viernes, 31 de octubre de 2008

Pozo negro



¿Qué Dios siembra esta intemperie,

esta arrogante imposición del abandono?

¿Sueña el plano de tu destino, el mío?

¿Cuándo y dónde, con lúcida osadía,
La razón y el ánimo fueron guapos amigos,
Laderos imposibles de tu decisión?

¿Cuándo y por qué, ferozmente,
corrí como agua entre tus ojos?

¿Qué dios, acaso, anima esta árida ceremonia
de ausencias y adioses, de no verte y morir?



Over.

jueves, 30 de octubre de 2008

Nonsense...



Miss significa “perder” en español. Sí, pero también significa “extrañar”. Además significa “errar”. Y como si esto fuera poco, también significa “señorita”. ¡Demasiado, che!

Ah, bueno, “echar de menos” se usa en España del mismo modo que en Argentina se usa “extrañar”. Pero lo que es extraño, aunque no por eso menos enternecedor, es la forma que adopta esta expresión en catalán y en francés. ´

En Catalán, por ejemplo, “te extraño” se dice “et trobo a faltar”, que es como decir: “hallo tu ausencia”, o mejor: “siento tu ausencia”. El francés se pone más melancólico y por ejemplo, para decir: “Extraño a mi país”, usa la expresión: “mon pays me manque”, que vendría a ser algo así como “Me falta mi país”. Una ternura.

Y para cerrar estas inútiles observaciones, recuerdo la “imposibilidad” de decir “se come bien aquí” en inglés. Digo, al no existir ese “se” pasivo en la lengua del norte, no queda otra que decir: “One eats well here”, que es casi lo mismo pero no tanto. Ni hablar del “Dicen que se terminó”, que debe traducirse como “They say it’s over”. ¿Por qué “they”? Sí, ya sé, pero ese sujeto debe esconderse, es así, viejo, qué tanto.
La próxima vez me meto con el famoso “Everybody needs their…”.



Over.



miércoles, 29 de octubre de 2008

Pozo negro



Ya recortada la tormenta, sitiada.


Perfora la distancia con tus ojos
Bebe en mí, la sangre de tu tiempo
Soy manos, todo manos, me aquieto.

Esta calma de amores muertos, no temas
Armo en ti la fe que me presume,
Soy medida de los años apagados por traición

Soy, en gran medida, huella de tus pasos
De tu inofensivo rencor, de tu cuota de paz.
Soy, sin mediar escapatoria, la tormenta sitiada,
La distancia, mi tiempo y el tuyo.



Over.



domingo, 26 de octubre de 2008

Pino, el torpe. (versión de bolsillo o "blog version")



El ventilador insistía con su monótona cadencia de giros inútiles, en otro intento de espantar el oscuro calor de aquella noche de febrero. No era suficiente, no mejoraba la realidad, pero, asqueado del aire acondicionado, Pino había preferido el calor de las sábanas pegajosas.

Sin abrir los ojos, tanteó el revólver bajo la almohada, le sintió su realidad y sólo después apretó los párpados y decidió levantarse. Buscó el vaso de agua en la mesita de luz y escuchó los golpes en la puerta: “Diario, Pino.” Mientras caminaba hacia el living, desde algún lugar del patio interior subía “Sabor a mí”, tocada en tempo de bossa por algún pianista soberbio. Pino escuchó la música sin detenerse. Miró a través de la mirilla y controló al policía del turno mañana. “Buen día, Irigo”, dijo con el tono que sabía tener en aquellos tiempos en los que su mirada era un filo intolerable. “Tomá el diario, Pino, qué calor que hace la puta madre”.

Pino había sido siempre un cobarde, y eso de “morir en su ley”, significaba más unas frase hecha para perdedores que la contingencia obvia de todo rufián. Por eso, cuando el Estado le propuso seguridad a cambio de información, Pino no lo pensó demasiado. Su poder se había deteriorado, demasiadas bocas estaban echando humo en la cárcel, y si no lo alcanzaba la bala de un enemigo, tarde o temprano le llegaría el show de las cámaras, la policía y su grandilocuente detención. No, nada de eso, Pino eligió lo mejor para él, como se lo había inculcado su padre, y ahí estaba, escondido en un departamento de dos ambientes, con un policía en la puerta todo el día. No podía salir a ningún lado, menos ahora que su palabra significaba la condena de Tute, el tipo que se disputaba su lugar, y el único con el poder (y el rencor) necesario para atentar contra su vida.

En medio del salón, con el diario en una mano y el cigarrillo en la otra, Pino pudo ojear una noticia abrumadora: “En intenso tiroteo, es abatido Tute, el temido capo mafia”. Sobresaltado, se sentó en un sillón y leyó la noticia en la página cuarenta y dos. “Cercado por la policía, Tute no dudó en abrir fuego contra los oficiales, aunque en un intento por escapar, fue sorprendido por una mujer policía quien a pesar de recibir un disparo en la pierna izquierda, pudo acertarle dos disparos en la frente al delincuente. Así, a Tute le llegó la muerte antes que la palabra de Pino, el testigo estrella de la fiscalía. ¿Cuánto valdrá la información de Pino hoy en día, con el nuevo jefe muerto?”

Pino sonrió, todo su cuerpo lo hizo. Envalentonado por el giro del azar, abrió el ventanal del balcón que siempre flanqueaba la luz de afuera. Salió. El sol ya incendiaba los cuerpos, pero Pino no sentía nada, nada, nada más que la euforia que sucede al fin del agobio, la certidumbre de saberse, de algún modo, libre por mucho tiempo.

Aspiró la primera pitada del cigarrillo y la risa se le coló entre la tos y las palabras: “lo matónuna mina, qué imbécil, una mina”. Y en medio de la carcajada, la bala le llegó de frente, y lo detuvo al instante, lo congeló, y hasta se podría decir que murió feliz sin enterarse de su torpeza.

Ahora se abría otra investigación, caerían nuevos soldados, jefes, policías. Pero Tute seguiría siendo, ahora más que nunca, la cabeza real de la organización mafiosa más importante de la ciudad.

En cuanto a Pino, quizás su hija lo eche de menos, y hasta guarde aquel ejemplar único que recibió su padre antes de morir. Ella era joven y ya lo había aprendido. Los diarios están llenos de noticias falsas: eso lo debería saber cualquiera.


Over.

Teléfono para Juan Cruz(?)






Y siguen los iluminados hablando desde la máquina de la tozudez. Ahora este Juan Cruz (con un nombre digno de cantante latino), que es jurado del gafe premio Clarín Novela, sale a decir que su gran amor es el periodismo y que lo que está destruyendo a tal emblemática profesión es justamente “Internet”. ¿Alguien les escribe los libretos o simplemente es la acumulación insalubre de años? Ya está, amigos, ya se terminó el apocalíptico y peligroso mundo incontrolable que supone Internet. Más aún, ya suenan como los oscurantistas que proponían conjurar los designios de perdición que traería consigo la televisión, supuesta victimaria de la imaginación y la vida sana.

Sólo termino diciendo(te), estimado Juan Cruz, dos cosas. Tu nombre y tu apellido son muy fáciles de traducir a casi cualquier idioma, razón por la cual te admiro. Ahora, te cuento que el periodismo no es un “medio”. A ver, te recuerdo: el medio vendría a ser un canal, un espacio a través del cual fluye lo que uno quiere. Internet, por caso, es un medio, al igual que la televisión, la radio o el periódico. Si alguien se dedica al periodismo, lo mejor que le puede suceder es que se multipliquen los medios, ¿entendés?

