sábado, 31 de mayo de 2008

Palabritas



Ni la edad ni los planes, más bien te diría que todo estaba conectado a tu poderoso arsenal contrasistema, y si me seguís preguntando, te sigo respondiendo que si te hubieras pegado ese tiro, esas quinientas mil pastillas, esas cartas, te seguiría creyendo, ciego a al sentido de las cosas. Quién te dice que no hubiésemos terminado siendo dos escarapelas que la costumbre nos clava al pecho los días patrios.
Entonces giro la pregunta, le saco compromiso, y ni te comento que al final sí me compré el libro de Deleuze, y vos también me creerías, porque la vida te abrió un agujero inmenso que no te merecías, pero las cosas no se merecen, ya ves cada uno que anda vivo por ahí, y no me olvido ni de una coma, era silencio tras silencio tras silencio y había tiempo para la esperanza de algo mejor, de algo que te saque de ese barro en el que cada vez te hundías más.



Over.




No es para pensarlo tanto. Ok, lo que pasa es que así no. Mmmhhh



Un hombre está con su mujer en la habitación y antes de salir se da cuenta de que no tiene el carnet de identidad. Lo empiezan a buscar en todos los sitios y nada. Un tanto nervioso, el hombre le dice a su mujer que irá a los lugares en los que estuvo antes de llegar a su hogar. La mujer se queda en la habitación y le dice que si lo llega a encontrar lo llama al móvil. El hombre recorre tres tiendas hasta que en la última, le dicen que sí, que lo habían encontrado en el piso. El hombre guarda el carnet, agradece y en eso suena el teléfono. Es la mujer que le dice que lo encontró, que el carnet estaba debajo de la cama.


Over.

viernes, 30 de mayo de 2008

Pozo negro



Que la palabra fusil
no dispara nada
Que la palabra luz
nada te hace ver
Que la palabra muerte
no muerde ni mata
Todo eso te escucho decir
Aterida por el miedo
a que el teléfono suene
y la voz te confirme
con hueca morosidad
hasta el último detalle.



Over.

Last time (last ima)


Ya, ya, no me cuentes mil veces lo de la chica que coleccionaba rencores ni del suicida que nunca se suicidaba. Otra vez dejamos de estar a la altura de las circunstancias, en esta romería del placer a plazos. Yo te hablo de otra cosa: es en la honda noche, cuando me sube tu ausencia hasta los dientes, cuando dejo que las horas de se quemen, solas. Son esos minutitos que se te meten en la sangre, hasta que el corazón los bombea al cerebro. No puedo dejar de sentir que tu recuerdo me deja el olor que tienen las casas deshabitadas, llenas de cosas inútiles que nadie acomoda.

Al libro de De Quincey todavía lo estoy rumiando, quizás haya elegido quedarme en medio de la traducción, y entender en inglés para no sentir en español. Lo cita a Samuel Johnson, reproduce las palabras del doctor: “No hacemos nada conscientemente por última vez sin tristeza en el corazón”. ¿Te das cuenta por qué no traduzco?


Over.


jueves, 29 de mayo de 2008

Plusvalía, sección áurea y todo muy mezclado. O no


Con ustedes, el número áureo:




\varphi = \frac{1 + \sqrt{5}}{2} \approx 1,618033988\,749\,894\,848\,204\, 586\,834\,365\,638\ ...


¿No le gusta? Le ofrezco lo siguiente, un perfecto rectángulo áureo:


Y como si esto fuera poco, Vincent al ataque, respetando el número de arriba:



Ahora, al ring.


Es fama que Karl Marx es el responsable de una concentración de teorías socioeconómicas que terminaron revolucionando políticamente al mundo. Digo “concentró” porque como casi todo gran filósofo o pensador, tuvo el talento de agrupar ideas dispersas y unirlas en un corpus sistematizado, más que descubrir una nueva interpretación de la realidad o del mundo. Bueno, de Platón para acá, digamos que todo el mundo hizo eso. Ok, en cuanto a Marx, uno de los conceptos que más gloria le ha deparado es el de plusvalía.

Aunque más sofisticada y profunda, podemos decir que la plusvalía es la diferencia de dinero que el empleado le deja al empleador sin poder recibir nada a cambio por esa suma. Si yo tengo un empleado al que le pago 100 pesos por ocho horas diarias durante veinte días al mes, y la ganancia de su producción resulta en 5000 pesos, deducimos que el empleador está ganando mucho dinero, o puesto de otro modo, el empleado está perdiendo como en la guerra. (por interpretar esto último, y por mucho menos, se cargaron a cientos de miles de seres humanos. Los tiempos cambiaron. O no.)

La teoría es mucho más larga y profunda. Mi intención es poder conectar el concepto de plusvalía con la zona o sección áurea y que todo quede lindo. A ver.

Cuando el producto de las tareas de un empleado no redunda en dinero ni ganancias, el concepto de plusvalía necesita una modificación. ¡Ejemplos! Bueno, pensemos en una persona cuyo trabajo consiste en pintar interiores de casas o bien mantener la limpieza de una escuela. Como es evidente, no hay una ganancia directa a partir de su trabajo. Aquí entra en juego el concepto de “comfort” o “placer”. Me da placer tener bien pintada de un cierto color mi casa, o entrar al aula y poder estudiar en un lugar limpio. ¿Cuánto vale ese placer? En el vaivén de la respuesta, trataré de insertar el concepto de “áureo”

Empiezo por este lado. La noción de lo áureo comenzó con Euclides y se ejemplificó en la geometría y la matemática. Para simplificar, existe un famoso número áureo que aplicado a la geometría nos da como resultado un “objeto” que aspira a la perfección. Se supone que esa representación, provocaría en nuestras emociones un preciso placer al contemplarla. Dada esta proporción, es en la pintura donde más se utiliza esta noción, y se presume que toda obra que se ajuste a la idea, termina por ser admirable.

Esto último no es tan así, y en lo que a mí respecta, hay un olor a fórmula mágica menos aplicable a la realidad que a la alquimia.

De todos modos, no deja de ser apasionante el estudio de esta particularidad. Ahora bien, y aquí viene lo arriesgado: Cómo demonios uno la plusvalía con la sección áurea. Pues bien, en mi involuntaria actividad sináptica, ambas ideas se mezclaron de tal modo que me hicieron afirmar que la relación entre un objeto, una tarea o una decisión con el costo, la ganancia o trabajo que implica, no obedece a arquetipo alguno. Hay en las emociones y en el principio de placer, un concepto inmensurable, intraansferible y fuera de toda posibilidad de tasación.

Cuando una persona accede a una propuesta, se ponen en juego demasiadas cuestiones como para esquematizarlas. Eso me lleva a un ejemplo más que burdo: Si en lugar de ahorrar una cantidad de dinero en un determinado tiempo, opto por comprarme una moto que gasta demasiado y anda lento, cuál es la fórmula que comprueba el error. Cuál es la vara que mide la postergación de un deseo para conseguir un resultado “mejor”, y cuál la que mide que la perentoriedad del cumplimiento no termina por revocar ese razonamiento. Cómo se mide estar bien o sentir el placer hoy a expensas de mañana o postergarlo con arreglo a lo que vendrá. Cómo se mide la lectura de un libro hoy, mañana o dentro de un mes.

Hay un entramado de culpas y balances que obnubilan nuestras decisiones. La Banca, la tele y la vecina del 4º “C” son ingredientes peligrosos a la hora de pegar el portazo. Hasta que llega el final de la película y cuando empiezan a subir los títulos nos damos cuenta de que las toxinas de la estafa ya envenenaron nuestra ilusión.

O algo así.



Over.


Pd: Uff!

miércoles, 28 de mayo de 2008

Pozo negro



Medallas y estampitas
en la hora oscura del tren,
las palabras marginadas
entre los ojos marginales
Pena y celoso miedo,
cerrados entre ustedes
Él se ira, de vagón en vagón,
vagabundo anestesiado.
Tú olvidaras, de viaje en viaje
la retórica del discurso
en la sala de fumadores
del antiguo local.
Él te seguirá mirando
callando y esperando
Con el atento filo
de un deseo sin respuesta



Over.




Breaking some glasses...


¡Tampoco es para tanto!


“Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”
. Protesto, la verdad puede perfectamente ser triste. Debe ser una de las frases más conocidas cuyo sentido es aprehendido por los oyentes y forzado a cambiar.

“Hoy el noble y el villano / el prohombre y el gusano / bailan y se dan la mano sin importarles la facha.” Protesto. Al gusano y al noble no hay que darles nunca la mano. Nunca. Si se les da, la fiesta es sólo de ellos.

“Valen más tres horas tuyas que un segundo mío / Me siento muy mal cuando te has ido,” Protesto. Justamente es al revés, vale más un segundo de ella que tres horas de uno. No tiene sentido alguno. Peor, el sentido parece un ejercicio de altivez.


Over.


