domingo, 27 de diciembre de 2009

Así.

'



Algo se quiebra. O te doy la mano y te confieso que no pude sostener el juramento, con vergüenza, el rubor de los años malgastados, no cumplí. La sangre en la sangre aquella noche mientras llenamos el ambiente de palabras y humo. El mundo estaba lleno de hijos de puta, y vos y yo sabíamos que no les daríamos ni un centímetro. Se llevarán nuestra guita pero el alma es nuestra, te vas a morir antes de acercarte. Pero te doy la mano y te confieso que no pude, que tener fue más que ser, y siento que rendirte cuentas es importante, que si hablo, borro.

Éramos chicos, tonto, tampoco para tanto, y confesar a los curas, a mí no. Y te pusiste de pie y buscaste el cenicero y yo quedé arrumbado contra el engaño, si al final a nadie le importa, pensé, nadie, no, a vos, si a vos no te importa, a quién le rindo cuentas. A mí no, juez y parte no se puede, eso es ley.



Y después de algunos años se lo conté a Tini y ella me perdonó, me dijo: que no se repita, y me tocó la frente y no me curó, pero yo le dije que estaba curado. Cuando se lo contamos a Lina, no hizo más que decir lo que obviamente sabíamos que diría: Estuvo bien, eran chicos, tu problema es que le das demasiadas vueltas a las cosas. Y eso fue todo.



Over.

jueves, 24 de diciembre de 2009

A no olvidar, eh!

'




'


Anda aburrido, dice. Quién sabe. Pero alguna vez escribió esto. Algunos llevan medallitas, crucifijos. Fotos. Fotos ahogadas en la billetera junto a la guita. Lo que se quiere, va junto...en fin.

Yo, que no llevo casi nada, esto siempre se me cae de la memoria, a los tumbos, y termina en la boca. Y callo. Santo Sabina!



Y aprendí que estar quebrado no es el infierno del Dante, ni un currículo brillante la lámpara de Aladino, cuando me hablan del destino cambio de conversación.


En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.



Over y olé!

martes, 22 de diciembre de 2009

Plaf!

'

Advierto que has aprendido a cerrar la puerta. Eso debe estar bien. Alguna vez se empieza por algo, concluir, atar, apagar: darle un cachetazo a la eternidad. Aunque fuera yo, sin dudas, el último escalón, aunque fueras tú, irremediablemente, la última salida.

Ahora te queda este espacio vacío que llamas libertad, independencia, soberanía, yo qué sé, y al final no es más que otra forma de aquiescencia. O no, yo qué te puedo decir, si al cerrar la puerta yo quedo de este lado, y te adivino a los tumbos como un ciego nuevo. Sigo leyendo las mismas historias, y sigo creyendo que voy a llegar, como te dije en la plaza de cemento aquella noche extranjera.

Hablando de Kundera o de los Rolling Stones, de las capas de tiempo y nubes que nos dejó la adolescencia, perdiendo la noción de todo cuando ya era de día para ocultarse.Talking about it while nightime lands some place else.

Te decía, ahora que has podido cerrar la puerta, te faltaría deducir que alguien siempre paga los platos rotos, y no sería mala idea, digo, ahora que has quedado del otro lado, arremangarte la camisa y poner un poco de orden antes de que llegue otra lluvia. El agua y la tierra suelta forman barro, y ahí se pone feo.

Más quietita, mírame la mano, sonríe para la foto.



Over.

lunes, 21 de diciembre de 2009

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad (2009)

`


Hace un año, inauguraba esta simple empresa: escribir un cuento para la navidad de cada año. No tiene sentido, es una iniciativa harto repetida. Es lo que hay, pero aquí va el segundo.




Félix le había salvado la vida a la hija del doctor. Silencio, piscina, caída, cuatro años y no sabía nadar. Félix corrió como nunca en su vida, la agarró del vestido y la llevó a la superficie. Todos dormían menos él. El doctor lo hundió en un abrazo y fue claro: Félix, tengo una deuda con usted que jamás podré pagar. Cuando necesite algo, sea lo que sea, yo no le preguntaré nada y se lo conseguiré.

