domingo, 31 de agosto de 2008

Palabritas



Crepita el faro de papel, iluminando la lección. El faro de palabras que vos me enseñaste, se está quemando. Repito tu nombre como un autómata delirando.

Sólo callando llega la calma. Callo, pero mi mente grita. Grita. Y otra vez crepita el faro, el faro de papel escrito con tus palabras.

Todos nos queremos ir a casa, pero no se ve nada. No se ve absolutamente nada. Encima tu voz grita palabras en mi mente. ¿Cuándo crepitan tus palabras, de fuego y cenizas?

Over.

Don Carver y sus dos cuentos.





Clatskanie es una ciudad del noroeste de los Estados Unidos, la cual cobra algún significado cuando se sabe que allí nació el escritor Raymond Carver. Fuera de eso, sabemos que está cerca de Portland, y que sería más o menos un buen ejemplo de la canción "Small town" de Lou Reed. Esa que dice: “There is only one good thing about a small town / You know that you want to get out”.

Carver salió de aquel pueblo, pero se llevó el alcoholismo de su padre, el cual lo acompañó durante gran parte de su vida. No importa. No importa un comino si era un borracho. No importa porque voy a hablar de “The Bath”, ese cuento genial que se suele citar como la cumbre minimalista, y la verdad que no es ni una cosa ni la otra. Pero es genial, ya lo dije, ¿no?

"The Bath" aparece en el mejor libro de Carver, y no es más que un golpe amenazante, una bravura literaria que roza la ansiada meta de cualquier escritor: escribir un cuento en el que no sobre ni falte absolutamente nada. Nada.

No voy a contar la trama, poco compleja, por cierto, pero sí quería apuntar algunas palabras sobre la relación de este cuento, y su extensión, “A Good Thing, a Small Thing”, el cual es publicado en Catedral, otro gran libro de Carver.

Para ser directo. Como pocas veces sucede en literatura (al menos yo no contabilizo nada parecido), un mismo cuento es publicado nuevamente, con la salvedad de que es más extenso que el anterior y hasta cambia su final. En jazz, eso se llamaría “alternate take”, aunque en este caso, no es una versión alternativa, sino el conjunto mayor en el cual estaría contenido el primer cuento.

Ambas historias son iguales: un niño es atropellado el día de su cumpleaños, y sus padres se debaten silenciosamente ante el cuerpo dormido de su hijo en la cama de un hospital, a la espera de que el niño despierte. En el primer cuento, no se dice nada del desenlace. En el segundo, sí. De algún modo, cuando Carver se justificó al hablar de la “necesidad de reimaginar y revisar” el cuento, yo creo que se jugó dentro de él una forma de la redención, intentando darle algún sentido a la tragedia para que su desnudez no opere contra algún significado.

Mal. Hizo muy mal. No le encuentro ninguna explicación a esa revisión de la que habla Carver, al menos en un plano meramente literario. Por caso, cuando Mujica Lainez escribió "El hombrecito del azulejo", no tuvo otra intención que equilibrar el dolor que produjo “Tini”, el cuento de Eduardo Wilde.

No le encuentro el fundamento en el caso de Carver. Vaya a saber uno qué le pasó por la cabeza. Vaya a saber uno si la perfección del primer cuento no "necesitaba" de algún modo de la simplicidad del segundo. En algún plano, quizás, estén permitiendo cierto equilibrio al que no accedemos.

En fin, es lo que digo yo, no cambia nada. Alguien puede pensar distinto. Alguien siempre piensa distinto. Está bien, de acuerdo, pero la frase final de “The Bath” es de una precisión escalofriante, digna de un escritor enorme en la cima de su producción.


Over.



Pd: Hablando con Amit sobre este tema, él opina que la segunda versión es la verdadera porque es tolerable, y que la primera, aunque iniciática en el tiempo, es la que desubica al pensamiento, incomodando al corazón a la hora de elegir el destino del niño. Algo así como que sabemos lo que sucede con él, pero solicitamos que no sea así, y nos sentimos con el poder de alterarlo. Ahí nomás le digo: “Los niños no deberían morir en ninguna obra de ficción". Implacable, Amit me contesta: "Los niños no debería morir en ningún lado, compañero."

sábado, 30 de agosto de 2008

Palabritas


Tenebrosamente, el mundo ha borrado al actor y te dejó las escenas. Todas se repiten y se gastan en tu sueño, extremando la esperanza de que el giro les dé vida nuevamente.

Nada te deja, ni la ceremonia de las noches abrazadas, el candor de su aliento, la fatiga del amor.

Nada te deja, no te lo creas, lo que resta no es de nadie y no alimenta. Te hablarán del tiempo y sus hazañas. Créelas, quizás sea cierto; mientras, el curso de los días se aleja de las profecías, algo lo mueve sin pensarlo demasiado. También a ti y a mí, el mundo nos borrará algún día.


Over.


miércoles, 27 de agosto de 2008

Absuelto.


Ya nadie lee a Graham Greene. Sí vemos las adaptaciones de sus novelas al cine, algún sábado destemplado de otoño. Sí, claro, alguna vez leímos El tercer Hombre o El revés de la trama. Pero lo olvidamos, sin rencor ni dulzura; simplemente espectamos el lento proceso que olvido conoce de sobra.

Ya nadie lee a Graham Greene, pero yo recuerdo una tarde de calor infernal, del lado de la ventana, con las fotocopias de “The case for the Defence”. De eso, del calor y del comienzo que habla de un juicio, un juicio que el narrador describe como el más extraño al cual haya asistido en toda su vida. Un tribunal, un juicio, algo muy extraño y pocas hojas: Imperdible.

Y así es, Greene escribió una historia simple, esas ideas que se nos ocurren mientras bebemos la cerveza ya caliente al final del cumpleaños de alguien que apenas conocemos. Y Greene lo escribió y lo hizo muy bien.

La trama es sencilla: Una mujer es golpeada salvajemente hasta ser asesinada. Al momento del juicio, el único acusado fue visto por varios testigos en la puerta de la mujer, con un martillo en la mano y con la luz de la calle dándole de lleno en la cara. Como ante el acto imposible de un mago, nadie apostaba un centavo a que el hombre acusado tuviera oportunidad alguna de no ser condenado. El reo es llamado al frente y se le pide a uno de los testigos (una adorable viejecita) que reconozca al hombre que vio aquella noche. La mujer lo reconoce sin dudar un segundo. El abogado del acusado le pide a la señora que vuelva a mirarlo para ratificar su aseveración. La mujer tampoco duda esta segunda vez.
Sin dilatar el clímax, el abogado le pide a la señora que mire hacia el fondo de la sala y observe al hombre que ahora se pone de pie. Y le repite la pregunta: ¿Usted puede asegurar que el hombre que ahora ve no es el que vio aquella noche?
Lo que sucedía no era más ni menos que ambos hombres eran hermanos gemelos, y que ambos tenían una supuesta coartada para aquella noche. Ante tal situación, y por falta de evidencia comprobable, el tribunal decide absolver al acusado.