PD: Francois, me llegó el disco de Diabologum. No entiendo nada. Rien de rien!!!

martes, 27 de mayo de 2008

Pozo negro



Periférico soplido
Soplido y silencio
Púdico silencio
Tapiz y gloria

Silencio el tapiz
El eco la gloria

El eco en el centro
El vals de tu centro
Cómo decírtelo,
Si te quedas aquí
un minuto más,
nunca sabrás el final
de la película



Over.




Papa papa papa



La cosa es un poco así. Imagínese que usted vive en un pueblo que produce maíz, trigo, carne y papas. Imagínese que un buen día llega un hombre y le dice que quiere cien toneladas de papa. Ud., que me olvidé decirle que es productor de papa, hace cuentas y ve que sólo se logran 50 toneladas por cosecha. Ud. piensa. Le habla al hombre que vino por las cien toneladas y le dice que sólo tiene cincuenta, pero que le puede conseguir otras cincuenta en un par de meses. Se arma la reunión del pueblo. Hay que producir más papas porque están vendidas antes de empezar. Como en el pueblo son todos buenos y se quieren, deciden quién cultiva el resto de papas, y que ese dinero se reparta con aquel que produce carne trigo o maíz y así no pierda. Todos contentos.

¿Me sigue? Sí, ya sé, lo primero que dirá es que eso de que todos se quieran no funciona nunca. Y si lo hacemos por ley y obligamos, el dueño del circo termina pasándose de la raya y peor el remedio que la enfermedad. Está bien, lo entiendo, pero le pido que me acompañe un poco más.

Estábamos en el pueblo, vendiendo papas a lo loco y todos contentos. Ahora vuelve aquel hombre y le pide 500 toneladas de papa. Ud. recuerda a su padre que le dijo, no pongas todos los huevos en la misma canasta. Otra vez se juntan todos en el pueblo y piensan que lo que produzcan lo tienen vendido, pero como es riesgoso venderle sólo a un hombre , lo mejor es aumentar el precio y estar cubiertos. Hacen las cuentas y todo el mundo se pone tan contento que empieza a imaginar una vida mucho mejor. Desde ya que se planea la construcción de la papa de oro en la entrada del pueblo. El hombre vuelve, compra, y le dice que el año que viene quiere 600 toneladas. Y así sigue el juego.

Bien, si me toleró hasta aquí, sólo queda un poquito más. Ud me preguntará, quién demonios es ese hombre. Bueno, ese hombre es un especulador, que se junta con digamos, diez o doce más como él, y se compran casi toda la papa que hay en el mundo. Como la tienen ellos, la venden a lo que quieren. Pero cuidado, empiezan muy despacito, la venden hoy a 1 peso, mañana a 1,10.-, pasado a 1,15 y así hasta que crean el espiral del aumento y la especulación en la mente de otros que se creen inteligentes pero sólo les hacen el caldo gordo. Así, estos últimos (los que se creen inteligentes) empiezan a decir, en sus reuniones en el club hípico, que la papa va a aumentar, que conviene comprar hoy y vender en un mes. Es decir, estamos ante la especulación al cuadrado. La raíz se fortaleció y empieza a dar frutos por sí sola.

¿Quién gana? El hombre y sus doce amigos y alguno que otro del club hípico. Nuestro especulador corrompió todo el sistema comercial del mundo. Y Ud me dirá, cómo se detiene esto. Y bueno, a ese hombre no le deben permitir hacer lo que hace, para eso está la política y la justicia. No, no se ría, si los organismos internacionales evitan esta situación, se pueden regular las acciones de los privados.

Si un sistema se basa en la cantidad de dinero, el que más tiene, más gana, pero necesariamente esa diferencia debe provenir de otro que tiene menos. Así funciona el neoliberalismo en la práctica, fogoneado por el capitalismo pertinaz. Nada va a cambiar nunca. Si Ud trabaja para tener más dinero, se convierte, aún sin quererlo, en soldadito del hombre que compra papas. Y lo peor de todo es que lo que en un momento fueron las divisas o el petróleo, hoy en día ya llegó a los alimentos. Se tocó el último bastión de decencia, traficar con la comida de la gente. De tu hijo, mi amor, y el de tu amiga y el del señor de la esquina. Es decir, no hay salida pacífica. Si el proletario acaba con el burgués, la clase única es una utopía. Hay que matar o morir. O comprarse un libro de Sydney Sheldon. Y hablando de “Sydney”, hoy, 27/05/2008, murió Pollack, Sydney Pollack.



Over.




lunes, 26 de mayo de 2008

Pozo negro



Todo lo que quieras:
El atlántico ida y vuelta
Las cartas a destiempo
El señuelo del tiempo
que nos desarma
Las horas que nos desaman
Somos el puente y el abismo
asociados al País,
cargados de días sin deseo
Ok, todo lo que quieras,
pero vos sos siempre alguien
a las dos de la mañana,
llamando porque no podés más,
¿te das cuenta?



Over.




sábado, 24 de mayo de 2008

Microcuento en el cementerio al català!

Microconte al cementiri:

Una dona pàlida, de cabells negres, llargs i cansats, asseguda a la vora de la pedra, acaronant un gat. Negre, òbviament.

(Una mujer pálida, de cabellos negros, largos y cansados, sentada al borde de una piedra, acariciando un gato. Negro, obviamente.)


Gràcies
, Gloria por la traducción al catalán. No sé por qué, no me pregunten, pero suena mejor en ese idioma. Quizás por el sonido que se sostiene en "acaronant", por la "dona", no sé. No sé.

Petons y fins aviat, petita escuma catalana!



Over.


viernes, 23 de mayo de 2008

Pozo negro


Intentó decirle todo, desde dar lástima hasta la indiferencia. Ella sabía bien que tarde o temprano las cosas terminarían así. Mal. Cada gesto, respuesta y acto, no eran más que una línea recta hacia un único lugar. Pero cómo combatir la ilusión del milagro. Estadísticas, experiencias, datos. Estadísticas. Psicólogos, parapsicólogos, para psicólogos, brujos y vudú. El todo vale en las seis caras. Todos juegan. Menos ella. Ella sabía bien que más temprano que tarde, las cosas terminarían así. Mal. "Ahora me duele", me dice. “Todo hombre se parece a su dolor”, le digo que dijo Malraux. Yo soy mujer, quizás no valga para mí”, me dice y se sonríe. Me sonrío.



Over.



Baja el sol

Ahora, el sol suburbano es una tímida línea que no alcanza tu rostro. Ves ahí, detrás de la ventana, la bruma que sube en forma de gotitas que se pegan al vidrio. Hace tiempo que sospechás que la oscuridad tiene dientes torpes. La tristeza llegó a tus ojos y el día se desarma en horas vencidas. No querés oír lo que pensás porque te da miedo entender, porque sabés que siempre te respondés lo mismo y que ese túnel te devuelve a la pregunta y de ahí a la respuesta y al mareo otra vez. Escuchar tangos es otra forma de esa repetición, una línea paralela que pone en duda todo límite. Va sonando: “...con el gesto de quien se ha muerto mucho”. Lo escuchás y ya no pensás que detrás de tanta muerte viene cierta resurrección, es como si al volver dejaras una parte para siempre. “No deberías haber vuelto”, te dicen y vos entendés que están equivocados, que en realidad nunca volviste y que por ahí pasa todo. Y ahora, mientras tus ojos no ven en la penumbra, mientras te alcanza la telaraña de lo que fuiste, mientras la cicatriz de una herida incierta te propone un pacto, justo en ese momento recibís la carta. Te gustaría tanto no entenderla, que hubiese cierta aproximación a una esperanza vedada. No te llega nada de eso. Es claro.

Estoy sólo y hoy a la noche me van a matar. Me siento sólo aunque miles de hombres y mujeres encuentren en mi nombre el mismo significado que en coraje, valentía, honestidad. Me siento sólo porque llueve y escucho los golpes de las gotas sobre las hojas de esta selva inmemorial. Sé que hoy a la noche terminarán mis días. Sé que habrá una emboscada, y no puedo evitarla, no puedo salvarme hoy. Mi lucha cobra sentido con mi muerte a manos del tirano. Me río cuando pienso en eso. He peleado tanto por mi pellejo, tanto desde aquel día en que nos reunimos por primera vez. Ahora creo que a esos hombres los movía el hambre y no la justicia. Yo hablaba de derechos, de reivindicaciones, de tierras robadas, pero sólo a unos pocos se le encendían los ojos. Yo venía de la universidad, de viajes ridículos, agobiado por una sociedad que hablaba de igualdad en las mesas de los restaurantes más refinados. Eso era todo una mierda de la que yo también me alimentaba. Y hoy, así nomás, me van a matar. Espero que todo siga, que se demuestre que el perro muere pero la rabia sigue bien viva.

