viernes, 26 de febrero de 2010

Resistió.

Revolviendo papeles viejos, encuentro esta página que ha viajado, tan pertinaz, años de mudanzas. La mayoría de las veces son ideas que repito, o escenas que descarto. Curiosamente, las palabras no me detienen, y tiendo a creer en irracionales conjuros del tiempo y espíritus y esas cosas que disfrutamos aunque no existan.

Es extraño, sí, porque casi todo lo pierdo. Casi todo lo pierdo.

Pero esta página resistió, y resistir, sabés, es lo más difícil de todo. Se ha ganado mi presente y mi trascripción. Dice así:

Antes de dormir, pienso el cuento, el poema, busco esta palabra y la uno con la otra, todo el tiempo, hasta que mágicamente desaparezco. A la mañana, maldigo mi pereza, por qué no levantarme a escribir el cuento, el poema. Otra vez lo mismo, conduciré el coche sin pensarlo, pero todo será absorbido por el cuento, por el poema.

Sé, (porque lo sé muy pero muy bien), que estoy buscando el cuento perfecto, el poema perfecto. Y sé (claro que también lo sé), que si lo encuentro ya no podré escribir nada más. Conclusión: si no busco lo que quiero, mis días se reducen a un tonto respirar. Si lo busco, y lo encuentro, mis días se reducen a un tonto respirar. Concluyo otra vez: haga lo que haga, siempre termino mal. No hay salida. Eso es lo que primero aprendí: no hay salida.”



Over.

Pozo negro




El opulento caos que tu memoria aprueba.

Los perdidos minutos entre tu cuerpo y el mundo.
La noche que llega tarde al olvido.
Todo lo que hemos consumido, exilio y tus manos.
Hasta la triste escuela de nuestros deseos.

Digo, todo eso es luz vencida, cruz sin dueño;
El alucinante resplandor que el espejo
le devuelve a la nada cuando lo enfrenta.



Over.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Pozo negro

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Tu boca hacia mí
Abierta en noche
Quema,
Porque quema lo que habla,
lo que calla y repite:

el signo de arena en la arena

los días de tu nombre
en mi cuerpo atados

Yo quemo porque hablo
porque repito silencios
porque no respeto ni acato
el gesto de la noche en tu cuerpo,
la censura de mi amor
la idiota pausa de tu hastío
.


Over.

domingo, 21 de febrero de 2010

Palabritas

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Mientras bebo otro trago de ciencia, me pregunto seriamente si lo que me pasa tiene que ver con lo que viví o bien con lo me viene en la sangre.

Me pregunto: si damos por descontado que un hijo cargará obviamente con las facciones del padre o la madre, su carácter, su forma de caminar, su talento, su mirada o lo que sea, ¿por qué no aceptamos que se agolpan en nuestro genes, las tristezas, las nostalgias, los recuerdos, las dudas, las ambiciones de todas nuestras generaciones pasadas? ¿Recordar un pueblo inexistente no será en realidad el látigo meláncolico sellado secretamente en el ADN? ¿Mi obsesión por tu cuerpo y tu voz, no será un castigo por un olvido injusto hace cien o doscientos años?

¿Que vos me gustes, no será un ejercicio que mi sangre me instruye a través de alguien que no sos vos? ¿Hasta dónde soy único? ¿Hasta dónde esta cáscara que con prepotencia llamo "yo", no es más que una compleja suma de capas anteriores, iniciada con el primer hombre?

Como Ceci me dice que nada de lo que digo puede ser demostrado al día de hoy, me conformo con estas citas de Dino Segre, un escritor italiano del que no tengo noticias ni jamás leí.

"Si das con una buena mujer, serás feliz; y si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para el hombre"

"Los médicos sin clientela se llaman científicos"

Se nace incendiario y se termina bombero"

"Los que prenden velas en el altar de los ideales, nueve de cada diez veces tienen fábricas de velas que los patrocinan"



Over.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Onetti, "El Pozo". El pozo.

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Durante muchos años busqué la novela El Pozo, de Onetti. Como no había sido reeditada, la buscaba en ferias de libros o en librerías de usados. Durante cuatro años, nada. Al principio fue una curiosidad, pero con el tiempo comencé a tomármelo en serio. En ese tiempo viví en España, y también lo busqué por todas partes. Todos recordaban una edición de cinco novelas cortas donde estaba incluida la primera novela del uruguayo. Nunca perdí oportunidad de preguntar por el libro y siempre tenía la misma respuesta. Recuerdo que una vez, una vendedora me dijo que estaban reeditando toda la obra de Onetti, que seguramente la conseguiría. Tal como dijo, sucedió, pero de El Pozo ni noticias.