A los años de fastidio y mala suerte, Félix le agregó deudas que sólo podían ser canceladas con su cabeza. Pensó en escapar, pero sabía que no tenía pasta de fugitivo. Lo pensó, pero tampoco se animaba a tomar la otra decisión. Por eso, aquel 23 de diciembre, lluvioso y húmedo, la televisión le golpeó la cara y la imaginación, batiéndola oscuramente, como sólo la desesperación era capaz.

El accidente de trenes fue bestial. Como mínimo, sesenta muertos calcinados entre el hierro y las vías. Y escuchó al periodista: “Hay decenas de cuerpos que jamás se podrán identificar, reducidos a cenizas, representando un espectáculo dantesco al borde de lo irreal”. Después de allí, todo fue vértigo.

Doctor, soy Félix, discúlpeme la hora, vio el accidente de trenes, sí, en la estación anterior a casa, no, nada, estoy bien, sólo que le iba a pedir un favor, sí, ya sé, pero es un favor muy grande, si me dice que no, lo entiendo.

En menos de tres horas, el “operativo” se puso en marcha. El doctor corrió cuando estaba a unos cien metros del accidente. Era todo un desastre, la policía y los bomberos luchando para despejar la zona, los familiares, el periodismo. Si se busca, el doctor accedió a la nota: “Sí, un gran amigo de toda la vida, Félix Vidal, viaja siempre en este tren, se baja en la próxima estación, llamo a la casa y no atiende nadie.”

El resto fue burocrático. Documentos chamuscados, la billetera, un cuerpo masculino, cincuenta años de edad, sin hijos, divorciado. Los diarios publicaban listas con los nombres de los muertos, los reconocidos y los reclamados. Félix Vidal era el número setenta y ocho. Para todo el mundo, había muerto trágicamente, y sus restos se habían reducido a cenizas. Fin del asunto, y a mano.




Over.



lunes, 7 de diciembre de 2009

Hay que leer a Quim Monzó, ¿estamos?





"Et mirava de fit a fit. No has sabut mai si t'havia besat o si només t'havia somrigut"
Jordi Sarsanedas, Mites










Para vender (siempre para vender), en las contratapas de los libros se pueden leer todo tipo de disparates. Aceptado el hecho de que jamás dirán que la historia es mala o pobre o igual a muchas otras, no son pocas las veces que las críticas son exacerbadas.

El caso de Quim Monzó es interesante. Al autor catalán se lo suele comparar con Borges o Cortázar, cuando en realidad se quiere decir que su cuentística tiene mucho de “argentino”. De Borges no tiene nada. De Cortázar sí, pero más de Arlt, si se quiere, y mucho más de Carver, y tanto más de Millás. Pero la verdad, la más pura y prístina verdad, Monzó tiene más de sí mismo que otra cosa.





Hay que leer a Monzó, es una obligación, porque el tipo está un poco chiflado, pero una chifladura melancólica (valga la redundancia), una envoltura de humor e ironía que te golpea con el famoso cross del gran Roberto.

Ochenta y seis cuentos es una recopilación de cinco volúmenes anteriores ya publicados por separado. Eso o una fiesta de la literatura y el cuento corto. Eso, dije, y tanto más que es la sospechosa brevedad de una escena en la que no pasa nada. Silencios y aquiescencias, todo amalgamado en la irremediable sucesión de los días.

Yo qué sé, cuentos en los que se extrema el efecto Pigmalión, en los que un hombre se alimenta a letras, o el espeluznante recorrido de un padre con el cadáver de su hijo que debe conservar en la heladera para entregarlo a una oficina de la morgue tras un feriado. O la historia del hermano que muere de repente en la mesa de navidad, y nadie en la familia lo acepta, por lo que el muerto es llevado a todas partes como si viviera.

Monzó puede ser terrible, escatológico, de un humor oscurísimo, sorpresivo, hasta intolerable. Y es, al mismo tiempo, un escritor enorme que además escribe unas novelas a la altura de sus mejores cuentos.

Hay que leer a Monzó, por las buenas o por las dudas, porque hay una bofetada buscando mejilla a cada instante. El golpe llega, seguro.