Me tienen miedo, lo sé, saben que organizo la furia, y por fin se deciden a borrarme. Yo también tengo miedo, pero no por estos rufianes chapuceros que sólo les divierte mostrarle su poder a las esposas gordas y feas que tienen. Envalentonarse frente a prostitutas que sólo quieren el dinero. Tengo miedo porque la desesperación es una tensión que hay que saberla controlar. Sé que muchos serán comprados. Que antes no lo hicieron porque creían. Hoy me van a matar y debo dejar que lo hagan. Podría quedarme en casa, en esta húmeda habitación que huele a lluvia y coraje. Podría desaparecer un tiempo y no me encontrarían. Pero no, debo encontrarme con el tirano para hablar sobre el pacto. Debo sumarme al show para que después me disparen. Bueno, supongo que serán tiros. En estas últimas horas te escribo a ti, amigo, que te has vuelto, (¿De veras has podido volver?). No te juzgo, ya lo hemos hablado antes, y quizás dudes de lo que escriba ahora, pero hay veces que me surca cierta envidia por las venas. No voy a negarte que al verte ir con la misma sucia ropa con la que llegaste, entre el inmenso odio que acercabas hasta mí, parte del desdén se desteñía en ganas de acompañarte. Pero no. Yo había empezado esto y no podía hacerlo. Sé que dejo organizado todo el sur, como habíamos planeado, y que el norte parece a punto de ceder. Eso me tiene preocupado. Es lo único que me hace dudar. Hoy hablaremos de las tierras altas, de los impuestos y la desmilitarización. Está todo eso de la presión internacional, del mundo que pone los ojos en todo esto y que no pueden dejar de cumplir. Amigo, debo decirte que no creo en nada. Sí, ya sé que fui yo el que te convenció de que no era así, pero a nadie le importa nada, me van a matar y yo muero así, seco, triste y abatido. No porque la lucha no haya servido de nada, no es eso. Siento que llegamos hasta donde quieren que lleguemos. Quizás borrarnos a todos con una bomba signifique menos dinero, simplemente eso. La gente está bien anestesiada con el comfort, las cuotas para todo, esa inservible clase media que gobierna porque es dócil y fácilmente gobernable, entiendes, les ponen la zanahoria cada vez más cerca y ahí van, tan idiotas parecen. Por otro lado están los intelectuales que tienen profundos fundamentos para todo. Es que estudian para eso, para que la culpa no los levante a la noche y les exprima el cuello. Su “lucha” es desde la palabra, y hablan de mí, de mi ideología, pero qué ideología, hace más de quince años que no pienso en nada, que voy cuidándome el culo cada dos pasos. Estoy pensando en el mundo, en todas esas hojas llenas de sangre falsa. Yo vi morir, aquí, en medio de mis brazos, hombres y mujeres que peleaban por un pan menos duro, eso sólo. Amigo, me van a matar esta noche, y como te dije antes, siento que es la única manera de saber si esto sigue. ¿Me preguntas en qué pienso? Bien, te lo diré. Estoy solo y eso me descompone. Me gustaría despedir a alguien. Siento sus manos aún, calientes sobre mi rostro mientras se apagaba. Cuando la conocí pensábamos en comprar una casa barata en el campo. Ella escribía bien, ¿no? Tú la recuerdas bien, te gustaban los poemas. Eso de: “dejar que el sol descanse y no asustarlo”, decía algo así, creo, que en el campo uno no asusta al sol, qué hermoso. Me va a matar la misma mano que la mató a ella. No siento que nos haya ganado. Es lo que te dije, es la única manera de saber qué será de todo esto. A mí me llegan otras imágenes. El día que la conocí en la playa, mientras hablaba del fuego, tiritando, yo ya la quería, te lo juro. Sigue lloviendo y no para, me voy con esta agua eterna, y te dejo estas palabras que ojalá lleguen a tus ojos. Adiós amigo, espero que no me duela, que sea rápido, ¿y a ti?, ¿A ti te duele algo?”

En el campo no se asusta al sol”. Estás en la ciudad, llena de letreros que indican todo. Quién se puede perder en tu ciudad. Vas hasta la ventana y te parece escuchar la descarga. Tenés la parca sensación de que nunca dejarás de escucharla. Todos los días, y el sol no tendrá descanso. ¿A ti te duele algo?


Over.

Vendaval




Entre otras cosas, las razones por las cuales una aseguradora de coche o vivienda no hace efectivo el pago es ante un "vendaval".
Yo supongo que debe de estar bien estipulado el significado de tal palabra. Porque convengamos que cuando yo te digo: afuera hay un vendaval, cualquiera se imagina mucho viento y lluvia, y no creo que la señorita de la compañía de seguros nos diga: Señor, lamentablemente no pagaremos la destrucción de su coche porque hubo mucho viento y lluvia. Acá hay algo raro, supuse, y busqué la definición de vendaval. Rescato dos descripciones imperdibles:

Vendaval: (Dicionario Espasa-Calpe – 2005) m. Viento fuerte que no llega a ser temporal declarado, en especial el que sopla del Sur, con tendencia al Oeste. Ej: “el vendaval derribó varias tejas.
Vendaval: Se llama así a los vientos cuya velocidad oscila entre los 51 y 87 km/h. En la Escala de Beaufort se le otorgan 3 niveles: casi vendaval o viento fuerte, vendaval y vendaval fuerte.

Sí, sí, no podemos esperar a conocer esa escala . Señores, con ustedes la “Escala de Beaufort”:

Escala formulada por el almirante inglés, sir Francis Beaufort, en 1806 y utilizada universalmente por marineros y meteorólogos para medir la fuerza del viento.
Basada en el estado del mar y de sus olas, está graduada de 0 a 12 y a cada uno de los números corresponde una determinada gama de velocidades horarias que se consideran en función de los efectos apreciables sobre las cosas.

Ahora bien, ya sabido todo esto, también nos enteramos de que hay diferentes clases de vendaval: Viento fuerte, vendaval duro, y vendaval muy duro con vientos muy fuertes. Con arreglo a la escala antedicha, cada una de las variantes tiene que ver con la velocidad del viento y el estado del mar.


Ahora ya lo sabe.

PD: Y para terminar con esta enumeración de inutilidades, declaro no conocer a NADIE (me incluyo, aunque este paréntesis sea redundante o un pleonasmo, porque "nadie" no me puede excluir, debería aclararlo, sin dejar de notar que este paréntesis se hizo demasiado largo y debo recomenzar.) No conozco a NADIE que use la palabra “enervar” de acuerdo a su significado. Para sorpresa de quien me lee, “enervar” significa “calmar”, es decir, todo lo contrario a su uso. Si no me cree busque un diccionario y corrobore. Y vuelva y me lo dice. Ahora bien, lo curioso es que esta palabra siga existiendo en el diccionario, definida para un uso completamente opuesto. Porque nadie, digo: NADIE, lo usa como “estar calmado”. ¿Estamos?


Over

jueves, 22 de mayo de 2008

Nunca.


Si ya lo sabíamos. Si ya nos habían avisado que después de los abrazos no nos veríamos nunca más. Si antes de poner un pie en el lugar, vino el tipo ese que tenía los dientes amarillos y lo dejó bien clarito: esto se termina a fin de año, no se hagan ilusiones. No dijo:”ilusiones”. Yo recuerdo “ilusiones”. Fumaba como un hijo de puta ese tipo. Y estaba caliente con las chicas, viejo de mierda.
Mierda, si ya sabíamos los detalles no sé por qué ahora me vienen con toda esta idea de la memoria y los viejos tiempos. Si ya nos habían avisado los que se habían ido antes: no dura más de algunas horas, después se va todo a la mierda como un globo sin atar. Me imaginé esa escena: el globo haciendo prrrr y volando sin control. Eso pasó, nos quedamos sin control. El único problema con el descontrol es el freno. El freno y que dependés demasiado de la suerte. Eso no es bueno. Yo viví todo, el abrazo y lo que dijo el viejo de mierda. Todos tenían razón. Yo nunca les quise creer. Nunca quiero creer. Nunca.


Over.

Everybody lies!




Foreman: Para tratar pacientes nos hicimos médicos.
House:
No, para tratar enfermedades somos médicos. Tratar pacientes es el inconveniente de esta profesión.

House:
¿Ha usado el inhalador?
Madre del niño:
No, hace días que no. Como tiene 10 años, me preocupaba que tomase un medicamento tan fuerte tan a menudo.
House:
Puede que a su medico también le preocupara cuando se lo recetó, lo habrá hecho para paliar el nocivo efecto de no respirar. Los niños se acostumbran al oxígeno y luego no hay quien se lo quite.

Paciente: "Quiero morir con un poco de dignidad."
House: Eso no existe. Los cuerpos se deterioran; a veces a los noventa, a veces antes de nacer; pero siempre sucede sin un atisbo de dignidad. Tanto si no puedes andar, ver o limpiarte el culo, siempre es horrendo, siempre… No se puede morir con dignidad, se vive con ella.


