sábado, 20 de julio de 2013

Luces.




Qué ganas de no dormir esperando, hoy, justamente tan cerca de que me huelas el pánico. Si llegaste hasta aquí, cómo, desde lejos y todos tus otros años ignorándote. Porque Ceci se cruza de piernas sobre el sillón y parece más chiquita aún. Vamos, que nadie puede olvidar tu mano sobre tu cara y de repente que todo se instale en la realidad.

- Tapetum lucidum, bien a lo Harry Potter, qué tal. Viste que los gatos, cuando los ves de noche, parece como si le brillaran los ojos. Los perros también, pero menos. Todo se debe a una membrana que tienen detrás del ojo, que vendría a ser como un espejo donde se reflejan los rayos de luz.
- Por eso el rojo de las fotos.
- No, mon chérie, eso es otra cosa. Es por la pupila dilatada, entonces la luz entra e ilumina los vasitos sanguíneos. El ser humano no tiene el tapetum porque no tiene hábitos nocturnos.
- Voilà, para eso inventamos la linterna.
- Digamos.
- ¿Y cómo es que sabés tanto?
- Sé mucho de algo, no de todo.
- Bueno, yo sé de todo, ejem.
- Ahora sabés del tapetum.

Entonces pasa todo en un segundo. La yerba, por ejemplo, que Ceci acomoda en el mate de forma casi obsesiva. Sus dedos huesudos, sin anillos, que aprendieron muchas más cosas. Con la mirada atenta, me habla de los conos y los bastones, como dirigiéndose al aire, al espacio entre ella y yo, que es la distancia que nos agobia y negociamos. Yo sé poco, y ella también, pero nos divertimos abriendo las tapitas para ver qué hay dentro de los frascos. Y así pasa el frío. 

Over.
 

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