Volví a Buenos Aires y llegó el invierno y faltó el gas y además del gas me empezaron a faltar personas, primero uno, después otro y por último vos. Y una tarde me iba caminando para el lado del parque con las manos en el bolsillo del frío que tenía y me freno en el primer puesto buscando nada y de no sé dónde le pregunto: “¿La novela El Pozo, de Onetti?”, sin usar verbo, buscando en la pregunta la posibilidad misma de que la novela no existiera. “Sí, ayer la vendí, pero creo que tengo otra copia en casa, ¿te la traigo?”

Lo miré, y la sensación debe ser parecida a ésa que nos ocurriría si nos enterásemos de que ganamos la lotería. No pude contenerme y le conté al vendedor todo lo que había hecho para conseguir ese libro, los casi cuatro años de búsqueda en dos países, las reediciones. Al mismo tiempo pensaba que el precio va de acuerdo a la desesperación, pero, contra mi pronóstico, me dijo un precio bajo, normal, digamos, como el de cualquier libro usado que no es muy pedido.

Al otro día volví, ansioso en este Buenos Aires ansioso. “Ah, hola, acá tengo tu libro”, me dijo el vendedor al tiempo que me alcanzaba una edición de Seix Barral en la que estaban El Pozo y Para un Tumba sin Nombre En la tapa hay un árbol todo verde, más bien la copa de ese árbol, y abajo en negritas aclara que el autor obtuvo el premio Cervantes. Le pagué y me fui.

Llegué a casa y comencé a leerlo con la extraña esperanza de que el texto me revelara algo, que los cuatro años de búsqueda habían escondido un sentido oculto. Leí sobre ese hombre que está en la habitación, mirando hacia fuera por una ventana. Cuando lo terminé, lo cerré y lo ubiqué en mi biblioteca, el primero a la izquierda donde están los otros libros de Onetti. Y no pasó nada más. El libro sigue allí, como ejemplo físico de algo que me mantuvo ocupado. Ahora es otra vez invierno y hace mucho frío y me compré un caloventor eléctrico así que si falta gas yo ni me voy a enterar. Con las otras cosas es más difícil, pero siempre uno se las termina arreglando de algún modo u otro.



Over.


sábado, 13 de febrero de 2010

Noticias desde el mundo real.

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Hoy apareció esta noticia en el diario de mayor circulación de la Argentina:


SANCION PARA DOS GUARDIAS PENITENCIARIOS

Dejaron a 2 detenidos y se fueron a una sesión de sexo oral


Por favor, lean la noticia, es de lo mejor que he leído en la década!!!



Pero eso no es todo. En esta misma semana sucedió algo más increíble.

El baterista de una banda de rock participó de un hecho confuso en el que la mujer se prendió fuego con alcohol. Al margen de ese tema, lo que se pudo ver en la tele fue algo descabellado:

Resulta que la policía allanó la casa del baterista y encontró una planta de marihuana. Total que cargaron la planta en el móvil policial y la llevaron detenida(!!!) Sí, señores, la planta iba parada en el asiento trasero, y las cámaras de televisión no paraban de filmarla. Eso sí, no hizo declaraciones.

Si no me creen, lean.

Otra causa por una planta de marihuana

En el mismo patrullero en que Eduardo Vázquez fue llevado al juzgado, la Policía transportó la planta de marihuana que le fue secuestrada el miércoles en su casa. "Le iniciaron otra causa, por posesión de estupefacientes -confirmó su defensor, Martín Gutiérrez-. Es claramente inusual que se exhiba un objeto secuestrado de esa forma. Es una falta de protección de la privacidad, y del mismo objeto secuestrado".

"Además, secuestraron una cannabis macho, que no tiene valor como estupefaciente y sólo sirve como elemento decorativo", precisó. En las plantas masculinas, el principio psicoactivo es escaso. "Se trató de instalar algo que es pretendidamente simbólico", agregó."



PD: Y no podía terminar mejor la historia. El abogado del baterista diciendo que se trataba de una planta macho, y que su propiedades psicoactivas eran muy bajas.

Y olé!


Over.

Pozo negro

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Todo el mundo busca una cabina de teléfono
una línea, algún tipo de cuerda para adherirse

Llueve, gotas perdidas y distantes que sacuden tus ojos

Memorias, aquellas memorias. Amor.
Amor, esa gaviota de tiempo,
esa blanca y cambiante gaviota

Ahora, yo. todo el mundo soy yo.
Mis sueños son la fiebre que forman tu cara
en la hora solitaria
En este vértigo apacible puedo fácilmente ver mi destino,
mis días.

