viernes, 29 de julio de 2011

A ver, un poco más de este lado.


Ceci vino a la tarde, la mejor hora de su atávica nostalgia.

Quizás haya sucedido que estaba en el aula, ya del otro lado del mostrador, y uno de los alumnos me dijera: a vos que te gustan los juegos de palabras, leé este cuento: “Marcela reclama.”

A diferencia de los adultos, que relacionan hechos y observaciones, los niños tienden a clasificar y memorizar con pasmosa urgencia, vírgenes todavía de las suspicacias e intrigas. A lo mejor, yo era el maestro que juega con las palabras: un actor atado a un escenario lúdico que nos ponía a todos en el mismo lugar. Espejados desigualmente, ellos viendo en mí el futuro: yo siendo el futuro, asombrado por la realidad de haber sido.

Ceci vino a la tarde, y yo le conté que alguna vez me quedé pensando en todo esto que digo, y ella me perdió de vista, perdida ella en otro pueblo, otro año, fuera de mí.

Ceci vino a la tarde, desde otro barrio, sin odiar el odioso calor: la odio. Homeostasis de la vida, dije, el sospechoso equilibrio, terminé.

¿La vida no es un sistema cerrado?, pregunto. No, dice Ceci. Sí, digo yo.

Marcela reclama.



Over.

miércoles, 20 de julio de 2011

Palabritas


La lacónica sustancia que dibuja tu sonrisa de video, detrás del humo de los años y el café todavía con azúcar. Verte bailar inocente de noches pesadas que te llenaron de huecos. Corrieron miles de kilómetros y sigue tan intacta como misteriosa. Sentirla, duele: gira siempre como la primera vez.


Over.

martes, 12 de julio de 2011

Es hermoso ver.

Bajé de la montaña de cemento por callecitas de miedo y oscuridad. Bajé pensando que se me iba la vida antes de empezar; la soberanía sobre mis días se rebelaba ante mi profundo cambio. Ahora todo se empastaba, tu cuerpo imposible y las palabras, la cara de una mujer frenada años atrás, frenada para siempre.
Eso pensé, que ciertas personas vuelven ancladas, y giran como fantasmas porque las detuvimos, y siempre tienen veinte años, en casa o lejos de casa, de viaje o en el trabajo. Ya perdimos la cuenta de las veces en que permitimos que, joven eternamente, esa mujer nos acompañe en silencio, a los gritos.

Hay un preciso instante en el que comprendes lo que estás viviendo con arreglo a lo que sucederá mucho tiempo después. Llamémosle consciencia, aunque no me guste. Uno es consciente del amor en tiempo presente, de la felicidad detenida, de que esto que hacemos será irrepetible y genial.
Annete, eras genial, yo me di cuenta, tanto como que me fui a la madrugada para bajar la montaña y pensar todo esto. Entendía el error, y continuaba. Como nos está deparado: repetir, repetir y repetir.


Over.


miércoles, 6 de julio de 2011

Irían a los tumbos los barquitos pintados.

¿Era antes? Durante mucho tiempo quise abrir un bar que llevara ese nombre. Comercialmente era impensable. Yo defendía la idea: “Le dirán “los barquitos”, o “barquitos pintados”, no es tan difícil.” No.

El bar no se abrió. El verso de Borges sigue pétreo en el gran poema. Aquel tiempo en que mi literatura se dividía entre el Maestro y el resto del mundo. Entre aquel tiempo y este otro, falsamente lejanos, todavía navega arrinconado pero feliz, ese sentimiento.

El mundo se ha abierto. No pude (¿no quise? ¿No supe?) gestionar un cauce.

Telarañas, anginas y calles vírgenes. Mi paso sobre los pasos. Nuestros pasos. En aquel tiempo. Cuando todavía me permitía escribir:

"Arde, ansioso de indulgencia, / este sol íntimo que falsea su eficacia /Si acaso en la mañana líquida de sueños / todavía me ahoga el frío animal de tu indiferencia / Si acaso, algo vacío que duerme / no está muerto y tiene sed /eso lo entendemos / entendemos todo / menos yo sumado a tu cuerpo / líquido y ahogado."

Son solapas de tiempo, horas entremezcladas que bailan su inquietante cronología. Haber sido o ser, lo sabemos, se unen sin costura. Y nada termina. Nada termina.


Over.




martes, 5 de julio de 2011

Palabritas



Yo me acuerdo. Del olor a tabaco negro que fumaban los obreros, sentados en la vereda mientras se calentaban los motores. Me acuerdo de eso y de las mañanas que pausaban la realidad en una bruma inútil y feliz. Caminábamos para cualquier lado y estaba bien, porque nada era conocido, y la cara de ese tipo esperándonos en la estación, con el casco en la mano y un italiano imposible de entender.

Y me acuerdo del frío en el cajero automático, y del tren a las cinco de la mañana. Estabas dormida y llegó una chica de pelo rubio, chaqueta marrón y una sonrisa demasiado encendida para esa hora. Hablaba en un inglés impecable. Te despertaste y escuchabas un murmullo y me mirabas y me preguntabas sin decir una palabra. Lo que pasa es que ella me decía que se había ido a Nantes a buscar a un hombre y todo había salido mal. Las cosas generalmente salen mal.

Y porque me dijo “since then, no kiss on my kiss”, y no es que no te lo quiera traducir, es que no puedo sentirlo en español. Dejalo así, no te enojes.


Over.

Pozo negro


Ya la noche hizo su gesto sobre tu cuerpo
Tu cuerpo derramado de oscuridad
Tu cuerpo repentino haz de luz
Perdido en la madeja de tinieblas que mi mano,
Mi mano, ciega, conoce de memoria y olvida.


Over.