Termino con esta pregunta, mi estimado John Cross: Si Shakespeare publicara un poema en un diario, en un libro o en un blog, ¿cambiaría el contenido? Claro, entonces, la cuestión está en el contenido y no en el canal. ¿Los jurados prestigian o desprestigian a un premio? ¿Qué significará que el estimado Jean Croix elija una novela?


Over.


sábado, 25 de octubre de 2008

Esa escena de "La Tregua."






No sé cómo hablar sobre el final, sin contarlo. Confesada mi ignorancia, sigo.

Voy a escribir unas palabras sobre una escena que está casi al final de La Tregua, la primera película de Sergio Renán. Ahí están el viudo y los suegros que no lo conocen. El suegro es sastre y el viudo llega a pedir cualquier cosa, así porque sí, arrastrado por la nostalgia. Él le dice: “Bueno, mi mujer le va a tomar las medidas, ella es buena para eso”. La suegra, ya enterada de todo, lo mira y le dice: “Es usted, ¿no?”

La escena no parece apuntar a ningún otro lado que no sea la tristeza y el dolor. Pero nos guiña una posibilidad, algo que no se especifica, que se hace evidente por los relieves y no por la forma. ¿Puede acaso ser deliberada la elección de un sastre que toma medidas? Sí, claro, las mismas medias que se le toman a los muertos para evaluar el posible cajón. Esa metáfora es grandiosa en sí misma, y sin decirlo explícitamente, nos hace entender que allí hay alguien a quien se le está terminando el hilo.

Por todo lo anterior, la última escena de la película, hace equilibrio entre el acento del símbolo previo, por un lado, y el riesgo de redundancia por el otro. Quizás por eso, la placa negra que cubre a Brandoni, es esencial. Porque lo calla, aún cuando él le siga hablando a alguien que ya no quiere ni puede oír nada. Nada más.


Over.


PD: Ahora veo que Renán y Bioy Casares comparten la misma esquiva fortuna: sus óperas primas son las mejores de toda su producción. He dicho.

viernes, 24 de octubre de 2008

J.O.G. , poeta.





Algún día la pereza liberará mis manos y me dejará escribir sobre Joaquín Gianuzzi. Si acaso la fortuna me tiró en la cara la Obra Poética editada por Emece allá por el manoseado año dos mil, cómo no desperezarse y obligarse unas palabras. A precio de saldo, la obra de uno de los más grandes poetas de Argentina. El viejo problema del precio y el valor.

Sí, ya murió, hace apenas cuatro años. Fabián Casas escribió algo sobre él aprovechando la publicación de un libro de poemas inéditos. Que estuviera bien lo que escribió ya no es sorpresa. Encima, acertó con el mejor libro, "Señales de una causa personal". Agrego este poema. Simplemente agrego este poema.


Poniéndome la corbata

Cuando J.O.G. se pone la corbata
su mueca ante el espejo no interpreta el mundo.
Más bien es una distorsión desesperada
de un rostro que está allí sin saber cómo.
Ojos espantados que preguntan cuándo acabará todo.

Piedad para todos aquellos que como J.O.G.
aprietan el nudo de la corbata cada mañana
y nunca terminan de ahorcarse.
Sentimentales y astutos como moribundos
que olfatean el límite y retroceden a tiempo.





Over.

jueves, 23 de octubre de 2008

Palabritas



No sé qué contarte esta vez, la noche secó los cuentos y sólo queda tiempo para una manzana o un café. Porque manzana y café no se llevan para nada, o una cosa o la otra.

Qué sé yo, ¿sabías que Mahler estaba aterrorizado de escribir su novena sinfonía por miedo de correr la misma suerte que Beethoven y Schubert? Y otro dato curioso: Mahler era judío, y como tantas otras estupideces que hicieron los alemanes de aquel tiempo, lo prohibieron a rajatabla. Bueno, a qué no sabés cómo se llamaba la esposa: Alma Schindler.

No sé, esto es el futuro y aquí no hay patios. Además, no se puede llamar a nadie a esta hora, olvidate. Quizás sea mejor que te calles, o que me calle, a mí me gusta que me acompañes ausente, la posibilidad de estirar la mano y saberte. No le temas a este silencio poroso, al final es como esas mosquitas que ves volando y en realidad no están, esas manchitas negras, algo de la retina o no sé qué.

También, quién sabe, sería bueno que te permitas rodear por las cosas que no vuelven. Dicen que la repetición es una forma del olvido, aunque no estoy tan seguro. Yo me quedo acá, no te preocupes, ya aprendí. Ahora, antes de cerrar, me gustaría preguntarte algo que ni se te ocurra contestar: ¿Dejarás que el brillante animal siga intentando devorar la distancia?
Dulces sueños.


Over.


miércoles, 22 de octubre de 2008

Poderes, poderes, a burlar!


De las posibilidades que la imaginación acumula en su infinitud, hay una que, según dicen, en Japón es fama, aunque yo no he conocido a ningún semejante que la recuerde. Que la sepa. Que la haya escuchado, al menos. Podría decirse que se trata de una breve acumulación de virtudes inútiles que condenan al actor por su propio virtuosismo, y a decir verdad, no semeja nada oriental. El lector lo decidirá. Dice así:

En el proceso final, frente a los jueces, el brujo Espirí tomó un vaso de veneno. Al cabo de diez minutos, el brujo seguía hablando. Les rogó a los jueces le permitieran usar una espada de los guardias. Concedido el pedido, el brujo la tomó por su empuñadura de plata, y con notable esfuerzo, la apoyó contra su vientre hasta que lentamente fue penetrando la carne. Sólo un poco de sangre se acumuló sobre el piso, y una tibia mueca de dolor.

No satisfecho aún con la demostración, el brujo retiró la espada de su cuerpo, la alzó con destreza y, sacando la lengua, se cortó la misma de un solo movimiento.

Entre el público, algunas hombres no podían soportar el acto y optaban por irse o cerrar los ojos. Los jueces habían enmudecido ante tal acción. El brujo, increíblemente, se dirigió al público y, con perfecta dicción, exclamó:

“He aquí la prueba de mis conjuros. Si os mintiera, ya habría muerto con el veneno. No podéis juzgarme por blasfemo o mentiroso, porque tengo de mi lado, la verdad de mis palabras y de los hechos.”

Casi sin mediar tiempo alguno, uno de los jueces se puso de pie y sentenció:

“A ti se te ha juzgado por mentiroso y embustero. Le has quitado el dinero y la fe a muchos, y aquí es donde se te condenará. Salvo que ante lo que hemos visto, la diferencia está en la acusación. No puede existir nadie que conjure a la muerte, porque eso te haría indestructible, y sólo el Rey y Dios pueden conocer ese secreto. Tú, hambriento simulador, sólo lo has robado de algún sitio, como es tu profesión, y con esta demostración, nos has ahorrado tiempo: Te condeno a muerte por embustero, sacrílego y farsante, y por haber obtenido con imprudente astucia, el secreto del eterno vivir. Veremos si las llamas no comprueban tus cenizas”

Finalmente, el brujó ardió en gritos y se llevó junto a él, el secreto de su magia.


