

Siempre es edificante la coherencia. Difícil y ardua, pero necesaria. Y a decir verdad, no pocas veces nos muerde su necesidad.

Vaya como ejemplo este editorial de Beatriz Sarlo, que salió hoy en La Nación. Podría escribir largo y tendido sobre el contenido, subscribiendo a algunas líneas, y rebatiendo furiosamente otras. Pero curiosamente, no se puede. En un diario en el que se puede opinar, la autora del artículo pidió que no se pudiera opinar. Es decir, no fue decisión del medio, sino de la autora.

Lo más apabullante, es que el contenido del texto es sobre el supuesto ataque a la libertad de expresión y de prensa por parte del gobierno argentino. Y encima se regodea con estas palabras de Rousseff:
"La multiplicidad de puntos de vista, la investigación sin preconceptos de los grandes temas de interés nacional constituyen requisitos indispensables para el goce pleno de la democracia, aun cuando sean irritantes, aun cuando nos afecten, aun cuando nos conciernan".

Beatriz Sarlo, ¿usted leyó las palabras de Rousseff que cita? ¿Se habrá usted desmayado como irónicamente supone de cualquier argentino al leerlas? Entonces le pregunto, si cree y proclama la necesidad de "la multiplicidad de puntos de vista", ¿por qué dice esto al final de su artículo: "Por pedido del autor, esta nota no está abierta a comentarios"? O sea, ya no sólo no se puede opinar, ni siquiera se puede comentar. No sea cosa que a lo mejor, de la plebe menos educada, surja una idea que la demuela. A usted, que escribe sin permitir opiniones, y quiere erigirse como uno de los gendarmes de la libertad de expresión, a usted le pregunto, ¿es esta la mejor credencial para su labor?

Justamente, sin palabras.


Over.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Pozo negro


Un eterno silencio positivo.


Eso y destruir los años,
sólo eso como memoria pública.

Ella te preguntó algo simple,
a lo simple, sencillo, pero no,
apagaste todas y cada una
de las Luces de Agosto,

Cerraste el mantra, intempestiva
Es eterno el silencio, un eco libre
Mientras entro en tu cuerpo, atados,
No adivino, horas después, la respuesta

¿Positivo? ¿Dijiste positivo?
¿Positivo como haber hecho todo el amor
posible hasta cerrar los nudos de días?
¿Entrando en sueños, a cualquier hora,
como caras o manos o golpes o mar?

Untado de culpas imposibles, ahí nos vimos,
salvando noches y cenizas y el tiempo nuestro
¿quién escribe el guión de lo que perdiste?
¿quién acaricia el vacío que te nació?

Como una lluvia inesperada, gris de primavera
arrasando calendarios y tu cara congelada.
¿Será ése el silencio positivo?
O mejor, una canción seca, mareándose en el parque
Llena de hojas amarillas y palomas.

Un beso gris, de verano, quizás, y una danza
sin compás que borra tu lágrima.
Así puede ser. Así puede ser que entienda el silencio.


Over.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Caen.

Curiosamente, es más famosa la versión instrumental de Autumn leaves, que la original en francés, Les feuilles mortes (las hojas muertas). Ahí está la afiebrada interpretación de Coltrane, la posibilidad un tanto más festiva de Nat King Cole, la soberbia y adictiva interpretación de Miles Davis, o la humeante alternativa de Stan Getz.

En segundo lugar, quizás sea conocida la versión cantada por Chet Baker junto a Ruth Young en su increíble "The Incredible Chet Baker Plays And Sings". Después nos llegan las voces de Edith Piaf, de Doris Day y hasta del mismísimo Iggy Pop, claro, con la letra en inglés.

Pero la versión original, con su cadencia francesa, masticando nostalgia y desamor entre las palabras, no ha sido superada. Hoy me quedo con Charles Aznavour. Hoy, y creo que siempre. Aunque ya sabemos lo que sucede con esa palabra.

Por cierto, esta parte de la canción, entre otras: "Mais la vie sépare ceux qui s'aiment /Tout doucement sans faire de bruit /Et la mer efface sur le sable /Les pas des amants désunis." Es decir: "Pero la vida separa a aquellos que se aman /suavemente, sin hacer ruido /y el mar borra de la arena / las pisadas de los amantes separados." ¡Fffffffffff!





Over.


sábado, 24 de diciembre de 2011

Sensible ruleta.

Despacio, también, podés ser la luna.

Despacio, loco, despacio quizás se salga. Fuerza.




Over.

domingo, 18 de diciembre de 2011

...o cuando canta un vals.

La letra se busca, se intenta y se traduce con ayuda. Quizás sea esa cadencia de los paraguas abriéndose como en una danza. Ella canta y llueve y algo nos derriba.




Over.

Cuando se mueve/baila, mon dieu!...

Nada más, cuando gana un poco de ritmo, Isabelle te enamora. Una mujer así, de repente, te enamora.






Over.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Pozo negro

Mis pupilas abren
el paso a la negrura.
Y a tu piel en mi nombre.
Y a tu nombre en el frío.
Y a tu frío en mi frío ojo,
ojo que abre y cierra.
Abre,
y cierra.


Over.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ni después.

La dulce sorpresa que regala la ignorancia, ese espacio incomprobable que nos desliza en goce, nos abre felices a toda la Posibilidad.
Tini tan vehemente en sus disparates. Sus pensamientos que obligan a protegerla.