Esta bien, la historia no es grandiosa, pero es de las que me apasionan, porque de tan simples terminan girando en nuestra imaginación hasta el punto de ponerse realmente serias.

Lamentablemente, el cuento tiene un párrafo más, donde se pone de manifiesto que Greene es el autor, y donde quizás se malogra todo lo anterior. Lo omito, como lo suelo hacer al recordarlo. Ustedes juzgarán: The Case for the Defence.



Over.



PD: En español fu traducido como "Un Caso Acabado". Sin comentarios

Me parece que oí un lindo compás...







Abriéndome de la literatura pura y dura, y porque ayer vi otra vez (y van) la entrevista que Joaquín Soler le realiza a Cortázar, subo a este post una de las cosas que más gusto me da (no sé si es "gusto", no lo puedo evitar). Me refiero a encontrar similitudes entre diferentes canciones, a las que no llamo plagio porque no encuentro que uno y otro se conozcan sus obras. Ahí vamos.

La morocha, mala, deprimida y pálida que hoy lleva las huestes del soul inglés se llama Amy Winehouse. Gran invento o no, su voz es impecable. ¿Pero qué pasa con esta canción? Hablo de "I´m no good" cuya línea de bajo es casi idéntica a la de "Funky", la canción de Charly García. Comprueben, compañeros.

Otro interesante rasguido similar, es el de la canción "Runaway Train", de los Soul Assylum y "Young Boy", el hit de aquel disco de McCartney. Hasta la bajada al estribillo es sospechosa!

Por último, esta hermosura de canción que corresponde al último disco de Zimmerman hasta la fecha; hablo de "Spirit on the water", cuyo riff de guitarra está un poco cerca de "If not for you" de George Harrison.

Ustedes dirán. U oirán.



Over.

martes, 26 de agosto de 2008

Digamos...



Otro talismán que me llevo para siempre. De la peli “The Darjeeling Limited” (al margen, imperdible) este diálogo inocente, mientras se detiene el tren en el que van los tres hermanos.


- “What does he say?”
- “He says the train is lost”
- “How can a train be lost if it’s on rails?”




Es decir,

- ¿Qué dice?
- Dice que se perdió el tren.
- ¿Cómo se puede perder un tren si va sobre las vías?



Over.


domingo, 24 de agosto de 2008

Esto.


No mucho que agregar. Ni las fotos ni la canción son mías. Se trata más bien de esta serie fotográfica. Al verla sentí la música y la busqué. Justo la canción que necesitaba estaba rayada en el cd, así que tuve que buscarla de nuevo. Después jugué con el Windows Media Player y quedó esto. Me satisface el resultado. De todos modos, lo importante y destacable es la serie de fotos, obviamente. Del contenido, sólo pude sentirlo, no se hizo palabra esta vez. Esta vez. Ahora, es esto.




Over.

sábado, 23 de agosto de 2008

Haroldo Conti y ese humor vagabundo.







Una luz temblando en el río, flotando su frío de lejano reflejo. También esa luz puede ser Haroldo Conti, otro de los atrapados por la ametralladora de silencios que ardió allá por los setenta, acá en Argentina. Mayo de 1976, ayer nomás.

La puerta de entrada (natural, académica y real) a su literatura es, sin dudas, “Todos los veranos”, ese cuento que hoy sería una nouvelle y nadie pondría el grito en el cielo.
Ese cuento sobre el padre navegado por la nostalgia, despojado de historia y ya narrado en sus últimos tiempos por el hijo que lo recuerda con la misma sordidez que el relato. Digo, la narración tiene el mismo tono que la memoria del hijo, y eso ya es excepcional.

“El final del invierno estaba en el aire por más frío que hiciera. El viejo vio las señales en el cielo y en la tierra. . Y también sucedieron algunas cosas dentro de él porque todavía no estaba muerto.”

“Mi padre, que confería a todas las cosas un sentido especial, bebió con el Oscuro una botella de caña paraguaya y escuchó con cierta unción
Praça Onze. Tendido en la galería, a la altura de las primeras ramas, uno creía flotar en aquella nubecita verde que fue cobrando intensidad con los días, como si brotara más bien de nuestro recuerdo, para fijarse en el tiempo usurpando aquel largo vacío del invierno”

Claro que pegadito a Todos los veranos viene Sudeste, la novela que se ata o se complementa con aquel cuento.
No sé, en la bruma que repasa la memoria del padre, hay como una sensación de inevitable destino; la premisa de que la mayor parte del tiempo, vivir es tener la esperanza de continuidad. Cuando cae esa ilusión, la película termina solita. ¿Se entiende?





Over.




jueves, 21 de agosto de 2008

Pozo negro


Ya marcaste todos los números:
larga distancia y equivocado

Su tono insular ya te molesta
¿Acaso no aprendiste aún
que sólo se ama con la guardia baja?

Te digo lo que ya sabés. Repito:
aunque injuries su destino,
Sólo te acunan palabras muertas,
vencidas esquelas
manchadas de tiempo y engaño


Over.

El bebé se detiene.



Lina y Tetén estaban sentados uno frente al otro, ella con las piernas para un lado, estiradas, y él con las piernas recogidas, hacia el otro. Yo salgo de la cocina con la pepsi light en la mano y veo eso y que Lina se ríe y se acerca a Tetén y estoy seguro de que le toca los labios con sus labios, como un beso pasajero, así, como que roza. Ellos me ven, se separan y Tetén me dice: “Compañero, deje esa pepsi Light, venga, bebamos unas cervezas”.


Lina vino después y se sentó en el sillón de uno. De este lado estábamos Tetén, Vito y yo. En el sillón de la derecha había chicas y sentado en el piso, con las piernas cruzadas, el primo de Vito, que parecía una mujer, de eso me acuerdo, tenía los rasgos suaves de una mujer.

Lina otra vez se encendió. “Es así, el bebé deja de respirar, se pone azul y se le van los ojos para atrás. Hasta quizás empieza a tener espasmos y ahí te quiero ver. Imaginate, tu bebé grita, llora y de repente, chac, se desenchufa y no respira. Te morís, entendés, a tu bebé le pasa eso y te morís. Ahora, lo loco es que no es nada, no pasa nada. Escuchen esto: el espasmo del sollozo se da después de un buen llanto o un rato de gritar por algo, como que el bebé quiere algo o exige atención o algo así. Entonces, sí, es lo que piensan, una forma de llamarte la atención bien contundente. Imaginate, corrés como loco, lo abrazás, lo movés, zas, el nene consiguió lo que quería. Y ahora viene lo mejor, los médicos dicen que no hay que ir con tanta prisa a atenderlo porque si no el bebé repetirá ese estado más seguido. Hasta hay casos de padres que intentando reanimar al bebé, lo terminan lastimando. Asociemos: demasiada atención termina lastimando. ¿No es poético en el fondo? Así que ya saben, especialmente los varones, la cosa viene de mucho antes, mucho, mucho antes."

