martes, 30 de noviembre de 2010

Palabritas

Sí porque tampoco te gustan mucho los restoranes, la gente que se porta bien, que los mozos sean mozos, que todo sea tan estricto, que todos hablen al mismo tiempo en una sopa de voces que te llega y te molesta. Entonces cerramos un mundo, domamos la serpiente del lenguaje, la única trinchera que nos permite esta guerra.

Porque no quiero vivir en estado de alarma, desarmando tu discurso, llenándolo de comas y letras cambiadas. Me decís que es como cambiar de piel, como vivir otra vez en el extranjero, pero yo no estuve en Queens en primavera anudando tu rencor ni vos leíste el sol desde la montaña vigía. Qué hilo nos limita el cuerpo a la hora del adiós, te pregunto, sofisticado. Ninguno, despacio, esperame un poco y bajá la voz. Es lo último que escucho, y así está bien.

Over.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Pozo negro

Este tiempo que es roca
Este peso de tu cuerpo
Este rigor de morirte.

Yo sé rodar la cima
Viene hacia mí y tus ojos
El sexo extranjero, fuimos luz

Nací para alejarme,
Mientras expando entre mis dedos
Tu suerte de amor ceniza, difusa

Nada hacia mí y ya te has ido
Qué hago con estos años limpios
Gastados y reales.

La noche ama su curso. Lento.


Over.

Abre

Como un Moby Dick existencial, te presentas ante mí y me tragas. No muero. Dios no existe. Entonces mi grito es hacia ti, por ti, déjame escapar de esta no-vida, de este lugar a medio camino de tu deseo y el mío. No era allí donde nos encontraríamos, es un poco en cada zona, no hay pacto, no hay concesión, a esta hora. Abre esa boca, quieres, y yo te prometo nunca más adiestrar amaneceres.


Over.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Palabritas


Hubieras preferido algo más limpio. Una cordial prolijidad que al final te hubiese ahogado de todos modos. Pensás: es ley que el deseo sólo baila sobre la ausencia, no gira ni en la felicidad ni en el sosiego. No hay querencia por antecedentes ni olvido por la razón. Eso también lo aprendiste hace tiempo, y sin embargo algo sobrevuela tu esperanza, un tibio anhelo de error. No. No hay error. Es tu cuerpo sobre otros cuerpos. Tu vida.


Over

Ladies and Gentlemen, Melody Gardot

Susan está horneando su tarta de arándanos, nerviosa porque es la primera vez que decide copiar una receta de su madre, para esperar a Raymond, el hombre que tanto esperó. La hipoteca volvió a subir y las horas extras ya no alcanzan, pero Susan sabe que si la tarta de arándanos le sale bien, ya no habrá obstáculos para comenzar su american way of life como Dios manda. Se agacha frente al horno y antes de que sus ojos puedan analizar la tarta, siente un ruido estremecedor, un grito que se corta y esa música a destiempo que orquestan los fierros y las ruedas al destruirse contra algo más fuerte que ellos.

Melody. Mucho después supo su nombre. Melody Gardot. Ahora es “ella”. Ella está retorcida bajo las ruedas de la camioneta, dormida de dolor y sangrando por la parte derecha de su cabeza.

Cuando llegan los bomberos, Susan oye el comentario de un vecino: “Es una niña, debe tener unos dieciséis años a lo sumo. Hoy en día los niños no deberían andar en bicicleta, los coches van muy rápido, y todo el mundo va drogado.” La niña aún tenía pulso. Nadie apostaba a que ese cuerpo pudiese llegar con vida al hospital.

Pero vive. Porque estamos en el puto siglo XXI, y los hospitales tienen de todo, y los médicos con las máquinas forman un grupo demoledor. Pero la doctora Scott lo sabe bien. “Si vive es porque tiene demasiada suerte.”