Monja: "La hermana cree en cosas que no existen."
House: "¿Eso no es un requisito indispensable en su oficio?"

(Dr House a una monja) " Seguro que tienes mucha fé en Dios, pero a que miras a los lados al cruzar la calle "

House: "No le funciona el hígado. Si no obtiene uno nuevo pronto morirá."
Padre del paciente: "¿Qué significa eso?"
House: "Que está sano. Se puede ir a casa."

House: Es una equación simple, más dolor más píldoras.

¿Qué más?




Over.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Pozo negro



Baja tu pulso
Bajamar
Vas a soñarme otra vez.
Inútil, te cuido y rezo:
Que tu sueño no se caiga de la noche
Que no regreses al mar
con tus candados y amuletos.
Que nuestro pacto de sangre
no coagule en el olvido.
Que no vuelvas al vértigo de memoria y cenizas
Que no vuelva el rencor a intoxicar tu risa.
Que tu coartada moral se te incendie de repente.
Que el fuego elija,
y que así sea.



Over.

¡La suerte no llueve, viejo!

“La suerte no llueve, viejo”, le dijeron antes de volver aquella noche. Aquella noche. No volver, si tan sólo fuera no volver, pero es llegar, llegar es el problema, abrir la puerta, encender la luz, mirar para atrás, cerrar. Cerrar.

“La suerte no llueve, viejo”, le dijeron aquella noche. Porque la historia empezaba antes, mucho antes, sin darse cuenta, todo. Al principio había sido un ojo que ciegamente rastreaba la oscuridad, registrando, inútil, algún resto de luz. Después de un tiempo, fueron los dos ojos, los oídos, la luz, el cigarrillo. Hasta que rara vez dejara de atestiguar el cierre de la noche, la luz, la luz que lo protegía. Se sentaba en el sillón del living y frenaba la mirada en la puerta. La sombra encendía la conspiración de ruidos.

Una noche de calor oscuro lo sacó de la cama y lo llevó hasta el balcón. La madrugada había vaciado la calle. Buscó un cigarrillo y antes de encenderlo pensó en salir. Mientras elegía una camisa, jamás reparó en lo extraordinario de su actitud. Caminó hacia la avenida, pero una cuadra antes decidió regresar. Por momentos, la noche era sepia; de repente se volvía azul; de repente, miedo. Alguien lo miraba, íntimamente sentía que alguien seguía sus movimientos. Apuró el paso. Corrió. Llegó a su casa y cerró la puerta con llave. A los dos días fue lo de la suerte. Él quiso contradecirlo, asegurar que estaba equivocado, que lo que justamente hace la suerte es llover. La nada como escenario abierto. La certeza es lo cerrado. Siempre. No lo dijo. Volvió a su casa.

Sentado en el sillón. En la madrugada los sonidos eran otros. La mesa de madera murmuraba un quejido seco y pesado, una especie de toc-poc, tic-poc. La lámpara de pie deslizaba una melodía dulce. El sillón de la derecha repetía un sonido monótono que súbitamente se debilitaba hasta anularse. También las cosas abrían otras posibilidades. Los zapatos eran grandes bocas ansiosas de tragarse lo que encontraran a su paso, grandes bocas ahogadas. La canilla de la cocina era un cogote de gallina, de ganso, que se replegaba, que amenazaba con vomitar en cualquier momento. No. Era un extenso ojo que lloraba intermitentemente. Y también el miedo. Estaba el miedo todo el tiempo. La puerta. La puerta se abriría de una patada, se desplomaría. También podía ser el sigilo de una ganzúa. Había ruidos en el pasillo. Estaban decidiendo, evaluando cómo, cuándo. Cuándo.

“La suerte no llueve, viejo”, pero insistía, no era así, el azar se burla de las tramperas, de los ritos. Más bien trabaja en el descuido, ahí, fuera del alcance de la mirada. La suerte como exactas coordenadas que ningún soborno o embrujo descubren antes de tiempo

El hombre se detuvo en la ventana. Toda la luz de la noche lo estiraba en una sombra flaca e indefinida. El humo del cigarrillo le abrazaba los dedos, las manos, el antebrazo, y allá abajo se iba formando un charquito de ceniza casi con prolijidad. Recorrió los edificios, la cúpula de la catedral, la avenida, los árboles de otro color, la vana luz que los iluminaba, las ventanas apagadas, las ventanas encendidas, el rumor a sueño que ofrecía la ciudad. Se dio vuelta. El cigarrillo se había perdido. La puerta, el picaporte, la traba, las llaves, los ruidos, el miedo, los golpes. Bajó la mirada. Se dejó recorrer por imágenes que regresaban. El pasado le trepó por la espalda y lo fue acariciando. Levantó la mirada. Decidió que ya era tiempo de abrir la puerta.



Over.

martes, 20 de mayo de 2008

Ya!






En este preciso instante, incógnito y pasajero, fijo y secreto, miles de millones de reacciones químicas entrelazan una idea: Ya. Diásporas de un secreto destrozado, animales del odio y la desobediencia, anulaciones y correcciones, todo y la idea: Ya.

Corre el ómnibus para no llegar tarde, para que el viaje sea más tranquilo, para aprovechar el día y poder deslizarse hasta el final, y correr el próximo ómnibus para no llegar tarde a casa, un poco de televisión, el olor a milanesas en toda la cocina, el beso tan reparador de la esposa que antes fue a quejarse a la compañía telefónica porque no hay tono, y la señorita “Buenas tardes, en que puedo ayudarla”, le insiste que sólo puede hacerlo el titular, y la esposa se llena de orgullo y “¿Usted se cree que el titular puede venir en estos horarios? Viene cansado de trabajar y apenas si tiene tiempo de cenar.” Y la señorita le sonríe y le dice que la entiende pero que ella no puede hacer nada, y ahí, en ese momento, se da cuenta de que su impotencia parece felicidad. Ella, toda flamante con su libertad del orden nueve a cinco, sabe que tendrá tono, que volverá a su casa, rápido para que no se vaya el tren de las cinco y media, y tener un viaje tranquilo, con el librito que dicen que está bueno, llegará a su casa y levantará el teléfono y tendrá tono, y la mujer, pobre mujer, que encima tiene la desgracia de que su esposo “apenas si tiene tiempo de cenar”, esa mujer volverá cifrada en su sueño, y algo que rápidamente olvidará, le hace entender que el orgullo parece desgracia. “Señora, qué culpa tengo yo de que usted tenga esa desgracia.” El librito sigue en la página treinta y dos, clavado y dormido, y la señorita que al otro día “Buenas tardes, en que puedo ayudarla”, no ha oído eso de que el trabajo es muchas veces una imposición social, que la dignidad que implica ganarse el pan está tasada y urdida muchas veces por el emblema de la indignidad, “Ya busco el expediente, aguarde un segundo, por favor”. Esperar, la vida entendida como restos del olvido, fichas de la espera para el juego de la memoria, la unión de los cuerpos a la hora del recuerdo, o la vida de supermercado los sábados por la tarde, el domingo de mate, los lunes del otra vez lo mismo, hasta el próximo viernes por la mañana en que la esperanza de la tregua se estrella contra el sábado a la tarde, y así. La señora o el señor, frente a una ventana que los mira y los detiene, los observa, los recorre hasta que les hace venir esa conclusión de que quizás sería mejor otra cosa, entender que se les ha ido todo entre los preparativos de la boda y la luna de miel que no quiere salir por las noches, que eso de que es mejor llegar acompañado a las fiestas, “pobre Ricardo, debe sentirse muy solo, aunque no lo diga, pobre, ¿lo invitamos a cenar el sábado?” Todo ese escudo que se destroza frente a la ventana. “¿Comemos carne hoy?” El espiral sin freno. No lo querés pensar, sólo un pensamiento, ya, la vida ya, pero va a pasar, el domingo, mientras comemos la tarta de manzana, se lo digo, se lo propongo. Qué importa, ya se va a terminar, ya va a detenerse, contra algo va a detenerse. Contra vos. El freno, vos. Siempre.


Over.

No muchos. Está bien.



A nadie interesa. A pocos. Sé de una chica que vivía en Rosario, y de un chico que aún vive en Buenos Aires. Somos tres. Debemos de ser muchos más. No muchos. Está bien. Pero el plural de brother es brethern si nos referimos a congregación de hermanos.
Y en Australia, se suele hablar sin el diptongo /ei/, por lo que “day”, se pronuncia como en “night”, y de ahí el famoso dicho “what a nice day to die tonight”.
Y si quiero decir “una corbata con el nudo hecho”, la tengo simple y digo “a knotted tie”, porque “una corbata anudada” no-se-di-ce.
Y “spleen” significa bazo, órgano en donde los antiguos griegos suponían que se creaban los humos que producían la melancolía. Por lo tanto, spleen, aunque arcaico o poético, también significa melancolía.
Y “aquí se come bien”, se dice “one eats well here”, que no suena igual, que no es igual, no. Cómo enseñar todas las posibilidades del “se” en español. Claro, cómo explicar que la mesa es “femenino” y el sillón es “masculino”. Qué hermoso disparate. Eso y que rosa y rosa parecen lo mismo pero sería rose y pink, porque hay rosas rojas, o blancas.
Y que “de nada” en catalán se dice “de res”, cuando “res” significa “cosa”, como en “res cogitant”, y que al parecer, allá por los comienzos del catalán, se decía “de no res”, lo cual suena más entendible. Pero eso es otra cosa. El catalán es otra cosa.