Lina terminó y se sirvió un poco de Pepsi Light. Mordió una papa frita y miró a Tetén sin decirle nada, levantando las cejas y sonriendo. Como queriendo decir: viste todo lo que sé, cuidado.


Over.

domingo, 17 de agosto de 2008

En este caso, no es porque sí.





Vuelvo al inspirador ensayo de Ivonne Bordelois, Etimología de las Pasiones. Vuelvo a la página 94 de la única edición. Lo busqué y lo encontré, con lentitud y sosiego, rearmando el placer de leerla.

En esa página encontramos la cita de la famosa antítesis entre los postulados lingüísticos de Saussure y el poético Walter Benjamín. El adjetivo no es menor, porque otro no le puede adjudicar a quien dijo que: “toda palabra y toda la lengua es onomatopéyica”. Y desde la apacible Ginebra, Saussure asegura que: “no existe ligazón natural que una el signicado con el significante”, basándose, entendiblemente, en las diferentes palabras que existen para nombrar el mismo objeto en los diversos idiomas: ventana, fenêtre, window, por ejemplo.

Lo siento por los defensores de la arbitrariedad del signo, pero Benjamín primero, y Bordelois, después, son mucho más persuasivos y casi desbaratan la tan mentada independencia del signo.
Bordelois aborda el tema desde la fonética y la posición de los labios al pronunciar ciertas palabras: M, con los labios hacia fuera, y el consiguiente mamá, mamar, amor. La conjunción de la "ps" en psycho o psique, los cuales significan en griego soplar, respirar, aliento, soplo de vida, alma, deseo.

Bordelois es impecable, pero como suele suceder, cuando uno defiende una teoría, si quiere encontrar ejemplos, los encuentra. Y por esto, la escritora hace referencia la a racionalización del signo a la hora de quizás aceptar que Saussure no estaba “tan” equivocado en su postulado.

Aquí entra mi juego y mi responsabilidad. Yo creo que la raíz de la palabra tiene un correlato psicológico de aceptación y placer, el cual fluye de un modo profundamente críptico. Las sensaciones que producen las palabras en nuestra boca a través de sus sonidos deben de tener un asiento fundamentado en nuestro cerebro.

Bordelois ensaya una teoría fonética asombrosa, y no se equivoca. Diría más bien que no alcanza a toda la lengua. Y es ahí donde siento que toda elección unidad lingüística tiene un cimiento para nada arbitrario. Si en español decimos caballo y en inglés decimos horse, no hay una comprobación de la libre elección. Simplemente se trata de dos fonemas equivalentes que por constitución del idioma, provocan el mismo sentimiento de placer, de satisfecha elección entre tantas posibilidades.

Las palabras llegan a su uso no por prepotencia de repetición sino por su óptima cualidad fonética. ¿Cómo se llega a ese lugar? Nadie lo tiene del todo claro. Hay teorías que explican ese recorrido, pero no alcanzan para aplicarse a todas las palabras. Quizás algún día se pueda rastrear con más facilidad, aunque adivino que tal posibilidad es tan incierta como la respuesta a la mayoría de las cuestiones existenciales que nos azotan todo el tiempo.

¿Qué conjuro, qué magia decretará en mi cuerpo, el sonido de tu nombre en mis labios, en el río de mi mente, en el sueño que no te nombra pero te ve? ¿Te busqué por tu nombre o tu nombre se alinea entre mi deso y mi destino? ¿Qué pasa con mi nombre en tí? ¿Qué demonios, fantasmas, talismanes o bendiciones se despiertan? ¿Algo se despierta o duerme para siempre?

Over.

sábado, 16 de agosto de 2008

Pozo negro



En tu cabeza de océanos y violencias

me escudo para no verme.
Armo estampitas que me llevan,
mientras busco el error, la palabra,
la palabra que puebla el desencanto
Cadenas de un yo mecánico
me despiertan y me viven.
Cuando logro deshacerlo, vuelves.

De alguna manera,
recordarte me hace real.



Over.

viernes, 15 de agosto de 2008

Dios siniestro!






Valery hablaba del “tedio de vivir” apuntando sus cañones al ocioso devenir de las horas y los días, en aquellos hombres cuya ocupación no lograba ahogar sus pensamientos. A ellos se les atribuía especialmente la melancolía, como si fuera patrimonio del aristócrata o millonario que buscaba mitigar su mal emprendiendo viajes exóticos o a aventuras desmedidas.

No estaba errado el poeta francés, pero tampoco acertaba con su definición, atado a su época y a su observación parcial. En otro texto nos explicaba con encanto poético, que la piel humana separa el mundo en dos espacios. Hay una frontera que nos integra y nos segrega puntillosamente a la hora de chocarnos contra lo “más allá de mí”.

Esa división, esa escisión vital y orgánica, planta al tiempo de un lado y al hombre como espectador con derecho a pequeñas intervenciones, del otro. La melancolía es, entonces, un reflejo inmanente a ese tráfico de años que pivotea nuestra integridad.

Baudelaire, hacia 1855, comienza a escribir lo que más tarde se titularía “el spleen de París”. Poemas en prosa y sonetos que componen uno de los pilares de “las Flores del Mal”. Spleen significa “bazo” en inglés y hace referencia al órgano del que según los griegos, provenían los humores causantes del estado de tristeza pensativa o melancolía, y de allí su uso para describir este estado.

Hay un poema en particular que siempre regresa en mí, repitiendo torpemente las palabras en francés de la primera estrofa, y siguiendo inequívocamente en el español de aquella primera traducción. O cuando escucho el bolero “El Reloj”, con su cadencia de lamento pero que se ridiculiza ante las palabras de Baudelaire y su canto de pletórico desprecio ante el imposible dominio del tiempo.

L'Horloge (El Reloj) de Charles Baudelaire:

¡Reloj! Dios espantoso, siniestro e impasible,
Cuyo dedo amenaza, diciéndonos "¡recuerda!"
Los vibrantes dolores en tu asustado pecho,
Como en una diana pronto se clavarán;

El placer vaporoso huirá hacia el horizonte
Como escapa una sílfide detrás del bastidor;
Arranca cada instante un trozo de delicia
Concedida a los hombres en su época mejor.

Tres mil seiscientas veces cada hora,
el SegundoSusurra "¡Acuérdate!" -Con voz vertiginosa
De insecto, el Ahora dice: "¡Heme otra vez aquí,
Ya succioné tu vida con mi trompa asquerosa!"