Pero vive, se llama Melody Gardot y canta como una música que susurra primaveras y calma cualquier tarde de nervios. Y lo mejor de todo, es que uno le termina creyendo.
Nos dice Melody: “I need a man who got no baggage to claim”. Claro, el equipaje que pesa, ¿el cuerpo? Nos hace temblar al cantar: "To think that I could have fallen / A centimeter to the left / Would not be here to see the sunset”. Y con la simpleza pícara de quien se sabe sobreviviente, asegura: “One day you will arise / To see the stars within my eyes / One day you will be mine”

Melody Gardot tiene sospechosos veintitrés años. Dicen que va por el lado de Norah Jones. Puede ser, pero amigos, en un camino muy pero muy ancho, y mucho más cerca del la luz de amanecer. Dicen que usa lentes oscuros porque es hipersensible a ala luz, y que un ruido fuera de lugar la aterroriza, y que le cuesta caminar, y que todo le resulta muy difícil. Y que le duele todo, todo el tiempo.
Dije, Melody Gardot tiene sospechosos veinticinco años. Y vive.






Over

Ruta 40

Ruta Nacional 40. Sospechosamente uniendo soledades y extremos. Casi 5000 kilómetros. No debería estar permitido que los lazos fueran tan extensos. Quizás no lo son.
Cuentan que quien la recorre, anula amaneceres. ¿No se entiende? Bueno, como quien no entiende que estarse quieto y no moverse son dos cosas bien diferentes.
Ah, y cuentan también, que sólo una vez cada diez años, durante unos íntimos segundos, nadie hay en en la ruta 40. Nadie en absoluto.





Over.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Nietzche al rincón!

Cuando ni yo ni mis padres ni mis abuelos habían nacido, Friedrich Nietzche todavía no estaba loco del todo y ya había escrito "Más Allá del Bien y el Mal". Aún cuando hablen de un corpus o un concepto que anuda el texto, yo, en mi selección interna, lo considero un libro de misceláneas. Sí, ok, lo que pasa que para mí, "miscelánea" no es lo que casi todos piensan. No importa. En la sección segunda, Espíritu Libre, Nº 41, Federico sentencia:

"Tenemos que darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al mando; y hacer esto a tiempo. No debemos eludir nuestras pruebas, a pesar de que ellas sean el juego más peligroso que quepa jugar y sean, en últimas instancias, sólo pruebas que exhibimos ante nosotros mismos como testigos, y ante ningún otro juez. No quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada,- toda persona es una cárcel, y también un rincón"

Albricias! ¡Qué declaración de misoginia y profundo amor al mismo tiempo! ¡Qué belleza adolescente contienen las últimas palabras! ¡Qué aventura irrealizable! Primero, hay que recordar que Nietzsche no tuvo hijos, y que su vida amorosa dista mucho de ser envidiable. Pero entoncés cómo pudo escribir esta apología de la soledad con fondo de amor no correspondido. No lo sé. Sé, sí, que Federico estuvo mudo hasta lo cinco años y volvió a callar diez años antes de morir, ya presa del velo de la locura.

Sé eso, y también que todo esto me hizo recordar a la preciosa canción Universo, del disco Sal, de la banda Entre Ríos. Attenti, dice la canción: "Hoy / el universo es lo que ves / tu cuerpo ya no es mi rincón". Y claro, uní esta letra de Sebastián Carreras con las palabras del gran Federico y voilâ! Secretamente, el mundo giró más de cien años para que una palabra encuentre su eslabón en una canción para seguir sintiendo.

Lo de la cárcel es claro. Lo del rincón, cada uno para su molino. Podría ser el lugar de refugio, el de aislamiento, el de castigo. Podríamos forzar una antítesis, pero de algún modo, si fuera muy clara, perdería la energía, y llegaríamos a Sabina y su "tu mal y tu bien(...) tu manta y tu frío" y él mismo lo admite: se pone cursi.

¡Cuántas cárceles y cuántos rincones acarician nuestra condición y juramos y prometemos cerrar los ojos, olvidar, no estar enterados de nada! ¡Cuánto tiempo sentimos el dudoso placer de informarnos sobre agujeros negros, planetas y andrómedas o nos empalagamos de nanotecnología! ¿Tejemos o destejemos la madeja?

Y eso que está por comenzar el verano en esta parte del mundo. Que si fuera invierno...



Over.