De inocente moraleja, siempre me interesó el texto anterior ya que no puedo dejar de anudarlo al famoso cuento de Jack London, “Lost Face” ("El Burlado", en español), en el que de argumento similar, un hombre logra convencer a otro de sus supuestos poderes para conseguir una muerte digna. Claro que el cuento de London es, a mi juicio, impecable y con uno de los giros (esos twist-in-the-tale) finales más logrados de la literatura. Es decir, si no leyeron ese cuento, por favor, dejen todo lo que estén haciendo y háganlo. Búsquenlo en la web, vayan a una librería, por favor, que hacén ahí, por qué siguen leyendo, fuera!


Over.

martes, 21 de octubre de 2008

Pozo negro



La hora ebria, sí, o la madrugada de luz.
Prefiero el sinfín de acusaciones, las alarmas,
Las tibias señales del miedo, los accidentes.
En la hora ebria, sin permiso y a los tumbos,
Me declaro inconsistente con mi orgullo,
Te permito mis errores y pierdo intensidad.
Pero la hora está ebria, y yo ya no soy más.



Over.




La mayoría de los hombres es



Hay una clara confusión entre lo llamado “natural” y lo “lógico-mayoritario-razonable”. Para quien no lo sepa, es natural todo lo que pertenece a la naturaleza, es un atributo que afecta a todo el universo. Claro que se fuerza el significado ateniéndose a que no se puede incluir dentro de la naturaleza a la intervención humana. Esa última definición es propia de un intervencionismo religioso, arraigado a un teocentrismo implacable: toda creación que esté fuera de la órbita divina es una “subcreación”, y por tanto, no natural.

Salvado ese último estrechamiento de la mente, es claro que la palabra “natural” lleva en sí un concepto meliorativo, haciendo referencia a algo bueno o sano, desde lo corporal hasta lo moral. Por contrapartida, lo no natural es objeto de ataque y reproche.

Exempli gratia: “Los homosexuales son no naturales, ya que si todos fueran homosexuales no habría procreación, y el hombre está hecho para continuar la especie”. Tantas veces repetida la frase que antecede, y cada una de esas veces conllevando un disparate semántico y especulativo.

En primer lugar, un homosexual es natural per se, no puede existir tal cosa que se denomina “error de la naturaleza”, porque el concepto es abarcativo: “todo lo que concierne a la creación y el universo”.

Por otra parte, dónde dice que el hombre está creado para continuar la especie. Las evidencias histórico-biológicas describen la preservación como mecanismo inducido en los seres vivos, y aunque pasible de un exceso de hedonismo, nadie puede desmentir que el motor radique en el placer y no en la tan mentada continuación de la especie.

Por caso, la especialización evolutiva anuncia la capacidad de los seres vivos para apropiarse de tiempo placentero, de manera tal que se pueda alimentar el propio destino incierto, sin detenerse en especulaciones ontológicas que hacen justamente lo que su nombre indica: contemplan y analizan.

Nada de lo que existe es antinatural o no natural. Los desvíos son incursiones de aislamiento, contrarias a la mayoría, pero no por eso moralmente atendibles. Condenamos el dolor, la injusticia y el sufrimiento, aplaudimos su castigo, pero no podemos tolerar que se trate de una cuestión de cantidades. Si todos fueran asesinos, el asesinato sería la norma, y el perdón, la condena. Las cosas no son como Dios manda, eso es lo que quería decir.


Over.

lunes, 20 de octubre de 2008

Pozo negro



Criminal, llueven candados, se desploman,

cierran el aire, cierran el tiempo,
me abisman a tu imagen y te veo,
encerrado en ti a medianoche y en este temporal
de metales oxidados y claves imposibles.
Es ofensivo, delatan mi libertad a plazos,
No hay forma de detenerlos, no frenan.
No sé si llamarte, olvidarte o pegarte el tiro:
La balsa ya está, ahora falta el mar.


Over.

Otra de Medem, pero no tanto. Pakea!





Vaya uno a saber las cuentas que otro ser humano se debe, se apunta, se estremece por saldar con apremiante prontitud.

Somos, además de todo lo que dice el manual, un rosario de cuentas pendientes, que se acumulan en los sueños, bajo el ala de los amores imprevistos, alrededor de los padres, los hijos, tu humilde opinión sin intención, y todas las veces que decimos hola y adiós. Hola y adiós.

A Julio Médem le debe haber ocurrido algo semejante. La Pelota Vasca es una peli-documental sobre el espiralado-conflicto-vasco. Otra peli-documental sobre el espiralado-conflicto-vasco. Pero no es alarmante, con tal que uno sepa de antemano que verá un largo que no abreva en el amor azaroso y el sexo trágico (e intercambiando los adjetivos, también), el documental resulta interesante.

Interesante, claro, porque si quisieras describirlo, tendríamos que decir que se trata de un montón de entrevistas a diferentes actores del conflicto, políticos, parientes de gente asesinada por ETA, gente amenazada por ETA, gente que ha sufrido atentados, historiadores, sociólogos, presidentes, ex presidentes, sindicalistas, militantes, y demás personas de aquí y de allá. Por lo tanto, voy a hacer una cosa. Me voy a decretar la obligación de exponer el conflicto vasco en un párrafo, y el sentimiento que me dejó la película, en otro. Para alguno de los dos tópicos, la extensión es realmente breve. Irremediablemente breve.

El llamado "país vasco" es una región del norte de España y el sur de Francia, extensión que ostenta una lengua (el Euskera), una cultura, una historia y una tradición. Como en el caso de los catalanes, ni las prohibiciones ni la propaganda oficiales, lograron que su cultura e idioma fueran condenados a los libros de historias, del mismo modo que en Argentina se hizo con los aborígenes. Por otra parte, este ímpetu de identidad, tiene en el país Vasco, un brazo armado y un brazo político, cuyos límites se van corrigiendo con el viento de turno. Al brazo armado lo conocemos todos, se llama ETA, y a sangre y fuego intenta asignar su idea de “vasquedad”, montada a una independencia sin condiciones y a la pasmosa imposición de la propia cultura.

La Pelota Vasca es una película que abarca el conflicto vasco, desde las perspectivas más abiertas hasta las más radicales. Cumple en dar una visión actualizada del problema, con los testimonios directos de los afectados por el mismo, aunque la ausencia de ciertos actores se hace notar, aun cuando es advertida por el director en el comienzo de la película. Otro acierto del documental es la promesa cumplida tal como se expone al principio, que tan sólo se intenta presentar un laberinto sin intención de imponer salidas. Así, cuando la balanza parece inclinarse para un lado, enseguida algún testimonio o una imagen apuran el equilibrio. No sé si este tipo de emprendimientos deben lograr que uno tome partido o al menos que reflexione sobre lo visto. Sinceramente creo que falla en ese punto, y que en vez de iluminar un extremo, termina por desenfocar un objetivo, y colma de prudencia un conflicto que es, ante todo, una gran imprudencia.

¿Acá debería yo opinar sobre el conflicto vasco? Justamente, sería precipitado. Lo único que agrego es que no creo en las banderas, las patrias, las religiones, tus patrones culturales, tu mandato social, tu impuesta historia familiar, las escarapelas, las nacionalidades, tus fronteras. Tus fronteras. Sí creo en la violencia, en el fuego y en la sangre. El punto es la alquimia. Siempre es la alquimia. Y el alquimista, claro.