¡ Remember! ¡Esto memor!¡Pródigo, Acuérdate!
(Mi garganta metálica toda lengua conoce)
Ganga son los minutos, ¡oh, alocado mortal!
Y no hay que abandonarlos sin extraer su oro.

Acuérdate: es el tiempo un tenaz jugador
Que sin trampas te vence en cada envite.
Es ley.Decrece el día, la noche se aproxima;
¡recuerda!Es voraz el abismo, se vacía la clepsidra.

Pronto sonará la hora en que el divino Azar,
O la augusta Virtud, tu aún intacta esposa,
O el arrepentimiento (¡Oh, esa posada última!)
Todo te dirá "¡Es tarde! ¡Muere, viejo cobarde!"


Y su posibilidad francesa que se adueña del original, está claro.

Horloge! dieu sinistre, effrayant, impassible,
Dont le doigt nous menace et nous dit:
"Souviens-toi!Les vibrantes Douleurs dans ton coeur plein d'effroi
Se planteront bientôt comme dans une cible;

Le Plaisir vaporeux fuira vers l'horizon
Ainsi qu'une sylphide au fond de la coulisse;
Chaque instant te dévore un morceau du délice
A chaque homme accordé pour toute sa saison.

Trois mille six cents fois par heure, la SecondeChuchote: Souviens-toi! -
Rapide, avec sa voixD'insecte, Maintenant dit: Je suis Autrefois,
Et j'ai pompé ta vie avec ma trompe immonde!
Remember!
Souviens-toi! prodigue! Esto memor!
(Mon gosier de métal parle toutes les langues.)
Les minutes, mortel folâtre, sont des gangues
Qu'il ne faut pas lâcher sans en extraire l'or!

Souviens-toi que le Temps est un joueur avide
Qui gagne sans tricher, à tout coup! c'est la loi.
Le jour décroît; la nuit augmente; souviens-toi!
Le gouffre a toujours soif; la clepsydre se vide.

Tantôt sonnera l'heure où le divin Hasard,Où l'auguste
Vertu, ton épouse encor vierge,
Où le Repentir même (oh! la dernière auberge!),
Où tout te dira Meurs, vieux lâche! il est trop tard!
"


Over


PD: Sí, Francois, el epígrafe es demoledor, no lo olvido:

Lector apacible y bucólico, sobrio e inocente hombre de bien, arroja este libro saturniano, orgiástico y melancólico. Si no has estudiado tu retórica con Satán, el astuto decano, ¡arrójalo! No comprenderás nada de él, o me creerás histérico.Pero si, sin dejarte hechizar, tu pupila sabe sumergirse en los abismos, léeme, para aprender a amarme; alma curiosa que sufres y andas en busca de tu paraíso ¡compadéceme! Sino, ¡yo te maldigo!

jueves, 14 de agosto de 2008

It's raining again in Baltimore





Errática y destemplada, la carrera de los Counting Crows se ha ido golpeando contra el tiempo, aunque ha sido tan decente que no hay lugar para rencores. Al igual que Bioy Casares en la literatura, su primera obra sigue siendo la mejor, algo que se repite con cierta asiduidad en esto de las letras y la música. Sería como prepararse mucho tiempo para decir algo, decirlo, decirlo de manera brillante, y cometer el error de seguir diciendo. Porque está todo dicho.

Después de 6 años sin editar discos (tiempo que les tomó a los Beatles o a The Police para sacudir al mundo), Adam Duritz vuelve con Saturday Nights and Sunday Mornings, un disco sorprendente y extraordinario. Después de Hard Candy (2002), uno podía sellar la suerte de esta banda. Y sin embargo regresaron para anunciar no sólo que están vivos sino que tienen cuerda para un rato largo.

Aquel imbatible August and Everything After (1993), todavía hoy, quince años después, uno puede pasar la noche entera escuchándolo una y otra vez. Y se podría también cerrar el tiempo y saltar a este último disco, digno segundo de aquel primero. Adam Duritz sigue teniendo el dolor en la garganta, con la queja mezclada del blues y el folk, al servicio del pop. Su letanía de abandono sigue en pie para conmover. Y golpea su tono como golpea un bandoneón o una armónica en medio de guitarras estridentes.

El pulso en las letras sigue vivo: Como dice en Come around: “Have you seen the little pieces of the people we have been? / Little pieces blowing' gently on the wind”, o en la rockera Hanging Tree: “You open windows, and you wait for someone warm to come inside, / and then you freeze to death alone”

El “concepto del disco” es demasiado simplón, con la idea de una primera parte más rocker (Saturday Nights)” y una segunda parte más suave (“Sunday Mornings”). Serán un estereotipo, pero en mi experiencia, las noches de sábado y las mañanas de domingo no están tabuladas tan drásticamente.

Over.

Cerdos nazis!





Hoy son dos chicas peruanas con estadía legal en Italia, que fueron confundidas por prostitutas en Roma. Y los policías las encarcelaron por los supuestos cargos que no están escritos ni tipificados pero tienen mucho valor, a saber: “Latinoamericanas”, “Prostitutas”, “Cara de indio”, “mal acento romano”. Ayer fue una nigeriana detenida en Parma. Entonces llega el ejército a cuidar las calles en Italia. Hablan de “indignación”, pero Berlusconi volvió al poder votado por la gente, es decir, la mayoría del país apoya a ese tipo.

¿Cuántas pelis vimos de los nazis masacrando judíos en los campos de concentración? ¿Se acuerdan de los niños ahogados con el Zyklon B? ¿De las madres que veían a sus hijos raptados en camiones? Bien, es lo que sucede hoy en Italia, con Berlusconi a la cabeza, un fascista genocida, nazi y trastornado. Pero eso no es lo aterrador.

Lo terrible es que la mayoría de la gente piensa y siente como este sujeto, lo vota y lo aclama. La policía lo ama, los militares gozan, los millonarios ven en él la solución (final). El pobre debe trabajar, cobrar poco y ser sometido, porque es pobre, porque no piensa, porque son todos iguales, no sirven para nada, son borrachos, basura. El gran Sarkozy sigue los mismos lineamientos, y cuando suba un poquitín la inflación, tomará las mismas medidas, porque está en su discurso desde que era ministro del interior.

En Argentina, a escala, pasa exactamente lo mismo. Los bolivianos, peruanos y paraguayos vienen a atender a sus hijos a los hospitales públicos. La gente los odia, dicen que les sacan el turno, que no pagan nada, que son ladrones, que viven en villas, etc. De alguna forma, un bebé argentino vale más que un bebé boliviano. Siempre tengo la ilusión que a estos xenófobos se les enferme un hijo y tenga que ir a curarlo a México y allí le digan que no lo dejan entrar, que su hijo no es mexicano, que se vuelva a su país. ¿Volvería con el cadáver de su hijo en las manos?