Over.

lunes, 19 de mayo de 2008

Siempre Pessoa





De la irregular Lisboa que sube y baja, como Barcelona o la Cumbrecita, me llegan las suaves horas de la tarde, ignorantes de griteríos y música. Malhumoradas caras de los que atienden a esa hora y a cualquiera. El Porco à Alentejana y barrio alto y esa sensación de nostalgia insoluble que el Tejo irradia sin esfuerzo. Eso y el rastro imposible de una noche que se hizo injustamente larga en medio del amor.
Mucho más también, pero ahora todo lo cubre Pessoa, cuatro veces Pessoa. Uno esas calles y su andar detenido en las pocas fotos vistas. Tendría que decir mucho más, escribirlo, fijarlo, anularlo. Me salvan estas líneas de Alberto Caeiro:


Cuando, Lidia, venga nuestro otoño
con el invierno que hay en él, reservemos
Un pensamiento, no para la futura
primavera, que es de otros,
ni para el estío, para el que estaremos muertos,
sino para lo que queda de lo que pasa
el amarillo actual que las hojas viven
y las vuelve diferente.


Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que estemos.

Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que vivamos. Todo es ajeno
y no habla nuestra lengua.
Construyamos con nosotros mismos el retiro
donde escondernos, tímidos ante el insulto
del tumulto del mundo
¿Qué quiere el amor más que no ser de los demás?
Como un secreto pronunciado entre misterios,
sea sagrado por nuestro.


Over.

Pozo negro



Indultado por el alcohol,
me atrevo a ensuciarte
con avara elegancia y
los ojos ajenos entre nosotros.
Creo que algo forman tus palabras:
una idea o un insulto.
Quizás una explicación.
No es que no te oiga, no,
es que a esta hora, con tanta lluvia,
la noche ya no negocia símbolos



Over.

Cuento a la brasilera



Mercé Rodoreda cometió el error de prologar su novela, La Plaça del Diamant. Digo error, porque allí se puede leer que, según la opinión de la autora, es más fácil escribir un cuento que una novela. E insisto con la equivocación porque una vez conocida esa afirmación, me negué a leer la novela. Dicen que es buena, y eso me fastidia, pero quizás sea por mi edad (por viejo o por joven), que hay ciertas cosas que no tolero.

Lo del cuento como “sistema cerrado” o “campo minado” es una definición acertada y corriente. Todo el mundo sabe que un cuento debe atender tanto a la economía como al argumento. Es un error pensar que un cuento tiene un supuesto límite en su extensión, hablando de cantidad de páginas. Esta forma literaria acude a principios bien delimitados, y si me apuran y me fuerzan a resumir la cosa, digo que hablamos de una historia simple, de personajes poco descriptos, con un principio y un final decisivos, y con la determinada misión de que los cabos sueltos sirvan para escalar hacia lo no dicho o callado.

No hablaría de “fácil” o “difícil”, pero sí de la necesidad de tener menos tiempo para decir algo. Puesto así, la poesía es mucho más compleja que una novela, ya que sólo disponemos de un puñado de palabras para establecer una estética, un significado o una forma de la belleza.

Puesto de otro modo: a una cierta distancia, todo el mundo termina acertándole al centro del tablero. Rodoredá parece hacer referencia a la idea de alejar el objetivo cuando el punto está en la cantidad de dardos provistos.

Ya descargada la munición gruesa, sólo agregaré algunas palabras a un magnífico libro que fuera editado en el 2005. Se trata de una antología del cuento brasilero y corresponde a la serie “vereda tropical”.

Parece inverosímil que en Argentina casi se desconozca la producción literaria brasilera. Fuera de los íconos de la bossa nova y algún que otro autor, la popularidad de su literatura no es de ninguna manera la que debería ser. ¿Razones? Sí, el idioma, pero más que ese salvable obstáculo, no es otra que la unidireccional mirada europea que aún hoy se posa en el lector argentino, la más clara responsable de esta ignorancia.

Por suerte, la editorial Corregidor se decidió a dar un impulso al conocimiento de la literatura brasilera.

En el libro de referencia, cuyo contenido promedia el alto nivel, hay tres autores que se destacan:

Murilo Rubião, autor de “El Bloqueo” (O Bloqueio), nos mete de las narices en un ambiente kafkiano atravesado por un Cortázar o un Bioy Casares con ese famoso cuento que sin querer se plagiaron sin saber. Un hombre escondido en un departamento, escucha fuertes ruidos durante la noche, y al intentar salir, se da cuenta que están demoliendo el edificio lentamente. EL portero le dice que es normal y que ya pronto terminará. Oprimido por una inminente decisión, el hombre debe animarse a abrir la puerta para enfrentar a la máquina destructora que viene por él. Sencillamente, estupendo.

También está Silvano Santiago, con un cuento sobre la discriminación y segregación en los Estados Unidos. Justamente Santiago, el autor de En Libertad, novela clave que también pude leer en esta serie.

Por último quiero destacar el cuento “Algo urgentemente”, de João Gilberto Noll, cuyo rostro llegó al mundo en 1946, más precisamente en Porto Alegre. Ya la breve descripción de su persona que acompaña a cada cuento contiene un dato curioso. Copio: “…Luego de algunos vaivenes, finaliza sus estudios de Letras en 1979” Maldad de la biógrafa o destreza para informarnos, pero esos “vaivenes” nos preocupan.

El cuento es sobre un niño que vive sólo junto a su padre, hasta que éste último desaparece y el niño llevado a un colegio como pupilo. Un día, el padre vuelve y se lo lleva a Río. Se vuelve a ir para finalmente volver y vivir sus últimos días. El niño ya es un adolescente. Sin demorarse en los avatares del abandono y la paternidad, el cuento traduce en velocidad el frío y desencantado hecho de crecer. Pero hay algo mucho más allá de esta opinión. El autor pone en boca del personaje palabras fulminantes: “No sé qué, pero siento que debo hacer algo urgentemente.” Imponente.

Over.

sábado, 17 de mayo de 2008

Palabras, paraules, paroles...¿mots?¿words?



En cuanto al lenguaje, yo tengo una mirada leibniziana, si se quiere, aunque redimida de especulaciones filosóficas, si se quiere también. Acordemos que no existen palabras sin letras, así que olvidando la sutileza, podemos afirmar que toda palabra está compuesta por una o más letras, (arrojo este título a la leonera: “La palabra sin letras”). Cuántas palabras pueden existir en la lengua española. No, camaradas, no son infinitas, pero si llegáramos a la cuenta, sería bajísimo el porcentaje necesario para que todo siga andando y yo pueda decir con palabras que me duele la cabeza y gracias a dios que ya existe el ibuprofeno.

Pero volviendo a Leibniz, es mi certeza que de todas las palabras posibles, las que usamos son las mejores. Y no me refiero a una cuestión estética ni etimológica, sino que concibo una idea fonológica, y de elección por impacto auditivo o escrito. A ver, acudamos a la palabra “silla”. Cualquier unión de letras podría significar lo mismo, podríamos convenir que de ahora en más, el objeto “silla” sea simbolizado por la palabra “litra”. Pero no funciona así, y evidentemente, según creo, hay en la unión de la s con la i con la ll y con la a, en el orden conocido, una correspondencia con nuestra mejor elección. De alguna manera, el sonido que conforma la pronunciación de esa palabra, y el impacto visual que provoca su escritura, satisface minuciosamente nuestro deseo de que sea así y no de otro modo, la simbolización del objeto en cuestión.

También bajo mi responsabilidad, estoy persuadido de que los cambios o adaptaciones que se van generando en los idiomas, no son más que la perfectibilidad del vocablo o símbolo elegido. Como si se debatiera en nuestra lengua una mecánica inocencia a la hora de pulir la palabra.