Over.

PD: Mi humilde poema: "San Sebastián"

Yo vi tu frío, de primer amor y encanto,
Alumbrado de esplendor ante tu calma opulencia.
Te debo días de vida, de inocencia y libertad.
Tus formas de mujer, tu ansiado mar helado
¿Qué puedo pagarte con palabras?
¿Qué te he dado para que me des?
Ahí, donde conviven la historia y la posteridad
Ahí, donde falsamente caminamos tus calles
Ahí donde subimos para ver mejor. Ver mejor.
Donostia de horrores, de placer y noche.
A ti vuelvo. Y me quedaría.
Me quedaría.
Y lo haré.
Algún día lo haré.





miércoles, 15 de octubre de 2008

To whom it may concern.



Has claudicado. Has elegido cederlo todo. Han vencido las fuerzas que te acosaban. Ha perecido hasta el último átomo de sueño. Sentado con la vida entre las manos, te veo espantar el espiral de horas que no frena. No frenan. No importa, cuando te inundes de años, tus nietos dirán: ahí está el abuelo, nunca duerme. Y tejerás crucigramas imposibles, y ni siquiera te darás cuenta de que ésa ha sido tu elección. Y la peli se termina, y a otra cosa.



Over.

martes, 14 de octubre de 2008

Es igualito, y ya vivió mucho más






Violentar semánticas no es tarea tediosa, menos aún si el esfuerzo evoca la duda en el lector. Ahora, ni las más poderosas energías podrían alterar el significado que John Lennon le grabó a las palabras destinadas a su hijo Julian: “He came out of a whiskey bottle on a Saturday night”, es decir, “es el resultado de una botella de whiskey, durante la noche de un sábado”. ¿En qué estaría pensando el más ácido de los FabFour cuando dijo semejante cosa?

En fin, el punto es que Julian Lennon (called “Julian” too obviously after his Grandma, “Julia”) es un rara avis en esto de los “hijos de”. En 1984 se despacha con “Valotte”, un disco al que la mayoría de los cantantes pop sólo llegan después de cuatro o cinco intentos. Las letras son muy flojas, y parecen estar allí sólo por la necesidad de que una canción suele contenerlas. La música es melodía en estado puro, con momentos admirables, y todo acompañado por esa voz que es igualita a la del papá, lo cual en este caso da miedo.

Abierto el camino, no pocos se animaron a ver las mieles del genio traspasando una generación, y se preguntaban dónde podía llegar ese muchacho si empezaba de ese modo. Roto el hechizo, sin saber cómo ni por qué, Julian Lennon se fue hundiendo en la esterilidad compositiva, editando 4 discos más, que se asociaron al olvido de manera instantánea. Con el obligado paso por las drogas y el alcohol, y el retiro a los alpes de algún lugar, Julian desaparece de escena hasta el día de hoy, a punto de editar su nuevo álbum, llamado “Conscious” del que se espera una especie de renacimiento. En su sitio en myspace ya se puede escuchar algo de lo nuevo. Quién sabe.

Lo cierto es que Julian Lennon, el Jude de Hey Jude, el apodado Jules, vuelve al disco, quizás para desprenderse de su padre, ahora que ya vivió más años que él. Dios, me parece increíble que ya tenga 45 años, edad que John no alcanzó a vivir. Dios, una canción como las de Valotte, una sola, aunque sea parecida.






Over.(as the dream...)


PD: Es notable que una de sus mejores canciones (Because), sólo se haya registrado en ese disco que fue la banda de sonido del musical "Time". Y que "Saltwater "esté en medio de la sequía que significó todo el material post-Valotte. Ah, y que su hermano Sean sea figurita de culto, con dos discos que están muy bien. Muy pero muy bien.


lunes, 13 de octubre de 2008

Escribir, obvio.


Escribir, como si una tonelada de maldiciones pudiera ser expiada por la palabra, todo el tiempo escribir, leyendo a los idiotas que tienen horarios-fórmulas-recetas, artesanías berretas para críticos del montón.

Escribir a la fuerza y en libertad, porquerías y perlas, Adonis del subdesarrollo literario, migajas de un concepto vulgar.

Escribir sin editoriales, con editoriales, con lectores, sin lectores, disparar sin blanco, llover balas de sentido, munición al por mayor de talismanes y bijouterie.

Escribir como antídoto, como veneno, como justicia para espíritus vengativos, voraces, ingenuos.

Escribir hasta la última gota de luz, ésa que perfora las pupilas del amanecer.

Escribir a pesar de todo, de tu fortuna, mi escondite, los años en contra y la sana costumbre de evitar los decálogos. Escribir como el amor, y qué!



Over.


Báez nació póstumo.



A las 7.30 de la mañana, la gorda Figueroa pretendía que entendiéramos a Husserl. En realidad, mi problema era con Figueroa; la odiaba, la despreciaba, sus tumultuosas caderas me sacaban de quicio. Pero no era su cuerpo, era su voz inerte y monocorde, insistente y fatal. Y porque nunca me puso más de un 4. Y porque yo tenía 20 años, claro.

Pero quiero contar algo de Báez, el flaco que venía de San Fernando y que tenía todos los rasgos de esos loquitos de Estados Unidos que un día empuñan la Uzi y le disparan a todo lo que se mueva. Callado, serio, pelo corto, siempre bien vestido, su presencia se corroboraba sólo al verlo. Su voz era grave y rápida. Decía lo menos posible y en la menor cantidad de tiempo. Era unos años más grande que yo, tendría unos 25 o 26.

Ok, la cosa es que Figueroa tenía la puta costumbre de comentar los parciales antes de entregarlos, con nombre y apellido. A mí me daba con todo, desde que me había equivocado de carrera hasta que quizás me convendría pensar en algún oficio. Pero Báez siempre fue un relojito, un gran estudiante, y sabía de Sartre más que la misma Beauvoir.

Ese día empezó a entregar los exámenes. A mí me dijo que me planteara repasar algunas materias del colegio secundario. Yo, mientras, le miraba las piernas de elefante y lo hacía con tal pérfida fruición que yo sé que la hacía sufrir. Cuando llegó el turno de Báez, le dijo: “Báez, usted es muy bueno, se nota que ya sentó cabeza, pero hace rato que está escribiendo cualquier cosa. Todo el examen está lleno de digresiones. No se entiende nada, es todo muy confuso. Mire, hasta le diría que quiso engañarme pensando que no lo iba a leer. Pero yo leo todo, Báez, y le repito, esto no se entiende.”

Ahí nomás, Báez se paró y le espetó: “Hay quien nace póstumo” “¿Cómo dice, Báez?” ladró la gorda. “Que usted no reúne los requisitos para entenderme. No me puedo mezclar con ciertos autores actuales. Menos aún, con lectores actuales”. La Figueroa se puso roja como un pimentón, y Báez agarró sus cosas y no lo volvimos a ver. ¿Qué dijo este insolente? preguntó la lengua de la gorda sin pasar por su cerebro. “Dijo lo que dice Nietzsche, gorda desubicada.” Conclusión, Báez desapareció, Nietzsche es un grande y yo recursé la materia.


