lunes, 30 de noviembre de 2009

Oscuro.

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Por esas cosas de la suerte, a la hora y en el lugar, aparece por los parlantes el gran Goyeneche y escucho en Malena los versos que vuelven a temblar en mi memoria: Tus ojos son oscuros como el olvido / tus labios apretados como el rencor. Pienso, qué más oscuro que el olvido, ni la muerte que es nada, o el dolor que encandila.

Y el rencor, qué otra imagen que la de los labios apretados de bronca, frenados en el tiempo que no pasa, porque eso es el rencor, es el minuto posterior al puñal, repetido sin freno , como un eco que se retuerce en el mismo lugar. Digo.


Over.

viernes, 20 de noviembre de 2009

They said.

Primero, me encuentro con esto:

"Esta mañana, por primera vez desde hace mucho tiempo, nuevamente la alegría de imaginarme un cuchillo que me escarba el corazón."

Franz Kafka.

(Diarios - entrada del 2 de noviembre de 1911)


Después, con lo que sigue:

"In order to reach the Truth, it is necessary, once in one's life, to put everything in doubt - so far as possible."*

Descartes

* (Para alcanzar la Verdad, es necesario que una vez en la vida, todo sea puesto en duda, tanto como sea posible)


Nada más que agregar.



Over.

martes, 17 de noviembre de 2009

Sucedió en serio.









El piso del Registro Civil está lleno de arroz, de flores pisoteadas, de papelitos. El del saxo hace una reverencia para agradecer el aplauso y el de la guitarra se acerca al oído de un hombre de traje. Todo esto veo, y camino hacia la sala donde está entrando un grupo de personas. Me acomodo en una de las sillas del fondo y escucho al juez mientras les dice a los futuros cónyuges sus derechos y obligaciones; me parece oír que dice “están obligados a amarse para siempre” y me río suavemente de eso que no pudo haber sido dicho.

Habla una voz monocorde, cansada de repetir lo mismo toda la mañana, mientras el de la cámara filma todo y después querrá vender la cinta a los emocionados familiares que no repararán en gastos. Estoy en el fondo de la sala y nadie me conoce, alguien quizás se pregunte de quién soy amigo. Soy la entidad en blanco y negro apenas confundida entre la masa colorida que resume a esta gente. Soy el hombre del fondo que en la foto nadie podrá reconocer.

Ese hombre camina por la calle con la esperanza de que algo aparezca de la nada, ansioso mientras observa su lugar en la yuxtaposición del vacío y el todo, ese límite que es látigo y caricia. Ese hombre camina hacia cualquier lado buscando la tierra prometida, pero sabiendo que al llegar, la tierra no existirá, que ese lugar lo llevará a otro porque lo prometido es el deseo, y el deseo es lo que no se alcanza, entonces llegar es una forma de acercarse para que comience nuevamente el placer de seguir caminando.

Su respiración es un puente entre lo que ha sido y lo que será, el fluir del presente lleno de las sombras inexistentes de esos otros tiempos. Todo ha sido dejado, todo ha sido y todo debe olvidarse, para que en el golpe de cada paso haya una corroboración de lo que puede ser. Te ha sido dado todo, menos tu sombra y el azar, y por cada promesa habrá una tierra, y por cada tierra una cara que tú elegirás.

Es momento de seguir aunque hayas aprendido lo del círculo. Pero alguien no está, eso también lo aprendió el hombre que se levanta con premura y sale debajo de la lluvia de arroz que casi no lo toca, como si por un rato él no hubiera sido, existido, y ese alivio imposible lo colmará de ilusión y sorpresa.



Over.



Pozo negro

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Encendí el aeropuerto y me dejé ir
por el pánico de culpas y rencores.
Ceniza de horas y palabras, relojes
y verbos mal conjugados. Dónde estás.
Se desgrana, irreal, nuestro tiempo de luz
pronto sombra y ahora nada.
Miramos la luna a la misma hora:
Yo no te vi, y vos tampoco,
pero entendimos todo. ¿Ahora qué hacemos?




Over.

Queremos tanto a Julio









Puente. Y Faro. De otro tiempo que aun me vive. Muerto y vivo.

Otro gran pameo, póstumo y escondido.


