sábado, 10 de abril de 2010

Dijo.

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Elaborados. Mis ajustes, mis inhibiciones, mis frenos. Cuando lo básico se elabora.

Por ejemplo, te sentaste frente a mí y me dijiste que sólo una vez golpeaste a un hombre, pero que tuviste una muy mala experiencia. Te miré, y te seguí mirando.

Estábamos en el colectivo y un hombre mucho más grande que yo, me empuja para bajar, lo increpo, pendejo, qué te pasa, y yo había venido desde Córdoba hacía como un mes, y no hablaba con nadie, me tocabas y te ahorcaba. Lo empujé, me tira una piña que la esquivo fácil, y ahí le largo un derechazo a la sien. Lo dormí, y el tipo cayó para un costado, como si le hubieran pegado un tiro, pero con tanta mala suerte que se da la cabeza contra un escalón, y se queda.
Se escuchó el ruido clarito, como cuando golpeás una piedra contra algo de plástico. No me daban las piernas para correr, te juro, y la pasé mal durante mucho tiempo, porque yo estaba seguro que lo había matado, y si alguien me vio, estaba frito. Todavía hoy creo que ese tipo quedó ahí.

Me reí o no, o te dije algo, pero en los ojos te volvió el miedo, se te congelaron, habías confesado otra vez. Otra vez el muerto que te sigue desde chico. De algún modo u otro, todos llevamos un muerto encima. Qué idiota lo que te dije, y estuviste bien en contestarme: Pero yo lo maté, es otra cosa.


Over.


PD: (Almost over ;-))

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