No está la habitación de recortes de diarios tarjetitas. No están las
fotos de ajenos muertos, amigos, abuelos, tus abuelos, los libros. No
están los libros, la ropa en el placard, los juegos de mesa, las cenizas
imparables de los cigarrillos que compartimos. No está tu inocencia. No está tu inocente lealtad. No están los discos, las entradas, los corazones
mal dibujados, la cama que hacía ruido. La cama de uno, que hacía ruido.
Las almohadas, el perchero, los apuntes, la soledad. Ya no está tu
soledad, tu costumbre de perder sin merecerlo, tu ilusión. Tu ilusión
vagamente revolucionaria, mi número, las cartas, la alfombra raída. La
verdad, estuvo bien haberse muerto antes de entenderlo todo. Que el
fuerte signo de los tiempos nos callara juntos, eso hubiese sido peor.
Mucho peor.
Over.