Ivonne Bordelois, no estaría tan de acuerdo con lo último que escribí. Autora de ensayos soberbios, hay dos en particular que juzgo imperdibles. Estos son: “La Palabra Amenazada” y “Etimología de las Pasiones”. Amante de la etimología y parte de ese grupo de forenses de la lengua, más conocidos como lingüistas. En el primero de los libros, la autora nos adentra en el uso de la palabra, en la historia y en la actualidad, e introduciendo el indoeuropeo como “idioma base”, nos alerta sobre los cambio que han sufrido las palabras a través del tiempo. El golpe letal lo da con “familia”, que proviene del latín “famulus”, que oh sorpresa significa “esclavo”. Nos cuenta que en la época romana, la unidad llamada “familia”, tenía menos relación con las cuestiones filiales que con la cantidad de esclavos o sirvientes que esta unidad poseía. Dada la estocada, Bordelois nos hace reflexionar en el cambio preocupante que ha tenido el significado y el modo en que la iglesia católica lo erige como uno de los más sagrados objetivos en la vida de cualquier persona.

A ver, Bordelois es gran conocedora de la teoría psicoanalítica, desde Freud y Lacan sin dejar de pasar por Sabina Spelrein o Jung. Desde esa perspectiva, sus aproximaciones toman un vigor que parece indestructible. Ahora bien, sin hacer juzgamiento alguno sobre tal teoría, yo creo que en la elección de la palabra para el uso colectivo, no hay tal responsabilidad, y que sólo respondemos a una sensación de exactitud cuasi – placentera.

Ya en el segundo libro, la autora se confina al análisis de la pasión desde una representación tanto etimológica como cultural. Menos abarcativo pero más trabajado, este segundo libro la sigue consagrando como una de las más importantes ensayista en materia lingüística que tiene nuestro país.

pAra finalizar, vuelvo al eje princiapl y cito a Robert A. Hall, Jr., graduado como Doctor en Ligüistica en la Universidad de Chicago, quien escribió entre otros libros, Liguistics and Your Language, donde apunta que: El mismo animal es nombrado en inglés como “dog”, en francés como “chien”, en alemán como “hund”, en húngaro como “kutya”, en español como “perro” y en ruso como “sobáka”, y que desde el punto de vista de una lógica pura, no hay combinación alguna entre esas combinaciones de sonidos y el animal “canis faniliaris” al cual se refiere.

De esto último quizás se explique mi tendencia a suscribir a la idea que la palabra elegida por una lengua es la mejor de las posibles. Con el ejemplo antedicho, dog y perro tiene el mismo nivel de perfección, y de haber una lengua única, todos y cada uno de sus hablantes, encontraría el fonema más adecuado con arreglo a una elección libre y desatada de una posición psicoanalítica que sí encuentra y legitima todo su esplendor en el habla y discurso individual.


PD1: Ah, me olvidaba, me saco el sombrero ante Robert Hall quien es el autor de "Una Gramática analítica del idioma Húngaro, libro endiablado cuyo arriesgado autor no debe desconocer las alucinaciones de los posesos. Chico Buarque estaría de acuerdo conmigo, sin dudas.



PD3: Le escribe bichito Pizarnik a Bordelois el 22 de febrero de 1963:

Palabras. Es todo lo que me dieron. Mi herencia. Mi condena. Pedir que la revoquen. ¿Cómo pedirlo? Con palabras.
Las palabras son mi ausencia particular. Como la famosa "muerte propia" en mí hay una ausencia autónoma hecha de lenguaje. No comprendo el lenguaje y es lo único que tengo. Lo tengo, sí, pero no lo soy. (...)
...Este silencio de las palabras es el horror, es el vértigo en el estado más puro.



Over.

viernes, 16 de mayo de 2008

Lento lívido amarillo






Como François está de viaje por la India y antes de irse de Bombay me dijo que en el pueblo a donde iba por suerte no había computadoras, me preguntó si quería que me comprara algo. No me salía nada. Como vio que tardaba, me escribe: “¿Puedes creer que India viene de Indo que a su vez viene de Sindhu que significa “río” en sánscrito? Ya sabemos que la palabra río entra en la caja de sorpresas.” La caja de sorpresas es algo que deberé explicar alguna vez. Antes de despedirnos le pido que me diga una palabra. “¿Una palabra?”, Sí, una palabra, la que se te ocurra ahora. “Lividez”.

Lo primero que recuerdo es ese poema de Shakespeare que dice: "When I consider everything that grows / Holds in perfection but a little moment". La certeza de que todo se marchita cuando crece, como una operación de equilibrios que quita y da. Y me acuerdo de “when” pronunciado “juen” por un Sean Connery en su salsa.
¡Digresión, alumno, concéntrese en el tema!
Ok, eso, la línea del soneto de Shakespeare que habla de la lividez de lo perfecto, que apenas surge se desploma.
Y qué decir de Pessoa cuando escribe: "La luz se había tornado de un amarillo exageradamente lento, de un amarillo sucio de lividez. Habían crecido los intervalos entre las cosas, y los sonidos, más espaciados de una manera nueva, se producían inconexamente. Cuando se oían, terminaban de repente, como cortados". “La lentitud del amarillo”, qué seductora perfección nos recorre los ojos cuando la leemos. Y la lividez ensuciando esa velocidad. Y para colmo, se encadena esto otro del poeta portugués: "Espaciada, una luciérnaga va sucediéndose a si misma. En torno, oscuro, el campo es una gran falta de ruido que huele casi bien".
Aquellos intervalos entre las cosas son la calma de la luciérnaga. ¿Soy yo o la hermosura de “la luciérnaga va sucediéndose a sí misma” es soberbia?

"Lividez", me dijo François. Otra palabra para la caja de sorpresas.


Over.


miércoles, 14 de mayo de 2008

Tractatus a la hora de dormir.



"El límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo", famosa línea del famoso Tractatus. Y lo más perturbador es que el significado “simple” de esa afirmación nos lleva al lugar equivocado. La parafernalia de significantes que se agazapa detrás de cada una de las palabras es asombrosa. Tanto como postular que es imposible callar lo indecible. Tanto como afirmar que la filosofía es materia del lenguaje y no del espíritu, y que el contemplatio mundi es una figura simplificada que toma valor sólo a través de la palabra.
Entonces no me tiene que dar miedo decir que Wittgenstein era un hermoso terrorista, como Lacan o Joyce. El significante, camaradas, es una bomba de tiempo. Y artesano aquel que la arma.
So tired, I´d better get some sleep.
Slip.
Split.
Sleep.
Sheep.

Beep, beep.


Over.

Y uniré las puntas de un mismo lazo...

Sueño que estoy en la puerta del aula de la escuela. El maestro dice: adentro, chicos. Busco un asiento y veo a mis compañeros. Le pido a uno que se siente a mi lado, a otro, a otro. Parecen no escucharme. Mi miedo es que se siente alguien que no quiero, que no me interesa. Obviamente, pasa eso. Le digo algo a ese símbolo de la angustia. Trato de no ponerme mal pero por dentro me da bronca. Al despertar trato de unir. Saco conclusiones, me satisfacen y pongo la taza con leche en el microondas.

Horas más tardes, veo una pareja de viejitos. Ella está sentada y el parado. Ella le dice algo. Lo repite más fuerte. Él se da vuelta y la escucha con fastidio. Ella baja la cabeza y la mirada y las manos. No se hablan por un buen rato. Ella le dice algo y él asiente, con indiferencia. Ella se va.

Ya sé que la sincronicidad es poco fiable, que no hay pruebas, que no hay método científico, ok, pero queda clarito, ¿no?


Over.


PD: Amit, recibí tu mail, prometo no publicar lo "no publicable", no te preocupes. Y te agradezco por esa aclaración, que "publicar" es "hacer público", y que además de que uno no debe olvidarse que esa acción tiene un lado peyorativo, también es bueno recordar que tampoco es gratuito. Hay un intercambio de magias, y no pocas veces, se pierde en el cambio.

martes, 13 de mayo de 2008

Pozo negro



Ya pasadas las horas de tus días, Días, digo, tú sabes, no las lentas noches del infierno, ni el torpe engaño de aquel amor, pues vengo a recordarte las palabras del enamorado Ovidio, atención:
“Ático, créeme, es soldado todo amante. La edad idónea para la guerra, conviene también al amor”.
Y sé, porque lo sé y lo he sabido, que al leer esta línea dirás que es preciosa y una estupidez al mismo tiempo.
Como yo.


Over.

domingo, 11 de mayo de 2008

Telarañas

El verano ya planeaba sobre todas las terrazas, sórdido, anunciando en cada ventana que ese año sería el peor. Thaos, que ya había decidido suicidarse, concluyó que la muerte sólo podía elegirse en uno de esos días. Pero antes había observado otra cosa. Al abrir los pensó que aquella mañana era distinta por tres razones: 1) no recordaba ningún sueño, 2) no tenía ganas de fumar, 3) la ventana estaba sana. Lo primero era una sorpresa fingida; aunque no le gustara aceptarlo ya hacía varias semanas que los sueños se le esfumaban antes de rescatarlos, que las pesadillas no lo golpeaban minutos antes de despertar. Lo segundo era extraño, es verdad, porque hacía tiempo que le había agarrado la sucia costumbre de encender un cigarrillo incluso antes de tomar un poco de agua. Ahora lo tercero era inconcebible. Él mismo había visto los vidrios desparramados y quietos debajo del espacio abierto que se veía en la ventana. Él mismo ya se había sorprendido de no haber escuchado nunca el ruido de la rotura, de la piedra inexistente, del viento entrando de madrugada, de la decisión de dejar los pedazos ahí, como quien deja señales de que algo diferente ha sucedido.