Me pregunto si la xenofobia ha vuelto o nunca se fue. Me pregunto si no es tiempo de hacer valer nuestro pensamiento. Me pregunto si no es tiempo de joderle la vida al tipo que es así. Romperle el coche o pintarle la casa, por ejemplo.




Over.



miércoles, 13 de agosto de 2008

Telarañas



El verano ya planeaba sobre todas las terrazas, anunciando en cada ventana que ese año sería el peor. Thaos, que ya había decidido suicidarse, concluyó que la muerte sólo podía elegirse en uno de esos días. Pero antes había observado otra cosa. Al abrir los ojos pensó que aquella mañana era distinta por tres razones:
1) no recordaba ningún sueño, 2) no tenía ganas de fumar, 3) la ventana estaba sana.

Lo primero era una sorpresa fingida; aunque no le gustara aceptarlo ya hacía varias semanas que los sueños se le esfumaban antes de rescatarlos, que las pesadillas no lo golpeaban minutos antes de despertar.
Lo segundo era extraño, es verdad, porque hacía tiempo que le había agarrado la sucia costumbre de encender un cigarrillo incluso antes de tomar un poco de agua.
Ahora lo tercero era inconcebible. Él mismo había visto los vidrios desparramados y quietos debajo del espacio abierto que se veía en la ventana. Él mismo ya se había sorprendido de no haber escuchado nunca el ruido de la rotura, de la piedra inexistente, del viento entrando de madrugada, de la decisión de dejar los pedazos ahí, como quien deja señales de que algo diferente ha sucedido.

Thaos insultó al clima, al clima de la ciudad, a la ciudad que nunca había despreciado lo suficiente como para asociarla a lo prescindible. Se levantó y fue directo a la ventana. Tocó el vidrio para corroborar lo que sus ojos ya habían aceptado. No podía ser, hacía como..., cuánto hacía que estaban los vidrios rotos ahí, desparramados y quietos. Fue hasta la cocina, buscó un vaso de agua, miró el agua, agitó el vaso y recién después la bebió. Apoyó las manos en el frío mármol que formaba la mesa de la cocina y se le juntaron las palabras que Ligia le había arrancado de la boca aquella noche cuando lo abrazó por última vez, envuelto en el sudor de otra pesadilla:

Hay telarañas en todo el pasillo. Cuando camino las hago a un lado y sigo hasta la habitación. Enciendo la televisión para callar el ruido monstruoso que viene desde el comedor. Sé que es inútil pero igual lo hago. Se está haciendo tarde y miro el reloj y va cada vez más rápido. Me rindo sobre la cama y miro el techo. No quiero ir. No quiero volver a ver las telarañas y llegar al comedor”.

Pensar que Ligia se quedó mirándolo, lejana ya, simulando piedad delante del desinterés y la urgencia que le dictaba irse para siempre. Pensar que Thaos se lo dijo y no se lo quería decir. No. Quería que ella lo escuchara sin que él lo dijera. Thaos. Y después fue un elástico segundo, todo el tiempo hecho un péndulo que le hacía repetir la primera palabra, mirarle la cara a Ligia y terminar.

El calor desde temprano, una tortura recién iniciada, y Thaos que debía salir, enfrentarse al sol, porque además había salido el sol como si ya no fuera suficiente, carajo. Y entonces sonó el teléfono, y hola y del otro lado cortaron. Eso era peor, porque nadie era cualquiera y cualquiera era una persona, era la elección en la nada.

Hay gente que intenta espantar a la soledad de muchas maneras. Algunos miran televisión, algunos viajan, algunos hacen cuentas, algunos sospechan de todo, algunos hablan por teléfono, algunos se despiertan, algunos no duermen, algunos callan, algunos duermen, algunos se casan, algunos tienen hijos, algunos abren los ojos y piensan que las mañanas fingen el fiel engranaje de un comienzo, una sombra que no empieza ni termina nunca, nunca. Nunca

Thaos no quería volver a su casa, no quería atravesar el pasillo, no quería que su mirada viera la ventana entera, porque no podía ser que los vidrios no estuvieran quietos en el piso, él mismo los había visto y dejado ahí, aunque todo el tiempo hubiese querido barrerlos, sacarlos, llevarlos a otro sitio. La calle se vaciaba y el calor aflojaba un poco. La leve brisa era mejor que la leve nada. Definitivamente no quería volver.

A su izquierda, Ligia estaba inmóvil, con los ojos quietos en el techo y murmurando algo en su respiración, cierto canto imperceptible. Thaos tenía calor y aunque lo intentara no podía dejar de buscar constantemente la zona fría de la cama. Sin mirarla, le dice a Ligia: “Por suerte está rota la ventana y entra algo de fresco. Todavía están los vidrios ahí, ¿no?, habría que barrerlos algún día.” Ligia lo mira. Thaos se da vuelta. Ligia le sonríe como quien quiere contestar y no dar una respuesta.

Over.

martes, 12 de agosto de 2008

Pozo negro



Sé que te alimentas

de este frío deshonesto,
de alambres y púas,
de insomnios que se ajustan.

La niña de tus ojos
se dilata hasta el alba,
prepotente de yo y pasado
La sed te apura
con húmedas lisonjas
y al fin son oscuras réplicas
de lo que no se repite jamás

Yo te nombro por las dudas,
para unirte al tiempo que te deja.
No te sueltes, princesita,
baja los párpados y espera;
La tormenta es astuta pero se cierra,
cae y se rinde. Siempre.


Over.

Está sucediendo. The Happening.






De las múltiples posibilidades del Fin, hay múltiples narraciones, procesos de imaginación y hasta detalles descabellados. Pero no existe nada más aterrador que su anticipación. Los cercos y las defensas se construyen con amenazas, certeras condenas de un porvenir oscuro. Son ésas las que subsisten con el tiempo, amasando y amansando el instinto hasta convertirlo en un súbdito de lo advertido.

Si reducimos las películas de Shyamalan a una descripción, creo que el primer párrafo la contiene sin fisuras. Si alguien dijera que su última producción, The Happening, es más de lo mismo, no estaría ni errado ni proferiría una ofensa certera. Es más de lo mismo, alcanzando por momentos eso guiños que animan nuestra admiración.

Una extraña ola de suicidios amenaza con derribar a la raza humana. Un agente químico quizás proveniente de las plantas o árboles, (o de la demasiado remanida “naturaleza atacada”) provoca descontrol en las barreras de supervivencia de los humanos, induciéndolos a terminar con sus vidas inevitablemente.