El agua café



Alguien se cayó por la escalera pero no fue nada, y vos querías probar el ron. Yo escuché pero no vi. Estaba acá, apoyado sobre la mesada mirando la máquina de café. Es muy simple, por arriba la cargás con agua, se calienta y al hervir sale hacia otro compartimiento donde esta el café. Al mojarlo, se va escurriendo hacia abajo donde hay como una bolita de plástico que se levanta gracias al recipiente de vidrio donde cae el líquido. Si lo sacás, la bolita cae y se traba el sistema. Si la ponés de vuelta, se reanuda la caída.


El recipiente se llena del líquido que también se llama café, como el molido que se pone sobre el filtro. Debería ser café molido, por un lado, y café líquido, por el otro. Pero no es así.


La gota que cae, por ejemplo, es una gota de café, o agua teñida, o algo así, y la gravedad la obliga a caer dentro del recipiente- La gravedad que es una Ley que Newton describió hace como trescientos años, y resulta que después esa ley tan machota, no funciona a nivel cuántico, y de ahí que está la teoría de las cuerdas, una especie de hilo que une todo. No hay hilos que unan todo. Todo se rompe como nos rompemos nosotros. Como vos me contaste de ese viaje que te partió la vida, y ahora este aire ya respirado miles de veces. El olor a café. El baterista de Crowded House que salió a pasear a los perros y al otro día apareció colgado. Dicen que tenía muy buen humor. Suele pasar.

No viene nadie. Yo sigo alucinado con el líquido que se concentra en un pequeño sector y al rebalsar cae sobre el recipiente, bien negro al principio y después va perdiendo un poco de color. Son como capas. Agua sobre agua, negro final. La máquina sigue su rutina.

Ahí venís, me mirás lejos, ya sabés, y te miro y te digo que estoy viendo el café caer, es todo un sistema, el agua se calienta, sube hervida, impregna el café molido, sube la bolita, cae el líquido. Es todo un mecanismo. Como el libro de La Mettrie que estoy leyendo y lo más impresionante es que poco después de Newton, un tipo pensara así, ni hoy, te diría, todavía hay gente que vive en la oscuridad total de la ignorancia.

Antes de morir, me dijiste que en algún momento hay que mandar todo al carajo, que hay que plantarse, que si no te decidís en el momento justo, después es rutina, vivís a destiempo, como un engranaje con pocos dientes, sigue, pero nunca más es el mismo. Se acabó el agua.



Over.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Despacio.




Debo no olvidarme de escribir sobre Spinetta alguna vez. Debo hacerlo arder en mi mente para que moleste a la madrugada. Cómo no voy a escribir sobre un tipo que canta: “Sigo mirando hacia ti”, donde todos cantan “Sigo mirándote”. La preposición, en este caso, es mágica.
O cuando dice: “Hoy me vuelo / de tantas caras / ¿No ves algo en el puente que se va? / Hola dulce viento / Veo claramente en ti / Eres como mi amiga que se va.
O que una canción se llame “Credulidad”, y todo entre a tempo y además sea hermosa.
Bah, no se puede dejar de escribir sobre un tipo que avisa: “además vos sos el sol / despacio también podés ser la luna”. ¿Se puede medir la belleza de decir que despacio también podés ser la luna?

Entre otras cosas – muchas otras cosas -, lo bueno de vivir en la periferia de lo que se da en llamar “mundo”, es que uno conoce a Spinetta y a Dylan. Cuando se vive en el centro, Spinetta no se conoce. Y así les va. En “mundo”, les aseguro que pocos conocen la dulzura de esta canción de Chico Buarque, que no es Spinetta, pero a mí, en este momento, me llega todo junto.

Valsa Brasileira

Vivia a te buscar
Porque pensando em ti
Corria contra o tempo

Eu descartava os dias

Em que não te vi
Como de um filme

A ação que não valeu

Rodava as horas pra trás

Roubava um pouquinho

E ajeitava o meu caminho

Pra encostar no teu

Subia na montanha

Não como anda um corpo
Mas um sentimento
Eu surpreendia o sol

Antes do sol raiar
Saltava as noites

Sem me refazer

E pela porta de trás
Da casa vazia

Eu ingressaria

E te veria

Confusa por me ver

Chegando assim
Mil dias antes de te conhecer

Impresionante este símbolo: “Descartar los días que no te vi como se descartan las escenas que no van en una peli”. Y ni hablar del final que no rebaja el deseo y por el contrario, lo acerca a una imagen poética de máxima altura: “Y por la puerta de atrás, de la casa vacía, yo entraría y te vería, confundida por verme, llegando así, mil días antes de conocerte.”



