Cierta vez tuve un primo y catorce años. Ambas cosas son
ciertas. Y con ese primo y esa edad, hablamos al principio de la noche, cuando
la luz desgastada fuerza las pupilas y nosotros sólo agregamos un esfuerzo casi
inútil de párpados.
Ese primo, mirando hacia el cielo, dijo: Yo no entiendo cómo
los hombres creían que la tierra fuera cuadrada. Basta con mirar alrededor y
uno se da cuenta de que la tierra es redonda, el cielo va bajando hasta la tierra
y uno da vueltas y es obvio.
Repetí esta historia en una cena ya olvidada. Creo que le agregué la palabra "abovedada". Uno de los
comensales, tras un breve silencio, dijo: Bueno, no tan obvio. A ver, si la
tierra fuera cuadrada, en su inmensidad, y por efecto de la perspectiva, la
imagen sería igual, supongo. Eso sí lo sabían los antiguos hombres, por lo que
su simple observación no negaba la idea.
Concluí varias cosas. En primer lugar, que toda obviedad está
basada en un conocimiento previo, preciso y bien comprendido. Que ningún
conocimiento es obvio toda vez que precisa de una serie de elaboraciones
previas. Y esas elaboraciones previas, casi siempre se desprenden de otras. Sólo
las convenciones pueden ser obvias, pero por su significado y no por su
demostración. En definitiva, que casi nada es obvio a primera vista. Ni mi
primo ni mis catorce años, por cierto.
Over.