martes, 13 de septiembre de 2011

Coda o lastre que se salva.


Puto nihilismo. Todo este ninguneo, este niñeser, este corazón caracol que acata cenizas. Quisiera escribir cualquier otra cosa, de otra manera, pero sé que la vena se tensa igual. Qué sombra, corazón, que sombra resistente de años y vidrios y sirenas y tanta palabra guardada para siempre, como los días de esos años, y nadie, absolutamente nadie entenderá, nada, no lo tienen ni lo tendrán. Qué lo tiró, y encima andamos exiliados, uno del otro, desconocidos, qué poco final. No. Qué exilio precoz. Escribirle a alguien que no está es, por lo menos, vértigo, una danza de hojas secas en la piscina vacía, pero si la ausencia es palabras, otra cosa, al menos, como que la gente que puebla mi soledad se las rebusca en declararse viva, y si no, qué va ´ser, si las “esperanzas están en los escarbadientes”, y el sacamuelas obliga....

Las manos tocan las teclas y no las detengo. Aquiescencia con un guiño de voluntad, seguro. Pasa el tiempo, vuelve la felicidad y quedan los talismanes a cualquier hora, para siempre. O quizás nada de lo que digo y sólo digo hola, che, ¿seguís viajando también? ¿seguís juntando palabras?


Over.

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