La Mosca.


Te tendré que matar de nuevo.
Te maté tantas veces, en Casablanca, en Lima,
en Cristianía,
en Montparnasse, en una estancia del partido de Lobos,
en el burdel, en la cocina, sobre un peine,
en la oficina, en esta almohada
te tendré que matar de nuevo,
yo, con mi única vida.



Over.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Na cinza de las horas...

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Te hipnotiza.

En la ceniza de las horas. En el gris de las horas. En la noche veloz, dentro de un libro. Abrí la puerta, dale, decilo.





Entre por essa porta agora
E diga que me adora
Você tem meia hora
Prá mudar a minha vida
Vem, vambora
Que o que você demora
É o que o tempo leva...

Ainda tem o seu perfume
Pela casa
Ainda tem você na sala
Porque meu coração dispara?
Quando tem o seu cheiro
Dentro de um livro
Dentro da noite veloz...

Ainda tem o seu perfume
Pela casa
Ainda tem você na sala
Porque meu coração dispara?
Quando tem o seu cheiro
Dentro de um livro
Na cinza das horas...




Over.



Vida de foto.

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Agazapado y a salvo, recuerdo (recuerdo como quien olvida), aquel otro espacio en el que corriendo me buscaba mi propia guarida. Espacio o tiempo, porque yo miraba la tierra desde arriba y no como esta vez, sentado y tontamente sonriendo, siguiendo al avión junto a los niños.

Esas luces que titilan, te juro, yo estuve ahí, y la sensación es la misma, que vas muy despacio, cuando te alejás de algo, de algún modo se detiene, le llaman perspectiva o efecto, pero da lo mismo si es real o no, a esa altura, no hay definiciones, y es buen ejemplo.

Lo perdido, lo anulado, la muerte, el adiós, la ausencia, ponele el nombre que quieras, agrupalo de un lado, todo eso se detiene, queda asociado a un tic tac único. Tic, y después de mucho, tac. Primero el tic con el recuerdo, la pausa, y por último llega el tac, el que te avisa que te despiertes o que la termines, o como quieras llamarlo. Pero cuando todo se despeja, ahí nomás llega el tic otra vez, y otra vez.

Recuerdo como quien olvida, los pasos de mis pies sobre mis pies, y como consuelo, miro a toda esa gente que transita la vida de foto, un laberinto para niños donde se llega fácil a la salida. Mañana sigo.




Over.


domingo, 8 de noviembre de 2009

También esto.

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En Papúa Nueva Guínea, hay seres humanos que viven en los árboles, a quienes el big bang o la resiliencia los tiene sin cuidado. Se los devora el Sida. No viven mucho. Son felices o se entristecen. Regalan conchas marinas para pedir la mano de las novias. Es largo. O esto que sucede en Japón, los hikikomori que vomita el siglo XX, o estas chicas. Todo es extenso. Todo pesa. Estas chicas, ese beso...





Yasuko, de 19 años, suele refugiarse en un karaoke cuando la soledad se hace demasiado intensa. "Por pocos yenes, puedes alquilarte un box todo para ti. Cierras la puerta y cantas. Cantas, hasta que te olvidas de ti, de todo."







Miho, 40 años. "Cada día es lo mismo. Todo es blanco, inmensamente blanco. Mi piel es blanca, mi habitación es blanca, esta ciudad es blanca. El futuro es blanco. Deja que me ponga el kimono."




Over.



Palabrotas

Mierda que estaba enojado...


Cuando tu discurso ronroneaba bajo tu pecho, y yo, rendido, me llenaba de signos de exclamación, no hacía más que creerte. Tanto que al final terminé respetándolo. Trato de decirte que tengo el coraje de bancarme tu discurso, ese mismo al que le huís como las ratas a la luz.



Over.

Pozo negro

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Ya no importa si queda tinta o papel,
Si aturdimos al vecino o me salvás otra vez.
En esa distancia imposible que es el tiempo pasado
Nos conocemos o nos detestamos, desaparecemos,
Nos vemos por los ojos y la palabra después
Todo vale y ya no importa, cuando todo pesa
Los muertos y tus cuentos son la misma fe.