Over.

Pozo negro


De este lado del oído
la palabra no canta nada
Es miseria y tu incoherencia
al son de la mañana.

Every step of the way
Mind the step
Mind the stairs
Night and its silver horizon
lying over the pale T.V.set
Lullabies sung lest we see the truth
On this side of the skull,
skin is colourless, like your words,
words that sing nothing.


Over.


viernes, 19 de noviembre de 2010

Pozo negro



Indultado por el alcohol,
me atrevo a ensuciarte
con avara elegancia y
los ojos ajenos entre nosotros.
Creo que algo forman tus palabras:
una idea o un insulto.
Quizás una explicación.
No es que no te oiga, no,
es que a esta hora, con tanta lluvia,
la noche ya no negocia símbolos


Over.

Palabritas

Ni la edad ni los planes, más bien te diría que todo estaba conectado a tu poderoso arsenal contrasistema, y si me seguís preguntando, te sigo respondiendo que si te hubieras pegado ese tiro, esas quinientas mil pastillas, esas cartas, te seguiría creyendo, ciego a al sentido de las cosas. Quién te dice que no hubiésemos terminado siendo dos escarapelas que la costumbre nos clava al pecho los días patrios.
Entonces giro la pregunta, le saco compromiso, y ni te comento que al final sí me compré el libro de Deleuze, y vos también me creerías, porque la vida te abrió un agujero inmenso que no te merecías, pero las cosas no se merecen, ya ves cada uno que anda vivo por ahí, y no me olvido ni de una coma, era silencio tras silencio tras silencio y había tiempo para la esperanza de algo mejor, de algo que te saque de ese barro en el que cada vez te hundías más.


Over.



Over.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Al margen.

Ella me dijo: “Yo nazco tu sombra”, traducilo, nene. Le guiñé un ojo, me hice el galán, “Soy un émulo de Clark Gable”, le dije. “¿Un óvulo?”, me preguntó. Qué fracesita: “Un óvulo de Clark Gable”. Buen viaje.


Over.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Algo que reverbera bien, te escucho.







Vuelvo al inspirador ensayo de Ivonne Bordelois, Etimología de las Pasiones. Vuelvo a la página 94 de la única edición. Lo busqué y lo encontré, con lentitud y sosiego, rearmando el placer de leerla.

En esa página encontramos la cita de la famosa antítesis entre los postulados lingüísticos de Saussure y el poético Walter Benjamín. El adjetivo no es menor, porque otro no le puede adjudicar a quien dijo que: “toda palabra y toda la lengua es onomatopéyica”. Y desde la apacible Ginebra, Saussure asegura que: “no existe ligazón natural que una el signicado con el significante”, basándose, entendiblemente, en las diferentes palabras que existen para nombrar el mismo objeto en los diversos idiomas: ventana, fenêtre, window, por ejemplo.

Lo siento por los defensores de la arbitrariedad del signo, pero Benjamín primero, y Bordelois, después, son mucho más persuasivos y casi desbaratan la tan mentada independencia del signo.
Bordelois aborda el tema desde la fonética y la posición de los labios al pronunciar ciertas palabras: M, con los labios hacia fuera, y el consiguiente mamá, mamar, amor. La conjunción de la "ps" en psycho o psique, los cuales significan en griego soplar, respirar, aliento, soplo de vida, alma, deseo.

Bordelois es impecable, pero como suele suceder, cuando uno defiende una teoría, si quiere encontrar ejemplos, los encuentra. Y por esto, la escritora hace referencia la a racionalización del signo a la hora de quizás aceptar que Saussure no estaba “tan” equivocado en su postulado.

Aquí entra mi juego y mi responsabilidad. Yo creo que la raíz de la palabra tiene un correlato psicológico de aceptación y placer, el cual fluye de un modo profundamente críptico. Las sensaciones que producen las palabras en nuestra boca a través de sus sonidos deben de tener un asiento fundamentado en nuestro cerebro.