PD1: Báez, si de puta casualidad me estás leyendo, estuviste diez puntos. Ojalá no mates a nadie ni te dediques a atender jubilados en un banco de barrio.

PD2: El Anticristo es una llamarada de fuego. Igual, siempre creí que se tomó demasiado trabajo para refutar el tema en cuestión. En el fondo, no sé si al gran Federico le dolía entender que no podía creer. Pero qué libro, les da a todos sin excepción. Una buena idea sería regalarlo a los chicos de escuelas católicas. O extorsionar a los curas para no regalarlo. A ver...


Over.

domingo, 12 de octubre de 2008

Palabritas


Me acuesto. La noche rodea mis ojos y apenas puedo empezar a juntar el recuerdo del día, apenas soy capaz de recorrer las últimas horas, porque mientras juego a no saber, a no querer saber, tanto sueño falseado se impone en mi memoria y la hace estallar. Estallar, sí, porque eso pasa cuando no cuidamos lo que guardamos.

Así, crecerás en ahogo a las tres de la mañana y yo seré la piel que las uñas ya se llevan. Pero nada hará que mis pupilas abran el paso a la negrura. La memoria negra; la que feroz, obsecuente de su brutalidad, camina los pasos de mi sueño. Es ella, señores, la tornasolada efigie de lo andado, la única responsable de esta noche que rodea mis ojos y apenas me permite juntar el recuerdo del día. Entonces debo empezar otra vez. Me acuesto. Traigo la noche y los demonios. Lo mismo da. Me acuesto. Otra vez: me acuesto.

Over.


viernes, 10 de octubre de 2008

Pozo negro

Me compré un piano que toca en francés
silba en griego y te ama en lluvia.
Mi nombre te alcanza para olvidarme
porque la memoria está siempre
en fa menor sostenido.
Te repito: me compré un piano en cuotas:
cuatro violeta y dos sin rencor.
La melodía rencorea, tozuda, tu fastidio
y nos hace tuyos, a mí y al gato.
El gato piensa en números, y yo te odio,
porque al final, de tanto insistir, quién te dice
dejes de entenderme y yo me pueda ir,
mudo y feliz. Bla, bla, blá.


Over.

jueves, 9 de octubre de 2008

Se vende río






De los inconcebibles pleitos que aloja fiel la memoria, ninguno como el de Pedro Ariel Llendas, militar distinguido por la codicia y el alcohol, aunque no fueran distinguidas las bebidas que amansaban sus noches, tardes y finalmente la jornada entera.

Bravucón de historieta, a Llendas se le debe la primera venta de un río nacional, primera y única, es claro, y por la que pagarían con una embarcación precolombina que, según los cálculos del militar, superaba en valor holgadamente al cauce hídrico. El papel que documenta la transacción, rebalsa de humor y descrédito, del cual transcribo unos párrafos a modo de ejemplo:


27) Se deja constancia que el cauce hídrico, ubicado en (aquí aparecen coordenadas), será propiedad de la empresa Anuel, sin vencimiento ni caducidad alguna, y que la empresa puede decidir el destino del espacio, pudiendo secarlo hasta su mismo fondo, o aumentar su caudal para que crezca no más de diez metros de cada lado. Todo esto sin perjuicio de consensuar la inundación con posibles moradores de sus costas.

38) La embarcación será traída desde los astilleros de la empresa, debiendo navegar al menos en una oportunidad, toda la extensión del río, no haciéndose cargo la empresa por posibles daños o bien hundimiento total. En caso de suceder esto último, los gastos del encallamiento correrán por cuenta del beneficiario de la embarcación.

Y ahora, lo mejor.

61) En el caso de que el río quisiera ser cruzado, deberá el aspirante, abonar un suma prefijada a la empresa, no importando si hiciera uso de una embarcación o bien decidiera aventurarse al nado simple. Del mismo modo, la pesca queda reducida al bagre y la lisa, corriendo riesgo, quien no cumpliere con la exclusividad, de ser multado convenientemente.

78) En caso de congelamiento total del cauce, la empresa podrá percibir una indemnización igual al 1 por ciento diario del valor de comprar del mismo. Aunque se deja constancia, que quedará prohibido, en tal caso, todo tipo de actividad sobre hielo.

El abrumado militar, tras firmar el disparate, fue interpelado por el Congreso y obligado a devolver el dinero a quien correspondiere, como así también declinar el pago con la embarcación precolombina. Fustigado por la deshonra, el oficial no dudó en entablar un juicio contra el Estado y anunciar el pedido de pena de muerte para los representantes que lo hubieran increpado.

Nada prosperó, ya no por la falta de tozudez del militar, sino por la exacta aparición de un trapo mojado en la entrada del Colegio de Oficiales, el cual se transformó en una trampa mortal que terminó primero con la entereza del cráneo de Llendas, para finalmente apagar su existencia. Algún periodista no sin picardía, intentó introducir la posibilidad de un atentado. Tituló el artículo: “El trapo conspirador”.


Over.


miércoles, 8 de octubre de 2008

Ruta 40


Ruta Nacional 40. Sospechosamente uniendo soledades y extremos. Casi 5000 kilómetros. No debería estar permitido que los lazos fueran tan extensos. Quizás no lo son.
Cuentan que quien la recorre, anula amaneceres. ¿No se entiende? Bueno, como quien no entiende que estarse quieto y no moverse son dos cosas bien diferentes.
Ah, y cuentan también, que sólo una vez cada diez años, durante unos íntimos segundos, nadie hay en en la ruta 40. Nadie en absoluto.






Over.

Tu nombre



Estaba leyendo una colección de historias chinas, esas que van de “el discípulo le pregunta al maestro”, y que termina siendo la forma oriental de la parábola o la opción humana de las fábulas de Esopo, o qué se yo, y por el medio aparece tu nombre. Sí, tu nombre. Que yo sepa, tu nombre no es ni chino ni oriental y hasta me parece que es un poco moderno, como esos nombres de moda que les ponen a los niños como si fueran un zapato verde o unos pantalones Oxford.

Lo primero que pensé fue que me habían vendido un libro falso, cuyo autor era argentino o panameño o mexicano y que se escondía tras el nombre un poco obvio de Chung Tse, y que a mitad de camino, por olvido o a propósito, puso ese nombre, tu nombre, para que sepamos que todo era un invento. Yo creo que con un poco de esfuerzo, imaginación y ganas, no es muy difícil escribir uno de estas historias chinas con final metafórico. Sí, ya sé, con esfuerzo, imaginación y ganas se puede hacer casi cualquier cosa, pero me refiero a este supuesto autor chino a quien se le ocurrió tu nombre en medio de su libro inventado.

Y en tren de asociar, me pregunté si el autor argentino, panameño o mexicano te conocía de algún lado. Si te conocía desde antes de mí o si fue tras quien corriste el día que me dijiste que te ibas y que odiabas todas las idioteces típicas de las despedidas de amor con fundamentos y palabras prolijas, y me voy porque no quiero estar más contigo. Yo te dije que a lo mejor nos volvíamos a ver alguna vez, por decir algo y por sonar un poco intelectual, por no decir frío (por no decir idiota), y ahí nomás me explicás que era lo último que hubieras querido escuchar, que yo te parecía un manual de telenovelas y que por eso creías que las cosas no habían funcionado.