Over.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Palabritas

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Una máquina de carne y dolor, amando amaneceres mientras el amor se quema de luz. Se quema y renace, hiperceniza del tiempo.

Seré lo que me digas, lo que hago y lo que destierro. Un padre es un montón de manos agarrándome de los pelos. ¿Has gritado lo que sueñas?

Entonces seré la máquina de carne y amor, atardeciendo tus enaguas. Con estas líquidas manos, desde el centro de mi deseo, agarrándote de los pelos y haciéndote callar.



Over.

Curioso, curioso.

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Desde un punto de vista estadístico, la casualidad vendría a ser una irregularidad con carácter de excepción. Fuera de la estadística (¿cuán grande es ese lugar?), las explicaciones se desparraman entre lo esotérico y lo religioso (que vendrían a ser lo mismo), por un lado, y lo psicológico por el otro.



A mí me pasó así: Cuando estoy llegando a la mitad de "Crónica del pájaro que da vuelta al mundo", del imparable Murakami, se me da por leer "Man in the Dark", de Paul Auster. Bien, dejo el primer libro cuando el personaje había caído dentro de un pozo en un jardín, del que no podía salir ya que era muy profundo. Levanta la cabeza y ve, recortando la luz del cielo, la cabeza de una mujer, quien finalmente le tenderá una soga para que salga.





En el libro de Auster, después de algunas páginas, un hombre está en un pozo, escucha ruidos y disparos desde allí abajo, pero no puede salir porque es muy profundo. Hasta que un hombre se recorta en la claridad y lo saca de allí. Me sorprendo, claro.

Total que en el cable pasan Chinatown, y otra vez veo esa gran peli de Polanski, con un Jack Nicholson tremendo. Mientras la miro, ratifico que para mí, Marlowe, Spade y hasta el vernáculo Etchenike, son aquel J.J. Gittes, con sus ayudantes, o su oficina, o su picardía, o su soledad.

Bien, busco en la computadora y veo que tengo La Señal, la peli de Mignona, con lanzamiento póstumo. Más allá de las debilidades de la película (muchas y obvias), otra vez el investigador privado, el ayudante, la picardía, el caso de una mujer que miente, impostores, muertes y desilusiones.

Ahora estoy volviendo a Felisberto Fernández. No quiero sorpresas.




Over.




lunes, 2 de noviembre de 2009

The living dead

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Hablamos de la duermevela, pero yo le digo que no, que quiero decir otra cosa, y ella ensaya palabras y casi sonriendo se justifica, no puedo evitar los libros. Me quedo pensado en esa línea: no puedo evitar los libros. Metamensaje, le digo, lo que no podés es evitar, son las definiciones que leíste en los libros, las clasificaciones, no los libros en sí. Por eso yo soy médica y vos escritor, me dice Ceci, si fuera al revés, la gente se moriría de dolor y de aburrimiento. Evitamos la muerte, exagero. Exagerás, cariño.

Algo que vela el sueño, esos minutos previos antes de caer. Por ejemplo la veo frente a mí, ensayando una respuesta para todo. Le lleno los labios con palabras, yo le digo, ella me dice. Yo le hago decir. Insiste con lo mismo. Entonces yo le digo que me queda mi mitad y su mitad, y que la mitad que ella niega, termina cansándome. Gracias que puedo con mi cuerpo, como para andar con lo que ella niega. En verdad no lo niega, lo rebaja o le quita importancia. Es como amar a un muerto, todo el trabajo lo hace uno sólo. O bien el muerto es uno, y ni se da por enterado.

Síndrome de Cotard, me interrumpe Ceci. Tan literario, ¿no? Me explica el síndrome. Me dan bronca sus acotaciones. LE digo que me dan bronca su acotaciones, y ella me entiende y se besa los dedos y se los lleva a cada mejilla. Tendrías que quitarle el velo a los sueños, diría el psicólogo. ¿Para vos el psicoanálisis es una ciencia? Ni para mí, ni para nadie, pero qué importa. Es cierto, no importa. Nos miramos y repetimos a coro: resultados.

Vamos a comer algo rico, dale. Pará las rotativas. Qué antigua, nena. Habló el adolescente, andá a lavarte las manos, querés.


Over.