Bordelois ensaya una teoría fonética asombrosa, y no se equivoca. Diría más bien que no alcanza a toda la lengua. Y es ahí donde siento que toda elección unidad lingüística tiene un cimiento para nada arbitrario. Si en español decimos caballo y en inglés decimos horse, no hay una comprobación de la libre elección. Simplemente se trata de dos fonemas equivalentes que por constitución del idioma, provocan el mismo sentimiento de placer, de satisfecha elección entre tantas posibilidades.

Las palabras llegan a su uso no por prepotencia de repetición sino por su óptima cualidad fonética. ¿Cómo se llega a ese lugar? Nadie lo tiene del todo claro. Hay teorías que explican ese recorrido, pero no alcanzan para aplicarse a todas las palabras. Quizás algún día se pueda rastrear con más facilidad, aunque adivino que tal posibilidad es tan incierta como la respuesta a la mayoría de las cuestiones existenciales que nos azotan todo el tiempo.

¿Qué conjuro, qué magia decretará en mi cuerpo, el sonido de tu nombre en mis labios, en el río de mi mente, en el sueño que no te nombra pero te ve? ¿Te busqué por tu nombre o tu nombre se alinea entre mi deso y mi destino? ¿Qué pasa con mi nombre en tí? ¿Qué demonios, fantasmas, talismanes o bendiciones se despiertan? ¿Algo se despierta o duerme para siempre?

Over.


Pozo negro



Volver para estar seguro

Volver porque veinte años no es humo

Ni el diluvio fue en vano
Ni tu sonrisa de ingenuo poder
Ni la fe de invencibles pecadores

Volver para ratificar, con prejuicio,
Que el encierro tenía ideología
Que no éramos tontos buenos,
Que no cabalgamos mugre de inocentes

La quemazón de los años, dulcemente,
Nos ardió la esperanza, pero aquí estamos,
vigilando idioteces, mirando el mar
El mar de cabezas aún vírgenes

(Nosotros también éramos vírgenes)

Volver, porque veinte años
también es guita y favores
Es el cielo que tu inmundo rencor cerró

Volver para estar a mano con el mito
con la ficción del amor,
con la liturgia del para siempre

Volver para anular, para admitir,
Para saber que no pertenecimos
Nunca a nadie, ni yo a ti
Ni tú a mí, ni ellos a nadie.

Volver para clausurar la escena
El guiño del tiempo que nos acusa
Ese tiempo lleno de inviernos
Madrugadas y flores en la pared.


Over.


Va bien, se cierra, se cerró.

Bajé la ventanilla para que el aire frío me devolviera el alma. Detrás de la nuca escuchaba a Beck, seguro, porque la canción me la sé de memoria, otros tiempos donde se me pegoteaban las noches y a cualquier hora se acababa el mundo.

Eran la radio, Beck y el aire frío. Y de repente escucho una voz de mujer que repetía direcciones, una esquina, otra esquina, y supe que estaba en Buenos Aires, que era de noche, y que vos estabas al lado mío, despacito, sin la urgencia de mi fatalidad.

¿Te gira el mundo, bonito?, y te miro y algo se cierra, como una bolsa de basura que se tira con fuerza, algo menos que ocupó lugar. Algo pesado.

Me inclino como un nene sobre tu vientre, ahora tengo frío, y desde acá puedo ver al taxista que maltrata los cambios. Algo te dice. Yo pienso: ¿cómo podemos estar él, vos y yo en el mismo mundo a la misma hora? Quiero que me escuches, y lo hacés y me decís que ya pasa. Es por eso que está bien, porque es lento y te creo: ya pasa. Qué bueno este aire frío, y que no me cierres la ventanilla.




Over.

Sylvie dice adieu



A ver, Francois en realidad se llama Abel, pero el día que lo conocí en el bar del gótico, le dije que si era francés, para mí podía ser Pierre, Francois o Dimitri. Se rió y me dijo: “Entonces tú me llamarás Francois” Abel (en adelante Francois) era el hermano de una amiga de la chica con la que salí aquel viernes. Ni yo quería salir con esa chica ni ella querías salir conmigo, y creo que la mejor idea que tuvo fue la de agregar gente a una salida que se iba a espesar con el correr de las horas.