Nada que no suceda en la realidad, salvo la supuesta “epidemia” química. Se sabe que existen trastornos mentales que pueden provocar estos comportamientos, y que los pacientes lo refieren como “algo que me induce a suicidarme aunque yo no quiera hacerlo”. De índole psicótica o por la intrusión de pensamientos atraídos por una depresión, la literatura psiquiátrica narra estas situaciones. ¿Pero qué pasaría si en vez de un trastorno endógeno, las causas provinieran de un agente químico que libremente se transporta en el aire?

Hasta aquí la cuestión “científica” del asunto. Pero Shyamalan vas más allá, y quizás sea allí donde malogra su brillante idea. El devenir de hechos torna confuso el objetivo. Se sugiere un ataque terrorista, una “respuesta” de la naturaleza, y desde allí se muestran las diferentes reacciones que tiene los humanos entre sí. La vieja historia del “qué harías si supieras que vas a morir mañana”. El remordimiento por no haber hecho lo deseado. La furia por saberse presa de una decisión inmanejable. El terror de que el enemigo esté ahí y no se vea, como si a uno lo encerraran en un inmenso lugar, apagaran las luces y comenzaran disparar.

The Happening es una gran idea que se trasladó de manera irregular a la pantalla grande. Algo que crece desmedidamente y al quererlo controlar, termina colapsando por todos lados. No importa, está bien, yo quiero que Shyamalan siga filmando, prefiero que una idea le quede grande a tantas prolijidades que a nada ni a nadie pueden movilizar.





Over.

Confía en mí.

El verbo encarnado. Es el verbo en la piel. Not a copulative verb. La cópula. En principio el linking verb por antonomasia tendría que poder seguir al sujeto y obligar su propio régimen. Jesús es. Pero resulta que no puede seguir. Aunque el verbo no sea tomado por el significado de existencia. “Es” no puede suceder a Jesús, porque lo obliga a encadenar el predicado. Y si no lo obliga, declaro que Jesús es, que para la tradición cristiana es lo mismo que Dios. Pero decir “Dios existe” es lo mismo que decir que “Dios no existe”. No, no es pura semántica, un momentito.
A ver, tendría que haber un verbo intransitivo y copulativo que sólo pudiera aplicarse a Dios. Ahí nos podríamos amigar unos cuantos. ¿Jesús es el Verbo intransitivo y copulativo? ¿No se entiende?, lo mismo da. Todo es un error.


Over.


PD: Repito lo que dice François, y a lo que subscribo de pe a pa: "Los milagros no pueden existir por obvias razones. La supuesta intercesión de Dios en un hecho humano, no hace más que admitir una elección divina. Algunos reciben su dicha y otros no. Si es así, el libre albedrío se pone en duda. Si Dios intercede algunas veces, significa que lo deja de hacer otras veces. Si lo deja de hacer otras veces, es difícil acertar cuándo lo hace y cuándo no. Hablar de "Misterio" es hablar de "ceguera". No hay plan más simple y justo que la ausencia del dolor. Si no se atiene a ese plan, Dios no está en el medio. Si los milagros existen, Dios no es quien dicen, por lo tanto, y dicho de otro modo: no hay peor propaganda divina que la de los milagros, y sin embargo, sigue siendo la más efectiva". ¿Curioso? Curiosity killed the cat, my friend!



lunes, 11 de agosto de 2008

Sé, por ejemplo.



No sé mucho. No sé qué libro me llevaría a la isla desierta. Pero sí sé que cuando aterrizó el avión, llovía de manera imbécil, y que mi vieja maleta no tenía rueditas y que hice todo lo que hice porque en el salero entró la misma dosis de lucidez y olvido. Era de noche y tomé el único taxi en un año y medio, y no me interesa contarte nada de lo que dejé de hacer, a todo lo que renuncié, simplemente porque es un problema mío y aunque me entendieras lo mismo da. De lo que gané, tampoco, yo no hago cuentas contigo.

Que no sé, claro, pero sí sé que me llevé la antología de Dahl, el Oxford Companion, La Condición Humana (la de Malraux, no la de Arendt), y la antología de la literatura fantástica. No fui a ninguna isla desierta ni me llevé un solo libro, ya ves, pero en cierto modo era lo mismo, eran palabras en un territorio ajeno. Territorio ajeno.

No cambió el sueño ni el remordimiento, y si me apurás, el laberinto era el mismo. La noche era tormentosa y espesa, y el humo de los años erraba como si la distancia fuera tiempo. La distancia es tiempo.

Es infiel el hombre pero no el recuerdo, y ajustado a su empeño, lo dicho dicho está, en letras de bronce, con moño y todo. Después, el resto vino solito. Malraux sufría la Tourette, igual que Monzó y que Pujol. El sorteo de primaveras no se olvidó de mí, y aunque supe todo lo que hiciste, las cartas que volvieron mareadas de sin destino, con el signo del rumbo olvidado, callé. Callé. Y no me arrepiento de lo no nombrado. Sin quererlo, me fue bien. Y a eso no hay progrom del alma que lo destierre.


Over.


sábado, 9 de agosto de 2008

She blows butterflies






Ella sostiene mariposas. De repente abre los ojos y todo se detiene, como una orden que todos saben menos yo. Los párpados caen y vuela el mundo. Cuando entendí el movimiento, cierra los ojos y desaparezco yo, ignorado e ignorante, afilado de curiosidad. Cómo es el truco, cómo se hace.

Ella sostiene una mariposa. La mariposa se hace oruga y se duerme hasta nacer otra vez. Ahora callo para no entorpecer el acto: ella entrecierra los ojos y sopla sobre la crisálida y el proceso vuelve a suceder: ahora ella sostiene una mariposa.

Es demasiado para mí. Acepto ilusiones, pero con la vida no se juega: cómo es que puedes dar vida al soplar, le pregunto hinchado de ansiedad. Esta vez, ella me sopla y desparezco. Sólo puedo contar esta historia. Ahora sólo puedo contar una y otra vez el mismo acto.


Over.


Suena lógico.



“Una lumbre cenicienta.” Entonces le digo a Tini que eso no se dice, se escribe. El tema está echado: “las fronteras de lo decible y la estética inmueble del rigor escrito”. Así lo titulamos. Los dos lo titulamos. El ensayo que nunca escribimos.

Tini tiene el pelo lacio, aburrido y oscuro. Un negro que brilla, como la tapa de Azabache, el Black Beauty de Anne Sewell, ese color más o menos. Discuto con Tini porque no encuentro otra manera de acercarme. “La erótica confrontación”, la titularíamos. Los dos la titularíamos.

Entonces Tini dice que los fuegos artificiales no deben de existir en los países donde se libraron guerras en el pasado cercano, es lógico. Le digo que Miller decía lo contrario: "que los países que sufrieron guerras, suele festejar con más ahínco las fiestas populares, especialmente usando todo tipo de explosivos y fuegos artificiales, como una forma de cambiar el recuerdo, o bien asociarlo a la libertad y la alegría y no a la muerte y al miedo. También suena lógico, ¿no?"