Estoy buscanco una cabina de teléfono
Tú te has ido, los dados están en el aire.


Over.

viernes, 12 de febrero de 2010

Palabritas, y ahora qué?

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Cuando bajé la escalera, ya no estabas. Subí corriendo, tonto, y ya habían pasado mil años. Ahora no sé qué hacer, si subir o bajar, o quedarme quieto a la espera de que el mar me llegue hasta lo pies y limpie algo.




Over.

jueves, 11 de febrero de 2010

Pozo negro

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Enciendo la televisión,
veo que hay vida ahí afuera.
Pasa un rato.
Enseguida me pregunto:
qué es vida, qué es "ahí afuera"
qué es un rato que pasa.
Por eso soy quien soy,
estoy donde estoy,
y no muero en agosto.


Over.


PD: Yo digo la tele y vos el tele. Igual llueve.

martes, 9 de febrero de 2010

Nocturno



Nocturno Nº 7


Se ha cerrado el mundo,
A esta hora de cenizas, llega la realidad:
Un montón de acordes anidan la melodía
de huestes de amor de un solo lado.

Repites: sólo yo puedo amar, nada llega.
Se ha cerrado el mundo antes de tiempo,
la peli no se frena y sigue la función.
Cuál fue el error, te torturas: el guión,
la escena, el actor.

El eco se aproxima. Ya nada quieres oír.
Y está bien, todo tiene un límite.
Hasta la culpa tiene un límite. ¿o no?


Over.

Spinetta, Chico Buarque, aquí y el mundo



Debo no olvidarme de escribir sobre Spinetta alguna vez. Debo hacerlo arder en mi mente para que moleste a la madrugada. Cómo no voy a escribir sobre un tipo que canta: “Sigo mirando hacia ti”, donde todos cantan “Sigo mirándote”. La preposición, en este caso, es mágica.

O cuando dice: “Hoy me vuelo / de tantas caras / ¿No ves algo en el puente que se va? / Hola dulce viento / Veo claramente en ti / Eres como mi amiga que se va.

O que una canción se llame “Credulidad”, y todo entre a tempo y además sea hermosa.
Bah, no se puede dejar de escribir sobre un tipo que avisa: “además vos sos el sol / despacio también podés ser la luna”. ¿Se puede medir la belleza de decir que despacio también podés ser la luna?

Entre otras cosas – muchas otras cosas -, lo bueno de vivir en la periferia de lo que se da en llamar “mundo”, es que uno conoce a Spinetta y a Dylan. Cuando se vive en el centro, Spinetta no se conoce. Y así les va. En “mundo”, les aseguro que pocos conocen la dulzura de esta canción de Chico Buarque, que no es Spinetta, pero a mí, en este momento, me llega todo junto.

Valsa Brasileira

Vivia a te buscar
Porque pensando em ti
Corria contra o tempo

Eu descartava os dias

Em que não te vi
Como de um filme

A ação que não valeu

Rodava as horas pra trás

Roubava um pouquinho

E ajeitava o meu caminho

Pra encostar no teu

Subia na montanha

Não como anda um corpo
Mas um sentimento
Eu surpreendia o sol

Antes do sol raiar
Saltava as noites

Sem me refazer

E pela porta de trás
Da casa vazia

Eu ingressaria

E te veria

Confusa por me ver

Chegando assim
Mil dias antes de te conhecer

Impresionante este símbolo: “Descartar los días que no te vi como se descartan las escenas que no van en una peli”. Y ni hablar del final que no rebaja el deseo y por el contrario, lo acerca a una imagen poética de máxima altura: “Y por la puerta de atrás, de la casa vacía, yo entraría y te vería, confundida por verme, llegando así, mil días antes de conocerte.”







Over.

lunes, 8 de febrero de 2010

Pozo negro



Hinchada de miedos,
la noche exhala su oscuridad.


Over.

Tierra, puaj!








No sé nada, pero recuerdo el hotel rodeado de mar. Es increíble, o quizás esa palabra es menos grave de lo que parece. Hay que volver al mismo sitio tan pronto, tan lejos y con el mismo amor. Y encima, vos no estabas.