PD: Buscar a Quim Monzó en youtube es garantía de sorpresa. Habiendo abonado todos y cada uno de los tickets del síndrome de Tourette, su galería de tics es muy molesta. En algún momento yo tuve la ilusión de que fueran todos los personajes que vivían dentro de él. Uf, no es así, y me mandaría a la mierda por la boba metáforas. Metáfora no, digo. Stop.


Over.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Contigo aviones y fronteras

'



Hoy te recordé con suavidad, vaya experiencia, y todo fue calmo como la lluvia que se acostaba sobre el parabrisas del taxi o el terco rayo de sol que evitaba las montañas.

Es como si se colara por las venas, dulce, y entonces estamos al pie del tren, en la estación suburbana de un pueblo irreal. El amor no era diplomático todavía, era, cómo llamarlo, exquisito y violento, o lo que sea, pero estaba bien. Ah, y también recordé aquella tarde cuando tomaste el papel que decía “Contigo pan y cebolla”, y fatal, con los dientes apretados, me dijiste: “nada de mal aliento, Contigo aviones y fronteras.”. Mañana se borra todo otra vez.


Over.


viernes, 4 de diciembre de 2009

Solos y juntos.

`








No sé si es más importante que la temperatura adecuada para cebar mates, pero Ceci me lo cuenta y yo me hago más pequeño.

"Viste que en el prospecto de muchos medicamentos aparece la advertencia sobre su acción colinérgica o anticolinérgica. Bueno, a ver, colinérgico sería de algún modo la capacidad del organismo para producir acetilcolina, que es un neurotransmisor, pero que a la vez se encuentra en muchas partes del organismo.
Por ejemplo, vos cerrás el brazo, entoncés se libera una cantidad de acetilcolina para que el músculo se contraiga. A vos te duele la panza y te tomás una pastilla que seguramente será anticolinérgica, ya que al ser antagonista de la acetilcolina, relaja tota la zona gástrica. Eso sí, si tomás muchas pastillas, comenzarás a sentir la boca seca, ya que la glándula que segrega saliva, será relajada y no la producirá. ¿Queda claro, o me enrede mucho?”

Ceci hace así con las cejas, con un miedo actuado que no es más que ternura infantil. Acetilcolina, le digo, repetimos, me rebota colina, viste que al repetir se pierde el significado y el sonido arma otra cosa. Qué cosa. No, no es “cosa”, la palabra, me entendés. Aunque yo quería hablarle de Artie Shaw, o de la idea de irse al medio de la montaña y encerrarse unos meses, como en la novela de Murakami, y escribir todo lo que tenga por escribir, y bajar de la montaña. “Como el mensajero de la paz”, me dice Ceci guiñándome un ojo y me pregunta quién es Artie Shaw. Un escritor mediocre, le digo, esperá, y voy a casa y traigo un disco y le digo, escuchá, esto es tremendo.

Mientras sueña Nightmare, le propongo a Ceci que imagine el humo de varios puros, un cognac, sillones de pana, muchos hombres. “Si hay algo que no me gusta, es el cognac”, me dice Ceci. Acetilcolina Ceci. Después, todo es amor y sueño. En ese orden, siempre.


Over.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sí, ya!



De las múltiples excentricidades que gatilla el odio, la perezosa venganza oriental es la que menos podemos soportar, nosotros, los que vivimos de este lado, donde el sol es siempre pasado. Y la intolerancia se fija en la ignorancia, claro: qué sentido tiene, razonamos, ver pasar tu cadáver cuando en realidad, son los años de dolor los que cuentan. Más aún, nos gobierna cierta tendencia al descrédito de la espera, la hallamos una aquiescencia de perdedores más que una decisión de sabio.

Si puedo hacerte todo el daño ahora, a qué viene tu libertad. Pensándolo bien, la espera es la falta de herramientas en el hoy, no la prudente elección de una venganza. Somos carne y tiempo, y lo rápido siempre es mejor; perecemos, nos van durmiendo las horas, y el happy ending es una posibilidad demasiado riesgosa como para tomarla en cuenta. Digo, no me siento en mi casa, no espero nada, voy a buscarte, te ahogo, quiero que sepas que no te pienso esperar, que me importa un pito tu cadáver, que me tiene sin cuidado tu enemistad con vencimiento. Mejor matar que morir. No esperes nada, te morís mañana. Siempre nos morimos mañana.



Over.