A mí me pareció que las cosas no eran así, porque cuando nos conocimos y yo te dije que estudiaba arquitectura, vos me dijiste que te parecía muy interesante eso de diseñar casas y edificios que tenían que ver con la identidad de una ciudad, es más, también me dijiste que menos mal que no estudiaba para ingeniero, que esa gente no tiene imaginación. No estoy de acuerdo, pero me cayó bien que me lo dijeras entonces, me hizo sentir diferente y mejor, y después cuando te mostré el proyecto del centro comercial te quedaste mirándolo con los ojos abiertos y me dijiste que era una gran idea lo de poner pantallas en todos los pisos para mostrar partes de la película que se estaba proyectando en los cines. Eso también me hizo sentir diferente y mejor.

Entonces, cuando me dijiste lo del manual de telenovelas, me dolió porque me igualabas a un montón de idiotas. Creo que aun me querías y que el problema es que había otro. Algunos dicen que una cosa no invalida la otra, pero supongo que es cierto eso de que si no te quieren el resto viene solito. Y bueno, yo siempre creí que te ibas a ir con un escritor, pero no con uno famoso o reconocido, sino con uno de esos que escriben después del trabajo y les dicen a sus mujeres que un día van a vivir de lo que escriben y siempre están escribiendo la novela que cambiará el rumbo de la literatura.

Justamente, ahora se me ocurre que este Chung Tse es un fabulador, (así que lo más probable es que sea argentino), que escribió ese libro de semblanzas chinas, y la forma de dedicártelo fue escribir tu nombre en medio de una historia y ¿qué te habrá dicho? ¿qué se cree muy inteligente por hacer eso? Escribió un libro de supuestas historias chinas, firmó con un estúpido seudónimo chino y encima usa tu nombre totalmente fuera de lugar. Aparte, ¿te parece la historia para el que lo usó?:


El aprendiz le pregunta al maestro: ¿Por qué nadie se sorprende al ver caer una roca al piso?
El maestro le responde: ¿Por qué nadie hace tu pregunta?
El aprendiz responde: Porque a nadie le debe interesar.
El maestro dice: Entonces a nadie debe interesarle la sorpresa.
El aprendiz pregunta: Maestro, ¿la sorpresa interesa o aparece sola?
El maestro responde: Nadie pregunta sobre la sorpresa. La gente se sorprende. ¿A ti te sorprende que una roca caiga al suelo?
El aprendiz responde: No, lo que me sorprendería es que se fuera al cielo o hacia un costado, flotando en el aire. Busco una analogía y veo que nadie se sorprende si la ve caer.
El maestro sentencia: La sorpresa y la repetición son claros enemigos.
El aprendiz dice: Con todo respeto, Maestro, pero eso suena obvio.
El maestro dice: Entonces también lo es tu pregunta.


Después resulta que el aprendiz se encuentra con una mujer de la cual se enamora, ahí aparece tu nombre, y le cuenta su conversación con el maestro y ella le dice que se sorprende cuando una roca cae y al aprendiz no se le ocurre pensar otra cosa que el amor es una obviedad compartida. Cómo puede ser que estés con un tipo así, que piensa así del amor, dios, ese sí que es el perfecto manual de telenovelas.

No creas que estoy enojado, para nada, simplemente me llamó la atención leer tu nombre después de tanto tiempo, y me hizo recordar lo que me dijiste cuando me dejaste, y nada más. El libro lo vendí en el parque y con lo que me dieron me compré una Coca Cola. Es increíble, pero en pleno invierno la temperatura es altísima, creo que dijeron 28 grados y que el cambio climático hace de las suyas y que Greenpeace está armando algo para tomar conciencia. Un concierto o el bloqueo de unas fábricas, no me acuerdo bien.


Over.

Juan



Algo debe haber detrás de este crecer a contramano”, se decía Juan, sin hacer el mínimo movimiento de labios, todo generado en algún lugar previo al pensamiento, casi simultáneo a lo que se repitiera tantas veces en las últimas horas. En el fondo del pasillo, en la piecita cuatro, Juan tomaba mate y se llenaba de galletas húmedas que al contacto con el agua caliente se volvían algo realmente insípido. Para colmo, Claudia lo esperaba a la noche, cuando la brisa aliviara el denso atardecer, y junto a la noche también vendría la respuesta, esa especie de claudicación adolescente que a Juan le corría por todo el cuerpo.

Sin embargo, Juan, mareado entre las capas que lo tironeaban de un lado a otro del tiempo, sabía que como una rebanada de pasado que se incrustaba en todas las decisiones, estaba esa otra cara, esa esperanza que le navegaba las manos y la boca y que de tanto recordar ya había destrozado y vuelto a armar decenas de veces.

Claudia, si al menos no me trajeras detrás de tu caricia, la ausencia de otra cosa, si no hicieras que el contraste rebajara la esperanza”. Juan no lo pensaba con esas palabras, más bien dejaba que la idea le pasara por los poros, se hiciera transpiración y más tarde intentaba reconstruir en gotitas lo que como un bloque indivisible se le venía desde otra parte. Entonces, mientras cada mate le lamía tibiamente la garganta, Juan pensaba si no sería mejor decirle a Claudia que algo no andaba del todo bien, que ella no tenía nada que ver, que era más bien algo que él no podía manejar y que iba a terminar por hacerle daño. Pero ella le contestaría que si no lo podía manejar, lo mismo daba estar sólo que con ella, que ella lo quería y que prefería ayudarlo, porque eso es el amor, ¿no?, sería hasta egoísta de su parte desentenderse justo en ese momento.

Claudia está enamorada y lo que hace para no perder este generador es increíble”. Eso sí lo pensaba Juan, letra por letra, y hasta el sonido de cada vocal le volvía la cara a aquellos años en los que él, precisamente él, habría dado su vida por no perder la ausencia que Claudia traía en su sonrisa fácil.

Volver al pueblo era perder. Para que todos digan ahí volvió el Juancito, las cosas no le anduvieron en la Capital, parece. No, eso era lo último. Entonces Juancito le daba al mate y ni se preocupaba por cambiar la yerba que se disgregaba en palitos en el agua ya tibia, como toda esa araña de sueños que lo despertaba a cualquier hora, eso, los sueños que flotaban en la barrosa vigilia que hervía en otras formas. Pero volver también podía ser ir hasta la puerta, tocar despacito, esperar que saliera y decirle que se fue pero que no puede pensar en otra cosa, que se la pasa de la facultad a la piecita, atragantándose con libros y palabras o intentando escribir algo. Y que también hay una chica que se llama Claudia, que me quiere bien y yo también a ella, pero vos te andás apareciendo todo el tiempo, quería saber, si a lo mejor, pero ahí se cortaba la posibilidad, se rompía y todo se abría como en un calidoscopio fijo. ¿Lo miraría con piedad? ¿Con bronca? ¿Con cansancio? Lo humillaría con un no grande como la mancha de humedad que la dueña de la pensión prometía arreglar hacía como cinco meses.