Tini dice: “El beso es lo básico en el humano, imaginate el primero, un choque involuntario que da asco y placer, como algo que se transgrede. Imaginate el placer inmenso de las lenguas conociéndose. La primera vez del beso impacta más que la cópula, ¿no les parece?”

Lina miraba para otro lado, pero escuchaba. Sé que no aprobó el uso de la palabra cópula. Sé que no le gusta que hablen como si estuvieran escribiendo. Pero también sé, sin lugar a dudas, que quiso haber dicho lo mismo que Tini, de un modo u otro. Y que yo quise besar a Tini aquella vez como casi nunca quise algo antes en mi vida. Ni después.


Over.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Pozo negro

Anulo tus caras, la voz ya se durmió,
hace tiempo, entre pesadillas y olvidos.
¿Cómo has reído hoy?
¿Cuál es tu amparo de adulta?
El amor es freno y urgencia,
una mirada de aprobación,
o también que no pueda oírte más.
¿Qué dirás, hoy, llegada al fin?
¿Te habrás, tontamente, salvado?
Todo aquel vacío, comienza a pesar.
¿Ya empezó a pesarte el vacío?
¿Qué conjuro? ¿Qué expiación?
¿Con qué voz pronuncias la palabra rumbo?


Over.

sábado, 10 de diciembre de 2011

No lo escuché nunca.

Verdad o mentira, es lo que siempre quise escuchar de alguien que me presida. Con los cientos de erorres y desaciertos, el único camino que elegí toda mi vida es este, el de alguien que diga: "A mí no me voltean las corporaciones."
Patria o muerte.
Lástima que en la foto incluyen al traidor. ¡Qué nervioso está el gorilaje, qué felicidad! AFJP nacionalizadas, genocidas presos, movilidad jubilatoria, ley de medios, y la hermosa política de DDHH. Faltan mil cosas, hay mucha pobreza, muchas necesidades, pero no hay otro camino mejor, hay que seguir ahorcando al gorila, al burócrata sindical, al explotador que no para. Este gobierno pasará, pero dejará la estela de un pensamiento. Qué lástima que algunas personas no estén a mi lado para disfrutar esta realidad. A vos, y a vos, especialmente.










Over.

Leche Derramada





Leche Derramada
es, ante todo, una soberbia historia de amor. Chico Buarque confirma, una vez más, su enorme altura literaria, transformándose en una rara avis que puede nadar en dos disciplinas artísticas sin que una le pese a la otra. Sin que una sobresalga sobre la otra. Con la crítica rendida a sus pies, absorta de tanto talento. Absorta por no poder fustigar el paso de un músico excepcional hacia la literatura más elevada.

No, no es improbable que en las primeras páginas se nos presente aquel cuento del gran Cronopio, Torito, pero a medida que avanzamos aprobamos que tan sólo es una cuestión de estructura y presentación, pero que en algún momento se abre hacia otra dirección. Si en Torito, el boxeador nos habla indirectamente, en Leche Derramada, Eulálio le habla a quien esté enfrente, desde su hija, la enfermera, el médico, o nadie más que la persona que él ubica en ese lugar de escucha. Escuchamos todo, pero no somos los destinatarios de sus palabras.

La novela no tiene más ambición que la de exponer las memorias de un anciano postrado en una cama de hospital, quien nos refiere haber sido alguien muy importante en el pasado, proveniente de una familia de alcurnia que fue cayendo en desgracia a medida que se sucedían las generaciones. Quién sabe, quizás todo este desteñido o imaginado, aumentado por la distancia de los hechos, en boca de quien añora (o desea) un tiempo mejor.

Pero en mi opinión, la verdadera historia gira alrededor de Matilde, la mujer que desaparece-muere-es internada- se suicida-se va con otro hombre, cuyo destino va fluctuando según el humor de su esposo, Eulálio, recordándola. No sabemos qué habrá sido de esa mujer, si es que realmente fue internada en un hospital para tuberculosos, o bien fue real su traición y dejó a su hija y a su esposo, por el amor más grande algún otro hombre.

Lo cierto es que desde el momento en que leemos (escuchamos) las palabras de Eulàlio, no podremos dejar el libro hasta que calle, hasta que nos cuente todo, de la manera más impresionante, fuerte o liviana, con jactancia o sin el más mínimo rigor. Porque no sabremos detenernos al leer: “(…) Por eso no es de extrañar que salga como un loco detrás de ella, pero eso sólo ocurrirá dentro de un rato, Qué raro, esto de tener recuerdos de cosas que todavía no han pasado. Acabo de recordar que Matilde va a desaparecer para siempre. (cap. 17)

Cómo acaso no estremecerse al escuchar que, mirando a su hija, recuerda: “Por entonces, a menudo amanecía inquieto, iba a despertarte para comprobar lo que quedaba de Matilde en tu rostro. (…) Era como si, en el silencio de la noche, Matilde pasara a recoger sus cosas en el rostro de su hija, en lugar de llevarse los vestidos del armario o los pendientes del cajón” (cap 15).

Y como si fuera poco, a partir del capítulo 19 (uno de los textos más soberbios que he leído en muchos años), la novela en vez de menguar por su próximo fin, sube sin descanso para atiborrarnos de literatura y amor y soledad y dolor. La vida representada en leche, que cuando sobra, va mordiendo el alma, y hay que derramarla, perder vida, acaso, para seguir viviendo.

En español, sólo están disponibles Budapest y Leche Derramada. No leerlas es perderse un mundo. Un mundo que, de perderse, nos dejará menos justificados. Más no puedo decir.



Over.