domingo, 6 de enero de 2013

Palabritas




Cierta vez tuve un primo y catorce años. Ambas cosas son ciertas. Y con ese primo y esa edad, hablamos al principio de la noche, cuando la luz desgastada fuerza las pupilas y nosotros sólo agregamos un esfuerzo casi inútil de párpados.
Ese primo, mirando hacia el cielo, dijo: Yo no entiendo cómo los hombres creían que la tierra fuera cuadrada. Basta con mirar alrededor y uno se da cuenta de que la tierra es redonda, el cielo va bajando hasta la tierra y uno da vueltas y es obvio.

Repetí esta historia en una cena ya olvidada. Creo que le agregué la palabra "abovedada". Uno de los comensales, tras un breve silencio, dijo: Bueno, no tan obvio. A ver, si la tierra fuera cuadrada, en su inmensidad, y por efecto de la perspectiva, la imagen sería igual, supongo. Eso sí lo sabían los antiguos hombres, por lo que su simple observación no negaba la idea.

Concluí varias cosas. En primer lugar, que toda obviedad está basada en un conocimiento previo, preciso y bien comprendido. Que ningún conocimiento es obvio toda vez que precisa de una serie de elaboraciones previas. Y esas elaboraciones previas, casi siempre se desprenden de otras. Sólo las convenciones pueden ser obvias, pero por su significado y no por su demostración. En definitiva, que casi nada es obvio a primera vista. Ni mi primo ni mis catorce años, por cierto.


Over.  

miércoles, 2 de enero de 2013

Pozo Negro




Si la noche que es seda
se desgasta en esta madrugada
y rasga mi cerebro tu desdén
como un preso arde su odio,
entonces quemaré los vuelos
de peces en mi boca sobre ti,
de pájaros ahogados
como algo que se pudre en tempestad.

Como algo que nace en tinieblas, vomito,
y prefijo todos los títulos, los nombres,
la arena precaria de tus victorias.
Tu tautológico amor.



Over.