El punto es que Francois me dijo: “Argentino, Marelle”, y yo le digo: “Francés, Foucault”. Lo dije porque me pareció que sonaba bien, y porque ignoraba la literatura francesa de los últimos veinte años. Entonces me dice: “Argentino, La maga”, y yo lo miro y le digo: “Francés, Marcel Marceau”. Claro, se rió.

Uf, pasó mucho tiempo, el encuentro fortuito en el Ateneu, y cuando llegó Amit con la cámara de video, empezamos con las encuestas para la televisión israelí, en las que invariablemente las encuestadas eran sólo mujeres menores de 25, y tantas cosas que se me amontonan en los dedos y que siempre digo (siempre me digo) alguna vez tengo que escribirlas. Alguna vez tengo que escribirlas. Pero otro día. Otro día, sí.

Francois me escribe que anda mal porque se separó de Sylvie, que ella se volvió a Londres y que no hay vuelta porque no se pelearon ni discutieron. “Amigo, si no discutes, no hay regreso”. Bueno, un poco tiene razón, claro.

La cosa es que me mandó la carta que Sylvie le escribió para despedirse. Hay muchas formas, desde ya, pero no se me habría ocurrido esta manera de decir adiós. La posteo porque lo conozco a Francois, y él tiene una fe ciega en mí, por la cual cree que tengo la habilidad de llevar la realidad a la ficción y así dominarla. “Tú lo cuentas, y ya es de otro, le sucede a otro”. No entiende que no es así, pero insiste. Insiste. Ahí va.

Ab:

Dejé los libros de Zolá porque no los voy a leer, ya lo decidí, y porque me llevo la máscara inca, eso ya me alcanza. No sé si te dije que tengo la sensación de que ayer no hablamos nada, o que no estuve bien. Siempre pienso que no estuve bien, ya lo sabes. En cuanto a lo que me preguntaste, te contesto. Hace rato que sueño con una casa en Lake District, de techo de paja y mucho frío. Sueño con una habitación grande con un sillón colorado, una mesa de esas antiguas donde las abuelas solían tejer, un hogar mediano y el ruido de los leños quebrándose. Sueño con té, mucho té. Y cinco libros y muchos discos y un cuaderno. Sueño caminar por el bosque y fumar uno, dos cigarrillos, y volver a casa y acostarme en la cama donde hay una frazada que me espera. Sueño con una tele donde pueda ver películas de noche o de día. Sueño con un teléfono que nadie tenga. Con eso sueño, amor, con todo eso desde hace muchas, muchas noches. Te quiere, Syl.


PD: El inglés moroso y “adecuado” de Sylvie hace que la carta pese más. Ni una sola contracción, ni una sola palabra fuera de lugar, todo fríamente descriptivo. Preciso, prolijo y final. Que te digan que no te incluyen en un sueño, es un golpe. Fuerza Francois, ya lo ficcioné. Y a ti que te gusta, te pregunto: ¿“fe ciega” no es un pleonasmo?

Votre ami, Hernán.



Over.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Palabritas


Últimamente siempre es tarde, todo cerró hace una hora, ya no te escucho. Pero mi piel estaba ahí, delante de la cara, ya no quedaba nadie, y me llega una lección de deportes, que hay que moverse, que la presión, la diabetes (¿dijo “diabetis”?) y que de repente estaba corriendo por el parque y sintió el tirón en el muslo, en el mismo lugar que antes, uno ya sabe, lo sabés de memoria, hasta el mínimo dolor conocés, y tal cual, dos semanas de reposo, kinesiólogo, cremas.

Yo no corro alrededor de los parques. Todavía no fui a un kinesiólogo. Pero eso de “en el mismo lugar que antes, uno ya sabe, lo sabés de memoria, hasta el mínimo dolor conocés”, lo entendí perfecto.

Al final nos fuimos y te conté esto y me dijiste que así no iba a mejorar nunca, que me atara más a lo real. Creo que tenés razón, pero no puedo evitarlo. Uno o dos días, después es lo mismo.


Over.



Pozo negro

Mientras sepa que sigues limpiando
todos esos dioses de plástico
en la mesita de luz
llena de pastillas y números,
entonces ya no tendré dudas
de que aún llevas su otoño
en los huesos.


Over.