Pero eso era una canallada, algo que Juan aceptaba de mala gana, porque él mismo consiguió el arma, él mismo, trabajado por el amor, fue hasta la casa antes de que se hiciera de noche y esperó agazapado y le metió el litro de ginebra al viejo Díaz. Esperó que el alcohol le desbocara la ira, le contó que su hija lo quería denunciar, que le iba a sacar la casa, que lo iba a dejar en la calle como a un perro. Y ahí, en ese frío teatro en el que el viejo Díaz se convertía en actor a la fuerza, se abrió la puerta y Díaz vio a su hija y vaya a saber cuántas cosas más, cuántas mujeres, cuántas noches con la espalda derrotada de tantos golpes que su propio padre le daba por lo que fuera. “Hija de puta, así que terminaste siendo una putita como tu madre, pero yo no soy ningún pelotudo, te voy a arrancar la jeta de una trompada”, balbuceó el viejo Díaz, estirando las sílabas, aumentada su violencia por el alcohol y por su propio pasado insoportable.

Primero le dio de lleno en la mandíbula, y antes que cayera, con un sorpresivo reflejo, le largó una patada que fue a dar sobre las costillas. Juan se levantó y aunque las marcas eran necesarias, no dudó en agarrarlo fuertemente de la nuca y apoyarle el revólver en la garganta. La bala lo anuló al instante. Juan tiró el arma y corrió a abrazarla. Ella intentaba dividir el llanto, otorgarle lágrimas al dolor de los golpes, los que se acumulaban en su cuerpo desde hacía tanto tiempo, y a la fresca realidad de saberse huérfana para siempre. El resto fueron los detalles que a nadie interesaron. Todo el pueblo sabía que el viejo Díaz era un borracho y que un día las cosas iban a terminar mal en esa casa.

“Este tiempo tan húmedo tiene que significar otra cosa, no me duelen los huesos porque sí. Esto se irá como una pus, de algún modo este agobio de eternidad, este infierno, se hará hoja seca”, intuía Juan entre cada mate. Podía ir y amenazarla con contar todo, que las cosas se habían preparado. Se imaginó en la cárcel, y tristemente se dio cuenta de que las cosas no cambiarían demasiado.

Quizás todavía quedaba algo de luz, pero en la pensión la noche bajaba siempre antes, en esa piecita de cuadritos baratos donde la soledad estaba amurada para siempre. Se cambiaría y al llegar, Claudia se le treparía al cuerpo, lo ahogaría y le buscaría la boca con esa risita entre infantil y contagiosa, y quizás un poco boba también, y le diría que tiene ojeras, que el estudio lo está cansando demasiado. Él le pasaría la mano por el pelo, haría que sus dedos se dejaran acariciar por esa suavidad rubia que tanto le había atraído desde la primera vez que la vio. Después sacaría un cigarrillo y Claudia le pediría que no fume y él acataría. Y se pondrían hablar y Juan tendría que decir algo, dar una respuesta.

Cuando abrió la puerta se dio cuenta de que empezaba a llover. Eran gotas pesadas, lentas, como si a una inmensa lágrima le hubieran acertado un tiro en el centro y el viento no permitiera que todo se desintegre en pequeñas líneas.

Una lengua rosa, algo así como un imperfecto lienzo horizontal, se resistía con un poco de luz en el oeste. Juan pensó que a lo mejor podría decirle a Claudia que ella se iba a casar con un asesino. Pero cuando el fósforo se reventó contra la cajita, en ese momento en el que la explosión es amarilla y fuerte, entendió que a Claudia no le importaba quién era ni quién había sido. Fácil, como a él no le importaba que lo hubieran usado para una muerte y ahora otra mujer le perforara el aliento con esa ausencia que lo enloquecía.


Over.



PD: ¿Será verdad que nadie lee más de dos párrafos en el post de un blog?


martes, 7 de octubre de 2008

Palabritas



Los barrios de gente de mucho dinero exponen la tristísima soledad de tener todo lo que se necesita para ser alguien culto, educado y con un mínimo de nivel educativo, y al mismo tiempo no serlo. Algo así como que se nota la mediocridad. Los pobres serán unos brutos, pero los ricos tienen dinero para comprarse libros y sólo la gastan en buenos zapatos y un jamón crudo importado.
Resumiendo, si no tienes nada, de nada podrás ser culpado. Si tienes todo, también es toda tuya la culpa y la vergüenza.
Ah, y el reino de los cielos no es para nadie, porque no existe. La iglesia tiene de clientes a los pobres, y eso debería estar penado por ley. He dicho.

Over.

lunes, 6 de octubre de 2008

Se corta, se corta, se cortó.







No, pero si todo lo pensamos alguna vez, cuando vimos una película o hablaron del tema. Bueno, entonces no te tendría que sorprender que haya habido gente que no se quedó con la duda e intentó investigar. Sí, hablo de la guillotina, el corte de cabeza y los verdugos con esa onda KKK pero en color negro.

Yo siempre me imaginé que cuando la guillotina corta la cabeza, esos ojos ven por un instante la caída a la canasta, se siente el golpe al caer, y hay un íntimo segundo en el que, estando vivo, uno se reconoce muerto. Total que Paul Loye, un médico francés, se ocupó del tema y se la pasó decapitando perros en el laboratorio. Según sus conclusiones, es tan abrupta la pérdida de tensión arterial, que no hay tiempo alguno que permita al decapitado la posibilidad de sentir tras el corte. Y atribuyó los movimientos faciales a simples actos reflejos que nada tienen que ver con una supuesta orden del cerebro.

Pero como todos sabemos, de la muerte nadie ha vuelto, y todas las conclusiones se deberían corroborar con el pobre diablo al que le sacaron la cabeza. Por caso, este Loye no tuvo mejor idea que pedirle a un condenado que una vez se le cortara la cabeza, hiciera algún movimiento voluntario que confirmara sus segundos posteriores de vida. Muy orondo, el francés dice que nadie lo hizo. Objeción: Si ud, fuera decapitado, ¿se acordaría de guiñarle el ojo a un médico para que certificara su defunción?

También es conocida la intención de unos patólogos franceses que intentaron irrigar una cabeza decapitada con la propia sangre del occiso, y todo a través de unos extraños injertos en las carótidas. De más está decir que todo terminó en un charco de sangre inútil.

Hay mucha bibliografía al respecto. Como dije antes, las hipótesis no pueden corroborarse por obvias razones. En lo que mí respecta, yo sigo imaginando lo mismo: la cabeza cae y ve ese giro imposible, se marea por la pérdida del cuerpo, hasta que acepta que no hay forma de volver.
Es terrible cuando no hay forma de volver, ¿no?


Over.

domingo, 5 de octubre de 2008

El espejo atrasa hacia el futuro. Lina estuvo ahí.






Lina nunca deja las cosas claras.


Antes del inevitable cumpleaños de Nanu, y por gracia de una Lina equilibrante, nos juntamos en casa para beber un imbebible ajenjo.
Lina llegó última, y cuando abrí la puerta aproveché para pedirle que me explicara qué había decidido.”Nada”, me dijo, “todo bien”, agregó, “¿ya están todos?”, terminó. ¿Los sábados también actuás?, le dije con desdén. “Fijate que quede bien cerrada la puerta”, le pedí sin detenerme a ver su cara de fastidio. La última ironía, es puñalada fatal, touchê!