Thaos insultó al clima, al clima de la ciudad, a la ciudad que nunca había despreciado lo suficiente como para asociarla a lo prescindible. Se levantó y fue directo a la ventana. Tocó el vidrio para corroborar lo que sus ojos ya habían aceptado. No podía ser, hacía como..., cuánto hacía que estaban los vidrios rotos ahí, desparramados y quietos. Fue hasta la cocina, buscó un vaso de agua, miró el agua, agitó el vaso y recién después la bebió. Apoyó las manos en el frío mármol que formaba la mesa de la cocina y se le juntaron las palabras que Ligia le había arrancado de la boca aquella noche cuando lo abrazó por última vez, envuelto en el sudor de otra pesadilla: “Hay telarañas en todo el pasillo. Cuando camino las hago a un lado y sigo hasta la habitación. Enciendo la televisión para callar el ruido monstruoso que viene desde el comedor. Sé que es inútil pero igual lo hago. Se está haciendo tarde y miro el reloj y va cada vez más rápido. Me rindo sobre la cama y miro el techo. No quiero ir. No quiero volver a ver las telarañas y llegar al comedor”. Pensar que Ligia se quedó mirándolo, lejana ya, simulando piedad delante del desinterés y la urgencia que le dictaba irse para siempre. Pensar que Thaos se lo dijo y no se lo quería decir. No. Quería que ella lo escuchara sin que él lo dijera. Thaos. Y después fue un elástico segundo, todo el tiempo hecho un péndulo que le hacía repetir la primera palabra, mirarle la cara a Ligia y terminar.

El calor desde temprano, una tortura recién iniciada, y Thaos que debía salir, enfrentarse al sol, porque además había salido el sol como si ya no fuera suficiente, carajo. Y entonces sonó el teléfono, y cada rítmico silencio desbordaba de imágenes, secuelas, corridas, y hola y del otro lado cortaron. Eso era peor, porque nadie era cualquiera y cualquiera era una persona, era la elección en la nada. Hay gente que intenta espantar a la soledad de muchas maneras. Algunos miran televisión, algunos viajan, algunos hacen cuentas, algunos sospechan de todo, algunos hablan por teléfono, algunos se despiertan, algunos no duermen, algunos callan, algunos duermen, algunos se casan, algunos tienen hijos, algunos abren los ojos y piensan que las mañanas fingen el fiel engranaje de un comienzo, una sombra que no empieza ni termina nunca, nunca.

La luz le pisó los pies a la noche, la desafió, y Thaos creyó que no llegaría nunca el respiro de estrellas calientes. No quería volver a su casa, no quería atravesar el pasillo, no quería que su la mirada viera la ventana entera, porque no podía ser que los vidrios no estuvieran quietos en el piso, él mismo los había visto y dejado ahí, aunque todo el tiempo hubiese querido barrerlos, sacarlos, llevarlos a otro sitio. La calle se vaciaba y el calor aflojaba un poco. La leve brisa era mejor que la leve nada. Definitivamente no quería volver.

A su izquierda, Ligia estaba inmóvil, con los ojos quietos en el techo y murmurando algo en su respiración, cierto canto imperceptible. Thaos tenía calor y aunque lo intentara no podía dejar de buscar constantemente la zona fría de la cama. Sin mirarla, le dice a Ligia: “ Por suerte está rota la ventana y entra algo de fresco. Todavía están los vidrios ahí, ¿no?, habría que barrerlos algún día.” Ligia lo mira. Thaos se da vuelta. Ligia le sonríe como quien quiere contestar y no dar una respuesta.

viernes, 9 de mayo de 2008

Te sigue remando la noche


Vas remando en la noche, agobiado de rumbos y pretenciosamente libre de escrúpulos.
Vas remando la noche acatando ese rancio sistema de coordenadas que papi te contó antes de irte a dormir.
La noche te rema a distancia, hinchada de penumbras y traiciones. Baila el bote el baile de la duda, cuando tu discurso se cae a pedazos, cuando la fase rem te suelta las amarras. Apenas tolerás el sueño de tu vida pero doblás la espalda ante esta noche que rema tu mente. Todo es falso. Todo es una construcción, de ladrillos reales para techos fingidos.
Cada segundo de cada minuto, la lucha contra lo real. La oscuridad oye esas palabras: La madurez es la cara bonita de la resignación.
La noche recuerda tus antojos y tus planes.
Te sigue remando la noche.
Te sigue obligando a decir estupideces.


Over.


Pd: Amit, agradeciendo tus deseos, mazel tov para ti también.

jueves, 8 de mayo de 2008

Pozo negro



Colapsan las banderas, los signos
Los apátridas son mis camaradas
Las camas ya no arden
Los corazones braman olvidos.
Todo esto, y sin embargo,
nada parece quebrar tu pulso
de óxido y nieve


Over.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Mira quién mira







"A walking doll
" se puede parafrasear como "a doll that walks". Del mismo modo, "a washing machine" sería "a machine that washes". También está "fishing rod" que sería "a rod for fishing". Siguiendo lo último, "a looking-glass" sería "a glass for looking". Ahora bien, por qué no puede ser "a glass that looks"?

Ese tipo de preguntas que los profesores no entienden y la dan por incorrecta. No insistas, no-lo-entienden!


Over.

martes, 6 de mayo de 2008

Mejor, Carver.




Iba a escribir algo sobre el miedo, pero Carver lo escribió mejor. Casi siempre escribe mejor, será posible.


Fear of seeing a police car pull into the drive.
Fear of falling asleep at night.
Fear of not falling asleep.
Fear of the past rising up.
Fear of the present taking flight.
Fear of the telephone that rings in the dead of night.
Fear of electrical storms.
Fear of the cleaning woman who has a spot on her cheek!
Fear of dogs I've been told won't bite.
Fear of anxiety!
Fear of having to identify the body of a dead friend.
Fear of running out of money.
Fear of having too much, though people will not believe this.
Fear of psychological profiles.
Fear of being late and fear of arriving before anyone else.
Fear of my children's handwriting on envelopes.
Fear they'll die before I do, and I'll feel guilty.
Fear of having to live with my mother in her old age, and mine.
Fear of confusion.
Fear this day will end on an unhappy note.
Fear of waking up to find you gone.
Fear of not loving and fear of not loving enough.
Fear that what I love will prove lethal to those I love.
Fear of death.
Fear of living too long.
Fear of death.

I've said that.

Miedo a que el coche de la policía estacione en la puerta.
Miedo a dormirme esta noche.
Miedo a no dormirme esta noche.
Miedo a que el pasado se levante.
Miedo a que el presente vuele.
Miedo a que el teléfono suene en medio de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo a la mujer de la limpieza que tiene una mancha en su mejilla.
Miedo de los perros que me han dicho que no morderían.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a no tener más dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque nadie me creería esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a las letras caligráficas de los niños en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y sentirme culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre en su ancianidad y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine sin un toque de felicidad.
Miedo a levantarme para comprobar que te has ido.
Miedo a no amar o miedo a no amar lo suficiente.
Miedo a que lo que amo sea mortal para quienes amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

He dicho eso.







Over.


PD: Con aroma a Leonard Cohen, pero con la pulsión magistral del gran Raymond. Algunas líneas del poema, electrizan. Salud

Pozo negro


La mano que tu cara lava, lava mi ahogo,
también
corrige a la mañana los restos del insomnio,
las esquirlas del sueño antiguo.
Lame mi sueño tu sueño de medallas;
Felicitaciones, has llegado primero.
Todo se reduce.
Se reduce a la roja luz de stand by;
Diminuta Flor de estos tiempos.


Over.

lunes, 5 de mayo de 2008

Otto, Anna!





Over.

Entonces



Era cuando viajábamos en trenes de aquí para allá y el tiempo pasaba sólo de noche. Le ganábamos un día a la noche y la noche no lastimaba.
Era cuando apenas si pesaban los candados y los amuletos, y el mar era tan simple.
Era cuando el rencor no intoxicaba la risa y ni siquiera se ensayaban antídotos contra la desmemoria. Desmemoria, ya ni uso esa palabra.
Pero hablo de mucho antes. De cuando la presunción de lluvia era suficiente. Hablo de cuando nos veía pasar la Ciudad, y las voces de luz acertaban nuestro destino. La borra del café estaba sobornada, de eso no me cabe dudas. El plan incluía injurias y caricias. Lo que nadie anticipó fue el muro. Un muro vegetal que crece a fuerza de años y despedidas. Y no hace falta que se riegue, funciona siempre. Como la mentira o el dolor.


