sábado, 30 de junio de 2012

Pozo negro



Sucio y retórico, tu lábil amor.  
Sube, feroz, como labios de cielo,
por mi sangre. Mi sangre nocturna.
Mi oscura sangre se degrada y cae,
resignada. Oye tu voz. Tu voz.
Tu voz nombra mi nombre, lo ata.

(Tu voz que mata mi nombre y lo devora.)

He perdido pero lo sé. Giraré hasta la luz.
Me abrigaré, falsamente, de tu cuerpo.
Tu cuerpo que calla y tu voz que nombra.

Tu voz que ata mi nombre y lo abandona. 


Over.

miércoles, 20 de junio de 2012

Pozo negro


Parten puertos buscabarcos de mi mente
Desde mi cerebro hacia la sedamar
Un millón de años sedado, dormido de ti
Sin siquiera retenerte, a fuerza de redes:
ese pasillo oscuro lleno de trampas,
esa casa de boca grande que te escupía,
ese falso desamor como escudo.

Ahí van, derivando, barcos sin postas
De mirada negra y manos muertas:
lo que queda del camino ya es pasado.

Ahora es una mentira a tientas,
Piedras irreales en la más pura superficie.

Over.

domingo, 17 de junio de 2012

Como la última vez.


(Jorge Luis) Borges atribuye a su padre (Jorge Guillermo), la elaboración de una teoría psicológica sobre la memoria. En resumen, dicha teoría propone que cuando uno recuerda un episodio de su vida, y a la vez, este recuerdo se repite en el tiempo, lo que recordamos, en realidad, es “la última vez que evocamos dicho recuerdo”.

Exempli gratia: me caigo de la bicicleta a los ocho años y me quiebro la pierna. A los nueve años recuerdo ese hecho. A los diez años, ya no recuerdo directamente lo que me sucedió a los ocho, sino lo evocado a los nueve, razón por la cual, en cada reminiscencia, se pierde o se agrega algo. Todo recuerdo es una construcción, eso lo ya sabemos.

Aunque entrañable, Borges no acertaba a la hora de honrar a su padre con el supuesto descubrimiento de ese curioso mecanismo de la memoria. Cuatrocientos años antes de la llegada de Cristo (o ese istmo religioso que parte a la historia en dos), el griego Tesalo había sugerido una observación muy similar.

En Escritos II (Gredos) (S. IV a.c.), se lee: “Los días del sol y de la noche, las horas y los minutos que nuestro cuerpo ocupa en esta vida, se arman de memorias y pasado, urgiendo al presente a llegar al futuro. Se repiten esos recuerdos, pero nunca vuelve el arquetipo. Nos duele una muerte, pero el dolor se traslada en el tiempo, en nuevos sentimientos cada vez. Percibimos, a lo lejos, un acto primitivo, pero nunca volvemos a él. Vive otra vez cada vez que lo recordamos, pero ese recuerdo es nuevo, y sólo se une al anterior. Recordamos lo que recordamos por última vez, sin el poder ni gracia de saber, siquiera, cómo fue tal evento en realidad. Si es que fue.

De manera más acabada, Tesalo parece anunciar lo que en el siglo XX se dio en llamar la importancia del sentir. Expuesto en otros término, esa noción de no importar si algo sucedió o no, dándole importancia a lo que se siente. Básicamente: “qué importa, para el concepto de dolor, si me golpee o no la cabeza, cuando mi problema es que me duele.”

No obstante, y esto corre por mi cuenta, tampoco creo que Tesalo haya sido el primero en observar lo que anotó en sus Escritos. No debe haber pasado demasiado tiempo, desde que un hombre pensó en la posibilidad de que sólo “recordamos lo que recordamos por última vez”, como una carrera de postas, inmóvil y lineal. He dicho.



Over

miércoles, 13 de junio de 2012

Diálogo con fondo frío de TV.



-    Sí, pero a mí no me gustan las flores.
-    Es como algo típico, o te gustan o las detestás.
-    No sé si es tan así. Las flores de tiempo me gustan.
-    ¿Flores de tiempo?
-    ¿No las conocés?
-    No.
-    Si te digo arché y ápeiron, ¿te suena?
-    Chiquita, acabaste de leer un poco de filosofía griega y te hacés la importante. Sí, algo acerca del principio y el equilibrio, que después se relaciona con el budismo. O antes. ¿te suena el budismo?
-    Ja! Me olvidaba de que hablaba con Tales de Mileto. Pará, en serio, tiene que ver con eso, ¿no leíste lo de las flores de tiempo en Anaximandro?
-     Que yo recuerde, no.
-    Cuando escribe sobre el solsticio, dice que al momento de darse la noche más larga, se puede percibir la flor de tiempo que avisa que se ha hecho justicia, que algo ha vuelto a su equilibrio.
-    Yo no leí nada de lo que decís. ¿y qué es esa “flor de tiempo”?
-    Bueno, es que el tipo lo avisó pero pasaron como mil quinientos años para que Ptolomeo describiera el fenómeno. En realidad, se puede ver en los polos, cuando se producen las auroras polares.
-    Entonces…
-    Entonces, se ve como una flor sin color, como si recortaras en la oscuridad una imagen con forma de flor, y se proyectara la luz de fondo. Pero en el caso de la flor de tiempo, según Anaximandro, es como un espacio neutral, vacío, algo así, que indica que algo se equilibró. O sea, en ese momento, el mundo se pone en orden, aunque sea por un instante.
-    ¿Y la explicación científica?
-    ¿Qué explicación?
-    Claro, si es que se da ese efecto, como decís, debe ser por la aurora, algún reflejo, algo así. No es nada de “equilibrios”.
-    Explicación científica no hay, que yo sepa. Se da y listo. Y quizás sea así, ¿por qué no? ¿Qué ganás con tu explicación científica?
-    No gano nada, tranquila.
-    Yo estoy tranquila, pero vos no contestabas así. Antes te sorprendías.
-    Antes me querías.
-    Sos un idiota, qué te pasa.
-    Nada
-    Veo, no te pasa nada.


Over.