Todo leímos a John Berger. Pocos adoran sus poemas. Yo no. Pero el tipo escribió:

Soy escritor: mi escritura es al mismo tiempo un vínculo y una barrera (…) el acto de escribir no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe”

Lina perjuraba que eso de vínculo y barrera lo había leído en otra parte, aplicado a otra cosa. No importa, lo que dijo Berger alcanza. Aunque yo creo que no es para nada equilibrado, para mí es más una barrera que un vínculo.
¿No es un puente un vínculo y al mismo tiempo una barrera? Qué difícil.

Vos no estabas cuando volví al hotel, sereno de mar y lento de amor. No te extrañé, claro, porque ya te llevaba en los huesos. Como dijo Lina: tres o cuatro cosas, algunas personas, una canción, después vivir es alejarse y volver a lo mismo. La ilusión de trasladarse a algún sitio, hacia otra persona, otro amor. Zenó, la tortuga, y la gran siete



Over.

viernes, 5 de febrero de 2010

Palabritas, Nina and those little desires.




Noches que me siguen, significados, gramáticas, futile stuff al por mayor.

Tanto he deseado que "island" se pronunciara con la "s", hasta que aparece Iceland y me pongo tan contento, auqnue sepa que la isla y la tierra de hielo no son la misma cosa.

El mismo deseo de que "vase" se pronuncie como "base" y no como "bus," o que "Roosevelt" no lleve la schwa por ahí en medio. Sí, porque no se dice “rusvelt” sino algo como “rusavelt” (parecido, dije, no griten!)

Cómo no recordarla a Lina llamándome idiota intelectual, que no se puede hablar de deseo ante tales boberías. Pero lo mío es un deseo, chiquito y con miedo, agazapado en el Deseo, arropado de insensatez, y que tanto lo quiero.

Dicho de otro modo, el mismo temblor que surge de unir blue con el adverbio, y encima cantado por la gran Nina.

There'll be no one unless that someone is you
I intend to be independently blue

O me querés o te vas, simple.





Over

jueves, 4 de febrero de 2010

Pozo negro



Rugido de pez que agita la mar

de abajo hacia arriba
de arriba hacia abajo.
Gritos en ese tiempo lento
que es vivir bajo el agua.


Over.

Pozo negro



Al margen de tu doctorado

y la pena
de tu ridícula pose de sabiondo sin desayunar,
amerita este calor recordar tu vulgar humor
otra vez,
insistentemente precario y obsoleto,
el aletargado vaivén de tu lucidez,
la genial puesta en escena de tus desaires.

Amerita, dije,
porque suma estupor tu recuerdo, a la distancia
con todo lo que has perdido, aquí en mi mente
sobre la mesa y detrás del televisor.

Si acaso hubieses aprendido a silenciar tu amor
mientras bebías a la fuerza ese café negro,
demasiado adulto* y a escondidas de tu realidad.

Si acaso unieras a tus llaves la cifra del abandono.
Pobre diablo sin más fortuna que la heredada
A traspié del prestigio de la fama interesada

Nunca entendiste lo que es no deberle nada a nadie.
Nada a nadie.



*Adulto, el café, aclaro.



Over.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Dos en uno, dos no son uno, uno y vos.









Ya era tarde, y encima el calor tan degradante, pura injusticia, el gato y la coca-cola light.

Me cuenta: hoy tuve un paciente que me preguntaba sobre la evolución de su enfermedad, y quería saber si se iba a curar definitivamente. Pero antes de que le conteste, me dice: doctora, yo siento que no me voy a curar, y usted no me lo diría nunca, porque si me dijo que me iba a poner bien, no me puede mentir ahora. Así que si me dice que me voy a curar, no le voy a creer.

Me quedé absorta, qué tal la palabra, dice Ceci, como que me reí y el paciente se rió y yo lo único que le pude decir es: entonces no hay salida.

No hay salida, dijo Ceci, y yo repito: no hay salida. Un eco a destiempo nos equilibra casi absurdamente. No tan absurdo como el quimerismo, le arrojo.

Ceci ya me ve venir, me anticipa con dulzura, cara de maestra ante alumno curioso. El quimerismo es un mito médico, alucinante dirías vos, con una teoría muy convincente, te diría yo, pero un mito. ¿Un mate o un mito? Me pregunta sagaz.

Mate y no jaque, le respondo tontamente, y qué receptor se abre para abrigarte, Ceci, qué flor cerebral me obliga a no dejar de desearte. Yo no te pregunto nada, Ceci, porque me anticipás dulcemente y por algo callás. Por ese pueblo, alguien en ese pueblo, tu pueblo pasado y los años que jamás nos cruzaron.

Mate, Ceci. Mate.



Over.