Over.

domingo, 4 de mayo de 2008

Inesperadamente, Roald Dahl

A mí, el nombre Roald Dahl siempre me olió a anagrama. Cuando apuesto, pierdo, y siempre aposté que no era ése su verdadero nombre. Casi me defiendo al saber que su padre se llamaba Harald, pero no, no hay caso. Es su nombre. Su nombre inglés con ingredientes noruegos.
Otro más en la lista de autores para niños y adultos. Ya lo sabemos, De Santis por estas pampas, o Stevenson, allá lejos. Supe de grande que lo había leído de niño, o visto, o escuchado. Supe de grande que tenía el pulso para construir cuentos impecables.

Prolijo y sin aspiraciones rupturistas, no me juego nada si digo que sus historias están trabajadas desde un fuerte apoyo en el argumento sin interesarse en la construcción semántica, esa en la que se elige celosamente cada palabra. A un inglés, eso se le admira. A un argentino se le achaca. Y está bien.
En la portada de mi Collected Short Stories, una crítica del Observer lo define como “The absolute master of the twist-in-the-tale”- (esa hyphenated word, en nuestro idioma prescinde de los guiones y no es más que “vuelta de tuerca”). Y tiene razón el comentario, ya que de repente, cuando el final parece atado, un misterioso soplo termina con los nudos y todo cambia mágicamente ante nuestra atenta mirada.
Tomo este cuento, “The way up to Heaven” (“El Camino al Cielo”, del libro KIss Kiss, de 1960. Siempre me fascinó y lo sigo leyendo y el hechizo está intacto. Más o menos es así:
Un matrimonio rico que vive en Nueva York. La señora que sufre obsesivamente por el mero hecho de llegar tarde a algún lugar. Sufrimiento que se vuelve casi insoportable. El señor, que no concibe esta forma de angustia, durante muchísimos años va llevando al límite la tolerancia de su mujer, haciéndola sufrir. Pero la señora es grande y jamás aceptaría reprocharle a su marido esa actitud. Hasta que un día, la señora se ausentará de su mansión por seis meses ya que viajará a visitar a su hija y sus nietos que viven en París. Por primera vez la señora viajará sola, y su marido se mudará al club durante ese tiempo. La casa quedará cerrada. Ya afuera de la mansión de seis pisos y una vez dentro del coche que los llevará al aeropuerto, el señor dice haber olvidado un regalo. La señora sufre sin medidas, y entiende que ese olvido pudo haber sido adrede. Debido a la tardanza, la mujer desciende del coche y llega a la puerta de la mansión. Va abrir la puerta y un monótono ruido la detiene. Pasan uno segundos. Los suficientes. La señora vuelve al coche y le informa al chofer que su marido no vendrá, que se apure, que el avión está por partir.
Pasan los seis meses en París. La señora no ha olvidado escribirle a su marido. Cuando llega a New York le parece extraño que su marido no le hubiese enviado un coche. Llega a la mansión. Abre la puerta y ve toda la correspondencia tirada en el piso. Siente un olor particular. Camina hacia el escritorio de su marido y mientras recorre el ala izquierda, parece corroborar algo. Toma el teléfono y pide que por favor envíen a alguien para que arregle el ascensor, que según marca en planta baja, está trabado entre el tercero y cuarto piso.
Como en todo buen cuento, los giros se presentan a través de unas palabras, una línea, una pausa. El estado de inmovilidad en la puerta de la mansión es la primera vuelta. El “olor particular” es de una sutileza soberbia. La palabra “ascensor” termina de girarlo todo.
Ojalá haya transmitido el sentido del cuento. Ojalá haya encendido la curiosidad de su lectura. Ojalá sea el ingreso al universo Dahl.
Roald Dahl. Ese autor que no se estudia en las universidades. Se disfruta.






Over.



PD: Francois me apunta algo que había olvidado. El gran Dahl publicó un libro de cocina, llamado precisamente, Roald Dahl's Cookbook. Y más aún, debido a tener una suerte familar equivalente a la de nuestro Horacio Quiroga, fue el inventor de la vávula Wade-Dahl-Till, dispositivo que se usa para aliviar la presencia de líquido en el cerebro. El invento nació a partir de un accidente que tuvo el hijo de Dahl, Theo.

viernes, 2 de mayo de 2008

Una plegaria por el humor de Woody

Recuerdo un compañero que despreciaba a Woody Allen porque según él, su cine era teatro filmado. Es decir, despreciaba una técnica. Woody estaría de acuerdo con él, y hasta le diría que se quedó corto, que lo suyo es radio con imágenes. Es más, la próxima película podría estrenarla en una emisora. Dejando de lado los comentarios de alumnos cuyas mentes son lavadas por profesores de cine, una profesión peligrosa si las hay, me voy a referir a la literatura del gran Königsberg.


Antes de que su magnánima filmografía nos enriquezca la vida, Woody escribió libros con cuentos o escenas o sketches, al estilo de un gran escritor de comedias. Con el tiempo escribió algunos cuentos más, y varias columnas en periódicos de Estados Unidos como el New Yorker.

A ver, sus cuentos son como sus películas, en el sentido de que contienen un humor explícitamente sofisticado. Algunas gracias son más claras, pero otras están tamizadas por el ingenio y la cultura de Allen, por lo que podemos llegar a perdernos el punto exacto de su intención. Muchas historias toman características judías para ridiculizarlas, como un Norman Erlich americano con una que otra idea más interesante…

No sé si se puede juzgar literariamente a sus cuentos. Tengo la impresión que su objetivo es meramente formal y se ciñe a su contenido, sin importarle demasiado lo “literario”. Aunque quizás, el hecho de que sea un soberbio director, no permita un análisis más riguroso. Como están las cosas, se puede perdonar una estafa o un engaño amoroso, pero de ninguna manera se puede absolver a un artista que intente triunfar en dos oficios. Hasta hoy, eso es así.

Recuerdo algunas líneas de sus cuentos. Una que decía que para un hombre que está en la orilla de un lago, el tiempo pasa más rápido que para aquel que está en un bote. Más aún si este último está con su esposa. O esa historia de una supuesta conspiración para afeitarle el bigote a Hitler que terminó fracasando ya que el que debía perpetrar el acto, terminó cortándole una ceja.

O este párrafo que traduzco a continuación. Corresponde al cuento “No Kaddish for Weinstein” (Algo así como “Ninguna plegaria para Weinstein”. La traducción “oficial” “Nadie rezará una Kaddissh por Weinstein”, no me convence para nada) y dice así:

He had been a precaucious child. An intellectual. At twelve, he had translated the poems of T.S. Ellito into English, after some vandals had broken into the library and translated them into French. And if his high I.Q. did not isolated him enough, he suffered untold injustices and persecution because of his religion, mostly from his parents. True, the old man was a member of the synagogue, and his mother, too, but they could never accept the fact that their son was Jewish. ‘How did it happen?’ his father asked, bewildered. My face looks Semitic, Weinstein thougt every morning as he shaved. He had been mistaken several times for Robert Redford, but on each occasion it was by a blind person. Then there was Feinglass, his other boyhood friend. A Phi Beta Kappa. Then a convert to Marxism. A Communist agitator. Betrayed by the Party, he went to Hollywood and became the offscreen voice of a famous cartoon mouse. Ironic.

A continuación, mi arriesgada traducción para que la risa sea en dos idiomas:

(Weinstein) había sido un niño precoz. Un intelectual. A los doce años, había traducido al inglés los poemas de T.S. Elliot, después de que algunos vándalos habían forzado la entrada de la biblioteca y los habían traducido al francés. Y si su alto nivel intelectual no lo aisló lo suficiente, sí sufrió innumerables injusticias y persecuciones por su religión, en su mayoría por parte sus padres. Por cierto, el padre era miembro de la sinagoga, tanto como su madre, pero nunca pudieron aceptar el hecho de que su hijo fuese judío. “¿Cómo sucedió esto?”, se preguntaba, desconcertado, su padre. “Mi cara se ve semítica”, pensaba Weinstein cada mañana mientras se afeitaba. Varias veces había sido confundido con Robert Redford, pero en cada ocasión se trataba de una persona ciega. También estaba Feinglass, su otro amigo de la niñez. Un Phi Beta Kappa. Luego convertido al marxismo. Un agitador comunista. Luego traicionado por el Partido, terminó yendo a Hollywood para convertirse en la voz en off de un famoso ratón de dibujos animados. Irónico.

Over.

PD1: Amit me cuenta que una Kaddish es una plegaria que el pueblo judío reza cuando muere una persona. Que en realidad, esa plegaria se llama Kadish Yatom, ya que Kaddish es algo más amplio, pero se toma es palabra como rezo o plegaria en memoria de los muertos.

PD2: Phi Beta Kappa, es algo que yo nunca obtendré o del que nunca formaré parte. Creo. No, estoy segurísimo.