Tini baja la mirada y se muerde las comisuras de los labios pero del lado interior, torciendo la boca a un lado. Yo quiero besarla, como en las películas, tomarla de la cabeza y llegar a su boca atónita. Y que luego de un frágil forcejeo, se rinda a mí, para seguir discutiendo desde otro lado.
Tini sube la mirada y me dice: ¿Ese Miller no es el que decía que los psicoanalistas se convertirían, con el tiempo, en meros sacerdotes? "No lo sé, Tini." “Sí, decía eso, y por ahora no veo que se cumpla para nada”. "Tampoco lo sé, no tengo idea. Igual, no suena tan descabellado". “Para vos, pero andá a decirle a un psicoanalista que de repente será parte de una religión, justo a un freudiano”. “Eso tampoco suena tan descabellado, Tini”.

“Dejá”. Odio que Tini me diga “dejá”. La odio porque me calla, y si respondo me paso de rosca y termina teniendo razón. Tuve que haberla besado esa noche. Ése era el momento. Nunca puedo saber cuál es el momento. Nunca. ¡Será posible!



Over.


jueves, 7 de agosto de 2008

Pozo negro





No es violenta la voz
que cesa tus medallas,
ni repentina la lluvia
que lava tu decoro

Los años te guardaron con celo,
con el celo que el miedo acata.
La pantomima de un pasado leal
a los defensores de la patria, cae
como caen las hojas que ya no sirven

Del cielo prometido
al infierno postergado
Te gasta el tiempo y tu sueño,
atroz de puños y balas,
se da vuelta y no te oye.
Ya no te oye.









Over.

No hay olvido, seguro. Las Penas...



Sí, sí, era chico, pero muy atento, y me acuerdo que mi viejo decía “un día peronista” cuando había un clima y un sol casi perfectos. Lo decía con sorna, repitiendo algo que no le caía bien. Muchos años después, otra vez lo de “un día peronista”, pero con inversa ironía, hablando de un día fatídico, gris y lluvioso, escrito en el último renglón de la última página de esa gran novela que escribió Osvaldo Soriano: “No habrá más penas ni olvidos”.

Soriano, qué escritor, qué manera de agarrarte de la cabeza y no soltarla hasta que pone el punto. Triste, Solitario y Final, un gag tras otro, como si fuera un collage de pequeñas escenas que no se pueden dividir. Una novela que veinte años antes, narró lo que narra “Muertos de Risa”, la peli de Alex de la Iglesia.

Hay algo en Soriano que no se encuentra en ningún otro escritor argentino: el don de narrar la acción hasta el punto de confundir las palabras con imágenes. El don de narrar coloquialmente la prosa. El don de no escribir de más, de no aleccionar. El don de que no le pesen ni Borges ni Cortázar. Ni Marechal ni Arlt. Ni Mujica LAinez ni Saer. Es Soriano.

Claro que comparte muchas cosas con otros escritores argentinos: el rechazo por el éxito y las condenas por vender demasiados libros. Es insólito, pero eso, en este país, es mal visto. Por los que ven mal, queda claro.

"No habrá más penas ni olvidos", un día peronista y esa escena asombrosa del avión cargando bosta y arrojándola sobre todo el pueblo de Colonia Vela. Una de las imágenes más fuertes y simbólicas de la época que narra la novela. Una época llena de símbolos y balas. Y de Soriano, por suerte.




Over.



martes, 5 de agosto de 2008

Residuos, el corto.


Nos sentamos en el sillón de color negro y algunos se acomodaron en el piso. La mitad fumaba. La otra mitad no decía nada. Fue hace nada y sin embargo la cinta en VHS estaba bien cuidada. El aparato se trago el cassete y comenzó el corto.

Siempre lo recuerdo. Siempre esperé que el director hiciera más. Siempre se lo digo. Siempre le digo lo mismo, que para cuándo. ¡Para cuándo, Uriel Wisnia!

Vean este corto. Pueden leer este post antes. Pueden leerlo después. Sí, claro, que la música, que algunas tomas, todo podría ser mejorado, pero la esencia es inquebrantable: Una gran idea, simple y filmada con precisión. Un gran cortometraje. Y la escena en la que se lee la frase de la canción de los beatles, ahí escrita sobre la pared. Y Uri me dijo que jura y perjura que no la incluyó adrede. Esas cosas que suceden "sin querer". Pasen y vean.

Residuos - Dirigida por Uriel Wisnia.





Over.

Palabritas


Cuando Brown escribe: “Little time eternity by your eyes / Nightmare a day without them”, no hace más que confirmar la idea que todos ya aprendimos: la espesura del tiempo es una vaguedad para el amor. Nadie ama por haber amado ni deja de hacerlo por el poco tiempo ejercido. Es ley que de nada sirve interponer una suma de días para evitar la extinción de de una pasión.

Pasión, that’s the question, my friend. Las relaciones humanas sólo se sostienen por el ardor que las aviva, y sí, de una forma u otra, el tándem thanatos/eros siempre encuentra su lugar después de toda reducción.

Hay una profusión del hoy que echa por tierra todo tipo de lealtad entendida de antemano. Que sea bueno contigo porque lo has sido conmigo, es una contingencia que no se basa en un equilibrio preexistente. Invocar esa figura es restarle valor o fuerza al acto. Soy bueno contigo porque soy bueno. Por caso, tampoco me redime la generosa entrega de cualquier avaricia pretérita. El pecado y el perdón son dosis que las religiones occidentales han aprendido a suministrar. No existe tal cosa. No hay redención ni castigo eterno. Ser libre es mucho más costoso de lo que parece, eso se sabe.

Cuando en la obra de Esquilo, Perneas le dice a su amado: “Oh, Skenea, no han visto mis ojos otras mañanas que las que tu cuerpo prometía / No ha tocado este corazón ninguna intriga, ninguna duda / doce años cegados a tus manos, inspirada por tus palabras / viva para ti / y tú para mí / me lo has dicho / yo lo escuché de tus labios / nada de lo que digas puede ser así”, hace lo que todos hacemos, anular el presente por el resabio de lo dicho. Claro que nunca recordamos la velocidad que nos llevó de la ignorancia a la adoración del ser amado. Como el mito del golem, ese soplar el barro para darle ánima al cuerpo. De la nada y de repente, somos otra cosa. Y de la nada y de repente, nos alejamos de ese faro que alguna vez iluminaba y hoy es sólo una torre de cristal, sin sentido, en la costa.

A riesgo de vulgarizar el texto, sólo sé que hay que ser bueno todo el tiempo con todo el mundo, por el simple hecho de ser bueno, por el simple hecho de que tal acción nos reditúa placer. El mismo placer de ser malo con quien se lo merece. No hay que desmerecer al odio y sus armas. Sea bueno o sea malo, a nadie le importa más que a usted.