Coki empezó con la de la teoría de la relatividad y el famoso ejemplo del hombre volando con el espejo a la velocidad de la luz. Pero antes de agenciarse el primer vasito de esa agua en llamas, tiró el anzuelo: “Cuando nos miramos al espejo, lo que estamos viendo es nuestro pasado, hasta ahí nada nuevo, ya que la luz rebota en nuestro cuerpo, va hacia el espejo y esa misma luz rebota para que nuestros ojos puedan ver la imagen. Como la luz tarda un tiempo en hacer esos “viajes”, lo que vemos en el espejo es algo que ocurrió. Pero todo es tan rápido, que esos recorridos de la luz son imperceptibles, y entonces, de algún modo, vemos el pasado en el presente.” Atragantado por sus propias palabras, Coki apenas bebió un sorbo del líquido. Tembló su cara y se cerraron sus ojos. “Bien”, dijo, y continuó

“Pero hay más. Cuando nos miramos en el espejo, y por ejemplo levantamos la mano izquierda, ese movimiento se repetirá más tarde en el cristal, es decir, en un futuro, por lo tanto, podemos decir que el espejo atrasa hacia el futuro. ¿Qué tal?”

Lina se acercó a mi oído y me dijo: “Otro Borges de cotillón”. Cuando quise girar hacia ella, con el puñal aún clavado, me dijo sin entonación: “Se parece a vos cuando estás borracho.”




Over.



sábado, 4 de octubre de 2008

Melody Gardot: una historia real.





Susan está horneando su tarta de arándanos, nerviosa porque es la primera vez que decide copiar una receta de su madre, para esperar a Raymond, el hombre que tanto esperó. La hipoteca volvió a subir y las horas extras ya no alcanzan, pero Susan sabe que si la tarta de arándanos le sale bien, ya no habrá obstáculos para comenzar su american way of life como Dios manda. Se agacha frente al horno y antes de que sus ojos puedan analizar la tarta, siente un ruido estremecedor, un grito que se corta y esa música a destiempo que orquestan los fierros y las ruedas al destruirse contra algo más fuerte que ellos.

Melody. Mucho después supo su nombre. Melody Gardot. Ahora es “ella”. Ella está retorcida bajo las ruedas de la camioneta, dormida de dolor y sangrando por la parte derecha de su cabeza.

Cuando llegan los bomberos, Susan oye el comentario de un vecino: “Es una niña, debe tener unos dieciséis años a lo sumo. Hoy en día los niños no deberían andar en bicicleta, los coches van muy rápido, y todo el mundo va drogado.” La niña aún tenía pulso. Nadie apostaba a que ese cuerpo pudiese llegar con vida al hospital.

Pero vive. Porque estamos en el puto siglo XXI, y los hospitales tienen de todo, y los médicos con las máquinas forman un grupo demoledor. Pero la doctora Scott lo sabe bien. “Si vive es porque tiene demasiada suerte.”

Pero vive, se llama Melody Gardot y canta como una música que susurra primaveras y calma cualquier tarde de nervios. Y lo mejor de todo, es que uno le termina creyendo.
Nos dice Melody: “I need a man who got no baggage to claim”. Claro, el equipaje que pesa, ¿el cuerpo? Nos hace temblar al cantar: "To think that I could have fallen / A centimeter to the left / Would not be here to see the sunset”. Y con la simpleza pícara de quien se sabe sobreviviente, asegura: “One day you will arise / To see the stars within my eyes / One day you will be mine”

Melody Gardot tiene sospechosos veintitrés años. Dicen que va por el lado de Norah Jones. Puede ser, pero amigos, en un camino muy pero muy ancho, y mucho más cerca del la luz de amanecer. Dicen que usa lentes oscuros porque es hipersensible a ala luz, y que un ruido fuera de lugar la aterroriza, y que le cuesta caminar, y que todo le resulta muy difícil. Y que le duele todo, todo el tiempo.
Dije, Melody Gardot tiene sospechosos veintitrés años. Y vive.



Over.


PD: Ah, claro, cómo no, el disco está aquí: "Worrisome Heart" Uds. dirán.

viernes, 3 de octubre de 2008

La lalá lalá, a ver, otra vez.




Cuenta el cuento que una vez, Vinicius estaba con Toquinho y compusieron la famosa canción “A tonga da mironga do kabuletê, que en un idioma africano, significaría algo así como “andate a la puta que te parió”. Yo juro haber oído que Vinicius estaba en un taxi en una ciudad africana, y que el taxista le espetó la frase a otro conductor. Que a Vinicius le quedó grabado el insulto y después lo cantó esa misma noche.

Pero también está la historia más creíble que habla de una esposa de Vinicius, de origen africano, quien le habría enseñado la frase, y que junto a Toquinho les pareció interesante imaginar una multitud cantando “a tonga da mironga do kabuletê”, cuando en realidad estaban insultando graciosamente en un idioma que desconocían.

Todo el mundo sabe lo anterior. Todo el mundo sabe que Vinicius no estaba bendecido por la voz, quizás porque su poesía ya ocupaba todo su ser. Todo el mundo sabe eso. Everybody knows that the dice are loaded, that the good guys lost, that the poor stay poor and the rich stay rich. Porque Cohen tampoco se destacaba por su vocalización, por el mismo caso anterior, su lírica sobrepasaba la entonación, y esa gravedad que despiden sus cuerdas vocales, de algún modo ayuda a escuchar lo que el cantante canta.

Como Zimmerman y ese martilleo nasal que nos puede sacar de quicio, sí, está bien, ¿pero cómo cantar de otro modo el Subterranean Homesick Blues? Johnny's in the basement / Mixing up the medicine, tururú, turu...



Over.




miércoles, 1 de octubre de 2008

Palabritas





Es como cruzar toda España, de este a oeste, y caer en la enojada Lisboa sin previo aviso. Un tajo que termina en el Tejo. Una posibilidad para aplastar errores y domarlos. Domar la luz que nos vive de amor. Entonces cruzamos todo el territorio, de este a oeste, y tontamente no crecemos. ¿Vos dijiste eso de que si fuésemos a una cierta velocidad, viviríamos felizmente frenados?

Es como cruzar toda España a pie, de este a oeste, y olvidar el rumbo hasta subirse a la hosca Lisboa. Pero el Tejo no es el Río de la Plata, ni vos ni yo bailamos tango. Nadie baila tango. ¿Podríamos pelearnos por escuchar a Regina Spektor o a Fiona Apple? ¿Deberíamos callar la ruta de la esperanza sólo por no expiarla?

Sí, y como cruzar todo nuestro cuerpo, de arriba a abajo, hasta temblar el odio del olvido. El problema no es la deshonra de nuestros pasos, no, simplemente que es fama que quien desea, perdona. Te perdona todo. Como cruzar toda España, de este a oeste, huyendo del clima y el mal humor. Hasta el Tejo a cualquier hora para sentir por un instante al Río de la Plata.

¿Qué podés decirme? ¿Realmente te creíste que podrás corregir toda la literatura del mundo? ¿Acaso no se te ocurrió perder los títulos y poner el alma en movimiento? ¿Has hecho algo alguna vez? ¿Has cruzado toda España, de este a oeste, para hundir el tiempo bajo el Tejo?

De cuando cambió de vos a tú, de valijas a maletas, del ahora al nunca más. Para ser gitano de los tiempos, hay que perder el detalle. De este a oeste. De aquí hacia allá. ¿Cuándo cruzamos?


Over.