Qué tremenda cárcel invisible. El mar ya la ha sentenciado. ¿Será posible despertar en Heligoland?
Over.
Que simplemente me quedé pensando en el reloj que me regalaste antes de morir, ahora en mi muñeca, que sigue girando, ordenada y rítmicamente. Segundos, minutos, hora. Segundos, minutos, hora, Segundos, minutos, hora.
Y la canción de los Eels. Todo eso junto.
Over.
Puto nihilismo. Todo este ninguneo, este niñeser, este corazón caracol que acata cenizas. Quisiera escribir cualquier otra cosa, de otra manera, pero sé que la vena se tensa igual. Qué sombra, corazón, que sombra resistente de años y vidrios y sirenas y tanta palabra guardada para siempre, como los días de esos años, y nadie, absolutamente nadie entenderá, nada, no lo tienen ni lo tendrán. Qué lo tiró, y encima andamos exiliados, uno del otro, desconocidos, qué poco final. No. Qué exilio precoz. Escribirle a alguien que no está es, por lo menos, vértigo, una danza de hojas secas en la piscina vacía, pero si la ausencia es palabras, otra cosa, al menos, como que la gente que puebla mi soledad se las rebusca en declararse viva, y si no, qué va ´ser, si las “esperanzas están en los escarbadientes”, y el sacamuelas obliga....
Las manos tocan las teclas y no las detengo. Aquiescencia con un guiño de voluntad, seguro. Pasa el tiempo, vuelve la felicidad y quedan los talismanes a cualquier hora, para siempre. O quizás nada de lo que digo y sólo digo hola, che, ¿seguís viajando también? ¿seguís juntando palabras?
Un hombre entra en la habitación, ve que su mujer duerme, se acuesta con cuidado para no despertarla, la besa en la frente, ella emite un suave sonido, él se da vuelta, cierra los ojos y se duerme. Al despertarse, busca inútilmente el interruptor de luz. Se levanta aturdido y se golpea con un calefactor. Abre la puerta de la habitación y descubre que no está en su casa.
Se acerca a las cosas y descubre que algunas le pertenecen, mientras que a otras las ve por primera vez en su vida. Se da cuenta que en esa casa no vive más que una persona, un tanto desprolija pero con más dinero. Revisa todo con miedo, tratando de razonar algo. Vuelve a la habitación y al abrir los armarios le pasa lo mismo que antes. Reconoce algunas prendas y otras no. Decide cambiarse y salir de allí lo más rápido posible. Abre la puerta y no repara en las llaves.
La imagen lo tranquiliza ya que el pasillo y el ascensor son los que él recuerda. Baja y se encuentra con la portera, quien le abre la puerta y lo saluda con una sonrisa. Llega al trabajo y piensa en contarle a Marc lo que le ha sucedido. Prefiere callar y al mediodía llama su esposa.
No atiende nadie y una horrible sensación comienza a ahogarlo. Le dice a su jefe que algo ha sucedido con su esposa y que volverá tan pronto como pueda. Baja del metro y cuando llega al edificio se da cuenta de que no tiene las llaves encima. Toca el timbre de su piso y la voz de su esposa pregunta quién es. Soy yo, me he olvidado las llaves. Cuando la mujer abre la puerta, él le dice que pasaba por allí y quiso venir a comer con ella. Corrobora que en su casa no queda rastro alguno de lo sucedido durante la mañana. Simple.
Over.
Fue hacia el final, cuando nuestros cuerpos nos expulsaron por los años. A ver, cuando la combinación es dulce por la intensidad, el baile sobre la ola se torna simple, todo placer, nadie mide la caída, si falta poco o mucho para que se desarme el agua bajo los pies. Todavía había agua.
Tini nos dice que venía caminando y vio a una mujer ciega con los ojos muy abiertos. Eran lechosos, como si tuviera dos vidrios equivocados. Como espejos, tenía un espejo en cada ojo.
Lina soltó la galletita con mermelada y dijo: “uau”. Después tragó con dificultad y agregó: Tini, eso es hermoso, digo, horrible, pero hermoso, que los ciegos tienen espejos en los ojos. Pero se lo podríamos aplicar a otra gente, como una metáfora. Para una canción es demasiado fuerte, muy obvio, es más para un cuento, pero hay que agregarle algo.”
Esa noche nos íbamos a una fiesta en la casa de unos amigos de Lina. A mí me iban a presentar a una chica de Filosofía que había leído el Ulises en inglés. En aquella hora esa información me bastaba para suponer una mujer imbatible. Todavía no aceptaba que rara vez sucedía algo así. En fin.
Nos pasamos la tarde buscando algo que se equilibrara con lo de los espejos en los ojos. Se dispararon cosas como puños en la boca, cristos en las manos, nubes en los oídos, y no recuerdo qué más ridiculeces. Nada, no llegamos a ningún lado.
Sólo siguió la noche en la casa, vino barato y cerveza nada fría, y la chica del Ulises. Me la pasé hablando con Tini, que se la pasó escuchando mis comentarios de chico superado. ¿Y, te gusta? ¿Quién? La amiga de Lina. Sí, está buena. ¿Querés ir a hablarle?, por mí todo bien. ¿Hablarle de qué? Del Ulises, yo qué sé. Es que no lo leí. Yo tampoco. Tenemos que leerlo, che. Sí. ¿Lo compramos esta semana? Yo lo tengo, no hace falta. ¿Me traés un poco de seven-up, dale? Dale.
Y se terminó.
Over.
Cuando salgo de la irrealidad, la luz del tiempo me aproxima a lo deseado, al profundo motor que insiste en mantenerme en pie. Y entro en mi vida, atento cada poro a esa suspensión hermosa que oxigena, sin alarmas, el ánimo (ánima, respirar, soplo de vida).
Ya posicionado en el otro lado, recuerdo con precisión mi seguridad sobre la palabra "colonizar". Quién no dirá que proviene de Colón. Y qué golpe nos dará saber que colonizar viene del latín colere, que se derrama en "colonia", "colono" y "cultivar".
Entonces me dejo avanzar por la sorpresa. ¿Colón tenía que llamarse así? ¿Hay un estigma en su nombre? ¿Qué lugar ocupa la sincronicidad en todo esto? En algún momento no volveré a cruzar de bando. ¿Cuándo? ¿Cuándo llega?
Over.