El otro Ludwig



Claro, la dificultad no reside en la extensión sino en la brevedad de las sentencias, y así Wittgenstein, en vez de llenar hojas y hojas con razonamientos, sólo publica el resultado final de sus juicios. Y está bien, porque nos obliga a odiarlo, a hundirnos en la incomprensión para que una vez ahí luchemos para analizar sus ideas y apoyarlas, aplaudirlas o refutarlas.

Ya Bertrand Russell nos avisa en prólogo a la edición inglesa, que la idea del Tractatus es la de analizar las condiciones para un lenguaje perfecto, pero sabiendo de antemano que eso es imposible, y que en realidad la intención es lograr el más pleno acercamiento a tal perfección.

Cuando Russell nos comunica que el hecho de que yo diga que el sol va a salir mañana es simplemente una aseveración basada en que el sol salió ayer y anteayer y que lo “mas probable” es que salga mañana, no hace más que citar las líneas 6.36311 y 6.37 del Tractatus, las cuales rezan respectivamente: “Que el sol vaya a salir mañana es una hipótesis; y esto quiere decir: no sabremos si saldrá.” “No hay una necesidad por la que algo tenga que ocurrir porque otra cosa haya ocurrido. Sólo hay una necesidad lógica.”
Por tanto, el lector cuya memoria es indomable, compartirá conmigo esta alteración a la sentencia borgeana: “La lógica es una abuso de la estadística” Y la navaja de Occam es el ejemplo más caro a esta declaración.

Por caso, Guillermo Martínez ya nos hablaba de la refutable serie lógica. Si anoto los números 1,2,3 y 5 y pregunto cual falta para completar la serie, es casi unánime la elección por el número 4. Eso sería en el caso de que la serie quiera representar la sucesión de números naturales enteros. Pero esa elección no responde a ninguna lógica arquetípica, si es que de algún modo existe tal forma.

Volvemos a al Tractatus. Cuando leemos en la línea 4.11 que “Una obra filosófica consta esencialmente de aclaraciones”, creo que entendemos la declaración de principios con la que Wittgenstein encara su obra.
Por otra parte, el autor nos habla de la necesidad de tener un solo nombre para cada elemento, y de allí se desprende la línea 4.0412: “Las proposiciones “p” y “~p” tienen sentido opuesto, pero les corresponde una y la misma realidad.”

En esto último advierto una fisura, si se quiere, pero la voy a utilizar para aplicarla a la férrea matemática que simula ser un Titanic de las ciencias. Es que, ¿cómo podemos refutar la proposición: “6-3=3”? Pues bien, el nudo está en el símbolo, ya que todo número es representación, y el “6” como signo autártico e independiente es simplemente un error de concepto. Aquí entra la filosofía o la literatura, quién sabe, pero infantilicemos el razonamiento y propongamos que si tengo 6 manzanas y alguien me quita 3, entonces me quedan 3 manzanas. EL fondo no está en la cantidad sino en la esencia. ¿puedo hablar de 6 manzanas exactamente iguales en su esencia? ¿Podría ser que al quitar tres manzanas no pueda real y precisamente afirmar que me quedo con 3? Wittgenstein lo soluciona, a través del lenguaje, con el nombre “manzana”. Pero si salimos del lenguaje, ¿podemos hacer lo mismo?

Sí, ya lo sé, la pregunta no la omití a propósito, simplemente la dilaté: ¿Podemos salir del lenguaje?



Over.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Pronto

Mientras tu infancia intenta traducirte en el espejo, desnudo el tiempo te abandona en esta enhiesta corrupción. Todo deseo que decrece, pertinaz, elige el olvido, y allá voy, para recordártelo. Te admiro desde la cama, a metros apenas del cristal que te refleja, y sueño lo que veo, pronto mío, y yo, ya separado de la razón, sé que flotaremos. Otra vez flotaremos.

De la lista de súper amigos, encerrada en su noche pagana, te nombro y te declaro inconsistente, tanto o más que yo. Es irregular nuestro amor, por eso es real, y por eso es insoportable. Te veo.


Over.

martes, 9 de noviembre de 2010

Juegan a que sí y no.

