miércoles, 18 de mayo de 2011

Flaco favor.





Decir a esta altura que José Pablo Feinmann carece de cualquier atisbo de modestia, es una remanida redundancia (¡vaya figura!) Decir que es fama su soberbia, no es menos trillado. Ahora, llega un momento en que uno, al leerlo, siente una mezcla de lástima y rechazo, y todo eso junto transformándose en bronca. ¿Por qué un tipo que puede ser capaz de ensayos antológicos, autor de un libro como Filosofía y Nación, termina publicando una obra como “El Flaco”?

A ver, en principio, el título es engañoso, y bien podría haberse llamado “El gordo”, conversaciones que Néstor Kirchner tuvo el lujo de compartir con Feinmann, y ahí nomás la foto del autor mirándonos por debajo de los anteojos.

Entonces todo se subvierte. Yo compré un libro pensando que iba a conocer más sobre la vida y la obra de Néstor Kirchner, desde la perspectiva de un filósofo lúcido. Pues vaya sorpresa. El ochenta por ciento del libro, pongamos, trata sobre lo que el autor piensa sobre el peronismo, la revista Gente, personajes como Tinelli o Susana Giménez, el autobombo constante de las otras obras del mismo autor, la continua escritura del nombre Heidegger, Husserl o Sartre, los buenos periodistas que lo publican, y los malos periodistas que lo atacan, la televisión que contamina (?), las modelos sin cerebro, y demás anotaciones de manual del intelectual hecho y derecho.

En un concierto de desatinos, asistimos al rencor de un hombre que dice no ser reconocido como se debe, como un gran escritor de literatura, que debería ser tenido en cuenta para premios como el Cervantes o quizás el Nobel, que le dice a Borges que “unánime noche” es horrible (sí, dice eso, y recuerdo una noche entera hablando de ese adjetivo!), que en realidad no ganó el premio Nobel porque se repetía demasiado (sí, dice eso), que su palabra logró cambios radicales en la conducta del presidente de la nación argentina, que parece que lo consultó en dos o tres oportunidades como quien busca un oráculo, y encima le dice lo que tiene que hacer porque es lo correcto.

Del mismo modo que uno reacciona ante el egoísmo, la intolerancia o la deslealtad, la pedantería provoca en las entrañas un rechazo entre piadoso y triste. Piadoso por la emergencia emocional en la que debe estar hundido el sujeto, ahogado de rencor y odios. Triste porque sabe que termina arrinconado en su fantasmagórico pedestal, a quien no hace falta quitarle el banquito: nunca lo tuvo, y eso duele.

¿Por qué vale la pena leer el libro? Por las treinta o cuarenta páginas que están narradas al estilo de Osvaldo Soriano. Uno está ahí, abriendo la puerta y entrando a ese lugar donde sabe que jamás iba a llegar, en el que está, de algún modo, colado, y que va a durar poco. Esa melancolía que el gran Soriano le imprimía a las aventuras, y uno quedaba sacudido por la impostura o el desenlace. Porque hay conversaciones que conmueven, gestos que sorprenden, confesiones que golpean. O bien porque nos entrega una mirada interesante a la hora de armar la historia de uno de los hombres más inesperados de la política argentina moderna

¿Por qué no vale la pena leer el libro? Porque se va a desencantar con un autor que ya comenzó a citar una y mil veces las mismas películas, las mismas actrices, los mismos filósofos. Porque va leer una conversación en la que un tipo dice que anda con mujeres porque el culo de los hombres es feo (sí, dice eso, dios!). Porque Néstor Kirchner merece un análisis más interesante para estar en la tapa de un libro y que se venda por eso.


Over.



4 comentarios:

caca dijo...

unánime crítica

David dijo...

Pienso similar a lo expresado en el Post. No puedo más que asentir. Consciente, sin embargo, de lo poco que le debe importar a JPF lo que me pase a mi respecto a su figura, a su persona, a su personaje.
El miércoles a las 18 Hs estaba parado en la puerta de la facultad de Derecho de la UNLP y coincidí con una charla que daba Feinmann. Pensé que entrar a escucharlo sería una buena forma de limar asperezas (!!!). Opte por irmecaminando, escuchando música, cortando La Plata en dos mitades perfectas.

Quizás fue esa una gran oportunidad de acercarme al gordo y al flaco, pero bueno, del flaco ya tengo lo mejor, del gordo, como me pasa con más de 6.000 millones de persona, sólo me queda respetarlo.

Muy buen post.
Saludos.

Hernán Galli dijo...

Si el tipo le diera algunas de sus contratapas o ensayos de lo súltimos tiempos, a un corrector, y éste sólo quitara toda esa imbancable sarta de penas, rencores y llorisqueos de rufián literario, sus textos seguirían en el olimpo.
Quizás, quién sabe, hace todo esto para que leamos sus ensayos, y sólo nos dediquemos a su ficción.

Hya un punto del libro, donde Feinmann arma un soberano quilombo porque Néstor y Cristina aparecen en la revista Gente, que juro es entre patético y payasesco. Sí, se puede discutir, en una noche, ese "error" de parecer con lso personajes del año. Ahora, de ahí a hacer una lectura de todo un pensamiento y una forma de gobierno por eso, es una locura. Es más, no me cabe la menor duda de que si Gente lo nombra escritor de la década, Feinmann va y se saca la foto.
Los errores de K son otros. En fin.

Lo loco es lo parecido que está Feinmann a una mujer añosa, incluido su peinado y su cuerpo. Un poco de livianda al final!!!


Saludos!


Criticar "unánime noche", qué boludo, por dios. Y decir que a lo mejor no ganó el Nobel porque se repetía, qué pelotudo, por dios. Es más, Borges le hubiera contestado que tenía razón, jajajaj. Qué envidioso al pedo.

Anónimo dijo...

además...viste que parece que F no se baña desde que hizo la primer entrevista con Néstor? Adhiero a la critica y sobretodo MUY BUEN TITULO!!!
besos
B