Over.

PD: Amit está llegando a Buenos Aires. Trae noticias del otro lado. Me llenará de placer publicarlas. Pero sé que cuando lea esto que escribí, se me va a reír en la cara, con esa risa que jode. Es simple, le diré que me importa un carajo su burla. Es mentira. Pero no me cambia.

lunes, 4 de agosto de 2008

Palabritas


Te veo acomodar el sueño, vencida de vigilias, y suave, me llega tu sueño.
Me llega desde ahí atrás, iluminada por esta pantalla que nos mira.
Me gusta cuando nos anulamos, y obcecados al peso del tiempo, convivimos entre un ahora y un para siempre.
Me gusta escribirte mientras olvidás las defensas, dormida ante mí, sabiéndolo.
Eso es lo que más me gusta, que lo sepas.

Over.

PD: “Forever and a day”. Siempre sentí que esa expresión refuerza la eternidad, desde su lugar imposible a una apuesta aún mayor. “Para siempre y un día más”; la ternura está en ese “día de más”, ¿no?




Palabritas


Te veo acomodar el cuerpo, vencida de vigilias, y suave, me llega tu sueño.
Me llega desde ahí atrás, iluminada por esta pantalla que nos mira.
Me gusta cuando nos anulamos, y obcecados al peso del tiempo, convivimos entre un ahora y un para siempre.
Me gusta escribirte mientras olvidás las defensas, dormida ante mí, sabiéndolo.
Eso es lo que más me gusta, que lo sepas.

Over.

PD: “Forever and a day”. Siempre sentí que esa expresión refuerza la eternidad, desde su lugar imposible a una apuesta aún mayor. “Para siempre y un día más”; la ternura está en ese “día de más”, ¿no?




Sterling Brown wrote.


Rent Day Blues

My baby says,
"Honey,Dontcha worry 'bout the rent.
Looky here, daddy,
At de money what de good Lord sent."

Says to my baby,
"Baby, I been all aroun';
Never knowed de good Lord
To send no greenbacks down."


Hay ciertas capas del lenguaje que prescinden de la semántica y la sintaxis. Se construyen con la pasión, y el símbolo se confunde con lo representado.
Parece existir una no tan cifrada conexión entre el blues, el tango y el fado. La diferencia, creo yo, es que el blues no está tamizado por la erudición del autor, y llega a la letra con la misma prepotencia y dolor de quien finalmente es el verdadero actor de lo narrado.
Como sea, lo que me gusta de este poema es que en niguna parte dice "pobreza", "prostitución", "falsedad", "aceptación", y es de lo único que habla.



Over.

sábado, 2 de agosto de 2008

Santiago Dabove ("bóveda", ¡lacaniadas!)




Con Tini nos gustaba desbaratar sueños. Uno proponía y el otro tiraba abajo. Probábamos nuestra resistencia. Alguno se enojaba. Siempre.

Tini me dice que le gustaría leer toda la obra de un autor, ser erudita en sus escritos, la más autorizada al momento de buscar información. Le digo que lo mejor es buscar algún autor que haya escrito poco. Recita lo clásico: Artaud, Rulfo, Salinger. Al pasar le agrego: Santiago Dabove. "¿Quién?", me pregunta.
Conocer un escritor que Tini no conocía, y encima que fuera medianamente destacado, era, cómo decirlo, a ver: Tini me mira y yo la miro. Nos congelamos unos dos minutos. Comienza a sonar cualquier canción de las Supremes, una bola de espejos llena de lunares de luz la escena, y un yo imposible baila lleno de placer.


Volvemos y le digo a Tini que Santiago Dabove fue un gran escritor, que sólo publicó los cuentos de “La muerte y su traje”, y que si no fuera por el ubicuo Borges, poco y nada sabríamos de él. Que reescribió La Metamorfosis, que la muerte fue el tema central de sus tramas, y que es difícil conseguir ese único libro.


¿Y vos cómo lo sabés?, me dispara. Bueno, está en el indispensable “Antología de la literatura fantástica”, ese cuento “Ser polvo”, el que te decía. Ojo, no es el mejor, según mi opinión. Hagamos una cosa, mañana a la tarde vamos a buscar el libro, seguro que lo encontramos en alguna librería de Corrientes. “Mañana es domingo, y las librerías de Corrientes no abren”, me contestó Tini. Siempre quise regalarle el libro para algún cumpleaños. Nunca lo hice. Extraño tanto a Tini.


PD: Horacio Salas prologa la edición que tengo de "La muerte y su traje". Copio el primer párrafo. No sean como Tini ni como yo, y consigan este libro, como sea. Ah, y si consiguen otra foto, me la hacen llegar. Pago al contado.

Que un hombre escriba en toda su vida un solo y breve libro no es algo que pueda llamar la atención: la mayoría no escribe ninguno. Que ese libro haya alcanzado notoriedad entre los especialistas, tampoco parece insólito: Gutierre de Cetina obtuvo su fama con sólo un madrigal. Pero que ese único volumen haya sido dedicado en forma exclusiva al tema de la muerte es algo menos frecuente y puede provocar cierta curiosidad. Este es el caso de Santiago Dabove, nacido en Morón, provincia de Buenos Aires, en 1889, y muerto en esa misma localidad sesenta y dos años más tarde.


Over.

Pozo negro



Hoy no existe, no es nada;
La tenue vara del tiempo que pasa
y que suma ecos a tu casa vacía
Ahora están compensados
tu corazón y tu lugar.
Hagas lo que hagas, caerás
Y no hay técnica ni seguro
Lentamente las luces ya vencidas
serán opacas huellas del amor.
Ya gira la rueda del mechero,
El relámpago hace llama
Y sólo soñarás con él.
Constantly.



Over.

viernes, 1 de agosto de 2008

Pozo negro

El tiempo serena las manos
que mis manos cubren y calman; es
una cadena de mar oscura, de luna llena
en cualquier playa de cualquier mundo.
Magias de noches desmedidas y
tu cuerpo un cuchillo que me nace
Y me destina a herirme, tontamente.

Saco la basura a medianoche,
No pretendo cambiarte el rumbo
tu ideología, tu inteligencia.
Soy lo que creas, porque me creas
a tu imagen y destemplanza.

Me pides un grito que no tengo
y te exijo una palabra que no aceptas.
No aprendí más que lo que escuchas,
que se parece tanto a lo que escribo,
tanto más real y menos sentido.

No hay salida, no hay vida más acá,
y no creas que olvidé que si quiero
nacerte cerca de mí, inevitablemente ,
y a prueba de toda fe,
debo dejar de alambrar amaneceres



Over.