En el “caso” del amo hegeliano, reducido a su ocio y densa pasividad, se ha tendido a violentar el significado del símbolo. La conciencia cuya esencia es el deseo, no tiene por qué reducirse al resultado del esclavo-humano, por un lado, y el amo-resabio ocioso, por el otro. Si bien no es improbable que el esclavo vea al amo como la subversión de sí mismo, es decir: transita su esclavitud pero anhelando ser el amo para castigar su propia condición encarnada en el siguiente sujeto, la sumisión psicológica que encarna el amo, provoca que el esclavo casi nunca quiera huir de su condición.

Del mismo modo, se da una exacerbación de la tristeza del amo y la vitalidad del esclavo, lo que en nuestros tiempos se acerca tanto a la anhedonia. Si nos permitimos libremente hilar al amo, al burgués, al señor feudal, al rey, al emperador, podemos a su vez, del otro lado del carretel, enhebrar al súbdito, al esclavo, al proletario, y así ver cómo rueda el caleidoscopio filosófico, buscando variantes a la misma raíz.

Otorgado el permiso, y estirando la cuerda, llegamos al dúo amante – amado, arriesgadamente sustituibles por los ejemplos que preceden. La condición social no pocas veces replica a la individual, y en la masa no se destiñe totalmente el concepto de sujeto. Las emociones, tan graficadas en el corazón o el “pecho”, no son más que respuestas a las coyunturas endógenas o exógenas que se precipitan en el devenir de la vida. El verdadero deseo es la ilusión de completar lo infinito.

Como en toda relación, en la de amante-amado, se constituyen pactos, territorios, formas de comunicación y prohibiciones. Que todo lo anterior fluya sin constituirlo formalmente, no implica que no termine por establecerse del mismo modo que las relaciones menos comprometidas. Se hacen transparentes las estructuras de poder, sumisión, entrega, omisión, negación, aceptación y rebeldía. De algún modo, se constituye el mismo pacto, en el que cada uno de los integrantes de la relación, pone a juicio el famoso balance de riesgo-beneficio.

De algún modo, pareciera darse un tiempo de vacío racional (no existe tal cosa, en realidad el pensamiento analítico es opacado por la emoción del placer) Digo, en ese vacío racional se ponen en juego las más poderosas sensaciones de bienestar, uno de los mejores efectos a los que podemos aspirar como seres humanos: el amor.

Ya instalado dicho efecto, las conductas se someten a su cuidado, y en la imaginaria soga que dosifica libertad, se conjugan fuerzas medidas con escrupulosa minuciosidad. La experiencia indica que tras superarse el juego de cortejo, los nervios del poder empiezan a tomar su lugar. Será, pues, la estructura individual y las variables que se impongan al vínculo, las responsables del destino de la relación. No hay justicia ni solidaridad en el amor, sólo la potencia del placer y el miedo, equilibrándose a todo momento.

El acatamiento, la entrega, la sumisión y el silencio, todos son ingredientes del pacto que no pocas veces encuentra su forma especular en el tándem amo-esclavo. Pacto que no se evoca ni se revé cuando se solidifica la convivencia y se cree que ya se ha superado “ese punto”.

Atomizados por variables que exceden por mucho al amor, cada uno de los integrantes de la relación, sufren las limitaciones de su elección. Cuando quieren salirse, comprueban que han involucrado hasta tal punto su unidad como persona, que no encuentran lugar que los pudiera llegar a cobijar fuera de allí. Y siguen, del mismo modo que se atropella el devenir de los días.
Siguen, anulando pretensiones, lentos y sin sobresaltos, observando cómo languidecen las ambiciones que alguna vez los definieron.


Over.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Palabritas

Yo quería forzar el discurso, tapar palabras, no escuchar esa otra parte. Es que todo iba de Hegel a Deepak Chopra, sin escalas. Cuando subía y amenazaba a planear sobre terreno aceptado, pum, otra caída, el manual de casos prácticos: una buena noche, porque la noche era promesa cumplida, de cervezas y nostalgia de tabaco.

Sí, está bien, pero el deseo se quema veloz, se extingue con la claridad de su muerte. Todo será insensato y puro placer, para quedarse ahí, detenido como prueba de que los años dan garantía. Maldita garantía de haber aprendido.



Over.