lunes, 12 de octubre de 2009

Seguí vos.


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No teníamos idea del cadáver exquisito, menos de Breton o Eluard. Pero esa noche, con el pequeño anotador de espirales, uno de esos cuadernitos baratos que se venden en la calle para que uno pueda apuntar vaya a saberse qué, en esas hojas, Tini comenzó la oración. Escribió unas palabras, le puso una coma, y me dijo, ahora seguí vos. Lo mismo, unas palabras, una coma y de vuelta a Tini.

Estábamos escribiendo el mundo, inflamando una idea que nadie sabía, una obra de arte, exclusiva, éramos, por qué no, genios en acción.

Nos aburrimos y tomamos café y el licor de una botella que andaba por ahí. Yo sabía que no, y ella también lo sabía, pero el brazo de la noche joven es frenesí, y el cadáver estaba vivo aún. Quizás por eso llegó Lina, como siempre decepcionada de la película, del novio, del obvio engranaje de los hombres. ¿Qué hacían?, preguntó.



Ah, Dije Eluard.


Pluma de agua clara frágil lluvia / Frescor velado de caricias,/ de miradas y de palabras. / Amor que vela lo que yo amo.


Viaje del silencio / Desde mis manos a tus ojos / Y entre tus cabellos / Donde unas doncellas de mimbre / Se adosan al sol / Mueven los labios / Y dejan a la sombra de cuatro hojas / Alcanzar su cálido corazón de sueño.


Ahora, sí.


Over.


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